Durante la guerra sucia hubo mil casos, en este sexenio casi cinco
mil, aseguran
Activistas exigen en festival político musical presentación de
detenidos desaparecidos
Proyectan sobre la fachada de la que fue sede de la DFS película con la
historia de la corporación
Aspecto del festival
político musical efectuado en el Zócalo por organizaciones que exigen la
presentación de detenidos desaparecidos por el gobierno federalFoto María Meléndez Parada
Víctor Ballinas
Periódico La Jornada
Lunes 29 de agosto de 2011, p. 16
Lunes 29 de agosto de 2011, p. 16
En el contexto del Día Internacional del Detenido Desaparecido, que
se conmemorará este martes, los comités Hermanos Cerezo, Hasta Encontrarlos y
Monseñor Romero, efectuaron ayer en el Zócalo capitalino un festival político
musical en el que exigieron la presentación de todos los desaparecidos políticos
y los que han ocurrido en la lucha contra el crimen organizado.
Nadín Reyes, hija de Edmundo Reyes Amaya, quien fue detenido el 25 de mayo de
2007 en Oaxaca, y desde esa fecha se encuentra desaparecido, dijo que “este
festival político musical es para exigir la presentación de todos los detenidos
desaparecidos que hay en el país.
“Aunque no hay un dato exacto, se habla de que son más de mil los
desaparecidos en la denominada guerra sucia, ocurrida en los años 70 y
principios de los 80 del siglo pasado. La mayor parte de ellos son de Guerrero,
pero también los hay de Chihuahua, Sonora, Sinaloa, Chiapas, entre otros
estados.”
A esa exigencia, señaló Nadín Reyes, del comité Hasta Encontrarlos, ahora se
han sumado otros detenidos desaparecidos. Hoy se habla de más 5 mil
desaparecidos, la mayoría de ellos ha ocurrido en este sexenio, por la guerra
contra el crimen organizado”.
La hija del detenido desaparecido Edmundo Reyes Amaya exige la presentación
con vida de su padre y de Gabriel Alberto Cruz Sánchez, también desaparecido el
25 de mayo de 2007, en Oaxaca. Asimismo, exige la presentación de Francisco
Paredes Ruiz, detenido y desaparecido el 26 de septiembre de 2007.
Nadín Reyes resaltó que “este festival político musical también forma parte
de la campaña nacional contra la desaparición, que ya cumple un año, y nuestra
exigencia es la misma: presentación de todos los desaparecidos políticos.
¿Dónde están? Desaparecieron sus cuerpos pero no su presencia. ¿Cómo son los rostros de los que te secuestraron? Los que llenaron de congoja todos los minutos, los recuerdos, la vida... Vivos se los llevaron vivos los queremos, se leía en las pancartas colocadas alrededor de la carpa donde se efectuaba el festival.
La Campaña Nacional Contra la Desaparición Forzada en México tiene como
finalidad exigir la presentación con vida de todos los detenidos desaparecidos
del país, y el punto central es la exigencia del esclarecimiento de los casos,
en donde la responsabilidad es
única y exclusiva del Estado y, por tanto, el reclamo debe ser dirigido a éste.
Por la noche, la organización HIJOS, también en el contexto del Día
Internacional del Detenido Desaparecido realizó un mitin frente al edificio
donde se ubicaba la Dirección Federal de Seguridad (DFS), que en los años 70 del
siglo pasado fue señalada como una de las dependencias en donde se torturaba y
desaparecía a los detenidos.
Una treintena de jóvenes integrantes de HIJOS, llegaron a las 20 horas el
lugar, ubicado a un costado del Monumento a la Revolución. Ahí pintaron los
carteles que decían:
DFS: tortura y desaparición.
Cárcel clandestina.
Colocaron un proyector que dirigieron a la fachada de lo que fue la DFS y ahí
proyectaron una película sobre la historia de esa corporación policiaca. La
lluvia que se inició en esos momentos no impidió que también colocaran en esa
pared las fotografías de los desaparecidos políticos desde 1969.
Bajo la lluvia, una joven de HIJOS México dijo:
por aquí, en este edificio, pasaron varios de nuestros desaparecidos. Primero fueron detenidos, luego torturados y finalmente desaparecidos.
Las personas cuyos rostros se colocaron en la pared del edificio de la ex
DFS, subrayó la joven antes de concluir el acto:
aquí estuvieron, por aquí pasaron, por eso vamos a volver siempre, mientras sigan existiendo detenidos desaparecidos... ¡Vivos se los llevaron! ¡Vivos los queremos!
