Turquía: dilema de los kurdos
Immanuel Wallerstein
La atención mundial está puesta en este momento en la plaza Taksim de Estambul y en el levantamiento popular contra el gobierno de Recip Tayyip Erdogan. Todos dicen que las rebeliones antiautoritarias que han estado barriendo el mundo, y a últimas fechas el Medio Oriente en particular, han alcanzado ahora a Turquía, aclamada por mucho tiempo como un gobierno
modeloque sería impermeable a tales levantamientos.
Como suele ocurrir en tales protestas, los manifestantes cubren ahora una gama muy amplia de personas. Hay lo que podría llamarse una izquierda laica, en especial las mujeres, molestas por la imposición reptante de reglas y restricciones islámicas por parte del
moderadoAdalet ve Kalkinma Partisi (AKP), el partido en el poder. Hay quienes están molestos por el involucramiento cada vez mayor del gobierno en el intento de derrocar a Bashar al Assad en Siria. Hay otros en la derecha política que se consideran a sí mismos como los protagonistas de una posición
kemalista, una que es nacionalista y hostil a los partidos islamitas. Hay también una facción al interior del AKP, encabezada por el presidente Abdullah Gül, que considera que el gobierno es poco islamita, que está demasiado atado a Estados Unidos en materia de política exterior, y es demasiado represivo de los grupos que están protestando.
En resumen, es una típica situación en la cual no es seguro si el gobierno puede mantenerse en el cargo. Y es igualmente inseguro qué tipo de gobierno podría sucederlo, si cayera, sea por la vía de la renuncia o de nuevas elecciones. Es esta incertidumbre en los resultados lo que más perturba a los kurdos, que a su vez están divididos en cuanto a cómo deberían comportarse en esta situación.
Desde que existe la república turca, los kurdos en Turquía han estado luchando por obtener el derecho a estructuras autónomas y al uso del lenguaje kurdo. Para algunos esto necesariamente implicaba un Estado independiente, mientras otros estaban preparados para aceptar una autonomía garantizada por la Constitución al interior de Turquía. Este objetivo entró en conflicto profundo con el nacionalismo integral turco propuesto por Mustafá Kemal Ataturk. Ataturk y sus seguidores insistían en que no había nada sino turcos en Turquía. Su gesto hacia los kurdos fue proclamarlos
turcos de las montañas, sin concesión alguna respecto del lenguaje.
Por supuesto, los kurdos están localizados en varios estados vecinos, principalmente en Turquía, Siria, Irak e Irán. Su concentración más grande, sin embargo, está dentro de Turquía. Y en los últimos 40 años se han organizado políticamente dentro de un movimiento conocido como Partiya Karterên Kurdistan (PKK) o partido kurdo de los trabajadores, cuyo líder ha sido Abdullah Öcalan. Este movimiento se involucró en acciones militares para conseguir sus objetivos. Los sucesivos gobiernos turcos, en particular el ejército turco, los combatió sin piedad, proclamando el PKK organización
terrorista.
En 1999, con la ayuda de Estados Unidos, el gobierno fue capaz de capturar a Öcalan en Kenya. Lo condenaron por traición y lo sentenciaron a la pena de muerte. Esta sentencia fue conmutada de facto por la cadena perpetua en la remota isla de Imrali, sin posibilidad de contactar a nadie. En años recientes la posición del AKP en el poder y la del PKK (que sigue considerando a Öcalan su líder) han evolucionado. En particular, el PKK no es ya un partido marxista-leninista y desea que callen las armas para permitir que la diplomacia funcione. El resultado es que ha habido algunas discusiones entre ambos partidos en cuanto a un arreglo que pudiera ponerle fin al conflicto. El PKK ha dicho que está listo para abandonar la acción militar y participar en la vida política
normalde Turquía, siempre y cuando liberen a Öcalan y haya cierto reconocimiento a sus derechos a la autonomía y lengua kurdas. El gobierno del AKP parece haber sido receptivo al arreglo, dándose cuenta que una mera victoria militar es imposible.
El principal obstáculo ha sido la sospecha mutua. Ninguno de los dos bandos quiere dejar las armas antes que el otro. Cómo trabajar una transición a los nuevos arreglos es precisamente lo que está a discusión. El principal problema para cada uno de ambos partidos es asegurarse de que sus seguidores acepten el trato. Erdogan estaba teniendo problemas con una ala del AKP y Öcalan (tal vez menos que Erdogan) con algunos elementos del PKK.
En medio de estas delicadas discusiones vino el levantamiento en la plaza Taksim. Y he aquí el dilema kurdo. Parece haber sólo dos grupos que simpatizan con esta
soluciónpropuesta para las demandas kurdas. Uno es Erdogan y sus seguidores, y el otro está formado por algunos segmentos de la izquierda laica, que son uno de los ejes del levantamiento anti-Erdogan. Los otros grupos en la plaza Taksim se oponen puntualmente a los posibles nuevos arreglos con los kurdos.
