Astillero
La trampa de las encuestas
Salida
técnicaen falso
AMLO sigue en la mira
El ciudadano Ebrard
Julio Hernández López
HOMENAJE A HEBERTO CASTILLO. Laura Itzel Castillo,
Cuauhtémoc Cárdenas y María Teresa Juárez viuda de Castillo, ayer, durante el
homenaje por el 83 aniversario del natalicio del desaparecido fundador del PRD,
Heberto Castillo Martínez, celebrado en la delegación Tláhuac. Cárdenas sostuvo
que el sol azteca necesita competir por la mayoría en el Congreso, por varias
gubernaturas y por la Presidencia de la RepúblicaFoto Foto
Notimex
Aun cuando sus perspectivas electora- les son notablemente distintas a las de 2006, el precandidato López Obrador sigue generando serias
preocupaciones y enojos entre sus persistentes adversarios. No es AMLO el
puntero permanente en las encuestas de opinión, como lo era seis años atrás, ni
existe en el país la percepción de que en este segundo intento su llegada a la
Presidencia de la República sea inminente, casi inevitable, como sucedía en
2005. Una visión muy parecida, en cambio, favorece hoy a Enrique Peña Nieto y al
PRI, converti- dos en irónica alternativa de regreso al pasado para librar el
presente, al tenor de que más vale malo por conocido durante 70 años que bueno
por nunca conocido en los 12 recientes.
Y, aunque no en términos de viabilidad electoral (los comicios de los últimos
años han sido catastróficos para el PAN), es decir, sin precandidatos con brillo
y sin nada plausible que proponer como continuidad gobernante, el subpartido de
agresión nacional podría ser considerado segundo lugar en cuanto a opción armada
para el 2012, a reserva de ver la manera en que el comandante en jefe de ese
subpartido, el de la agresión nacional, enquistado en el de Acción Nacional,
pudiera complicar tanto las cosas, especialmente a partir de la manejable
violencia relacionada con el narcotráfico, como para acabar imponiendo mediante
elecciones de Estado, más la narcopolítica largamente a la vista, otro golpe de
mano (o algo más) para mantenerse en el poder haiga de ser como haiga de
ser.
Sin embargo, y a pesar de las circunstancias cambiantes, se sostienen contra
el tabasqueño el veto y el ánimo de aplastamiento por el mismo aparato político,
ideológico y mediático que construyó en 2006 las condiciones para imponer a un
candidato de poca monta como presunto presidente de la República, y que desde
entonces sostiene una implacable campaña de difamación, escarnio y marginación
contra aquel a quien le fue arrebatado el triunfo electoral. Es posible que
tanto veneno generado haya acabado inoculando a sus propios practicantes, y les
sea imposible frenar su agresividad a pesar de que, según celebran, la opción
del lopezobradorismo ya no representa un peligro para sus intereses. O podría
ser que, a pesar de todo, y en vista de lo mal que marchan las cosas y lo peor
que se podrían poner, esos mismos altos mandos tengan información distinta de la
que pregonan y consideren que lo ahora llamado Morena pudiera crecer y retomar
un lugar competitivo de primera línea o, aún más inaceptable para esos intereses
de elites, que se convirtiera en una organización social que resistiera y se
opusiera no sólo a los comicios y sus resultados en sí, sino a los planes de
largo dominio que hoy detallan el salinismo peñanietista con su vuelta al pasado
y el calderonismo bélico con su inviabilidad electoral buscada.
Pero, frente a una nación cayendo a pedazos, en la estructura formal del
principal partido de la izquierda electoral, el PRD, se ha tomado la decisión
mecánica de recurrir, para designar a su candidato presidencial, a los esquemas
favoritos de la simulación política como han sido en diversas ocasiones las
encuestas de opinión. Sin capacidad para definir en función de consideraciones
políticas profundas, de debates serios y de programas más allá de lo electoral,
el PRD –y no solamente los emblemáticos Chuchos dominantes, sino también el
pragmatismoextremo de los bejaranistas– pretende endilgar al famoso sistema de encuestas una decisión que ese partido debería tomar no en función de lo numeral manipulable (que muy probablemente causará polémicas que podrían ser el preámbulo de la gran ruptura tan largamente anunciada) sino de reflexiones y postulaciones propias de lo que debería ser una izquierda electoral congruente y consecuente.
El calculado ascenso de las encuestas al reino de las decisiones finales
conlleva de inicio dos peligros claros: en primer lugar, la fuerte deformación,
o de plano la virtual sustitución de los procesos políticos a partir de la
generación de percepciones inducidas por los factores de poder real mediante las
científicasy
objetivasencuestas (así se hizo creer en 2006 que un rezagado Calderón avanzaba en las
preferenciasdel electorado; así se comenzó a tejer diariamente en el estado de México, este año, con el apoyo de casas encuestadoras de reconocidos vínculos con el PRI, Peña Nieto y Televisa, el escenario para la victoria forzosa de Eruviel Ávila). Y, segundo, la cesión del poder decisorio de los partidos ante la fuerza de la imagen, de la publicidad, del dinero invertido para conseguir que el nombre y la cara de determinado candidato sean
reconocidosy
votadosen las presuntas encuestas.
Entrampados en ese retén que no es metodológico, sino conceptual, los dos
principales aspirantes de hoy (pues ya se habla de la posibilidad de incorporar
a los sondeos a otras figuras) tratan de precisar los límites del universo a
atender. Uno, López Obrador, busca ceñir las indagaciones al campo exclusivo de
ese izquierdismo partidista, sabedor de que allí tiene una clara mayoría de
opiniones en favor, posicionado desde ahora en la descalificación militante de
las encuestas tal como las decidió el congreso extraordinario del sol azteca,
denunciante temprano del cantado desafuero demoscópico, encaminado sin pausa a
asumir su segunda y última candidatura presidencial a contrapelo de lo que llama
la mafia del poder. El otro, Ebrard, defiende la opción de apertura total a la sociedad, sabedor de que allí puede encontrar mayoría, de que su figura gobernante impactará los sondeos en cuestión y transfigurado ya en presunto candidato no partidista,
ciudadano, más allá del PRD.
