Astillero
Teoría de la relatividad militar
Ni paz ni guerra: todo lo contrario
Estado exprés de excepción
Fallido manejo del caso San Fernando
Julio Hernández López
Pocas veces han sido los diputados federales tan oportunos y sugerentes como en estas vísperas de sublimación teologal. Párrafos henchidos de filosofía profunda y letras cargadas de mensajes pedagógicos para las masas descarriadas (aunque bien claritos, reveladores, para los ánimos de control belicista unipersonal que alberga el felipismo demostradamente espirituoso, es decir, vivo, animoso, con mucho espíritu, según una de las dos acepciones del término).
Léase, por ejemplo, una de las joyas del pensamiento legislativo mexicano al servicio del uso discrecional del Ejército y la Marina, por parte del piadoso y sereno Felipe Primero (Por el bien de Los Pinos, primero las armas: 40 mil casos lo confirman), todo aderezado con comentarios astillados, casi de pila de agua bendita, colocados entre paréntesis nomás por la irrefrenable vocación latosa del tecleador semana santero: “La paz debe interpretarse como estado contrario a la guerra (de otra manera se entraría en un caos cósmico, pues se confundiría lo seco con lo húmedo, y las balaceras con la quietud monacal, por usar ejemplos propios de la cotidianidad patria), pero no como estado exento de conflictos o alteraciones diversas de mayor o menor peligro (en Oaxaca y Atenco se vivió largamente la paz, incluso cuando las fuerzas federales, a cargo de Ardelio Vargas Fosado, arremetieron contra pobladores en protesta, Ardelio que presidió la comisión de defensa nacional de San Lázaro antes de irse como secretario de seguridad pública a Puebla: en realidad, los conflictos o alteraciones diversas, y su consecuente represión gubernamental, son excepciones que confirman las reglas: garrote y balas para fortalecer la paz)”.
Continúan los iluminados de San Lázaro: “La Constitución no señala expresamente que existen diversos ‘niveles o grados’ de paz (chin: constituyentes tan chafas que no metieron en cada artículo una descripción detallada de las variantes de cada máxima genérica, por ejemplo: el número de muertos y de ciudades dominadas por el narco, para poder entender que ya no hay paz), por lo que no se debe interpretar este concepto en ‘blanco y negro’. Existen las más variadas gamas de grises: la paz en todo lugar y momento es relativa”.
La teoría de la relatividad militar y la postulación del gris como el paraíso cromático provienen de una preocupante y vergonzosa pretensión de colar en semana de Pascua una minuta de comisiones de diputados que, en respuesta al primer impulso dado por los senadores al tema, y con el militante interés militar de Los Pinos detrás de todo, otorgue al jefe máximo de la campaña castrense en curso, el comandante Calderón, la posibilidad de utilizar por sus pistolas a las fuerzas armadas en los momentos en que a su puritito juicio (o en ausencia de él) así lo considere necesario, condicionada la detonación de las operaciones militares a la valoración de lo relativo, a la visión pinolera de los grises que significarán guerra o paz.
Cheque fragoroso en blanco al explosivo ocupante actual del mando institucional superior, según la oportuna nota de Enrique Méndez publicada en La Jornada este miércoles. De aprobarse la mencionada minuta, el comandante de la indumentaria holgada estaría en condiciones de instaurar el estado de excepción sin necesidad de declararlo, e incluso negándolo o diluyéndolo mediante las interpretaciones mendaces de lo relativo y los grises.
Bastaría con que a juicio del general de cinco estrellas se estuviera en presencia de situaciones que hubieran quebrantado la tranquilidad y el orden sociales, es decir, que constituyan una afectación a la seguridad interior para que, manteniendo la paz, es decir, la ausencia de guerra, o los grises, el comandante Calderón tome medidas extraordinarias sin consultarlas con nadie, ni congreso ni sociedad. De aprobarse esa pretensión, hoy mismo podría actuar militarmente, conforme al estado de ánimo con que amaneciera o anocheciera, en varias entidades (Tamaulipas, Chihuahua, Michoacán, por citar casos notables), al amparo de la teoría castrense de la relatividad a conveniencia.
Gracias, distinguidos miembros de las comisiones de Gobernación, Derechos Humanos y Defensa Nacional del convento conceptual de San Lázaro, pues gracias a sus esfuerzos de travestismo redaccional se está en una antesala procesal de establecimiento del felipescamente soñado imperio de lo militar por encima de todas las cosas, el reino de las armas en el cielo, la tierra y todo lugar, la declaración formal de que en este México de calvario cotidiano nada será verdad ni será mentira, pues todo dependerá del cañón y la mirilla (y, sin embargo... no pasará tal minuta).
Astillas
El manejo oficial de la tragedia de San Fernando demuestra la cortedad de miras de los gobiernos estatal y federal, la creencia de que mediante arrestos y boletines de las procuradurías se puede asentar la percepción de que algo se está haciendo, la incapacidad sustancial de abordar esa desgracia como una parte de un todo que debe erradicarse y no como un asunto de burocracia forense y papeleo ministerial... Sólo con un cinismo extremo o con una pérdida absoluta de las dimensiones y las responsabilidades es posible pretender el abordamiento de los temas de las narcofosas y de los continuos secuestros de pasajeros en autobuses como asuntos aritméticos, informando puntualmente de las sumas macabras, sin poder ni siquiera establecer, cuando menos por pose necesaria, por imagen obligada, una red de apariencias que hagan creer que el tal Estado recupera cierta capacidad de garantizar seguridad a la población... Y, mientras las elites partidistas dominantes del Senado cierran filas para negar importancia a la inundación y los desperfectos del edificio inteligente que como imprudente regalo se dieron frente a un pueblo empobrecido, ¡hasta mañana, en esta columna que come tlayudas y mole negro, entre otras ricuras!
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