Guerra aérea y la destrucción de Europa
Maciek Wisniewski *
“Como dos Spitfires inclinando sus alas en el cielo, Gran Bretaña y Polonia empiezan a volar en direcciones diferentes. El piloto polaco va hacia Berlín, pero no para bombardearla, sino para unirse. El piloto británico se dirige al Atlántico.”
El paralelismo (la historia de pilotos polacos y británicos que combatieron a los nazis en la batalla de Inglaterra, 1940-41) es emocional y lleno de carga histórica. Pero los divergentes
planes de vuelode dos miembros de la UE en los tiempos de la crisis se entienden sólo si el pasado y las emociones se ponen al lado de la fría calculación de intereses.
La apuesta por Alemania –por encima de la difícil historia– es una idée fix de Polonia. En 2011 el ministro de relaciones exteriores, Radek Sikorski, la expuso en la propia Berlín subrayando que hoy el mayor peligro para nuestro país y para la UE no son terrorismo, cohetes rusos ni tanques alemanes, sino el hundimiento de la eurozona:
Soy quizás el primer canciller polaco para decir que temo menos al poder alemán, que a la inactividad alemana(Gazeta Wyborcza, 28/11/11).
Añadía que Polonia –que no ha adoptado el euro– está dispuesta a
ponerse a resolver los problemas de la UEe
involucrarse más en la construcción de un nuevo orden europeo(The Economist, 29/11/11).
Mientras los británicos hacen todo para
despegarse del muerto, como dijo el premier David Cameron, mirando a Estados Unidos y debatiendo sobre una posible salida de la UE, Polonia quiere ubicarse más en su corazón.
Gritamos:
¡Europa, Europa!, tratando de exorcizar la eterna desventaja geopolítica (antemurale europeo), nos reinventamos como un
país del norte(¡sic!) –ya no del este y ni siquiera del centro...–, intentamos superar nuestros traumas (más de un siglo de no estar en el mapa, las guerras, el telón de acero, etcétera), pero al final acabamos cautivados por ellos: frente a la crisis no queremos quedarnos solos, como ya ocurrió varias veces en la historia.
Nos ayudamos con un poco de British-bashing: criticando a Londres por su falta de interés en Europa (como durante la mesa redonda Polaco-Británica en Cracovia, descrita por Garton Ash), resaltamos nuestro compromiso.
Lo que más tememos es el
egoísmode Francia y su visión de
pequeña Europa; en un ejercicio de real politik y apostando por el
más fuertenos adherimos a Alemania y a su visión de la UE
grande y diversa(que le permite a Berlín ejercer su hegemonía).
También es el dinero: Alemania es el mayor contribuyente al presupuesto común y Polonia el mayor beneficiario de los fondos para los nuevos miembros. Fue gracias a ellos –y a una afortunada confluencia de factores– que fuimos los únicos que evitamos una mayor recesión (algo que ya llega a su fin).
Pero es justamente aquí donde el curso a Berlín puede resultar mal calculado: las elites polacas alabando al modelo económico alemán, coinciden que la única receta para la eurozona es la
disciplina fiscal. En su visión ésta ya tiene
buenos resultadosy la
recuperación está por llegar; estando más cerca de Alemania nos montaremos mejor en la nueva ola del crecimiento (¡sic!). Tal vez será también el momento para entrar al euro, el tema principal en la agenda con Berlín (aunque en privado los políticos polacos son más reservados: la posibilidad de ir devaluando al zloty fue otro factor que nos salvó en estos años).
Sin embargo, según el nuevo y sombrío pronóstico de la misma Comisión Europea la recesión en la UE se prolongará
más de lo previsto(Ap, 3/5/13). En vez de
recuperacióny
crecimiento, habrá más austeridad y
sadismo económicodictados desde Berlín que hasta ahora salvaron a la eurozona, pero sólo a costa de un enorme sufrimiento de sus habitantes.
La integración europea fue pensada en su origen como una herramienta para superar los traumas de la Segunda Guerra Mundial, que llevaron al continente al borde de la destrucción.
Una huella profunda reflejada por ejemplo en la obra de W. G. Sebald (1944-2001), un escritor alemán afincado en Inglaterra (Austerlitz, Los emigrados), transmitida por su padre, soldado de Wehrmacht que participó en la invasión de Polonia en 1939. Tratando con los viejos demonios Sebald tocó incluso –en Guerra aérea y literatura (Luftkrieg und literatur, en español: Sobre la historia natural de la destrucción)– un tema tan polémico como los bombardeos de las ciudades alemanas.
La UE como un adhesivo mantenía los viejos enemigos juntos, pero con la crisis algo empezó a soltar: volvieron las rivalidades y estereotipos nacionales, cosas que los pioneros de la unidad querían neutralizar.
Aunque el tema de una nueva guerra ya apareció en Europa (en 2011, Jacek Rostowski, el ministro de finanzas polaco, alertaba de que la crisis podría acabar en una), hoy el mayor peligro no es otro 1939, sino las mismas políticas que pretenden combatir la crisis, pero que arrasan con el continente.
