Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 29 de julio de 2013

American Curios- El papa Francisco critica la conducta del capitalismo- Ciudades en bancarrota

American Curios
Historias peligrosas
David Brooks
Howard Zinn, el gran historiador rebelde y popular (en todos sentidos), aún asusta a los poderosos, no obstante que murió en 2010. Justo con la noticia de su muerte, el entonces gobernador de Indiana, Mitch Daniels, buscó asegurar que la obra de Zinn no contaminara las escuelas de su estado. Sobre todo, el gobernador deseaba prohibir la obra más conocida de Zinn, A People’s History of the United States, que ofrece una versión de la historia desde abajo y que es el texto más vendido (más de un millón de ediciones) y usado en escuelas y universidades a lo largo del país.
En un intercambio de correos con altos funcionarios de educación de su estado, obtenido recientemente por la agencia Ap, Daniels escribió: ese terrible académico antiestadunidense por fin ha muerto, y al describir su texto clásico como una obra de desinformación que malinterpreta la historia estadunidense en cada página, pregunta a los encargados de la educación: ¿alguien me puede asegurar que no está en uso en ninguna parte de Indiana? Si lo está, ¿cómo podemos deshacernos de él antes de que más jóvenes sean obligados a consumir una versión totalmente falsa de nuestra historia? Al revelarse esto provocó ira entre el mundo académico no sólo por el intento de suprimir el trabajo, sino porque Daniels recientemente asumió el puesto de rector de la Universidad Purdue, una de las más importantes de Indiana.

 
Hace una semana, la Asociación Estadunidense de Historiadores emitió una declaración en la que asienta: deploramos el espíritu e intento de los correos y afirma que los intentos de seleccionar textos particulares para suprimirlos en el currículum de una escuela o universidad no tienen cabida en una sociedad democrática.

 
En respuesta a la divulgación y publicación de sus correos, Daniels defendió y reiteró su posición en una declaración a Ap hace una semana: No deberíamos enseñar de manera falsa la historia estadunidense en nuestras escuelas, y agregó que Zinn falsificó a propósito la historia estadunidense. Continuó: Tenemos una ley que requiere supervisión estatal de libros de texto para defender contra fraudes como Zinn, y fue alentador encontrar que ningún distrito escolar (de Indiana) había impuesto este libro a sus estudiantes.

 
La semana pasada, una carta firmada por 90 profesores de Purdue fue enviada a su nuevo rector, en la que denuncian que su posición es contraria a todo principio de libertad académica, y defienden el trabajo de Zinn, incluso informando sobre el uso de su obra en esa universidad y recordando que fue destacado integrante de la Asociación Estadunidense de Historiadores y profesor emérito de la Universidad de Boston hasta su muerte, y que la gran mayoría de expertos en historia no disputan los hechos en el trabajo de Zinn, aunque podrían diferir de sus conclusiones. (Ver la carta).
 
Pero lo de Zinn no es aislado. Intentos de autoridades por suprimir el trabajo de intelectuales, artistas y escritores no es fenómeno nuevo en este país. Vale recordar la gran disputa en Arizona el año pasado, ante intentos de políticos por desmantelar y suprimir los estudios chicanos, como el intento de prohibir los trabajos de Paulo Freire y más. Acompaña la locura durante años de suprimir las teorías de Darwin en las escuelas públicas en estados como Kansas, bajo mando de fundamentalistas cristianos.
 
El periodista Chris Hedges (premio Pulitzer por sus reportajes de guerra para el New York Times), feroz crítico de lo que considera políticas represivas, escribió recientemente que el estado de seguridad y vigilancia, después de aplastar al movimiento Ocupa y erradicar sus campamentos, ha montado una campaña implacable y en gran medida clandestina para negar cualquier espacio público a cualquier agrupación o movimiento que pudiera generar otro levantamiento popular, y afirma que sistemáticamente se está negando el derecho a la libre expresión y de asociación.
 
“La meta del Estado corporativo es criminalizar la disidencia democrática popular antes de que estalle otra erupción popular. El vasto sistema de vigilancia detallado en las revelaciones de Edward Snowden… asegura que ninguna acción o protesta pueda ocurrir sin el previo conocimiento de nuestro aparato de seguridad interna. Este conocimiento anticipado ha permitido a los sistemas de seguridad interna bloquear y anticiparse a ocupar espacios públicos, como también realizar hostigamiento, interrogaciones, intimidación, detenciones y arrestos preventivos antes de que puedan realizarse protestas. Hay una palabra para este tipo de sistema político: tiranía”, escribió Hedges en Truthdig.org
 
Zinn se dedicaba a denunciar y desnudar la hipocresía oficial, tal como hacen otros. Al parecer es una tarea incesante. Pero Zinn también se dedicaba a resucitar la memoria colectiva de rebeliones, resistencia y nobleza en nombre de la justicia y contra las políticas económicas, sociales y bélicas de las cúpulas a lo largo de la breve historia de este país, para educar y/o despertar a los que desean cambiar el futuro.
 