¿Qué es lo que, entonces, debería hacer el movimiento kurdo políticamente? Hay algunos militantes kurdos, sobre todo en Estambul y otras grandes ciudades, que se han unido a la rebelión como individuos. Pero con sumo cuidado el PKK ha evitado cualquier declaración en torno al levantamiento. Y en Diyabarkir, la ciudad kurda más grande, el número de manifestantes ha sido muy chico. Podría resultar que una víctima importante del levantamiento antiautoritario en Turquía fueran los kurdos.
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein
FUENTE: LA JORNADA OPINION
FUENTE: LA JORNADA OPINION
¿Cómo salir del laberinto?
Guillermo Almeyra
La Corte Suprema de Justicia (SCJ) argentina acaba de declarar inconstitucional una ley aprobada por aplastante mayoría que modifica la elección del Consejo de la Magistratura y renueva el sistema judicial instaurando la elección popular de los jueces, como en Estados Unidos, y establece que en las elecciones parlamentarias de octubre ya se debería votar, por primera vez, para elegir magistrados. Con el fallo de la SCJ no sólo se impide dicha elección popular, sino que también se mantiene un sistema corporativo mediante el cual pocas decenas de jueces y escasos centenares de abogados pueden conformar y transformar el Consejo de la Magistratura que selecciona y controla a los jueces, que han sido heredados de la dictadura militar y, en su inmensa mayoría, son muy conservadores y tienen fuertes lazos de familia o de intereses con los grandes grupos económicos. El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner acató el fallo, pero no lo acepta.
¿Qué pasará ahora en Argentina ante la visible alianza entre los diversos grupos de oposición de derecha y ultraderecha y el Poder Judicial, que paraliza al gobierno?
La aceptación de esta situación que congela la obligación de actuar y decidir, a mi juicio, durará hasta saber cuáles son los resultados de las elecciones de octubre próximo, en las que el gobierno kirchnerista se resigna a perder votos, pero espera mantener una mayoría tal en las cámaras que, con algunos votos de aliados o comprados, le den la mayoría absoluta necesaria para reformar la Constitución actual. Leopoldo Marechal, un gran escritor argentino, decía que de los laberintos se sale por arriba.
En este caso, salir por arriba significa redoblar la apuesta y modificar la Constitución para incorporarle textos que permitan aprobar nuevas leyes que toquen grandes intereses y, posiblemente, para resolver también el laberinto del kirchnerismo que encara una tercera elección de Cristina Fernández (la actual Constitución sólo permite dos gobiernos seguidos) porque no tiene otro candidato potable y presentable.
Ante las encuestas que indican que los candidatos kirchneristas podrían perder en los principales distritos electorales del país (provincias de Buenos Aires, de Santa Fe y de Córdoba, más la capital federal), la presidenta está recurriendo a cualquier pretexto para iniciar una vigorosa campaña en esos distritos.
Así, con motivo de los 400 años de la Universidad de Córdoba, realizó en la capital cordobesa un gran acto en el cual trató de separar las tradiciones democráticas e izquierdistas de un sector del partido radical de los conservadores que dirigen ese partido leyendo párrafos de los dirigentes de la reforma universitaria de 1918, recordando al ex gobernador Amadeo Sabbattini, cordobés y cercano a Perón en su momento, y hasta apelando al recuerdo de la insurrección obrera-estudiantil llamada cordobazo y de los líderes sindicales Atilio López (asesinado por la Alianza Anticomunista durante el último gobierno de Perón) y Agustín Tosco, quien se alió con la izquierda revolucionaria y luchó toda la vida contra la burocracia sindical reaccionaria, corrupta y servil que utilizaba el peronismo y utilizaron después las dictaduras. El gobernador cordobés, peronista de derecha, no se dignó a asistir a ese acto.
Asimismo, con motivo del aniversario de la creación de la bandera nacional, hizo otro acto masivo –con temperatura bajo cero– en Rosario, feudo del opositor gobierno provincial socialista, que es eje de una alianza con toda la oposición. Seguramente en los próximos días hará pesar también su presencia en la provincia de Buenos Aires y posiblemente hasta en la capital, donde el peronismo fue siempre minoritario y minoritario (cerca de 30 por ciento de los votos) es también el kirchnerismo.
De este modo, dentro del giro a la derecha que el gobierno kirchnerista estaba realizando hay ahora un contragiro hacia la izquierda, obligado por el fallo judicial y por la necesidad de ganar las próximas elecciones y de disputarles el electorado democrático, hasta ahora arrastrado por la oposición, a los sectores derechistas y conservadores.
La suerte está echada. Para escalar las paredes del laberinto Cristina Fernández necesita arrastrar a su Armada Brancaleone bautizada Frente para la Victoria y lograr una base de votos que supere el 35 por ciento o recuperar casi todas las curules que están en juego. Aunque aún no reveló si volverá a presentar su candidatura, esas son las condiciones indispensables para poder reformar la Constitución. Por supuesto, los jueces están lejos de ser populares. Pero para lograr un apoyo estable se necesita algo más que repudiarlos, sobre todo en tiempos de vacas flacas y cuando se suceden los desastres ferroviarios debidos a la privatización y las perspectivas mundiales son negras.