Frente a esto, la postura de Varsovia –más un afán de mantenerse a flote, que salvar a la UE– no es ninguna alternativa, sino el respaldo al diktat alemán (
la vuelta a la competitividad tiene que doler) y al proceso de reorganización europea según Berlín.
La guerra aérea ya dejó de ser una historia de pilotos y batallas (y se volvió una cosa de drones), pero en Europa la amenaza sigue viniendo del cielo: Spitfires polacos y Messerschmitts alemanes volando en formación cerrada son un aviso de más destrucción.
* Periodista polaco.
La codicia: ayer, hoy y siempre
José Cueli
Señores nuestros, muy estimados señores:/ Habéis padecido trabajos para llegar a esta tierra./ Aquí ante vosotros,/ os contemplamos, nosotros gente ignorante.../ Y ahora ¿qué es lo que diremos?/ ¿qué es lo que debemos dirigir a/ vuestros oídos?/ ¿Somos acaso algo?/ Somos tan sólo gente vulgar.../ Por medio del intérprete respondemos,/ devolvemos el aliento y la palabra/ del señor del cerca y del junto./ Por razón de él, nos arriesgamos/ por esto nos metemos en peligro.../ Tal vez a nuestra perdición, tal vez a nuestra destrucción/ es sólo adonde seremos llevados./ (Mas) ¿a dónde deberemos ir aún?/ Somos gente vulgar,/ somos perecederos, somos mortales,/ déjennos pues ya morir,/ déjennos ya perecer/ puesto que ya nuestros dioses han muerto,/ (pero) Tranquilícese nuestro corazón y vuestra carne,/ ¡Señores nuestros!/ porque romperemos un poco,/ ahora un poquito abriremos/ el secreto, el arca del Señor, nuestro (dios).
flor y canto. Y otra que mira hacia afuera y el dinero. Para una la verdad es el hombre, para la otra el mito, sea española, francesa, estadunidense o la de los nuevos mexicanos herederos de esas culturas. Expresadas en el color de la piel; morena o blanca.
Culturas que vinieron a las Indias con espíritu de cruzada y de rapiña. La cruz en alto y la bolsa vacía llenas de codicia de riqueza y de almas(Sánchez Albornoz, Buenos Aires 1943 y León-Portilla traductor de la argumentación indígena al impacto hispánico, citados por mi maestro Santiago Ramírez Motivaciones sicológicas del mexicano, Siglo XXI).
La historia de México, además de la herida trágica constitutiva común a toda la humanidad, es portadora de otras dos penetrantes heridas: la colonización y la pérdida de la lengua. Heridas que aún hoy arrastran y se patentizan, particularmente, en las poblaciones de marginados que viven en extrema pobreza, alienados, excluidos, silenciados, desterrados de sí mismos, con un mundo interno caótico que se confunde con la realidad exterior.
Viven al margen del lenguaje oficial. Sus fallas severas en la capacidad de simbolización se agrava aún más al no compartir la simbología de los citadinos, tan distinta de la que tiene la gente del campo de donde son expulsados por la miseria y acuden al espejismo de la ciudad para ser sometidos por la violencia del lenguaje o el lenguaje de la violencia.
Violentados por la pérdida del lenguaje, el campesino mexicano se asemeja al descrito en el texto derridiano:
El campesino no esperaba encontrar tantas dificultades; creía que la ley debería ser accesible a todo el mundo y en todo momento, pero cuando miró con más detenimiento al guardián, enfundado en su abrigo de pieles, el ornamento piloso artificial, el de la ciudad y el de la ley, resolvió que lo mejor sería esperar hasta que tuviera permiso de entrar. Mas el hombre se decide, se decide a no decidir, aplaza, retrasa, posterga y se aliena cada vez más.
Paráfrasis de la conducta del mexicano que inundado de duelos y pérdidas inelaborales, se instala en la pasividad y se sume en el letargo añorando la lengua materna que surge de la tierra madre, cuyas raíces se hunden en el terruño, brindando sensación de pertenencia, que hermana con el sol y con el agua, con la sangre y la tradición; tejiendo con mil hebras simbologías milenarias que arraigan en el cuerpo de la palabra y en la palabra del cuerpo. Lengua natal que es gesto y susurro, quejido y quimera.
Ésta ha sido nuestra gran pérdida. Y a ésta se han agregado otras más. Perdimos nuestra lengua y la mínima evocación de alguna raíz náhuatl nos profundiza la escisión.
Nuestros mitos fueron arrancados de raíz y andamos como espectros sin historia, llorando por los hijos no nombrados. Clamamos a los dioses antiguos, mutilados, lacerados en el rodar escaleras abajo de los templos para sumirse en una honda negrura. No llegan las plegarias de los mexicanos silenciados, que han perdido la voz y sólo conservan el grito y el sollozo. Pero ya no se sabe quién grita ni si el grito proviene de dentro o de afuera y así la realidad se confunde entre susurros, murmullos, plegarias, lamentos, silencios, oscuridad, túnel del tiempo, agujero negro.
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