¿De qué hablamos cuando hablamos del narco?
Por: Luis Felipe Lomelí - diciembre 12 de 2012 - 0:01
Lomelí en Sinembargo, LOS ESPECIALISTAS - 7 comentarios
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Hablamos de cadáveres. De sueños. De huérfanos y madres que pierden a sus hijos. Hablamos de una cultura. Una forma de vida. De adictos y consumidores ocasionales. De mansiones y operadoras de maquila que quieren ganarse el “extra” con qué pagar la guardería del niño. Hablamos de dolor, mucho dolor, y de adolescentes enamorados que quieren impresionar a la morra de la esquina que pide regalitos y un par de tetas. Hablamos de una guerra.
Pero una guerra siempre tiene razones económicas que van más allá del campo de batalla. El narco, con más de 150 años de historia, constituye una de las redes más grandes de producción distribución y consumo, comparable sólo con el petróleo o el café. Así, a pesar de que el dolor nos ciega a ver sólo lo que pasa en nuestro barrio, no se puede hablar de la guerra del narco en México como si fuera un suceso aislado. Hablar de Colombia y Afganistán también es hablar de México, es ir a una punta del problema. La otra es hablar de EE.UU., Reino Unido, Francia, España, etcétera. Nosotros estamos (casi) en medio.
El problema es que hace diez años comenzaron a cambiar las rutas y las redes. México, como distribuidor más que productor, ha tratado de adecuarse a estos cambios.
Los productores y el cambio de las rutas
Hay tres productos principales: la coca, el opio y las “pastas” (la “mota” no cuenta porque crece hasta detrás del refri). El monto económico de cualquiera de los tres es muy superior al del producto agrícola más rentable: el café (usted mismo puede hacer los cálculos a partir de los datos de la ONU: más de 80 mil millones de dólares).
El lugar de producción de las “pastas” es variable, pero se requieren ciertas maquinitas e insumos tecnológicos mínimos que hacen que sus lugares favoritos sean el primer mundo y los países emergentes más industrializados (como Argentina o México). Pero, valga repetir, su movimiento es como el de los capitales golondrinos y, por tanto, difícil de analizar.
La coca y el opio sí están localizados. La planta de coca crece sólo en cuatro países del mundo: Bolivia, Perú, Colombia y Ecuador. La planta del opio sí se da en más lugares, como Sinaloa. No obstante (datos de la UNODC otra vez), una hectárea en Afganistán rinde 20 veces más que una hectárea en cualquier lugar del mundo. Por tanto, para cualquiera de los dos, quien controla los lugares de producción controla el mercado. México sólo cultiva opio, aunque en una cantidad despreciable comparado con Afganistán.
¿Y qué ha pasado en los últimos 10 años en estos países? Usted ya lo sabe. Pero valgan tres datos (también de la ONU).
Uno: La guerra del narco en Colombia ha hecho añicos a uno de los principales grupos que controlaban su producción: las FARC. Sin embargo, la producción no ha disminuido significativamente. Ergo: alguien más la controla. Además: el dólar pasó de valer poco más de 2,500 pesos colombianos en 2006 a valer cerca de 1,600 pesos colombianos hoy día.
Dos: entre enero y octubre de 2001, los talibanes erradicaron más del 90% de los plantíos de opio. Luego los invadieron y la producción se ha multiplicado como nunca antes: más del doble que en el 2000 (sí, ciertos medios acusan a los talibanes de ser ellos los productores de opio pero, otra vez, ahí están los datos de la ONU). Mientras tanto, aunque el precio de la tonelada de opio haya cambiado (muy caro en el 2001, baratísimo hoy día) el precio de la heroína en las calles de Nueva York o Londres sigue igual. Algo similar pasa con la coca.
Tres: en ninguno de los países productores, ni de los países donde el tráfico supera al consumo (p.e. México o Libia), se fabrican las armas que usa el narco. Hace unos años, en cierta playa colombiana, hubo un intercambio de armas por coca. Como me dijo un amigo de allá: mejor de una vez que cambien la droga por cadáveres.
Un gran negocio, sin duda. Uno de los mejores del mundo.
