Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 5 de abril de 2012

«La neta, no hay mejor abuela» que Elba Esther Gordillo: René Fujiwara- Para evaluar al evaluador- Carpizo, el reformador

La disputa por Los Pinos
La neta, no hay mejor abuela que Elba Esther Gordillo: René Fujiwara
El nieto de la dirigente y candidato del Panal critica a los profesores que están más en otra onda de estar manifestándose o armando alboroto que en trabajar
Foto
René Fujiwara Montelongo asegura que todo lo que tiene Elba Esther Gordillo se lo ha ganado a pulso y a sudor. A ésta, más que la buena ropa, le gusta el estilo, y lo maneja bien, diceFoto Sanjuana Martínez
Sanjuana Martínez
Especial
Periódico La Jornada
Jueves 5 de abril de 2012, p. 2
Monterrey, NL. René Fujiwara Montelongo tiene 27 años y un futuro político asegurado: es nieto de Elba Esther Gordillo y acaba de obtener una candidatura a diputado plurinominal por el Panal. He trabajado mucho, no estoy tomando provecho de mi circunstancia. Amo a mi abuela, es mi ejemplo a seguir, afirma.
El hijo de la ex diputada federal Maricruz Montelongo Gordillo, primogénita de la líder sindical vitalicia, está sentado frente a un clamato sin alcohol. Lleva camisa color celeste, tiene el cabello largo y la barba negro azabache; unos ojos grandes que contrarrestan su apellido japonés y manos delgadas y cuidadas que mueve al ritmo de sus palabras. De entrada quiere dejar clara una cuestión: lo primero es que yo, la neta, verdad, diga (sic) lo que se diga de mi abuela, primero, antes que nada, es mi abuela y yo la amo con todo mi ser. Para mí es una superinspiración. Hay mucha crítica, pero son pocas las personas que la conocen como yo en su completa humanidad. Es mi referente, la mujer que más admiro en este mundo.
Habla con vehemencia y se muestra sorprendido por las críticas que aseguran que la política es un negocio de la familia Gordillo. Mónica Arriola, secretaria del Panal, encabeza la lista plurinominal al Senado, mientras el yerno de la dirigente, Fernando González, casado con la madre de René, busca un escaño de mayoría relativa por Sinaloa. Es absurdo pensar que un partido pertenece a una familia. Cada uno tiene una trayectoria bastante amplia. Fernando es impresionante su trayectoria (sic); fue de las pocas personas que se chutó todos los escalones de la SEP para poder llegar a la subsecretaría; tenía más experiencia que la propia secretaria y su hija (sic) ha hecho trabajo partidista desde que empezó el Partido Nueva Alianza.
En su caso, afirma que le dieron la candidatura plurinominal en lugar de un puesto de elección popular gracias a su trabajo. No es un premio porque es una gran responsabilidad. Tampoco es cosa fácil lo que se espera de uno y menos teniendo un rol visible como el que ahorita me están dando. Me parece legítimo que me la den, sin duda alguna.
Familia normal
Cerca de René Fujiwara está un compañero que graba la entrevista en un BlackBerry. Acaban de llegar de un acto en una universidad ubicada en Santa Catarina. Hace cuatro años fundó Alianza Joven por la Democracia Participativa, AC, movimiento que busca encauzar las demandas de ese sector de la población e incidir políticamente para buscar soluciones.
Cuenta que desde niño se percató de que pertenecía a una familia especial, pero muy normal, y que sufrió de distintas maneras las consecuencias de eso. Por ejemplo, afirma que se vio obligado a exiliarse y cursar sus estudios en Sussex, Inglaterra.
Su vida ha estado rodeada de comodidades y holgura, pero aclara que la fortuna de su abuela no es producto de dinero mal habido ni mucho menos a consecuencia del supuesto saqueo del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), dirigido por Gordillo desde hace 23 años. Se especulan muchas cosas. Yo tampoco voy ahorita a desprobarlas (sic), pero te prometo que somos una familia bastante normal. Los maestros, no me cabe duda que son la prioridad número uno de Elba Esther, por encima de su familia.
