EU, Ratzinger y la marxista Cuba
Carlos Fazio
Cargados de simbolismos, los encuentros del papa Benedicto XVI con Raúl y Fidel Castro y con el pueblo creyente, no creyente y ateo de Cuba tuvieron un resultado predecible. Más allá del refinado juego de estrategias y la esgrima verbal de Joseph Ratzinger y Raúl Castro, nada escapó al quid pro quo diplomático acordado con antelación entre la Secretaría de Estado vaticana y la cancillería cubana.
La ocasión enfrentaba por segunda vez desde 1998, cuando visitó la isla el papa Juan Pablo II, a dos adversarios irreconciliables de la guerra fría que enfrentó al capitalismo con el comunismo. Pero ya antes, al despuntar los 70, saltando por encima de las barreras doctrinales de la época, el líder histórico de la revolución cubana, Fidel Castro, había reconocido la fuerza revolucionaria del cristianismo y destacando el carácter social y no religioso del enfrentamiento de clases (explotados/explotadores), impulsó una alianza estratégica entre cristianos y marxistas revolucionarios en el subcontinente.A su vez, a comienzos de los años 80, durante el pontificado Wojtyla, como prefecto de la ortodoxia católica y alineado por convicción en la cruzada anticomunista de la administración Reagan, Ratzinger había encabezado la ofensiva vaticana contra la teología de la liberación latinoamericana, acusada de portar una identidad acrítica con el marxismo. El entonces cardenal romano fue autor de la Instrucción Libertad Cristiana y Liberación, que según una de sus víctimas en el banquillo de la ex Inquisición, el teólogo brasileño Leonardo Boff, fue un documento paternalista, anacrónico, esquemático, elitista y eurocentrista.
Trata el marxismo de la Academia de Moscú. El texto revela un atraso teórico de 30 o 40 años, dijo entonces Boff.
Pese a esos antecedentes, el pasado 23 de marzo, a bordo del avión que lo trasladaba de Roma a Guanajuato, Benedicto XVI declaró en referencia a Cuba que
la ideología marxista, en la forma en que fue concebida, ya no corresponde a la realidad. El canciller de Cuba, Bruno Rodríguez, respondió que sería útil un respetuoso
intercambio de ideascon el Papa en la isla, tarea que correspondería al mandatario Raúl Castro, quien en sendas oportunidades expuso los presupuestos éticos, humanistas y solidarios del inédito y creativo proceso cubano. Parafraseando al pontífice, quien dijo en La Habana que
Cuba y el mundo necesitan cambios, huelga decir que Cuba está cambiando y que, como señaló Hans Küng, es Ratzinger quien se ha quedado anclado y está regresando a la Iglesia católica a la Edad Media, a la contrarreforma, al antimodernismo.
Más allá de la prudencia y los tacticismos lógicos de una agenda acordada, tampoco fue sorpresa la alusión papal a
las medidas económicas restrictivas impuestas desde fuera del país, en referencia obvia al criminal bloqueo estadunidense contra Cuba. Ergo, perdió el gobierno de Barack Obama, que antes y durante la gira de Benedicto ejerció una política injerencista de hostigamiento y subversión encubierta contra Cuba, y de provocaciones y maniobras sobre la curia romana y el propio pontífice, con la pretensión de instrumentalizar a Ratzinger y al número dos de la Santa Sede, cardenal Tarcisio Bertone, en función de sus propios objetivos político-ideológicos estratégicos, en la perspectiva de aislar al gobierno de La Habana y acelerar un
cambio de régimenen Cuba.
Con esos fines, previamente a la visita y a través de diversas vías directas e indirectas, Washington había ejercido presiones contra el Vaticano con el objetivo de que el Papa adoptara una línea dura contra el gobierno cubano y se generara un conflicto entre la Iglesia católica local y el Estado. Las maniobras incluyeron las habituales y gastadas ficciones y tramoyas contra Cuba de la Voz de América (VOA) y Radio y Tv Martí (emisoras bajo la influencia de la secretaria de Estado, Hillary Cinton, sufragadas con el dinero de los contribuyentes de Estados Unidos), y de CNN en español.
Asimismo, la conspiración anticubana incorporó a viejos conocidos de la industria de la contrarrevolución del exilio en Miami, entre ellos la legisladora Ileana Ros-Lehtinen, presidenta del influyente Comité de Asuntos Exteriores del Congreso; el senador republicano por Florida, Marco Rubio; el impresentable Roger F. Noriega, ex embajador de Estados Unidos ante la Organización de Estados Americanos (OEA), y Ninoska la loba feroz Pérez, quienes patrocinados por la Fundación Heritage tacharon a los obispos católicos de Cuba de haberse
acomodadoy ser
cómplices del régimen.
Tras intentar convertir algunos templos católicos cubanos en
barricadas políticascon fines agitativos, el show de manipulación mediática de Washington había previsto la participación activa de grupúsculos de la llamada disidencia interna, en particular la agrupación Damas de Blanco, que opera en sintonía y es pagada por la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, pero no fueron incluidas por Roma en la agenda de Ratzinger.
