Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 17 de diciembre de 2012

ASTILLERO- La provocación del primer día- Nosotros ya no somos los mismos

Astillero
El verdadero teleprompter
CSG, con estudiantes
Caretas y el 132
Mancera aún no sabe
Julio Hernández López
Foto
CANTOS POR LA SALUD DE CHÁVEZ. Diplomáticos, políticos y simpatizantes realizaron ayer un festival musical en el monumento a la Revolución por la salud del presidente venezolano, Hugo Chávez
Foto Carlos Cisneros
 
A Carlos Salinas de Gortari no parece preocuparle que se extienda la versión de que él es el verdadero teleprompter de Enrique Peña Nieto. Por el contrario, pareciera que disfruta de esta suerte de revancha política, moviendo hilos, colocando funcionarios, apadrinando candidatos, convocando empresarios y realizando reuniones de inocultable sentido político aunque todavía no en lugares públicos y abiertos (pues persiste el temor de que haya reacciones adversas, incluso de corte violento), pero sí en sesiones privadas, con audiencias bajo control.
 
La más reciente de sus aventuras en busca de restauración política se produjo este sábado recién pasado, en su residencia del Distrito Federal, donde recibió a unos 50 estudiantes y egresados de distintas universidades (incluso de la UNAM) a los que invitó a escuchar en una primera parte las referencias complacientes a su propio sexenio y sus propuestas políticas para el presente, teniendo como punto de partida el libro que en 2011 le publicó la editorial Debate, ¿Qué hacer? La alternativa ciudadana, de casi 200 páginas, que en esencia es un resumen de lo que en mil páginas ya había escrito en 2010 bajo el título de Democracia republicana. Ni estado ni mercado: una alternativa ciudadana.
 
En el muy conocido estilo de la cultivada ausencia de autocrítica y la emocionada promoción de su sexenio como una maravilla mundial que fue echada a perder por el malvado Zedillo y los torpes panistas que le siguieron en el ejercicio del poder, Salinas de Gortari pasó a una sesión de preguntas y respuestas en el curso de la cual se mostró de muy buen humor e incluso sostuvo en sus manos una careta de si mismo, como las que los jóvenes de la Universidad Iberoamericana exhibían ante Enrique Peña Nieto el viernes negro para él que luego dio pie al nacimiento del #YoSoy132. Al respecto, dijo que había considerado positivo que surgiera este movimiento, hasta que éste se desvirtuó y se convirtió en un instrumento contra un partido y un candidato.
 
La reunión se realizó en la biblioteca de la residencia de Salinas de Gortari. Tuvo como promotores originales a estudiantes de Guadalajara que deseaban conocerlo y a partir de ese primer acercamiento se decidió hacerlo más amplio. El contacto fue Aramis Kinciño, quien trabaja en la oficina de CSG. Los asistentes provinieron de diversos estados y casas de estudio, y no sólo fueron jóvenes estudiantes, pues hubo personas hasta de 35 años. Los asistentes pudieron admirar la gran biblioteca, la exhibición de fotografías importantes e incluso las seis bandas presidenciales de Salinas de Gortari.
 
Como lo ha hecho en otras ocasiones, quien ocupó Los Pinos de 1988 a 1994 elogió el trabajo político de Peña Nieto y expresó su confianza de que con el PRI de regreso al poder se corregirán errores y se alcanzarán logros importantes. Obviamente, destacó el Pacto por México y la cadena de reformas que de él se podrán desprender. Habló de la necesidad de movimientos ciudadanos y de nuevas formas de participación política, aunque nada dijo respecto a crear un nuevo partido con base en el actual PRI y la clientela de la Solidaridad que está por reorganizarse, ni de movimientos sin partido como el que encabeza su primogénito, Carlos Emiliano, denominado Inlak’ech (Tú eres mi otro yo), al que, por cierto, pertenece quien fungió como contacto para la plática sabatina del ex presidente, el mencionado Aramis Kinciño.
 
En otra pista del espectáculo político, el jefe del gobierno capitalino prefirió a un diario español, El País, para hacer cierto abordaje mínimo de lo que sucedió el pasado 1°. Ese día las cosas se desbordaron. Se mezclaron personas pacíficas, que con todo derecho protestaban, con grupos que buscaban hacer daño a la ciudad. Los violentos eran escasos, no eran el grueso de los manifestantes.
 
