Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

miércoles, 26 de junio de 2013

BAJO LA LUPA- Rusia-EU: peligrosa tensión

Bajo la Lupa
La perturbadora privatización del ciberespionaje global de EU
Alfredo Jalife-Rahme
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Integrantes del Partido Pirata alemán se manifiestan contra la vigilancia estadunidense a las comunicaciones privadas, la semana pasada en BerlínFoto Reuters
El legendario Daniel Ellsberg –anterior analista militar de RAND y divulgador de Los papeles del Pentágono de los sensibles secretos de la guerra en Vietnam– considera que en la historia de Estados Unidos no ha existido una filtración más importante que la divulgación del material de la NSA (National Security Agency) por Edward Snowden ( The Guardian, 10/6/13).
Un aspecto poco abordado del magno escándalo PRISMA de NSA (Ver Bajo la Lupa, 12, 16, 19 y 23.6.13) es la privatización del ciberespionaje de Estados Unidos.
Las empresas privadas (¡supersic!) se han vuelto supermillonarias por escudriñar la información privada de los ciberesclavos ciudadanos para beneficio del gobierno plutocrático de Estados Unidos, desde Verizon hasta los nueve expuestos proveedores de servicios de Internet.
Michael Hayden –ex general, anterior director de NSA y de la CIA, quien supervisó tal privatización– se jacta de que “la mayor concentración de ciberpoder (sic) en el planeta se encuentra en la intersección de Baltimore Parkway y Maryland Route 32”, en referencia al parque tecno-industrial que comparte con magnos contratistas adscritos a la vigilancia y el espionaje: desde Booz Allen Hamilton (Grupo Carlyle), pasando por SAIC, hasta Northrop Grumman.
Michael Hayden acuñó el neologismo Black­water digital del complejo tecnoindustrial de ciberespionaje: concepto del sector privado (sic) en Ciber, en perversa alusión al siniestro conglomerado privado de 40 mil mercenarios que prestan sus servicios al Departamento de Estado y que, debido a sus multiples atrocidades globales ( v. gr. en Irak), ha transmutado su nombre primigenio, primero, a Servicios (sic) Xe y, ahora, a Academi (¡supersic!).
Hoy Michael Hayden, miembro del consejo de administración de Soluciones Motorola, es uno de los máximos jerarcas de Chertoff Group, consultora de espionaje de Michael Chertoff, anterior secretario bushiano de la Seguridad del Hogar (creada después del 11-S). ¡Todo lo que transformó el paradigmático 11-S!
Tim Shorrock –autor del estrujante libro Espías para alquilar: el mundo secreto del outsourcing del espionaje (Simon and Schuster, 2008)– se queja de que la famosa serie Top secret America, de The Washington Post (19, 20 y 21/7/10 y 20/12/10), tardó siete años en publicar sus hallazgos sobre la privatización del ciberespionaje.
Tim Shorrock desmenuza a una pléyade de trasnacionales de la dupla Estados Unidos/Israel vinculada al complejo militar industrial de ambos países (AlterNet, 10/6/13).
Coloca en primer lugar a Narus, hoy subsidiaria de Boeing, de origen israelí, que confecciona el software de intercepción de alta velocidad de NSA; luego señala a CSC –integrador de sistemas que maneja el sistema interno de tecnología de información/defensa de ciberespionaje–, a otro coloso privado, SAIC –empresa de Defensa de 45 mil empleados– y a CACI Intl, que, por cierto, dirigió las torturas bárbaras de Abu Ghraib.
Comenta que uno de los más importantes contratistas de NSA es Narus, que realiza un software crucial de telecomunicaciones que permite a las “agencias del gobierno y a las trasnacionales (¡supersic!) monitorear inmensas cantidades de datos que fluyen en los cables de fibra óptica” (nota: como Gran Bretaña).
Un solo dispositivo de Narus puede analizar un millón 250 mil correos electrónicos de mil caracteres por segundo: más de 100 mil millones de correos al día.
Bill Binney, detractor del ciberespionaje de NSA, conjetura que “quizá Narus pica entre 60 y 80 por ciento de los datos que fluyen en las redes de EU”.
La tecnología Narus reconstruye todo on line y luego lo traslada al almacenaje de NSA para su análisis ulterior. Todo está incluido (All inclusive, como en los hoteles de turismo): correos, llamadas telefónicas y Skype.
Debido a que todavía existía un 20 por ciento que se escapaba al ciberespionaje, NSA decidió crear en 2006 el programa Prisma, con el fin de vigilar la base de datos de los proveedores de los servicios de Internet (Google y Yahoo!) y así cerrar la brecha.
La parte del análisis de los metadatos corresponde a Booz Allen Hamilton (Grupo Carlyle) y a otros contratistas, donde Michael McConnell –anterior vicealmirante, ex director de NSA (de 1992 a 2006) y mandamás de la inteligencia nacional (NI, por sus siglas en inglés) dependiente del presidente de Estados Unidos– jugó un papel determinante, al unísono de Michael Hayden, para la privatización del ciberespionaje. Hoy Michael McConnell funge como vicedirector de Booz Allen Hamilton (Grupo Carlyle).
Cabe recordar que el vicealmirante Michael McConnell participó en el diseño del siniestro Total Information Awareness (TIA) –ver Bajo la Lupa, Bursatilización del terrorismo financiero-petrolero, 3/6/04. Entonces comenté: “Lástima que el Pentágono haya desmontado su oficina de bursatilización de asuntos terroristas, por medio de la cual se consideraba cotizar (¡supersic!) los predecibles atentados. La oficina bursátil estaba a cargo del almirante (sic) John Poindexter, tránsfuga del grupo criminal Irán- contras que fue obligado a renunciar cuando se expuso la magnitud de su proyecto macabro, con lo que los megaes­peculadores del planeado terrorismo planetario se hubieran hecho inmensamente ricos con sus pronósticos tan acertados”. TIA es el antecesor de PRISMA.
Otras empresas pilares del análisis Sigint (señales de espionaje) incluyen a las magnas contratistas de defensa Northrop Grumman y Raytheon.
Tim Shorrock se ha consagrado a analizar a los espías para alquilar, un proyecto de Corp­Watch: el Quién es quién de los contratistas de espionaje (descargable en crocodyl.org).
La privatización de NSA se inició mediante el outsourcing durante el auge de la revolución de las telecomunicaciones que dio cabida en las entrañas del Pentágono al sector privado de Internet de Estados Unidos.
A propósito, el teniente general retirado James Clapper, hoy director de NI (máximo espía de Estados Unidos), rechaza sin desparpajo los mitos sobre el Prisma de NSA (CBS, 8/6/13).
Pepe Escobar decanta los hallazgos de Tim Shorrock ( Asia Times, 11/6/13): La mayor parte del hardware y del software utilizados por la mareante red de 16 agencias de espionaje de EU está privatizada (¡supersic!).
Pepe Escobar expone que “una investigación del Washington Post descubrió que las agencias de seguridad, contraterrorismo y espionaje de Estados Unidos mantienen negocios con más mil 900 empresas (¡supersic!)”, lo cual les confiere un acceso indiscriminado a información ultraconfidencial.
¡Increíble paradoja!: privatización de la ciberprivacidad de la masa de ciudadanos del mundo por la plutocracia militarizada de Estados Unidos.
Valery Plame Wilson (expuesta vengativamente como espía de la CIA por el equipo de Dick Cheney) y su esposo, el embajador Joe Wilson, en un artículo conjunto en The Guardian (24/6/13), fustigan el complejo industrial de espionaje de la NSA y consideran que las filtraciones de Snowden han abierto un debate público vital para nuestros derechos y privacidad en donde la supervisión y la rendición de cuentas han fracasado, cuando la seguridad nacional colisiona con las garantías constitucionales de privacidad.
¡Oh privatización: cuantos crímenes se cometen en tu nombre!
Twitter: @AlfredoJalife
Facebook: AlfredoJalife
 