Nosotros ponemos los muertos (y los sicarios)
No se requiere ser un genio para saber qué pasó con los cárteles de México en estos años (tampoco hay que olvidar que toda industria tiende a diversificarse cuando pierde su principal negocio). Ni para intuir quiénes están haciendo todo lo posible por controlar el mercado mundial (controlar, no erradicarlo). Hace siglo y medio se dio el boom sin precedentes del Imperio Británico. “Coincidió” con las guerras del opio. Gran Bretaña y sus aliados (Francia, EE.UU., etc.) doblegaron a China porque el emperador no quería que su pueblo se drogara.
El narco es un negocio, pero no un negocio de compadritos que sueñan con tener una Cheyenne apá. Es un negocio de altos vuelos. México quedó en medio del fuego y los cárteles mexicanos han tenido que reestructurarse: fundar nuevas alianzas, cambiar de proveedores, diversificarse (hacia la piratería, el secuestro y la extorsión, por ejemplo).
El dolor nos impide tener la imagen completa para poder analizar el fenómeno. También la moral: “el narco es cosa de chicos malos que se ven feos”. Y nuestros prejuicios de clase: los sicarios y narcos son gente que lo hace “por necesidad”.
Medellín era la ciudad más próspera de Colombia cuando inició el sicariato, igual que Monterrey hoy día. No era necesidad, eran ganas de tener más. Era egoísmo, igual que el intelectual que se queja y sigue comprando drogas (justificándose, como niño narciso, que la culpa es de que no la legalicen), igual que el plomero y el empresario que hacen negocios con narcos porque si no “alguien más los haría”. Es nuestra ambición clasemediera, nuestra corrupción generalizada.
Lo peor del caso es que esto apenas inicia. Luego, como en Colombia, vendrán años y años de muertos. Ojalá nuestros políticos dejen de debatir tonterías para avocarse al problema. Ojalá nosotros, como sociedad, tengamos el valor para dejar de contribuir a la violencia: todos contribuimos ya. Después será muy tarde: todos tendremos cadáveres en la cabeza, todos seremos víctimas, todos seremos asesinos. Igual que en Colombia.
Elba Esther, el narco y “La Quina”
Por: Jorge Zepeda Patterson - diciembre 12 de 2012 - 0:01
COLUMNAS, Zepeda en Sinembargo - 37 comentarios
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¿Será Elba Esther Gordillo el “quinazo” de Peña Nieto? ¿O lo será Televisa, a quien consideraban titiritero del candidato ahora Presidente? ¿Quizá algún gobernador? o de plano, ¿los cárteles de la droga? Mi impresión es que habrá todo lo anterior en pequeñas dosis.
En realidad, los “quinazos” que suelen asestar los presidentes al arranque de su sexenio tienen varios usos. Algunos sirven para sacudirse a un ex Presidente de encima y poder gobernar; tal fue el caso de Ernesto Zedillo al encarcelar a Raúl Salinas. Otros, para ajustar cuentas con enemigos personales, como lo hizo Carlos Salinas en contra de Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, el poderoso líder del sindicato de Pemex, quien había hecho circular miles de panfletos con la historia de los niños que mataron a su sirvienta (Carlos y Raúl Salinas de pequeños).
El “quinazo” de Calderón, que consistió en sacar al Ejército a las calles, tenía como propósito lograr un mínimo de legitimidad frente a las impugnaciones de AMLO y sus seguidores que lo tildaban de espurio.
¿Qué es lo que buscaría Peña Nieto con un “quinazo”? Desde luego no tiene que sacudirse a un ex Presidente de encima, y carece de archi enemigos personales políticos. A Peña Nieto más que un golpe único y decisivo, tipo Juan Manuel Márquez contra Manny Pacquiao, lo que le interesa son varios raspones sucesivos a los grandes grupos de poder.
Y es que el Presidente tiene que abrirse el paso a codazos entre los poderes reales que habían llenado el vacío que dejó la caída del presidencialismo desde los años 90s. La debilidad del ejecutivo frente al resto de los actores no arrancó con los gobiernos de alternancia, sino con el último presidente priísta, Ernesto Zedillo. Recordemos, para ejemplificarlo, que Carlos Salinas “depuso” a 16 gobernadores durante su sexenio. Zedillo sólo lo intentó con uno, Roberto Madrazo de Tabasco, y perdió.
