Crece la organización ciudadana ante el fracaso del Estado
El rápido desarrollo del movimiento pacifista que encabeza Javier Sicilia es una expresión del fracaso del Estado mexicano en su tarea de dar seguridad y una llamada de atención al gobierno que debe atenderse antes de que surjan grupos armados en todo el país para las elecciones de 2012, advierte María Fernanda Somuano, investigadora de El Colegio de México, quien acaba de publicar un libro sobre el desarrollo de la sociedad civil organizada y su papel en el proceso democrático en los últimos 20 años.
“También hay grupos radicales que se están organizando, como los que mandaron la bomba al Tec de Monterrey. Esto también tiene que tomarlo en cuenta el gobierno, sobre todo ahora que vienen las elecciones. No sabemos qué va a pasar con los excluidos, y menos si los márgenes de victoria son otra vez muy pequeños”, sostiene la doctora en ciencias políticas por la Universidad de Iowa.
Advierte que aunque el número de organizaciones sociales en México no es tan grande como en otros países, el gobierno y los partidos políticos deberían estar atentos a lo que sucede en Inglaterra, España, Chile y Argentina, donde los excluidos del sistema se están manifestando de manera violenta porque el Estado no satisfizo sus necesidades.
“Lo que veo es algo que sucede no sólo en México sino en varios países, y es que la sociedad civil se moviliza como expresión de inconformidad ante la incapacidad de hacerlo por los canales tradicionales de representación, como los partidos. Los ciudadanos ya no se sienten representados, ya no ven a los partidos como canales legítimos”, afirma en entrevista con Proceso.
En su libro Sociedad civil organizada y democracia en México Somuano señala que el número de organizaciones civiles pasó de 2 mil en 1994 a 10 mil 620 en la actualidad. Este fenómeno, explica, se da porque la sociedad ve que el Estado se retrajo de actividades importantes al aplicar las políticas neoliberales.
Explica que ha habido momentos específicos en la historia reciente en los que han surgido organizaciones sociales que demandan mayor eficacia estatal. Primero fue el terremoto de 1985 en la Ciudad de México, cuando surgió el movimiento urbano popular que políticamente se expresó en las elecciones de 1988 con la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas.
Después vendría la actividad de la sociedad civil acompañando la movilización del EZLN en Chiapas en 1994 y después en la elección de 2006. Desde entonces no se había presentado otro más, hasta el surgimiento del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad que encabeza Javier Sicilia.
Explica: “El Estado mexicano es incapaz de brindar seguridad a sus ciudadanos que, hartos de una situación de ineficacia gubernamental, deciden salir a las calles a decir: ‘Hagan algo, porque no podemos seguir así’”.
–¿Cuáles son los riesgos para el Estado o para el gobierno de no escuchar a esas organizaciones?
–Depende mucho de la organización. Hay algunas a las que no oyen, no las va a tomar en cuenta nunca y van a permanecer un tiempo, hasta donde les alcanzan los recursos… eso pasa en México. Pero con las organizaciones más grandes o movimientos como el de la paz, creo que el riesgo es que si sigue creciendo y la gente lo ve como un movimiento legítimo, el gobierno al no escucharlo se muestra como desatento ante los reclamos legítimos.
“Eso le afecta al gobierno en términos de legitimidad, de aprobación. Lo que puede suceder es que el movimiento crezca más y, como en el caso de los países árabes, acabe derrumbando a un gobierno. No sé si en el caso mexicano exista el potencial de algo así.”
Otro riesgo es que se extienda la integración de grupos de autodefensa ciudadana: “Puede derivar en otras expresiones de violencia. Ya lo hemos visto en algunas colonias del Distrito Federal, donde ante la incapacidad de la policía la gente decide hacer justicia. (…) El riesgo es que esto crezca, que tengamos grupos armados por todas partes fuera del control, motivados también por la facilidad con la que están entrando armas al país”.
–¿No cree usted que se equivoca el gobierno de Calderón al no ver una oportunidad en esos movimientos sociales que le están planteando salidas?
–Creo que sí, pero lo veo muy convencido de lo que hace, lo cual me parece sorprendente e incomprensible. Creo que el movimiento que encabeza Sicilia tiene la razón. Haber sacado al Ejército a las calles ha tenido consecuencias muy graves y me parece que hay que repensar esa estrategia.
“Pero dudo mucho que Calderón lo quiera hacer, sobre todo en este momento político. Aun cuando sea una oportunidad no creo que quiera admitir que se equivocó cuando estamos en la antesala de las elecciones. Me parece que va a seguir agarrando capos porque a la gente le da gusto. Pero insisto en que debe revisarse esa estrategia porque nada justifica 50 mil muertos.”
El reto financiero
Somuano señala que uno de los retos a corto plazo del movimiento que encabeza Sicilia es dar resultados y conseguir apoyos financieros: “Si no hay resultados se debilitará y, muchas veces, esa es la intención del gobierno con esas organizaciones que le son incómodas: dejar que sigan su cauce hasta que desaparezcan o que se hagan pequeños, sin impacto”.