El historiador y filósofo político Cornel West (quien ha estado en el profesorado de Harvard y Princeton y ahora en el Union Theological Seminary), comentó en el programa Democracy Now que el ataque contra el historiador es un elogio a Howard Zinn, porque demuestra el poder de su trabajo. Agregó que es peligroso, pero necesario, decir la verdad sobre el pasado y presente estadunidense, y tenemos que hacerlo de tal manera que se relacione con la gente ordinaria, especialmente los jóvenes. Hay mucha esperanza entre los jóvenes. Están cansados de toda esta hipocresía, mendacidad y criminalidad en este país.
 
Tal vez la otra historia, la no oficial, de este país, y los ejemplos de resistencia que ofrece, asustan tanto a los poderosos que necesitan prohibir libros, vigilar a desobedientes actuales y potenciales y clausurar plazas para que la gente no cuente más historias peligrosas.
FUENTE: LA JORNADA OPINION

El papa Francisco critica la conducta del capitalismo

Víctor Flores Olea
Carezco de títulos de todo tipo, curriculares o de experiencia directa en la vida, para hablar y menos para juzgar a un hombre argentino como Jorge Luis Bergoglio, que ha llegado a la cumbre de la jerarquía católica y que hoy porta los emblemas, y la elección necesaria, para ser nominado Papa o santo padre de la Iglesia católica. Mi curiosidad al seguir las peripecias de su elección y su estilo en estos primeros meses de pontificado, y más en su visita a Brasil, se deben sobre todo a una curiosidad humana, la mía, es decir, del miembro de una familia católica mexicana que recibió educación en los valores de esa tradición, y que por azares de la vida se convirtió más tarde, intelectualmente, en marxista y estudioso del marxismo, y que con el paso de los años, al menos en algunos aspectos, a mi entender, encuentra que se dan la mano en muchos aspectos ambas tradiciones, considerando el valor del hombre (y la calidad del ser humano), como uno de los más altos valores a que se puede aspirar (y que se pueden contemplar).
 
Sé bien que fue discutida fuertemente esta designación del Papa, porque parecía haber testimonios en el sentido de que el obispo de Buenos Aires Jorge Luis Bergoglio había en algunos casos facilitado la entrega de disidentes y enemigos de la brutal dictadura argentina implantada en 1976. Pero ante estas versiones se presentó una avalancha de testimonios en contrario, dentro y fuera de Argentina, diciendo que el arzobispo de Buenos Aires, es verdad, con un estilo discreto y circunspecto, habría por el contrario protegido a buen número de argentinos y latinoamericanos evitando su arresto por los implacables personeros de la dictadura. Muchos argentinos y latinoamericanos habían así salvado la vida gracias a las discretas intervenciones del obispo de Buenos Aires.

Diría que la designación misma del papa Bergoglio, que se supone altamente controlada en su calidad y solvencia, resulta una enorme garantía acerca de cualquier error o equivocación en tal sentido, más ahora que los disimulos y encubrimientos parecen más expuestos que nunca ha ser revelados implacablemente. Todo parece indicar entonces que de manera clara han tenido razón quienes han colocado al obispo de Buenos Aires en la columna de los antigolpistas, aun cuando su actuación haya sido en general discreta y sin grandilocuencia.

Todavía habría que decir que su actuación misma ya como Papa, en Roma, y a lo que parece en Brasil mismo, confirmarían definitivamente que su acción y convicciones están muy lejos de la mentalidad de las dictaduras. Al contrario, su mensaje ha sido invariable y decidido en favor de los pobres.

Y sobre todo, lo que ha brillado más y en mi opinión ha tenido más importancia en sus palabras como sumo pontífice, es su insistencia, cada vez que hay oportunidad, en criticar de frente y abiertamente tal vez el núcleo más profundo del capitalismo: su afán de lucro, el estilo de vida que lleva a unos cuantos (relativamente) a poner en primer lugar y sobre todas las cosas la ganancia y la acumulación de riqueza, como suprema forma de vida y como efectiva conducta, y tal sería, a sus ojos, y a los de muchos otros, la catástrofe más honda del mundo moderno, el pecado capital por definición de la clase hoy más enriquecida. Y creo que este énfasis descubre el verdadero núcleo del capitalismo, resultando extraordinario que sea un papa católico el que haga la denuncia, pero así es y esto no se puede ocultar. Por supuesto que el Papa no llama a modificar tal estado de cosas por vía revolucionaria o radical-material, sino más bien por una revolución o un cambio radical de las conciencias que puedan llegar a desechar y apartarse tajantemente de tal visión de la vida dominada por la ambición y el lucro. ¿Será posible?
 