Total, que Estados Unidos fracasó en su intento por entorpecer las relaciones entre Cuba y el Vaticano, y sufrió una nueva derrota política ante la diplomacia isleña, que se suma al creciente aislamiento de la administración Obama-Clinton en el subcontinente en vísperas de la Cumbre de las Américas, a celebrarse este mes en Cartagena de Indias.
Como colofón de la visita de Ratzinger a la isla, queda la desesperada y burda matriz de opinión manufacturada por las usinas del terrorismo mediático en Washington, que viene siendo reproducida y propalada urbi et orbi por la maquinaria ideológica-propagandística imperial a través de medios de difusión masiva afines. Dicha matriz fue utilizada por el diario El País de Madrid en su edición del 31 de marzo, como titular de un artículo de Rafael Rojas. A saber:
La complicidad entre castrismo e Iglesia; la patraña de que el proyecto de nación del catolicismo en Cuba se presenta como extensión o complemento de la ideología oficial (¡!).
American Curios
Afortunados
David Brooks
Según investigaciones sobre la economía estadunidense, la recuperación de la peor crisis desde la gran depresión sólo ha beneficiado al 1 por ciento más rico de la población, como ha denunciado el movimiento Ocupa Wall StreetFoto Mike Fleshman
Los ricos están gozando más que nadie de la recuperación económica luego de la peor crisis desde la gran depresión; o sea, los mismos que la provocaron son los más beneficiados con el rescate de la destrucción que generaron.
Los más ricos de las más ricos son los que gozan más que todos. Unas 15 mil familias, las que cuentan con ingresos promedio de 23.8 millones de dólares, vieron sus ingresos crecer 21.5 por ciento en 2010 (4.2 millones adicionales). Representan el 0.01 por ciento más rico, y concentraron más de un tercio (37 por ciento) del incremento de los ingresos en ese año de recuperación económica.
Los integrantes del famoso 1 por ciento tan identificado por el movimiento Ocupa Wall Street recaudaron 93 por ciento del ingreso adicional creado en el país en 2010 sobre 2009, un total de 228 mil millones de dólares. El 1 por ciento que goza de por lo menos 352 mil dólares en ingresos anuales y en promedio un millón y pico, tuvo un incremento en su ingreso del 11.6 por ciento (106 mil adicionales).
El 99 por ciento –o sea, todos los demás– se quedó con sólo 7 por ciento del ingreso adicional generado por la recuperación en 2010; esto es, 80 dólares por persona.
Estos cálculos, de una investigación de los economistas franceses Thomas Piketty y Emmanuel Saez, que estudiaron los datos oficiales de tributo hacendario, y resumidos en un artículo de Steven Rattner en el New York Times, sólo confirman lo que todos sienten a diario: este país hoy es de, para y por los ricos.
La economía creció 3 por ciento en el último trimestre de 2011, reportó el gobierno la semana pasada, comparado con 1.8 por ciento en el tercer trimestre de 2011. Pero, como sugieren las tendencias de 2010 –el año más reciente con cifras completas–, casi todo el tesoro adicional generado se sigue concentrando en el 1 por ciento más rico.
Robert Reich, ex secretario del Trabajo, profesor e intelectual público, señala que las recuperaciones económicas recientes han beneficiado cada vez más a los más ricos. El 1 por ciento obtuvo 45 por ciento del crecimiento económico durante la presidencia de Bill Clinton en los 90, y 65 por ciento durante los tiempos de su sucesor, George W. Bush. Ahora, con Barack Obama, obtiene 93 por ciento del incremento en la generación de la riqueza nacional.
Reich señala que casi nadie más abajo del 10 por ciento más rico registró una mejora en su ingreso y que, de hecho, la mayoría del 90 por ciento de abajo hoy es más pobre. El ingreso ajustado promedio fue de 29 mil 840 dólares anuales en 2010, 127 menos que 2009 y casi 5 mil dólares menos que en 2000. A la vez, las prestaciones otorgadas por patrones también están en declive; menos trabajadores gozan de seguro de salud y planes de jubilación de sus empresas.
Y por supuesto los ricos son los inversionistas más grandes, y resulta que la bolsa de valores tuvo un incremento de billón y medio sólo en el último trimestre de 2011, mientras los del 90 por ciento tienen casi siempre sus casas como el mayor de sus bienes, pero el valor de sus inmuebles se ha desplomado más de un tercio desde 2006.
Peor aún: no sólo los incrementos en ingresos se han concentrado, sino ha habido un traslado masivo de abajo hacia arriba. Andrew Hacker reporta en la New York Review of Books que, según sus cálculos basados en el censo oficial, desde 1985 el 60 por ciento de la población de abajo ha perdido 4 billones de dólares, la mayoría de los cuales se han trasladado al 5 por ciento más rico. No es casualidad que Estados Unidos sea en este momento tal vez el país
avanzadomás desigual del mundo.