Otros retos, señala, son la apatía y el conservadurismo de la sociedad mexicana: “En el caso de México, la sociedad tiende a ser apática. No estamos en los niveles de otras sociedades donde a la primera salen a protestar”.
–Usted dice que la sociedad mexicana es apática. ¿Por qué cree que es así, si ha habido eventos muy importantes desde 1985, 1988, 1994 y 2006?
–Lo que se puede decir es que la sociedad mexicana es conservadora, le dan miedo los cambios. No hace falta más que voltear a ver las campañas donde votar por el cambio da miedo. La elección de 2006 fue así. Somos una sociedad conservadora a la que el cambio le da mucho miedo. No sé si porque tuvimos una revolución con miles de muertos…
Afirma que tal vez esto se deba también a que la mexicana es una sociedad altamente religiosa, pues la Iglesia católica lo que busca es el status quo y no admite las insubordinaciones. Un reto más es enfrentar a una sociedad muy individualista que, a pesar de que se organiza, lo hace con fines asistencialistas y no de cultura democrática.
“Cuando se analiza en qué tipo de asociaciones participa la gente, vemos que las de más crecimiento son las religiosas, que por definición tienden a ser apolíticas, las que menos promueven valores democráticos porque no está en sus objetivos y no cuestionan al sistema”, explica.
Se le recuerda que en el movimiento por la paz participan muchos sacerdotes y algunas comunidades eclesiales de base.
“Lo que falta ver es cómo pueden confluir en el movimiento todos esos grupos con intereses y demandas dispares. Tal vez todas convergen en que no están de acuerdo con la política de seguridad del gobierno federal, pero lo interesante será ver cómo se integran los sacerdotes al movimiento, cómo participan partiendo de la laicidad del Estado.”
–¿Qué retos ve para las organizaciones sociales en este momento?
–Son muchos. Uno de ellos es que tienen que tratar de ser autónomas en términos financieros. Es difícil mantener una organización y aún más un movimiento… algunas de ellas recurren a dinero gubernamental y eso las pone en una situación delicada, muchas veces las limita en su agenda.
“Un reto más es tratar de seguir avanzando en su relación con el gobierno, porque hay mucha desconfianza entre las dos partes. El gobierno ve a las organizaciones como un dolor de cabeza porque muchas de ellas se meten en temas como la transparencia, rendición de cuentas, monitoreo y fiscalización.”
Sin embargo, dice María Fernanda Somuano, el reto principal es para el gobierno federal y los partidos políticos porque debido a la situación del país y las complicaciones que se prevén para 2012 van a seguir surgiendo movimientos de los inconformes y marginados del sistema, como los jóvenes excluidos de la educación superior, los desempleados y las víctimas de la violencia.
“También hay grupos radicales que se están organizando, como los que mandaron la bomba al Tec de Monterrey. Esto también tiene que tomarlo en cuenta el gobierno, sobre todo ahora que vienen las elecciones. No sabemos qué va a pasar con los excluidos, y menos si los márgenes de victoria son otra vez muy pequeños”, sostiene la doctora en ciencias políticas por la Universidad de Iowa.
Advierte que aunque el número de organizaciones sociales en México no es tan grande como en otros países, el gobierno y los partidos políticos deberían estar atentos a lo que sucede en Inglaterra, España, Chile y Argentina, donde los excluidos del sistema se están manifestando de manera violenta porque el Estado no satisfizo sus necesidades.
“Lo que veo es algo que sucede no sólo en México sino en varios países, y es que la sociedad civil se moviliza como expresión de inconformidad ante la incapacidad de hacerlo por los canales tradicionales de representación, como los partidos. Los ciudadanos ya no se sienten representados, ya no ven a los partidos como canales legítimos”, afirma en entrevista con Proceso.
En su libro Sociedad civil organizada y democracia en México Somuano señala que el número de organizaciones civiles pasó de 2 mil en 1994 a 10 mil 620 en la actualidad. Este fenómeno, explica, se da porque la sociedad ve que el Estado se retrajo de actividades importantes al aplicar las políticas neoliberales.
Explica que ha habido momentos específicos en la historia reciente en los que han surgido organizaciones sociales que demandan mayor eficacia estatal. Primero fue el terremoto de 1985 en la Ciudad de México, cuando surgió el movimiento urbano popular que políticamente se expresó en las elecciones de 1988 con la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas.
Después vendría la actividad de la sociedad civil acompañando la movilización del EZLN en Chiapas en 1994 y después en la elección de 2006. Desde entonces no se había presentado otro más, hasta el surgimiento del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad que encabeza Javier Sicilia.
Explica: “El Estado mexicano es incapaz de brindar seguridad a sus ciudadanos que, hartos de una situación de ineficacia gubernamental, deciden salir a las calles a decir: ‘Hagan algo, porque no podemos seguir así’”.
–¿Cuáles son los riesgos para el Estado o para el gobierno de no escuchar a esas organizaciones?
