Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 10 de diciembre de 2012

Historias del 1 de diciembre: un ojo perdido, un coma inducido…-

Historias del 1 de diciembre: un ojo perdido, un coma inducido…

Dan de alta a Uriel Sandoval, quien perdió un ojo en los disturbios del 1 de diciembre. Foto: Germán Canseco
Dan de alta a Uriel Sandoval, quien perdió un ojo en los disturbios del 1 de diciembre.
Foto: Germán Canseco
MÉXICO, D.F. (Proceso).- El dramaturgo Juan Francisco Kuykendall Leal llegó el primer día de diciembre a las afueras del cerco de San Lázaro. Quería hacer sentir su repudio ante la toma de posesión de Enrique Peña Nieto. Pero el artista itinerante no logró manifestarse: un artefacto estalló sobre su cabeza, y el dolor fue indescriptible.
La sangre derramada en su frente y la exposición de masa cerebral fueron los primeros cuadros que se difundieron en las redes sociales. De hecho, el Movimiento #YoSoy132 señaló en su sitio en internet que el también director de teatro había muerto, aunque poco después los estudiantes desmintieron la versión.
Antes del mediodía del 1de diciembre, Kuykendall Leal salió de su casa para unirse a las protestas en contra del nuevo presidente priista. Se trataba de una manifestación más en sus 67 años de vida, la mayoría de ellos dedicados a las tareas de luchador social y de impulsor de la cultura en las zonas con mayor marginación de la Ciudad de México.
María Fernanda Kuykendall, hija de Juan Francisco, relata a Proceso que su padre “ha sido una persona que ha tenido una preocupación de que el teatro se difunda a nivel social, que llegue a las comunidades más marginadas. Para él, el teatro es una manera de dejar una semilla a los niños y a las personas. Esa ha sido su pasión”.
Entrevistada en el patio principal de la Cruz Roja en Polanco, donde hasta el cierre de esta edición Juan Francisco se halla en terapia intensiva y en coma inducido desde el sábado 1, cuando fue intervenido mediante una neurocirugía, Fernanda habla sobre su padre:
“Es un ser muy humanista; nos ha dado valores de amor, respeto y tolerancia hacia los demás, incluso de ser personas abiertas para conocer diferentes culturas y nacionalidades. Es una persona amorosa, y espiritualmente es una persona que predica amor.”
Como director de teatro, Juan Francisco Kuykendall ha llevado numerosas historias a diferentes delegaciones del Distrito Federal y a zonas conurbadas del Estado de México, como Nezahualcóyotl, Ecatepec y Chalco, entre otros municipios y entidades.
En esos lugares, donde las calles son polvo, las construcciones son grises y la pobreza es el pan de cada día, la compañía de teatro independiente Mitote –fundada por Juan Francisco a principios de los años setenta– se ha encargado de ofrecer una ventana a otras realidades, lejos de la miseria, en el arte popular plasmado en obras teatrales como Sonata del alba, Las aventuras de Perurima, El último Dodo y Esperando al Zurdo.
Antes de recibir el impacto en su cabeza, Juan Francisco caminaba por las calles cercanas a la Cámara de Diputados acompañado por su amigo Teodulfo Torres, quien además de oír los enfrentamientos, escuchaba los planes del dramaturgo para las próximas semanas.
Juan Francisco Kuykendall, quien es originario de Nuevo Laredo, Tamaulipas, tenía pensado realizar un par de pastorelas en este mes, y a principios del próximo año, una parodia sobre Peña Nieto.
Con tristeza, su hija reflexiona: “Una manera de expresar lo que sientes es yendo a una manifestación, como tantas que hay en el mundo, donde uno puede manifestar aquello con lo que no estás de acuerdo. La intención era esa, pero ni siquiera llegó a la manifestación. Lamentablemente pasó este hecho”.
Fernanda Kuykendall respira profundo, hace un silencio, mira al cielo y continúa:
“Yo creo que él ha apoyado a mucha gente en situaciones difíciles… Es un hombre de 67 años. Ya trae una historia de vida y ha pasado por muchas etapas. Ha sido una persona muy activa. Los resultados son toda esa gente que lo aprecia, que al pasar de los años nos volvemos a reencontrar.”
En 1968 Juan Francisco egresó del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) como licenciado en artes dramáticas, fue militante del Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), formó parte de la Declaración de la Selva Lacandona en 2005 y estuvo presente en las demás declaraciones del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
El artista fue profesor de cine en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, y en 2006 también apoyó al Frente de Pueblos por la Defensa de la Tierra en Atenco, ante la represión que dispuso justamente el entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto.
La culpa, del presidente
La actriz Eva Leticia Palma, esposa de Juan Francisco, vive desde el 1 de diciembre dentro de su camioneta color vino (un modelo antiguo), la cual se halla estacionada frente al nosocomio.
Sólo la acompaña a ratos un amigo del dramaturgo. Eva Leticia culpa al nuevo presidente de la situación en la que se encuentra su esposo.
La calle Juan Luis Vives se ve sola. No hay más gente. La hija del activista, María Fernanda, está a punto de llegar, dice el amigo del artista.
Se le pregunta a Eva Leticia si las autoridades del gobierno federal o de la Ciudad de México la han apoyado. Dice que no.
–¿Y la comunidad cultural o teatral?
–Tampoco…
El vehículo tiene una alfombra del mismo color vino. Ahí, ella se encuentra sentada en un banco. Enfrente tiene una veladora prendida. A su lado hay una bolsa de plástico con mandarinas. El único sillón grande de atrás es ocupado con ropa.
Cuenta que su esposo se encuentra estable. Pero ella, de tantas entrevistas que ha dado, de repente sufre una tos muy fuerte que la hace salir a la banqueta para recuperarse. Con dificultad dice:
“Casi me ahogo.”
En ese instante llega Juan de Dios Hernández Mongue, abogado de presos de Atenco. Le ofrece sus servicios:
“Señora, vengo a ofrecerle mi apoyo incondicionalmente, a título personal
 