Y critica a algunos maestros por cuestionar a su abuela: no son lo mejor que tiene este país, que también, ya sabes, están más en otra onda de estar manifestándose o estar armando más alboroto que estar haciendo el trabajo que les corresponde hacer.
–¿Y qué opinas de que Elba Esther Gordillo sea una líder vitalicia, que no haya democracia en el SNTE?
–La naturaleza del sindicalismo es también que el sindicalismo no se inauguró ayer, ¿sabes? Como que finalmente nosotros mismos venimos de una historia y de un legado que surgió desde (Plutarco Elías) Calles, cuando se generó el priísmo como tal. Y pues finalmente todos estos procesos son procesos internos al sindicato... para serte franco de repente hay algunas prácticas que incluso de cómo se sientan, cómo se paran y se hablan, que hasta a mí me resultan un poco extrañas, pero tampoco yo soy quien para opinar. Son legados históricos... y yo no estoy sindicalizado ni soy maestro”.
¿Fortuna legal?
–¿Para ti es una losa ser nieto de Elba Esther Gordillo?
–Para mí es un privilegio. Yo amo a mi abuela, soy feliz. La neta, no hay mejor abuela que ella. Desde siempre nos ha inculcado muchos valores.... Si te digo la superneta, de repente me pesa más el ver a la gente de Alianza Joven meter de su propia lana, que mi abuela”.
–¿Se te puede estigmatizar por ser su nieto?
–Crecimos formando parte de ese entorno. Parte de lo que ella nos ha enseñado es estar muy seguros de quienes somos.
–¿Cuál es el ejemplo más importante que te ha dado?
–Ser congruente...
–¿La acusan de ser chacotera, primero con el PRI, luego con el PAN...?
–Lo que hace falta en este país es que haya más alianzas de verdad. Ahora no creo que las alianzas se deban quedar en el tema electoral. Y sus alianzas no se quedan en el tema electoral.
–¿Es injusto el odio generado contra Elba Esther?
–El odio es como tomar veneno y creer que al otro le haga daño.... Es muy difícil tomar en cuenta lo que se dice de ella cuando tú conoces a la persona de verdad...
–La revista Quién publicó una foto de tu abuela comprando ropa en Louis Vuitton... La critican por gastarse millonadas en ropa, casas, coches, yates...
–Una de las cuestiones de la política es que a veces te tratan como te ven. Y es parte de lo que ella me ha dicho. Parte de lo que me han presionado a mí es en vestirme ya no con jeans y cosas de esa naturaleza, y creo que es parte del mismo fenómeno. Todo lo que se dice de ella está exagerado.
–La foto era de ella saliendo de la tienda Louis Vuitton y es una tienda cara...
–Hay varias tiendas caras, pero hay muchas personas que compran allí. Y creo que parte de su rol implica tener una imagen que sea adecuada al rol.
–Le gusta la buena ropa...
–Más que la buena ropa, le gusta el estilo y sí lo maneja bien. Y tiene mucho estilo.
–¿Crees entonces que su fortuna es legítima?
–Este... ¿cómo legítima? ¿Legal?
–Sí.
–Claro, cien por ciento. Eso yo te lo podía firmar ahorita mismo y comprometer todo lo que soy a que sí.
–¿Por qué?
–Porque a mí me consta. Porque soy parte también de ese mundo, porque yo he visto también eso, porque también he visto cómo ella ha trabajado para poder obtener lo que ha obtenido. He visto el sacrificio que ha hecho.
–¿No es que se haya robado dinero de los maestros para poder tener su fortuna?