–Depende mucho de la organización. Hay algunas a las que no oyen, no las va a tomar en cuenta nunca y van a permanecer un tiempo, hasta donde les alcanzan los recursos… eso pasa en México. Pero con las organizaciones más grandes o movimientos como el de la paz, creo que el riesgo es que si sigue creciendo y la gente lo ve como un movimiento legítimo, el gobierno al no escucharlo se muestra como desatento ante los reclamos legítimos.
“Eso le afecta al gobierno en términos de legitimidad, de aprobación. Lo que puede suceder es que el movimiento crezca más y, como en el caso de los países árabes, acabe derrumbando a un gobierno. No sé si en el caso mexicano exista el potencial de algo así.”
Otro riesgo es que se extienda la integración de grupos de autodefensa ciudadana: “Puede derivar en otras expresiones de violencia. Ya lo hemos visto en algunas colonias del Distrito Federal, donde ante la incapacidad de la policía la gente decide hacer justicia. (…) El riesgo es que esto crezca, que tengamos grupos armados por todas partes fuera del control, motivados también por la facilidad con la que están entrando armas al país”.
–¿No cree usted que se equivoca el gobierno de Calderón al no ver una oportunidad en esos movimientos sociales que le están planteando salidas?
–Creo que sí, pero lo veo muy convencido de lo que hace, lo cual me parece sorprendente e incomprensible. Creo que el movimiento que encabeza Sicilia tiene la razón. Haber sacado al Ejército a las calles ha tenido consecuencias muy graves y me parece que hay que repensar esa estrategia.
“Pero dudo mucho que Calderón lo quiera hacer, sobre todo en este momento político. Aun cuando sea una oportunidad no creo que quiera admitir que se equivocó cuando estamos en la antesala de las elecciones. Me parece que va a seguir agarrando capos porque a la gente le da gusto. Pero insisto en que debe revisarse esa estrategia porque nada justifica 50 mil muertos.”
El reto financiero
Somuano señala que uno de los retos a corto plazo del movimiento que encabeza Sicilia es dar resultados y conseguir apoyos financieros: “Si no hay resultados se debilitará y, muchas veces, esa es la intención del gobierno con esas organizaciones que le son incómodas: dejar que sigan su cauce hasta que desaparezcan o que se hagan pequeños, sin impacto”.
Otros retos, señala, son la apatía y el conservadurismo de la sociedad mexicana: “En el caso de México, la sociedad tiende a ser apática. No estamos en los niveles de otras sociedades donde a la primera salen a protestar”.
–Usted dice que la sociedad mexicana es apática. ¿Por qué cree que es así, si ha habido eventos muy importantes desde 1985, 1988, 1994 y 2006?
–Lo que se puede decir es que la sociedad mexicana es conservadora, le dan miedo los cambios. No hace falta más que voltear a ver las campañas donde votar por el cambio da miedo. La elección de 2006 fue así. Somos una sociedad conservadora a la que el cambio le da mucho miedo. No sé si porque tuvimos una revolución con miles de muertos…
Afirma que tal vez esto se deba también a que la mexicana es una sociedad altamente religiosa, pues la Iglesia católica lo que busca es el status quo y no admite las insubordinaciones. Un reto más es enfrentar a una sociedad muy individualista que, a pesar de que se organiza, lo hace con fines asistencialistas y no de cultura democrática.
“Cuando se analiza en qué tipo de asociaciones participa la gente, vemos que las de más crecimiento son las religiosas, que por definición tienden a ser apolíticas, las que menos promueven valores democráticos porque no está en sus objetivos y no cuestionan al sistema”, explica.
Se le recuerda que en el movimiento por la paz participan muchos sacerdotes y algunas comunidades eclesiales de base.
“Lo que falta ver es cómo pueden confluir en el movimiento todos esos grupos con intereses y demandas dispares. Tal vez todas convergen en que no están de acuerdo con la política de seguridad del gobierno federal, pero lo interesante será ver cómo se integran los sacerdotes al movimiento, cómo participan partiendo de la laicidad del Estado.”
–¿Qué retos ve para las organizaciones sociales en este momento?
–Son muchos. Uno de ellos es que tienen que tratar de ser autónomas en términos financieros. Es difícil mantener una organización y aún más un movimiento… algunas de ellas recurren a dinero gubernamental y eso las pone en una situación delicada, muchas veces las limita en su agenda.
“Un reto más es tratar de seguir avanzando en su relación con el gobierno, porque hay mucha desconfianza entre las dos partes. El gobierno ve a las organizaciones como un dolor de cabeza porque muchas de ellas se meten en temas como la transparencia, rendición de cuentas, monitoreo y fiscalización.”
Sin embargo, dice María Fernanda Somuano, el reto principal es para el gobierno federal y los partidos políticos porque debido a la situación del país y las complicaciones que se prevén para 2012 van a seguir surgiendo movimientos de los inconformes y marginados del sistema, como los jóvenes excluidos de la educación superior, los desempleados y las víctimas de la violencia.
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