Astillero
Torres gemelas
Estadio y casino
Felipe W. Calderón
El periodista Millán
Julio Hernández López
EMPUJONES EN PROTESTA POR LA PAZ. Habitantes de Monterrey se
manifestaron ayer en la Macroplaza, frente al palacio de gobierno, para exigir
un alto a la violencia. Durante la protesta, hubo conatos de enfrentamiento
entre quienes pedían la renuncia del gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina, y
los que demandaban la salida del presidente Felipe CalderónFoto Víctor Camacho
Es como un relanzamiento. Un segundo aire cuando parecía que el
oxígeno político le faltaba. Un fantasma de peores horrores por venir, para
justificar y apuntalar sus planes de continuismo (con elecciones, sin ellas o
con ellas a medias) mediante borregos apellidados Cordero u otras formas de
suplantación política a las que
obligaríala terrible realidad. Una manera de reordenar y aprovechar a sus críticos civiles institucionalizados, de por sí ya bastante difuminados y alineados (con besos y sin ellos). Una justificación oportuna para reanudar caravanas policiacas y militares efectistas rumbo al norte (de donde otros pobladores, como los juarenses, han pedido fundadamente su expulsión por ser causantes de peores males que los presuntamente combatidos). Un revitalizador energético para sus discursos que pueden seguir siendo los mismos, pero ahora dichos con más vehemencia y con rostro y manos de más dureza expresiva. Una recarga argumental de chantajismo
patrióticopara impulsar las reformas a la Ley de Seguridad Nacional. Y una nueva ocasión para insistir en la cantaleta de todo lo que va del sexenio: la unidad nacional, entendida como cierre de filas en torno a él, Felipe W. Calderón, esta vez a causa de las Torres Gemelas que en la versión nativa han sido un estadio torreonense y un casino regiomontano.
Tres días de luto nacional inmediato cuando el mismo declarante tardó un año
para decretarlo en el caso de los 49 niños muertos en la guardería ABC.
Instalación apresurada, contundente y repetitiva del concepto de
terrorismoque habrá de justificar los excesos cometidos por una administración bélica que así cree contar con una coartada o atenuante en razón de ese nuevo eje del mal. Felipe y su vocero Poiré, que se muestran ante cámaras con grandes enojos y sus parlamentos salen cargados de adjetivos descalificatorios, que pueden ser entendidos y compartidos si se escuchan en labios de los familiares de las víctimas, pero que en voz de los altísimos funcionarios públicos mencionados suenan más a enjundia en busca de exculpación mediante la teatralidad y que a oídos de los mexicanos, largamente especializados en detección de sospechosismos, parecieran encubrir propósitos proporcionalmente inversos a la vehemencia escenográfica.
Recomposición oportunista a la que en nada sustancial afectarán los
incidentes y vericuetos de las investigaciones oficiales (ya anoche se anunciaba
la detención de dos presuntos responsables del ataque al casino regiomontano).
Lo importante era y es colocar en la marquesina social el arranque de la nueva
temporada, la del terrorismo como justificación, discurso y proyecto. Por lo
pronto, el senador priísta Manlio Fabio Beltrones pide acompañar al licenciado
Calderón en este trayecto difícil (tejedor, el sonorense, de presuntos puntos
finos que pudieran ayudarle a ver la caída del copete delantero, por errores de
él mismo o por metralla política de Los Pinos). Y la violencia política como
amenaza, natural o fabricada, alcanza incluso un acto de Andrés Manuel López
Obrador en el delicadísimo Nuevo Laredo, donde un presunto grupo de choque de la
directiva estatal perredista golpeó
con bates y manoplasa asistentes a un mitin del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) cuando éste había terminado, según eso en represalia por las denuncias hechas en el curso de esa reunión contra el dirigente estatal del sol azteca. Dato aparentemente menor, circunstancial, enteramente local, pero que da cuenta de los riesgos constantes que corre el ejercicio cívico y político desde posturas críticas.
Astillas
El asesinato del periodista sinaloense Humberto Millán constituye
una ofensa y una amenaza para el honesto ejercicio crítico desde los medios de
comunicación. A diferencia de otros casos en los que asoman o son colocados
ciertos ribetes polémicos para incluir entre las posibles causas de la autoría
de esos crímenes alguna forma de relación de periodistas con el poder corruptor
y vengativo del narcotráfico, en el caso de Millán hay una extendida convicción
de que su muerte tiene como contexto único el ejercicio crítico respecto de la
clase política estatal. Así lo han entendido la inmensa mayoría (por no decir la
totalidad) de sus propios compañeros de oficio, el dirigente estatal del PAN y
el propio gobierno estatal, además de que un compañero del difunto Millán ha
hecho saber que cuenta con un video en el que el periodista, ya bajo amenaza,
dejó constancia de sus sospechas respecto a quienes desde el poder político
podrían atentar contra su vida. Por lo pronto, el secretario general del
gobierno de Sinaloa ha acudido ante la procuraduría estatal para declarar en
torno a las presunciones (que ha negado categóricamente) de que él, ampliamente
criticado por Millán e incluido en la lista de sospechosos, según la versión del
amigo depositario del video de denuncia, podría ser autor intelectual del
levantón y posterior ejecución del periodista sinaloense. Sabido es que el
narcotráfico ha infiltrado también ciertos segmentos del ejercicio periodístico,
y que en varios estados del país hay redacciones donde los grupos
delincuenciales dominantes tienen virtuales jefes de prensa que reparten
gratificaciones y proponen enfoques noticiosos o sugieren censuras siempre
acatadas, además de servir como halcones internos para denunciar ante
sus patrones informales a aquellos que aun sin firmar sus notas o reportajes
escriban de manera adversa al interés de los
jefes. Pero, en una zona minada como es Sinaloa, el asesinato de Humberto Millán –sin nexo conocido o sugerido con esos asuntos oscuros– es una forma de acrecentar la violencia contra quienes analizan y critican los asuntos públicos, en especial los políticos, sin dejarse contaminar por el narco. Con lo sucedido en Monterrey el país ha sido llevado por el calderonismo a una fase superior del control social mediante el miedo. Con lo sucedido en Culiacán también se ha avanzado un paso en el ataque a las posturas críticas en los medios de comunicación. ¡Hasta mañana!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
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