A pesar de todo, los republicanos en el Congreso y sus precandidatos presidenciales favorecen hacer aún más marcado este desequilibrio entre el 1 y el 99 por ciento al presentar propuestas para reducir aún más los impuestos sobre los más ricos y reducir cada vez más los servicios públicos de salud, educación y empleo para las grandes mayorías. Por su parte, el gobierno de Obama anuncia cada día el gran éxito de sus políticas económicas evidente en la recuperación, pero, por supuesto, no menciona que benefician casi exclusivamente a los más ricos.
Todo esto en medio de un ciclo electoral donde la economía es el tema que determinará casi todo. Con ello, el gran debate es entre las políticas económicas que benefician a los más ricos con Obama y las de republicanos que dicen que los ricos se deben beneficiar aún más.
La batalla electoral, por cierto, es financiada por los más ricos. El gasto de agrupaciones independientes en las elecciones se ha incrementado más de 108 por ciento en lo que va de este ciclo comparado con los niveles en 2008. Todos esperan que la inversión de los ricos en esta elección será la mayor jamás ocurrida (recientemente unos donantes acaudalados se comprometieron a invertir 100 millones para derrotar a Obama). A través de nuevas entidades conocidas como Súper PAC, los ricos pueden donar cantidades sin límite para favorecer a un partido o un candidato, siempre que la entidad no
coordinesus esfuerzos con una campaña electoral. En 2011 los Súper PAC recaudaron 62 millones; la mitad de este total provino sólo de 22 donantes.
Las políticas que han transformado la economía y a la sociedad en este país a favor de los más ricos ahora se aplican a la política.
En el transcurso de las últimas décadas, el poder del dinero concentrado ha subvertido a las profesiones, destruido a los pequeños inversionistas, destruido al Estado regulador, corrompido en masa a legisladores y exprimido repetidamente a la economía. Ahora ha venido por nuestra democracia, afirma Thomas Frank en un artículo en Harper’s, donde detalla cómo los ricos ahora son los que seleccionan a los candidatos presidenciales en este país.
Es cada vez más difícil describir este país como una
democracia, a menos que los ricos sean el demos mientras todos los demás sólo tienen la opción de comprar boletos de lotería para poder ingresar al 1 por ciento y, con ello, ser admitidos a participar en determinar el destino de su país. La democracia aparentemente no es gratuita.
Desde el otro lado
Vigilantísimo
Arturo Balderas Rodríguez
Trayvon Martin era un joven de 17 años de edad como cualquier hijo, sobrino, nieto o amigo de algún lector de esta columna. Tenía, como muchos jóvenes, aficiones sobre la forma de vestir: pantalones, camisas holgados y una sudadera con capucha puesta, al margen de que la temperatura fuera cero o 30 grados. Una característica extra: era negro. Eso lo hacía diferente de los muchachos blancos que viven en una comunidad amurallada en Sannford, Florida. Una de las peculiaridades de ésta, como otras tantas en Estados Unidos, es que hay retenes y muchas calles están cerradas con rejas y obstáculos para evitar el acceso a
El 26 de febrero Trayvon salió de la casa que visitaba junto con su padre para comprar un caramelo. Su error fue caminar por las calles de esa comunidad, creyendo que como el resto de los jóvenes tenía el derecho de hacerlo sin ser sometido a preguntas inquisitorias. De repente, uno de los vecinos investido de vigilante lo detuvo para cuestionar su presencia. Cuando Trayvon defendió su derecho a caminar por una calle –espacio público–, el cualquierpersona; no es muy diferente de las que abundan en ciudades de México.
vigilantesacó un arma y le disparó a quemarropa. Sin eufemismos, Trayvon fue asesinado por su aspecto, no por cometer algún delito.
Racismo, paranoia, expropiación de los espacios públicos por la fuerza de las armas, todo ello y más es lo que se concluye de esta tragedia. La protesta por el estado de sitio virtual en que se vive en muchas ciudades llegó a casi todas las calles de Estados Unidos. Miles de personas marchan vestidas como Trayvon, con un grito de angustia, pero también de esperanza por detener esta ola de violencia injustificada, en un país que cree haber dejado atrás la estigmatización de minorías.
Cada vez son más los espacios públicos privatizados con la excusa de la seguridad. Como bien describió en un editorial el New York Times, la privatización de caminos, parques, escuelas y servicios de seguridad exacerba la agresión contra jóvenes, personas de color y por supuesto, los pobres. Es una forma más de exaltar la creciente desigualdad de la sociedad en no pocas ciudades estadunidenses. Lo más grave es que la paranoia, el racismo y la facilidad del acceso a las armas son virus que contaminan con creciente velocidad el tejido social, sin que parezca haber cura. La consecuencia es que cada vez vidas como la de Tryvon son segadas más frecuentemente.
Como no podía ser de otra manera, algunos segmentos de la sociedad mexicana también parecen haber contraído ese virus. Paulatinamente aumenta el número de barrios que son convertidos en cotos privados, donde el temor, la paranoia y las armas también pueden tener efectos letales contra los sospechosos de siempre.
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