Vandalismo político y de Estado: Armando Bartra

Armando Bartra. Cuál anarquismo. Foto: Alejandro Saldívar
Armando Bartra. Cuál anarquismo.
Foto: Alejandro Saldívar
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Más allá de las contradicciones o absurdos en que pudo incurrir Marcelo Ebrard al calificar de “anarquistas” a los supuestos responsables de actos vandálicos y violentos el pasado 1 de diciembre, y en el último día de su gobierno rendir tributo a los hermanos Flores Magón, precursores del anarquismo en México, al inaugurar la Casa del Hijo del Ahuizote, al sociólogo Armando Bartra le preocupa algo más grave:
Que con una acción al final de su gobierno, una persona eche para atrás la actitud, hasta entonces consecuente y “razonablemente civilizada”, de la policía y los granaderos hacia quienes protestaban:
“Independientemente de que haya inaugurado o no en el último día Marcelo Ebrard, es un manchón que debiéramos tratar de borrar de alguna manera, porque no sólo ensucia la trayectoria de un jefe de gobierno –que desde un punto de vista había sido de claroscuros, yo diría en algunos casos más claros que oscuros–, ensucia una tradición ya prolongada de gobiernos de izquierda en la ciudad.
“No puede ser que este gobierno, un gobierno de izquierda, que además va a ser sucedido por otro gobierno de izquierda, también elegido mayoritariamente por la izquierda, termine el ejercicio con decenas de presos políticos arbitrariamente detenidos, brutalmente golpeados y, hasta ahora, encauzados judicialmente de manera muy irregular.”
Especialista en anarquismo, urge a hacer algo para revertir lo que está sucediendo y rectificar ésta “que fue una acción brutal, bárbara, injustificada, desde todos los puntos de vista”. Plantea:
“Mi postura de arranque es de indignación y de protesta abierta, franca, decidida sin ninguna duda, de que una vez más –para quienes tenemos un rato largo en esto– debemos exigir libertad a los presos políticos, libertad sin discriminación. Quienes fueron detenidos en ese contexto, de esa manera, con esa arbitrariedad, deben ser liberados.”
Y eso, aclara, no debe excluir una investigación sobre los posibles infiltrados que participaron de manera vandálica, pero de arranque el punto es liberar a todos los presos, muchos de ellos detenidos sin flagrancia y en lugares distintos a los que supuestamente ameritaban la intervención de la policía. Esto en el caso de las acciones de la Procuraduría General de Justicia del DF.
Pero se debe investigar también la represión de que fueron objeto los jóvenes en los alrededores de San Lázaro, por parte de la policía federal, quizá hasta intervino detrás de las vallas el Estado Mayor Presidencial. Y tuvo un saldo de heridos muy elevado, con una persona que está ahora en un coma inducido y de un joven que perdió un ojo, dado que se dispararon “directamente sobre los cuerpos de la gente” balas de goma que, ya se comprobó en Atenco, sí producen muertes, además de granadas antigases.
El sociólogo, miembro también de Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), pregunta indignado dónde está la provocación, dónde el vandalismo:
“Afirmo categóricamente que los provocadores, los vandálicos son aquellos que se robaron la elección, aquellos que una vez más violentaron la Constitución y pasaron por encima de las leyes en una elección desaseada, inequitativa, en definitiva fraudulenta.”
Se debió haber previsto que los jóvenes protestarían, puesto que ya lo habían hecho desde el desarrollo de la campaña, por el perfil del candidato del PRI, Enrique Peña Nieto. Los manifestantes habían ya descalificado el proceso electoral, señala.
Pero ello no justifica el modo como se protegió San Lázaro ni los excesos “evidentes” que se cometieron y que pueden verse ya en videos e imágenes difundidos a través de internet.
“Hay un proceso que no puede calificarse de otra manera, más que de vandalismo político y provocación. Y los autores son los mismos poderes fácticos que están hoy dándole una cobertura absolutamente despreciable a estos eventos.
“Esos son los vándalos, esos son los provocadores, y creo que deben ser justamente investigados y castigados, no así los jóvenes que protestaron porque era inevitable que lo hicieran, y si hubo violencia, porque la hubo sin duda y es una expresión natural en una indignación juvenil, pudo haber sido contenida, pudo haber sido manejada, pero fue acicateada, fue provocada, con el saldo que hoy conocemos.”
Y en cuanto a las acusaciones que hizo Ebrard en el sentido de que eran grupos de “anarquistas”, Bartra dice que justo por estar cerca del pensamiento de los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón, editores del periódico El Hijo del Ahuizote, y en general de los jóvenes rebeldes de finales del siglo XIX y principios del XX, agrupados en torno al Partido Liberal Mexicano, de ideología anarquista y pensamiento magonista, de los cuales “hoy nos enorgullecemos”, no deja de sorprenderle que ahora cuando se trata de vituperar, insultar o decir una expresión agresiva, se diga “anarquista”.
Cuestiona de nuevo qué es lo que se puede esperar hoy de la juventud mexicana y del mundo luego de un siglo en el cual el Estado, o todos los Estados capitalistas o socialistas del mundo, han dado muestras de brutalidad, de autoritarismo, de prepotencia, incluso los Estados presuntamente sociales, y cuando la democracia no ofrece nada en términos reales:
“Bueno, pues los jóvenes tienden naturalmente –y creo que todos debiéramos hacerlo, es un buen ejemplo el que podemos tomar de ellos– a descreer en el Estado, a descreer en el gobierno, en todos los gobiernos. Si eso se llama anarquismo, entones va a haber una revitalización del pensamiento anarquista. Y anarquismo no necesariamente es una política desordenada, no es una política caótica, no es –aunque haya estado asociada en algunas épocas– una política violenta.
“Anarquismo es una crítica radical a la función que históricamente han tenido los Estados y al carácter represivo que adoptan en los años recientes en países como el nuestro. Que los jóvenes sean anarquistas, o una parte de los jóvenes sean anarquistas, me parece un producto natural de una experiencia política, para muchos de ellos quizá libresca, pero que ya empiezan a vivir en carne propia en forma bastante dramática.” 

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