FUENTE: LA JORNADA OPINION
FUENTE: LA JORNADA OPINION
De vuelta a casa: la economía del desperdicio
Rolando Cordera Campos
Como chubasco mañanero, nos cayeron las cifras sobre el desempeño económico nacional. Por más exorcismos que se echaron y campanas que se repicaron con la llegada del nuevo sol, la realidad se impuso sin contemplaciones. Según Merrill Lynch, la economía nacional no crecerá este año más allá de 2.5 por ciento, mientras otras consultoras privadas deshojan sus margaritas y no ven que el crecimiento anual pueda rebasar el 3 por ciento pronosticado por el Banco Mundial.
Mayo negro para los nuevos empleos, cabeceaba el diario, informándonos de la caída en la creación de plazas en los primeros cinco meses del año. Entre enero y mayo de 2010, consigna, se generaron 427 mil 500 empleos; en el mismo periodo de 2011 se bajó a 321 mil y en 2012 se ascendió a 381 mil 200. Este año apenas se llegó a 292 mil 895 empleos, una disminución de poco más de 88 mil plazas respecto del año anterior y de más de cien mil respecto de 2010. El de este año ha sido, agrega la nota, el nivel más bajo de creación de empleos desde la crisis de 2009.
Resulta pueril el empeño patronal por explicar lo que ocurre con el empleo, aludiendo a que la reforma laboral carece de la reglamentación adecuada. Sea así o no, lo que hay que reconocer antes de que las calles de Bucareli se acerquen a los panoramas del pasado libanés, es que con leyes buenas y virtuosas o sin ellas la clave del empleo sigue siendo, no puede ser de otra manera, el ritmo de crecimiento de la actividad económica y que, como se dijo, ésta no sólo se mantiene por debajo de lo mínimamente necesario, sino que su dinámica ha disminuido como consecuencia del comportamiento hostil de dos variables fundamentales: el crecimiento de la economía estadunidense y la evolución del gasto público.
Los avances indudables en la industria de exportación, en especial la automotriz, no son ni serán suficientes para jalar al resto del cuerpo productivo nacional y los servicios aledaños a un desempeño promisorio. Sin introducir mediaciones en la cadena que nos liga de modo tan directo e inmediato con la dinámica estadunidense, no es posible compensar sus caídas y oscilaciones. Por esta razón, la demanda interna es indispensable, aunque en vez de estimularla la autoridad parece empeñada en mantenerla quieta, cuando no frenarla, como se ha hecho en estos meses negros con el subnormal subejercicio del gasto público.
No se trata de un simple sube y baja o de tocar el violín de la macroeconomía. Lo que una vez más está en cuestión es el tema de fondo: el desperdicio del factor humano, nuestra fuerza productiva más abundante, cuyas potencialidades inmediatas sólo pueden materializarse en el trabajo, en su calidad y remuneración. Y es aquí donde reaparece el espectro maligno de una costumbre impuesta desde el poder, centrada en el control estricto y absoluto del crecimiento, so pretexto de resguardar la estabilidad, combatir la inflación y defender el peso.
La preocupación de moda es la productividad y los expertos no dejan cábala viva cuando de ella hablan. Sin embargo, para empezar, lo que habría que medir es lo mucho que se pierde por tantas horas hombre no ocupadas, así como por la enorme cantidad de mexicanos que se ven lanzados a la informalidad laboral porque la economía no crece y por ello no gesta oportunidades de empleo productivo y protegido.
Si reponemos la carreta detrás de los cansados caballos del hipódromo económico nacional, tendríamos que convenir en que primero es la reactivación de la economía así como su sustentación en el tiempo. Para esto no hay varitas mágicas como la de la competencia que a todos nos hará libres, eficientes y buenos. Sólo puede haber crecimiento y empleo con inversión; y en las actuales circunstancias de México y el mundo, esta condición sólo puede empezar a cumplirse si dejamos que la mano del Estado se vuelva visible, tangible y creíble.
Entonces podrá venir el concurso de los privados, a quienes la mano invisible de un mercado maltrecho mantiene en estado de hibernación y sin otra iniciativa que no sea la del reclamo imparable de prebendas y privilegios para mantener y ampliar los que ya tienen. Y aquí no hay pacto que valga, salvo el que se les otorgue en materia de ganancias extra, desregulaciones adicionales y nada de cargas impositivas directas.
El pacto parece arrinconado por la avidez de poder de los baronatos y el reclamo airado de los excluidos, donde lucra la irracionalidad de una violencia que no admite cauce ni coloquio. Sin menoscabo de sus muchas reformas prometidas o por prometer, es indispensable que de manera explícita se vuelva un acuerdo para crecer y redistribuir, porque sólo así se podrá, por lo menos, imaginar que queda atrás el ignominioso desperdicio humano y de recursos que hoy nos acosa y amenaza con ahogarnos.
FUENTE: LA JORNADA OPINION
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