Rusia-EU: peligrosa tensión
Dos días después del sorpresivo arribo del Edward Snowden al aeropuerto internacional de Sheremetievo, en Moscú, el presidente ruso, Vladimir Putin, rechazó ayer la exigencia formulada la víspera por Estados Unidos de que extraditara al ex contratista de la NSA, quien filtró datos sobre un programa de espionaje telefónico y cibernético del gobierno estadunidense contra millones de personas de muchos países. El mandatario ruso calificó de desvaríos y tonterías las presiones ejercidas por la Casa Blanca sobre el Kremlin, en reclamo por la extradición de Snowden; por su parte, el ministro ruso del exterior, Sergei Lavrov, dijo que son infundados e inaceptables los intentos de acusar a Rusia de haber violado las leyes de Estados Unidos, y casi de haber urdido un complot, todo ello acompañado de amenazas contra nosotros.
Más allá de lo coyuntural, el desusado tono enérgico empleado por Moscú es indicativo de una tensión creciente en las relaciones bilaterales entre la Casa Blanca y el Kremlin, así como de un evidente malestar del segundo por la constante hostilidad y el maltrato de que ha sido objeto en los últimos años.
En efecto, aunque los gobiernos postsoviéticos de Moscú, encabezados por Boris Yeltsin, Dimitri Medvediev y el propio Vladimir Putin, hicieron cuanto pudieron por ser admitidos como socios y aliados de Occidente, Estados Unidos ha seguido tratando a Rusia como enemigo potencial. Ejemplos de tal actitud son el empeño de la Casa Blanca en instalar un escudo antimisiles en Europa oriental (en tiempos de George W. Bush); sus pretensiones de extender la Organización del Tratado del Atlántico Norte a las fronteras rusas, con la incorporación de Georgia y Ucrania; su decidido impulso a la independencia de Kosovo, y las recientes condenas contra el Kremlin por el apoyo brindado al régimen encabezado por Bashar Assad, en el contexto de la guerra civil que se desarrolla en territorio sirio con la intervención cada vez más clara de Washington y sus aliados.
Según puede verse, las improcedentes presiones ejercidas por Washington para forzar la extradición de Snowden han terminado por colmar el vaso de las tensas relaciones entre ambos países. En ese sentido, la reacción y el tono empleado por Putin y por su canciller, aunque desusados, resultan previsibles y explicables.
Tales reacciones no son positivas ni deseables, en la medida en que incrementan los focos de tensión potencial entre Rusia y Washington y hacen evocar la dinámica de confrontación bipolar que imperó en tiempos de la guerra fría y que se creía superada. En la hora presente, sin embargo, la reactivación de esos roces diplomáticos se debe, más que a la crispación internacional generada por el caso de Snowden, a la arrogancia de Washington y a su falta de capacidad o de voluntad para comprender un orden multipolar contemporáneo en el que se han multiplicado los contrapesos a los intereses hegemónicos de la superpotencia.

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