–No. Hay mucha gente que ha hecho negocio a partir de ella, a partir de su nombre, y ella ha cargado las consecuencias de algunos negocios que se han hecho con el nombre de ella, pero a mí no me cabe la más mínima duda de que absolutamente todo lo que tiene se lo ha ganado a pulso y a sudor.

Para evaluar al evaluador
Manuel Pérez Rocha
 
      Hay quienes, de manera irreflexiva, se oponen a la evaluación (a toda evaluación) y señalan que ésta es una práctica impuesta por el neoliberalismo. Esta postura es un error, pues evaluar es una actividad inseparable de toda acción humana consciente. Desde que el hombre habita este mundo ha evaluado las situaciones en que se encuentra y las diversas opciones que tiene frente a un problema o necesidad. Novedosa resulta quizá la palabra evaluación, o su aplicación fuera del ámbito escolar, o la adopción de técnicas e instrumentos específicos, o la confusión con la medición, pero la evaluación misma no nació con el neoliberalismo. Con el neoliberalismo nació la obsesión por evaluar y la imposición de formas verticales y autoritarias de evaluación. De modo que la reacción sensata frente a estas obsesiones neoliberales no es rechazar la evaluación, sino someterla a juicio, a evaluación.
En cierto sentido es afortunada la actual obsesión gubernamental por la evaluación, porque la hace visible. Desde siempre, atrás o dentro de planes y programas de gobierno, reformas legales y disposiciones administrativas ha habido evaluaciones; sin embargo, generalmente han estado escondidas, implícitas, y por lo mismo la evaluación de esas evaluaciones se hace difícil y los evaluados quedan inermes. Lejos de rechazar toda evaluación, la exigencia debe ser que se hagan explícitas las valoraciones y los diagnósticos en que se basan las decisiones administrativas y de gobierno. Esto significaría el que dichas decisiones queden adecuadamente justificadas y fundadas, de acuerdo con sus propósitos (diagnóstico-formativos, administrativos, legales u otros), y que quienes participarán en su ejecución, o quienes se verán afectados por ellas, tengan la posibilidad de apoyarlas o cuestionarlas en sus fundamentos.
La evaluación de asuntos complejos, por ejemplo las políticas sociales o económicas, o proyectos educativos, no es una tarea que pueda resolver un especialista en evaluación, en planificación estratégica, o en alguna de las modas banales (como los análisis llamados FODA) que se generan en los espacios de la administración de empresas. El problema de evaluar no es solamente de método o de técnica. Una evaluación sólida exige la participación de quienes conocen la materia a evaluar, de quienes la han estudiado con seriedad, de quienes tienen la experiencia adecuada y de quienes viven los problemas y necesidades que pretenden atenderse con políticas y proyectos. Una evaluación sólida exige mantener una rigurosa vigilancia de cómo se conoce el objeto de la evaluación (vigilancia epistemológica) y la adecuada contextualización de los fenómenos que se estudian.
Toda evaluación implica una comparación: se compara lo que encontramos en la realidad con lo que es deseable o juzgamos correcto. Con frecuencia se pasa por alto este elemento esencial de la evaluación: la comparación. Varios manuales definen la evaluación como la recopilación de información para tomar decisiones, y en no pocas ocasiones con ese simplismo se toman decisiones, eclipsando las comparaciones que dan sustento a las conclusiones, escondiendo lo que se consideró deseable o correcto (los referentes), o dando por sentado que son cosas indiscutibles. Está el caso paradigmático del Consejo Universitario de la UNAM, hace 25 años, que en media hora, sin discutir, aprobó 26 reformas a la institución porque eran asuntos de obvia resolución. El resultado fue un desastre. Este simplismo oculta el hecho de que incluso en la misma acción de recabar información para tomar decisiones están implícitos los referentes. Cuando un médico toma la temperatura de un enfermo ya ha juzgado que un asunto esencial es la temperatura del paciente y que 37 grados es lo correcto o lo deseable. Cuando la autoridad de una institución educativa pone en el centro de un diagnóstico la pregunta de a cuántas clases asisten los estudiantes, ya ha decidido que la asistencia a clases es la actividad central en la educación.