A lo largo de la alternancia panista esta debilidad se acentuó y los poderes legales e ilegales se volvieron incontrolables: monopolios, líderes sindicales, gobernadores, cárteles de la droga, grandes empresarios.
Lo que intentará Peña Nieto es asestar al menos un coscorrón a cada uno de estos sectores, para obligarles a devolver al Estado central una parte de los privilegios conquistados. No todos, desde luego, pero si los suficientes para imponer, de nuevo, la figura de un árbitro central entre los poderes factuales, capaz de asegurar compromisos, evitar excesos disfuncionales y desatorar la parálisis que el vacío había provocado.
En otras palabras, no creo que veamos a una Elba Esther Gordillo detrás de las rejas, como sí estuvieron Raúl Salinas y “La Quina”. La reforma al artículo 3ero. de la Constitución anunciada el lunes, obliga a una evaluación real del nivel de los maestros y le quita al SNTE el poder para designar y vender las plazas magisteriales. Es un verdadero misil debajo de la línea de flotación del poder que ejerce la maestra Elba Esther Gordillo. Los especialistas aseguran que es el principio del fin de su cacicazgo, porque su poder está basado en la manipulación de plazas y la opacidad del rendimiento magisterial.
Gordillo puede retirarse a una jubilación de oro o puede dar la batalla mediante la movilización de magisterio y el paro de clases. Pero estaría jugando con fuego y corriendo el riesgo de acabar, efectivamente, en la cárcel (motivos no faltarían si quieren buscarle).
Con Televisa es otro el tema. Como señalaba el martes Casa de Citas de está página, el Presidente quiere pasarle el mensaje de que el Poder, con p mayúscula, no se comparte. El anuncio de la tercera y cuarta cadena y la designación de Eduardo Sánchez, ex asesor jurídico de MVS, como subsecretario de Normatividad (medios de comunicación) en Gobernación es una clara señal. Televisa seguirá siendo aliado, sin duda, y mantendrá algunos de sus privilegios, pero siempre y cuando se subordine a una estrategia de largo plazo en la relación entre los otros poderes fácticos y las necesidades del conjunto.
Los gobernadores serán objeto de un tratamiento similar. Exabruptos como el de Mario Marín en Puebla o Ulises Ruiz en Oaxaca son inadmisibles por disfuncionales. Resultan inconvenientes incluso para el propio PRI que perdió las elecciones en ambas entidades. Es el momento de cortar algunas esquinas al poder feudal que han amasado los gobernadores. De otra manera, el Presidente no podrá asegurar la aplicación en todo el territorio de algunos puntos de su pacto político (transparencia de recursos, código penal único, etc.).
La pregunta que todos los mandatarios estatales se hacen es ¿a quién le tocará el primer coscorrón aleccionador? Mis candidatos son Javier Duarte en Veracruz o Roberto Borge en Quintana Roo. Los excesos e irresponsabilidades de ambos satisfacen con creces cualquier expediente negro. Pero también es cierto que al saberse en falta se han convertido en los más fervientes peñanietistas de las últimas semanas. Veremos.
Por último, me parece que cualquier negociación con los cárteles de la droga pasa primero por una subordinación de los gobernadores frente al ejecutivo federal. Las condiciones son favorables porque los propios capos están fatigados de su interminable lucha, de andar a salto de mata y de tener que disputar día a día el control de sus propias plazas. Pero tendrán que seguirlo haciendo mientras no haya un garante de acuerdos capaz de delimitar comarcas y mercados. Y eso no será posible si los gobernadores y procuradores estatales pueden ser doblados por los capos locales.
En resumen, no creo que sobrevenga un “quinazo” histórico, pero sí un rosario de “estate quietos” a distintos polos del poder actual. Tampoco creo que todo esto redunde en una transferencia de recursos y poder al resto de la sociedad, pero sí podrían desatorarse algunos frenos que impiden el crecimiento. Y eso serían buenas noticias para todos, a pesar de los coscorrones.
@jorgezepedap
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