Significativamente silencioso sobre el tema, apostando hacia la memoria y complicitario con Marcelo Ebrard al que varias voces señalan como responsable de dar la orden de hacer detenciones a granel, Mancera aseguró que no vamos a cerrar el expediente, continuaremos con las investigaciones. Y hay que recordar que los policías antimotines del DF no usan armas, pero vamos a analizar la conducta de los agentes y a saber quién ordenó esas detenciones.
 
En estas pocas palabras, Mancera deja constancia de dos hechos graves: en primer lugar, que el sábado negro las cosas se desbordaron (ha de entenderse que al hablar así, el ex procurador capitalino incluye la estructura gubernamental en ese desorden, descontrol o desbordamiento); en segundo lugar, reconoce que aún no sabe quién ordenó esas detenciones, pero anuncia que va a analizarel asunto.
 
Mientras tanto, sigue activa la protesta contra el proceso que mantiene en prisión a 14 personas a raíz de los hechos del pasado 1°. En las redes sociales hay un continuo flujo de información respecto a irregularidades relacionadas con esos detenidos y ayer hubo una marcha de la negativamente emblemática Estela de Luz a la Plaza de la Constitución, para exigir que sean liberados. Trece varones están instalados en el Reclusorio Norte de la ciudad de México y la única mujer presa está en Santa Martha Acatitla, a donde irá una marcha el próximo martes para insistir en la demanda de que haya justicia y, se otorgue libertad a quienes fueron apresados arbitrariamente y sin pruebas, sólo para cubrir cuotas de castigo y acusación en aquel sábado negro.
 
Astillas
 
¡Uf! Por fortuna, el obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi, ha salido a mitad del foro para anunciar que este 21 no se acabará el mundo: No hay eso. Nadie sabe cuándo será el fin del mundo, dijo, al mismo tiempo que exculpaba a los mayas de las interpretaciones apocalípticas de moda. Grandes conocedores de los fenómenos naturales, ellos nunca predijeron catástrofes, mucho menos el fin del mundo, así que llamó a pasar los días decembrinos en paz, con la seguridad de que el orbe seguirá rodando hasta quién sabe cuándo... Así que, por lo pronto: ¡hasta mañana!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero
 Inicio con el pie izquierdo-Helguera
La provocación del primer día
Adolfo Gilly
Foto
Los hechos violentos en la ciudad de México el día de la toma de posesión de la Presidencia de la República por Enrique Peña Nieto fueron producto de una bien preparada provocación contra la ciudad, sus habitantes, el movimiento estudiantil y la vida democrática. Quedarán registrados, al igual del afamado error de diciembre de 1994, como la provocación de diciembre. Múltiples testimonios estudiantiles y ciudadanos sustentan el relato que sigue.
 
Desde junio de 2012, semanas antes de la elección del 1º de julio, se estableció en el Monumento a la Revolución un campamento de protesta que se llamó Acampada Revolución. Era un espacio abierto, al cual se sumaron no sólo estudiantes, sino también vecinos y otras personas que se dijeron solidarios con los estudiantes. En el desarrollo de la campaña esta actividad resultaba normal y no surgieron de allí actos violentos.
 
Semanas antes del 1º de diciembre, en el marco de la llamada lucha contra la imposición, el campamento experimentó la afluencia de unas decenas adicionales de participantes (entre 40 y 60 personas, dicen los testigos). Fueron bien recibidos, en la creencia de que el descontento y la protesta iba creciendo a medida que se aproximaba el 1º de diciembre, supuesto que en la vida de la ciudad ningún hecho significativo corroboraba. La impugnación de los resultados electorales iba adelante por la correspondiente vía jurídica.
 
Cuando faltaban pocos días para la ceremonia en San Lázaro algunos de esos nuevos participantes comenzaron a dar cursos de uso de arcos y flechas con fines de autodefensa. Por voluntad, fantasía o inexperiencia estaban atizando una disposición al choque violento. Hay que estar preparados por si nos atacan, decían.
 