Con la obsesión por la evaluación ahora es frecuente que las autoridades que desean imponer un proyecto empiecen por hacer un diagnóstico, y ante los reclamos de participación de los afectados responden que dicha participación se dará después, cuando ya se tenga el diagnóstico. De esta manera pretenden que se pase por alto que en el diagnóstico mismo ya están los elementos esenciales de lo que se pretende hacer. Si todo proyecto debe estar precedido de una evaluación, de un diagnóstico, toda evaluación debe estar precedida de la definición explícita de los referentes, los criterios, los parámetros que constituyen lo que se juzga deseable o correcto. Por lo tanto, desde ese mismo momento deben participar quienes tienen interés legítimo en el proyecto, y su participación no puede reducirse a la de proporcionar información o responder encuestas, sino que debe garantizar la posibilidad de que mediante la discusión se determinen los criterios de la evaluación.
En aquel caso paradigmático de la UNAM se hizo famoso en nuestro medio el esquema de fortalezas y debilidades y quedó patente su debilidad pues, además de ser una categorización simplista de las cualidades y circunstancias de un proyecto u organismo, pasa por alto el que determinar si algo es una fortaleza o una debilidad no es un asunto menor. Por el contrario, en ello está el meollo de la evaluación y debe resolverse haciendo explícitos los referentes, como he dicho, con la participación de quienes conocen la materia, de quienes la han estudiado con seriedad, de quienes tienen la experiencia adecuada y de quienes viven los problemas y necesidades que se pretende atender con esas políticas y proyectos.
La presentación explícita, abierta, de los criterios de la evaluación permite que el evaluado evalúe al evaluador y que introduzca en la evaluación sus propios criterios; permite también que de manera constructiva se sumen a las evaluaciones externas, que aportan puntos de vista valiosos, los resultados insustituibles de la autoevaluación. Ignorar esto, cuando de la evaluación dependerán decisiones administrativas, es garantía de iniciar un conflicto.
Carpizo, el reformador
Adolfo Sánchez Rebolledo
 
      Para los que anhelábamos entender un poco mejor al país fuera del ámbito académico, los libros escritos por Jorge Carpizo, entre ellos El presidencialismo mexicano (1978), resultaron imprescindibles. Apreciar las características singulares del régimen político vigente no era un tema menor en la agenda de la democratización nacional, la cual se veía desde el poder con desdén minimalista, no obstante la creciente inquietud popular que en 1968 había despertado al país. La necesidad de reinterpretar la historia y la vida institucional se convirtió en una necesidad práctica para ajustar el reloj de una sociedad que ya no cabía en los viejos moldes del poder corporativo. Al igual que otros estudiosos como Arnaldo Córdova, con sus trabajos precursores acerca del poder político surgido de la Revolución Mexicana, Carpizo expresaría, con el rigor que da la excelencia, un pensamiento vivo, original, sustentado en el laudable afán del investigador, pero conectado de muchas formas a las cuestiones más acuciantes de la época. Gracias a su capacidad de traducir el léxico especializado del jurista al lenguaje llano del lector instruido, Carpizo consigue descubrir la actualidad de la Constitución de 1917, su plena vigencia como fundamento ordenador de la sociedad nacional, pero al hacerlo también subraya vicios y deficiencias (facultades metaconstitucionales, desequilibrio de poderes), límites que sólo una profunda reforma democrática puede corregir.