Me parece que tal es el problema fundamental no sólo de la Iglesia católica, sino del mundo moderno, y seguramente no lo resolverá el papa Francisco. Pero también es verdad que sus palabras y su mensaje serán escuchados con atención por mucha gente, católicos o no, y eso tiene ya en sí mismo un valor excepcional.
 
Sé que la Iglesia actual tiene enormes problemas que se han acumulado extraordinariamente, y que para resolverlo tal vez haga falta una serie de reformas que tienen que ver con las curias o jerarquías eclesiásticas, y directamente con las instituciones y tradiciones jurídicas de esa iglesia, y desconozco si el papa Francisco tendrá las agallas para enfrentarlas o reformarlas. No me extrañaría demasiado si esto ocurre, por lo que se le ha visto ya en el terreno de la decisión y la voluntad. Ojalá sea capaz de hacerlo, precisamente donde hace falta. Pero precisamente hace falta en esas nociones lapidarias de rechazo y negación en ciertos perfiles morales y de conducta lamentable de la dominante sociedad hoy como la señalada antes del lucro desenfrenado o la ambición sin límites que ha penetrado en tantos aspectos de la vida contemporánea.
 
Todo esto, naturalmente, subrayado sobre todo en Brasil, entre llamados a las clases dirigentes capitalistas para que aflojen en su obsesivo afán de lucro y a los políticos para que sean capaces de dialogar ampliamente con quienes tienen divergencias y aun puntos de vista encontrados. El diálogo es uno de los capítulos centrales del tema pastoral de Francisco.
 
Desconozco si Francisco será capaz de elevarse e a los niveles reformadores de la Iglesia digamos de Juan XXIII, pero ya tiene un lugar, me parece, como Papa que se dirige consistentemente a los pobres y más necesitados, y también a los más ricos, diciéndoles en el fondo que la paz del mundo (y la de ellos, la de los ricos), depende en buena medida de que depongan su mezquindad y ambición desmedida. ¿Será posible?
FUENTE: LA JORNADA OPINION
 
Ciudades en bancarrota

Arturo Balderas Rodríguez
Hace algunos años hubiera sido difícil pensar que una ciudad se declarara en quiebra. El hecho de que sus servicios e infraestructura fueran sujetos de bancarrota o motivo de insolvencia financiera resultaba difícil de creer.
 
Hace unos días la ciudad de Detroit, en el estado de Michigan, en cuyo seno se encuentran las sedes de General Motors, Ford y Chrysler, se declaró en quiebra, o lo que es lo mismo, en insolvencia financiera para renegociar y hacer frente a sus compromisos económicos. ¿Cómo pudo suceder tal cosa?

Las respuestas son múltiples, pero se pueden resumir en una más o menos elemental: los impuestos y los ingresos extraordinarios que financiaban el gasto de la ciudad disminuyeron a niveles en los que fue imposible sostener los gastos corrientes y compromisos contractuales de la ciudad, entre ellos los salarios y las pensiones de sus trabajadores.

El gobernador republicano de Michigan responsabiliza de la quiebra a la corrupción, la mala administración y particularmente a los salarios y pensiones de sus trabajadores del sector público. Como remedio ha propuesto despedir a un buen número de ellos, recortar salarios de los que queden y las pensiones de los jubilados.

En el sector privado declarar la quiebra es un medio para deshacerse de los trabajadores y faltar a las obligaciones contractuales contraídas. Ahora la misma fórmula se aplica en el sector público. No tardará mucho para que otros estados sigan esa pauta. Por lo visto, es la fórmula práctica que los gobiernos neoliberales han encontrado para reducir al Estado.
 
Cabe preguntarse cómo es posible que ciudades y países enteros como México no quiebren. La respuesta para el caso particular de nuestro país son los ingresos extraordinarios o para decirlo en una palabra: Pemex. Gracias a esa empresa, patrimonio de todos los mexicanos, ha sido posible que el país haya funcionado durante años, no obstante su insuficiente, ineficiente e injusto régimen fiscal.
 
En ciudades como Detroit no hay petróleo y la industria, que en un momento dado hizo posible la época dorada de la ciudad, perdió competitividad y desplazó sus actividades a otros países como China, India y México, para mantener las utilidades de sus accionistas. Tal vez valga recordar que una situación similar sucedió hace algunos años en la ciudad de Nueva Orleáns, donde sí hay petróleo, pero está en manos de corporaciones privadas y sus ganancias se distribuyen entre unos cuantos y salen de la ciudad, del estado, e inclusive del país.
 
A la luz de lo sucedido en Detroit cabe preguntarse si el Estado, con sus actuales características, tiene capacidad para dar a sus trabajadores un salario y una pensión que les permita vivir dignamente, sin que por ello deba declarar la bancarrota y como remedio los despida. Se ve difícil mientras el Estado siga siendo un medio que propicia desigualdades, no justicia social y mejores condiciones de vida para todos, no sólo para unos cuantos.
FUENTE: LA JORNADA OPINION

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