Y, mientras Humberto Moreira ha nombrado al hidalguense Miguel Ángel Osorio
Chong secretario de operación crediticia, perdón, política, ¡hasta mañana, con
Felipe Calderón llamando a no jugar a la ruleta rusa con las finanzas públicas y
jugando a tener a un secretario de hacienda como precandidato oficial en
campaña!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
Subastas electorales
Luis Linares Zapata
El pleito entre panistas y los priístas de elite por los recursos
presupuestales para el crucial ejercicio de 2012 muestra, a las claras, el uso
faccioso y, hasta ilegal, de enormes partidas fiscales. En el binomio gasto
público y transparencia se cruzan corrientes internas poderosas que lo
distorsionan. Cuando esto ocurre, la distancia y frustrada correspondencia entre
ambos se torna un oscuro, injusto e incomprensible proceso corrosivo para
fomentar ciudadanía. El patrimonialismo, mal endémico en el ámbito mexicano,
adquiere un espacio enorme en este rejuego de pasiones. Pero los afanes de lucro
personal, muchas veces desmedido, también se elevan a sitio preferente. No menos
importante en estas tergiversaciones de la ética ciudadana y los haberes
públicos, el faccionalismo partidista se yergue en una cruzada que lleva, en sí
misma, perdones y olvidos; es decir, la conocida, rampante y cínica impunidad de
los actores políticos.
Lo crucial es retener o ganar el poder por cualquier medio. El haiga sido
como haiga sido se convierte así en una narrativa encharcada en las
consideraciones y las evaluaciones de los dirigentes de ocasión. Las
distorsiones a la vida democrática salen a relucir por todos los lados de las
mutuas acusaciones que se lanzan los actuales adalides de las dos más
encumbradas organizaciones políticas. Unos (panistas) ponen el acento en los
desproporcionados, pero ciertos, endeudamientos habidos en algunos estados
gobernados por priístas. Los de la otra orilla (priístas) contestan apuntando
hacia lo recargado de la nómina –sobre todo la de altos salarios– del aparato
federal. Trabados en franca disputa difusiva, algunos priístas han salido más
que raspados, en especial el actual presidente nacional del PRI. El
endeudamiento en que incurrió cuando era gobernador de Coahuila tiene que
repercutir de varias maneras, pues hiere al cuerpo social de la nación. De
volverse polvareda comunicacional o chismes de mentideros, se corren peligros
inminentes que, se espera, sean saldados en la venidera contienda
presidencial.
Humberto Moreira no tendría escapatoria de cara a un sistema que fuera
mínimamente exigente y penalizara tan grotesca situación en que incurrió. Ahora
se explican muchas de las deformaciones del entramado estatal que pasaron por
logros excepcionales de tan curioso bailarín. En primer lugar, la popularidad
tan elevada, adquirida a golpes de millones y más millones de pesos
desembolsados en obras, favores y compra de voluntades por aquí y por allá sin
cortapisa ni mesura. En un segundo acercamiento, la transmisión (¿herencia?) del
poder que se hizo en la persona del hermano. Esto refleja la corrosión en la
moral democrática y se apareja, qué duda, con la compra de votos antes y durante
los procesos electivos. Ambos sucesos le saldrán a los coahuilenses sumamente
onerosos. Ahora tendrán que desembolsar cuantiosos intereses adicionales para
pagar una deuda que ha sido degradada por las calificadoras. Pero, además, los
tejemanejes que Moreira llevó a cabo también implican hechos punibles con cárcel
para varios de sus colaboradores y para él mismo como último (¿o primer?)
responsable de la trama, armada con trámites fraudulentos, para hacerse de tan
enormes cantidades de dinero. Las complicidades partidistas, por su parte,
manosearán de tal manera los hechos, dispendios y delitos concomitantes a las
deudas adquiridas, que sus autores quedarán a buen resguardo de cualquier
penalidad subsecuente en espera de algún otro desaguisado venidero.
El triste escarceo partidista, sin embargo, ocurre en un contexto de suma
complejidad económica. Los desequilibrios mundiales que ocasionan los
fundamentalismos neoliberales ya empezaron a incidir, de nueva cuenta, en la
estructura productiva nacional. La caída concomitante en los ingresos fiscales
obligará a las partes en pleito a moderar expectativas y exigencias por mayores
recursos para 2012. Es necesario advertir que, sumadas, las deudas de los
estados del país (más de 300 mil millones de pesos) se emparejan a lo que
durante un solo año se destinará al pago de la –también creciente– deuda
federal. Y, dentro de esa monumental erogación, lo destinado a pagar a los
bancos por los intereses anuales derivados del Fobaproa, aprobado por el señor
Calderón, rebasa cantidades similares a los 30 mil millones del coahuilense en
entredicho.
Tales para cuales, ni a cual ir. Estos cálculos y comparaciones no implican
que el uso y desuso para fines electoreros de los haberes públicos vayan a
cesar, incluso a atemperarse siquiera. El Ejecutivo federal cuenta con numerosos
mecanismos para usar, en auxilio de su partido y candidatos, el gasto destinado
a paliar los terribles efectos de la pobreza existente. Y, los gobernadores
priístas (mayoría) utilizarán, también, su extensa batería de artimañas ya bien
probadas en el estado de México. Todo este arsenal de unos y otros está diseñado
y presto para desviar, para torcer, para hacer nugatoria la vida democrática en
México.
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