“Algo va mal”
La escena del crimen en Juárez.
Foto: Ricardo Ruíz
Foto: Ricardo Ruíz
MÉXICO, D.F. (apro).- Algo va mal es un libro de Tony Judt que nos zarandea de nuestra pasmosa cotidianidad y, con una mirada transparente, nada pretenciosa, nos muestra y explica las consecuencias del fracaso del sistema económico neoliberal, sobre todo en una sociedad donde la prioridad es lo material, lo económico, la individualidad y la mediocre decisión de “dejar hacer, dejar pasar” como regla de oro de la convivencia social.
Judt, judío británico, murió a los 62 años en Estados Unidos por una esclerosis lateral amiotrófica que lo dejó sin movimiento del cuello hacia abajo. Historiador, escritor y profesor escribió varios libros como Posguerra, Pasado imperfecto, Sobre el olvidado siglo XX y Refugio de la memoria, pero una de sus mejores obras es Algo va mal, escrita a contrapelo de la muerte, en la que realiza una profunda crítica al modelo económico, a la sociedad de mercado, a la derecha conservadora y a la izquierda estancada en sus viejas críticas.
Este libro será, sin duda, guía de muchos análisis que se hagan de la crisis mundial actual por la profundidad y la claridad de sus razonamientos y la dura crítica que hace a todos los grupos de derecha e izquierda que han mal gobernado en los últimos treinta años.
Aunque su mirada está centrada en Estados Unidos y en Inglaterra, donde lo superficial, lo material, el individualismo, la apatía y el desinterés por la vida política es lo que cuestiona, lo que Toni Judt dice en Algo va mal podría aplicarse en México, donde por cierto casi todo está mal.
Podríamos citar tres ejemplos de esto:
–“Como ciudadanos de una sociedad libre tenemos el deber de mirar críticamente a nuestro mundo. Si pensamos que algo está mal, debemos actuar en congruencia con ese conocimiento.”
–“Si los ciudadanos activos renuncian a la política, entonces abandonan su sociedad a manos de funcionarios mediocres y venales”.
–“Debemos hallar la forma de que las autoridades escuchen y respondan a quienes son su base y les paga: nosotros.”
Y una última que resulta pertinente en estos momentos en los que en México se vive una violencia traducida en decenas de miles de muertos y desparecidos y en que se ha vuelto realmente peligroso el activismo social, la defensa de los derechos humanos y la libertad de expresión: “Quienes ostentan el poder también han perdido el control, que ahora está en manos de fuerzas que se encuentran fuera de su alcance”.
La crisis del Estado en el país se ha agudizado desde que Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari optaron por el neoliberalismo. Pero la fase de violencia de esta crisis se agravó con la alternancia en el poder, es decir, en la última década con la llegada del PAN a la Presidencia de la República.
Aunque este proceso de degradación de la vida política nacional se gesta con la dictadura priista, se profundiza con el panismo desde el momento en el que fracasa la transición a la democracia y sólo se da una alternancia de partidos en la Presidencia de la República. Con Vicente Fox, el PAN nunca se planteó romper con las viejas estructuras del poder priista y, con Felipe Calderón, se pacta con estos poderes decimonónicos y antidemocráticos, siendo el ejemplo más claro el que el michoacano selló con la líder vitalicia del magisterio, Elba Esther Gordillo.
Con un Estado débil, con los tres poderes de gobierno corrompidos y la economía enfocada en el mercado, el fracaso de la transición a la democracia provocó vacíos de poder que fueron llenados por otros poderes fácticos:
El narcotráfico como un empresa trasnacional, algunos medios de comunicación –principalmente las televisoras–, y personajes de la política y la economía enriquecidos por negocios lícitos e ilícitos, como la maestra Gordillo.
Si a esto le sumamos la crisis de la Iglesia católica por los escándalos de corrupción y pederastia en su cúpula, la impunidad, la injusticia, el aumento de la pobreza, la falta de empleos y de espacios de educación, así como la ausencia de valores en la sociedad, tenemos frente a nosotros el mejor de los terrenos abonados para el crecimiento del poder del crimen organizado y su concomitante guerra por el territorio, así como la gestación de una espiral de violencia que tiene como saldo 50 mil muertos, 10 mil desaparecidos y otro tanto proporcional de familias afectadas por esta guerra al narcotráfico declarada por Calderón Hinojosa hace cinco años.
En este contexto podemos decir que mientras en el llamado Primer Mundo algo va mal, como dice Judt, en México casi todo, sino es que todo, está mal. Lo peor es que la clase gobernante parece no darse cuenta de la emergencia nacional en la que nos encontramos y sigue su propio camino rumbo a las elecciones del 2012, sin tomar en cuenta el clamor de justicia de miles de víctimas de la guerra y de las demandas de educación, empleo y bienestar social que reclama la juventud.
“Los que se ganan la vida con su trabajo no quieren lo mismo que los que viven de dividendos e inversiones, los que no necesitan servicios públicos no quieren lo mismo que los que dependen de ellos, los que se benefician de la guerra tienen objetivos distintos de los que se oponen a ella”, señala Judt en su obra póstuma.
En sus últimos meses de vida, el historiador británico dejó de moverse, pero su mente seguía lúcida. Una de sus últimas frases en Algo va mal es una invitación a todos y, aunque su enfoque estaba centrado en Estados Unidos y Europa, a los mexicanos no nos iría mal tomarla en cuenta:
“Ha llegado el momento de detenernos a decidir en qué mundo queremos vivir”, advirtió, y eso es quizá lo que habría que pensar ahora que el país vive una de sus peores etapas de violencia, con el poder del crimen organizado a todo galope, una profunda crisis institucional, el descrédito y la desconfianza en la política y en los partidos políticos, sin excepción, y las elecciones presidenciales en ciernes
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