Esa capacidad de comunicación suya, tan unida a la personalidad activa, vibrante y apasionada que le permitió ser una figura pública reconocible y respetada, se sustenta en la actitud moral e intelectual que hace de su compromiso con las ideas el proyecto de vida. Bien lo dijo el doctor Narro en su conmovedora oración fúnebre: Todo el tiempo estuvo comprometido con la verdad y la justicia, con la ética y los valores laicos, con el trabajo y la defensa de la dignidad de las personas. Siempre dispuesto a encabezar causas justas, fue un ser primordialmente congruente. Con él era muy difícil equivocarse. Una línea recta articulaba su pensamiento con su decir y con su hacer. No había el menor punto de quiebre en esas dimensiones.
A pesar de las controversias, o de la inquina de algunos –sobre todo de parte de la derecha extrema, pero no sólo–, Carpizo no se mareó con el éxito ni renunció a sus ideales cuando soplaron vientos en contra. Avanzó con ellos, extendiendo la mirada crítica a los grandes vacíos institucionales de la República. Su diagnóstico de la UNAM marcó el destino de la institución y, a pesar de las muchas resistencias de todos los flancos, promovió el cambio, reactivó sus energías y le dio argumentos para preservar sus objetivos como pieza central de la enseñanza superior y como reserva moral de la República, lo cual, por cierto, no le perdonan sus adversarios.
La tarea de Carpizo enriqueció hasta hoy el debate nacional con los mejores argumentos disponibles, siempre al servicio del interés general. Siendo el primer ombudsman combatió la tortura y la confesión de los detenidos, hasta entonces considerada la prueba reina de la justicia. Abrió brecha y con ello creó nuevas exigencias en la ya desde entonces desoladora aplicación de la ley.
Su actitud austera y disciplinada, la honestidad, la responsabilidad personal tanto en la vida pública como en la academia, el rechazo a toda forma de pedantería intelectual y el afán de actuar con profesionalismo le permitieron al universitario servir al Estado sin convertirse en el funcionario de un partido o de un grupo de presión particular. Nunca fue, me consta, un hombre cautivado por el poder, y menos todavía dispuesto a la autocomplacencia, a la comodidad, a hacer concesiones cortesanas, dijo el rector Narro durante el sepelio.Y si bien Carpizo no es un político en el sentido restrictivo del término, sí lo es, sin duda, cuando aborda las grandes cuestiones nacionales desde una perspectiva de Estado, al hacer posible la conjunción laica de los conocimientos académicos con la rectitud y la responsabilidad del funcionario público, rara avis en nuestra traqueteada historia.
Las negociaciones dirigidas por Carpizo hicieron posible el primer acuerdo electoral suscrito por todas las fuerzas políticas para dar independencia al IFE, dejando en el baúl de la historia la participación operativa del gobierno en la organización y vigilancia de las elecciones. Donde quiera que fijó su atención, los saldos para el país fueron magníficos. No hay hasta ahora una propuesta en materia de seguridad como la presentada em nombre de la UNAM, a la que Carpizo se proponía complementar investigando a fondo sobre el tema de las drogas. Ese papel de impulsor de proyectos de gran envergadura lo equipara a los profesionistas de excepción que pusieron la piedra angular para la construcción de México, a los artistas y pensadores que a través de la historia nacional unieron la vitalidad de las ideas con la capacidad de organizar a la sociedad para cumplir sus mejores sueños.
Discípulo de Mario de la Cueva, el jurista Carpizo es fiel continuador de la gran tradición liberal del derecho mexicano, la misma que funda y sostiene el edificio constitucional de 1917. No extraña, pues, que ante las voces impacientes que periódicamente reclaman una nueva Constitución sin aludir al proyecto nacional, Carpizo, el reformador, respondiera con aplomo: “La creación de una nueva Constitución no es un ejercicio teórico, no es una discusión académica, no es la expresión de buenos deseos o intenciones. Se crea una nueva Constitución cuando existe una ruptura –pactada o no– del orden jurídico, lo cual es un dato del mundo del ser, de la realidad, y no del deber ser…” Hoy, al desplegarse la lucha por la sucesión presidencial, no estaría de más releer a Jorge Carpizo, mexicano ejemplar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario