Astillero
¡Alivio: no fue contra la gente!
Paliativos infames
Combates
categóricos
Piloto de Aeroméxico
Julio Hernández López
ENCUENTRO EN CHAPULTEPEC. Roberto González Barrera charla
con Javier Lozano Alarcón durante el almuerzo de honor ofrecido a la presidenta
de Costa Rica, Laura Chinchilla, en el Castillo de ChapultepecFoto Marco Peláez
Si alguien esperaba que el caso del estadio lagunero entrado en
pánico fuera tratado políticamente con algo distinto a los pies, ha de reconocer
que quedó en fuera de lugar. No hubo sobriedad ni respeto de parte de
autoridades y políticos declarantes, ni siquiera por la atención internacional
que concitó el insólito caso de un partido suspendido no por el sonar de un
silbato, sino por ráfagas de armas de fuego, y de la entrenada reacción
colectiva del equipo de aficionados que rápidamente asumió sus posiciones de
defensa ante el ataque imprevisto.
De la balacera exterior y distante –según las primeras precisiones oficiales,
a cargo de los órganos policiacos del estado gobernado por los Moreira– se hubo
de pasar a la aceptación de que ciertas
balas perdidashabrían afectado algunas partes de las afueras del inmueble deportivo, hasta reconocer que también hubo disparos que llegaron a áreas ya no tan colocadas a la intemperie, sino más bien internas. A esa desmoronada evidencia pública de pretender etiquetar lo sucedido como
externose añadió el titubeo local para explicar el motivo del incidente, aferrándose en un principio a la versión de que unas camionetas habían desatendido el alto que debían hacer ante un retén, lo que habría generado persecución e intercambio de metralla.
Anoche, sin embargo, un subsecretario de Gobernación, Juan Marcos Gutiérrez
González (cuyo mayor mérito para estar en el cargo es formar parte del equipo
bajacaliforniano de José Francisco Blake), se voló la barda aunque el asunto no
es beisbolero: lo más importante de su argumentación ante medios consistió en
disolver la posibilidad de que lo sucedido en el Territorio Santos Modelo fuese
entendido como terrorismo. Rápidamente hizo suspirar de alivio a los millones de
mexicanos al precisar que la balacera famosa no tenía como objetivo a los
aficionados y al juego en curso, sino... al jefe de la policía municipal de
Torreón, Adelaido Flores Díaz (quien ya había precisado, en entrevista
telefónica, http://youtu.be/H1zV5 Du9TFQ que
la agresión no había sido en su contra: ¿No era algo en contra de usted?, le
preguntó el entrevistador de MVS Noticias, Luis Cárdenas, y el teniente Flores
respondió
No. Bueno, nosotros nos damos cuenta de que es fortuito, porque no, este, definitivamente no hay nada de, como tal, que veamos que lo tenían premeditado).
Pero luego de revelar que el ataque había sido contra ese mando, el
subsecretario enfatizó que
no fue, como se pensó, un ataque a la población. Gutiérrez no desaprovechó la oportunidad para el golpeteo partidista, al decir que
estas concentraciones de personas merecen que nos preguntemos si los organizadores y las autoridades locales están al día en sus protocolos de protección civil para conducir adecuadamente este tipo de reacciones, pues la presencia de la autoridad federal es subsidiaria:
es de apoyo a...
El comandante Calderón, por su parte, y aprovechando una firma de documentos
relacionados con la visita de la presidenta de Costa Rica, emitió un
mensaje a los mediospara condenar lo sucedido en Torreón, pero también en Morelia, donde un asalto a una joyería en un centro comercial generó también pánico. Destaca un párrafo de resonancias graves por cuanto dibuja a un personaje que no actúa en razón de leyes, sino de eficacia represiva, que actúa en función de criterios bélicos que justifican el exterminio del
enemigo:
Estos hechos nos recuerdan una y otra vez que los criminales son los enemigos del país. Los criminales son los enemigos de nuestras leyes. Son los enemigos de la tranquila convivencia de las familias mexicanas. Son los enemigos de nuestras instituciones y, precisamente por eso, debemos combatirlos categóricamente.
Categóricamente trata Humberto Moreira de darle la vuelta a la puntual
acusación de haber endeudado de manera obscena a Coahuila. Ayer pretendió
canjear mediáticamente el tema de los créditos extremos por el de las decenas de
miles de muertes por la
guerrafelipista. Y se declaró víctima de una campaña panista que pretende botarlo de la presidencia nacional del PRI, lo cual es cierto, pero no atenúa ni extingue la obligación que tiene de responder por esa forma de hipotecar el futuro de generaciones de coahuilenses y, además, de enfrentar las fundadas acusaciones de que mediante un colaborador cercano, presumiblemente habilitado como prestanombres, hizo que parte de esos ríos de dinero público fuera a parar a cuentas particulares.
Astillas
Ayer se daba cuenta aquí del recado de un
confiable pajarito trasatlánticosobre la detención en España de
un piloto de la principal línea mexicana de aviación, con 40 kilosde droga. Horas después se confirmaba el hecho, pues un primer oficial de Aeroméxico, que iba en funciones de copiloto de un vuelo de Aeroméxico a Madrid, fue apresado (los primeros reportes hablaban de 38 o de 42 kilogramos de polvo que
al parecerera cocaína). La detención sucedió el pasado 19 y al parecer no había prisa ni en la policía española ni en las instancias diplomáticas mexicanas por hablar del asunto en tanto no fuera quedando claro lo más preocupante, que es lo también citado ayer al final de esta columna:
según lo poco que se ha filtrado, el piloto asegura que él y su familia fueron amenazados de muerte si no transportaba el encargo a Madrid. Los investigadores hispanos creen tener pistas de que algunos tripulantes de líneas aéreas mexicanas han sido convertidos, por el simple mecanismo del dinero o mediante amenazas graves, en operadores del narcotráfico. El 9 de diciembre de 2010 ya habían sido detenidos en el aeropuerto de Madrid tres sobrecargos de Aeroméxico que en sus maletas llevaban 140 kilos de cocaína (http://j.mp/fOpTw4). Tales sobrecargos viajaban con boleto pagado por sí mismos y no formaban parte de la tripulación, pero esta vez se trata de un copiloto que en su equipaje de trabajo llevaba la droga... Y, mientras Ebrard termina de maquillarse como
candidato no partidista, ¡Hasta mañana!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
Dos operativos
Pedro Miguel
A uno le llamaron balacera y al otro asalto. El primero tuvo lugar
afuera del estadio Santos Modelo, de Torreón, Coahuila, el sábado, cuando en ese
recinto se disputaba un partido de futbol entre el equipo anfitrión, el Santos
Laguna, y el Morelia. El segundo ocurrió al día siguiente en la Plaza Las
Américas de Morelia, donde un grupo de siete hombres con armas largas sustrajo
con violencia alhajas y relojes de una joyería.
En forma excepcional, para los estilos corrientes de la delincuencia en
México, ninguno de esos hechos se saldó con víctimas mortales. Fueron acciones
limpiaso casi limpias (en la capital michoacana, los vigilantes de la joyería fueron golpeados en la cabeza), pero ambas produjeron estados de pánico y zozobra en las localidades respectivas. No hubo detenidos pese a que ocurrieron, ambas, en ciudades que han sido escenario de extensos despliegues policiales y militares. Con la pena, pero estos ataques suenan más a acciones de desestabilización que a meros episodios de una criminalidad descontrolada.
Es un viejo saber que forma parte del repertorio de algunas de las agencias
estadunidenses policiales, de seguridad e inteligencia que operan en México
(CIA, DEA y fuerzas especiales del Pentágono) y que consta en los manuales de
cualquier ejército regular, en el capítulo de Operaciones Sicológicas: realizar
acciones de desestabilización y zozobra, orientadas más a un gran impacto
mediático que a la destrucción de objetivos físicos y humanos.
Claro que las casualidades existen, y posiblemente sean meras coincidencias
el que ambas acciones hayan resultado incruentas hasta el punto de parecer
cuidadosamente orquestadas, el que ambas hayan generado terror en la sociedad,
el que se hayan registrado con un día de diferencia, el que hayan sido equipos
de futbol de Coahuila y de Michoacán los que disputaban el partido suspendido en
Torreón, y el que esas entidades sean cuna de dos políticos de primera fila
claramente enfrentados entre sí en el momento actual: Humberto Moreira y Felipe
Calderón.
Si faltaba contexto político, el secretario del Consejo de Seguridad
Nacional, Alejandro Poiré, y el propio Calderón, se encargaron de establecerlo.
El primero regañó a las autoridades estatales y municipales, a las cuales
responsabilizó de manera elíptica por lo ocurrido, y las instó a
fortalecer sus lazos institucionales y de cooperación, en tanto que el segundo llamó, horas después, a
la unidad. Y la pregunta es obligada: ¿a cuál de todas las divisiones que afectan al país alude esa
unidad? ¿A la división entre ciudadanos buenos y delincuentes malísimos que pregona el régimen? ¿A la división entre quienes aún puedan creerle a la estrategia oficial de seguridad y quienes la cuestionan e impugnan? ¿A la división entre cárteles? ¿A la división entre partidos? ¿A la pugna entre las facciones tricolor y blanquiazul del régimen oligárquico?
¿Estamos ante un correlato violento de las agrias disputas
político-judiciales que libran las distintas facciones que ocupan las instancias
de gobierno? ¿Vivimos, como ha ocurrido en Líbano, un laberíntico entramado
entre facciones partidistas y brazos armados, o entre grupos armados y brazos
partidistas, pero con la variedad de los cárteles? ¿O serán los
nervios?
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