Una semana antes del 1º de diciembre la Policía Federal estableció su imponente cerco de vallas metálicas en torno al Palacio Legislativo de San Lázaro, cubriendo varias calles de distancia. Semejante despliegue de fuerza estaba creando un clima de confrontación y zozobra. Las protestas de los vecinos obligaron a un repliegue parcial del cerco policial, pero no al retiro.
 
El escenario de la violencia estaba montado. Tal despliegue, inusitado y no necesario, era un anuncio y una invitación a la confrontación. La Policía Federal estaba aún bajo el mando de Genaro García Luna.
 
* * *
 
El 1º de diciembre en las muy primeras horas de la madrugada llegaron al monumento unos cuantos de esos mismos. Traían unos carritos de supermercado cargados de botellas, materiales inflamables (termita, entre ellos), huacales, palos de beisbol y mochilas también cargadas. Muchos de los estudiantes no estuvieron de acuerdo, pero tampoco pudieron impedir que esos partidarios de la violencia defensiva, sinceros o simuladores, se sumaran a la marcha. Los estudiantes del Movimiento de Aspirantes de la Educación Superior, entre otros grupos, se retiraron.
 
La justificación de los preparados para la defensa estaba servida. La Policía Federal había establecido desde una semana antes su enorme, innecesario y amenazante cerco en torno a San Lázaro. Era un desafío a la población y en sí mismo una provocación al choque. Desde ese cerco estaba decretado que para el 1º de diciembre se esperaba violencia y la habría. Era la mecha puesta para que cualquiera la encendiera y se desataran violencia y descontrol. Y hubo quien llegó con el encargo de pegarle el fuego.
 
En las redes sociales circularon invitaciones como ésta:
* * *
Del Monumento a la Revolución, a las 4:30 de ese día, salió rumbo a San Lázaro una marcha de unas 300 a 350 personas. En vano trataron muchos de los presentes de disuadir a los defensivos para que dejaran sus artefactos. Algunos entonces se retiraron. A otros los retuvo el desafío macho: ¿Qué, tienen miedo? ¡Que se vayan los cobardes! No va a pasar nada, es sólo para defendernos si nos atacan.
 
Esta reducida columna llegó a San Lázaro a las 5:45. Allí, a prudente distancia de la valla metálica, ya estaba un contingente de la CNTE, menos de 2 mil personas entre hombres, mujeres y niños en pacífico plantón. Se estaban formando en orden, lejos de la imponente valla metálica. Tardaron como una hora en acomodarse y allí permanecieron, sin avanzar.
 
El grupo que venía desde el monumento esperó. Por fin alguien decidió que era tiempo de ir adelante y junto con otros grupos, venidos de rumbos desconocidos, se arrancaron a las 7 horas y desfilaron junto a la valla metálica, golpeándola con palos en gran estruendo. Quienes por inexperiencia, violencia o malevolencia desencadenaron esta acción estaban en realidad calentando los ánimos de los policías federales para lo que vendría después.
 
Resultó entonces que, casualmente, uno de los paneles de la sólida valla metálica de tres metros de altura estaba flojo. Apareció una cuerda con un gancho de tres puntas en su extremo, engancharon ese panel, lo derribaron y se abrió el hueco. Eran pasadas las 7 y otros manifestantes, ajenos al primer grupo, se acercaban desde la estación de Metrobús.
 
Algunos del primer grupo empezaron a arrojar piedras a los federales y éstos las devolvían. Siguieron las botellas con líquido inflamable y otros proyectiles con el material flamable termita. Entonces los federales avanzaron hacia la valla y, por ese mismo trecho abierto, comenzaron a disparar balas de goma y cartuchos de gases lacrimógenos a la altura de los cuerpos y en tiro directo. Entretanto el ambiente se había vuelto irrespirable.
 
Una bala de goma dio en el rostro a Juan Uriel Sandoval Díaz, de 22 años de edad, y le sacó un ojo. Un cartucho de gas dio en la frente a Juan Francisco Kuy Kendall de 67 años, quien sigue en coma. Así fue como en mayo de 2004 la policía del estado de México mató en San Salvador Atenco a Alexis Benhumea. ¿Recuerdan?
 
Ante tal violencia, los estudiantes que quedaban se replegaron, como antes los maestros, mientras los violentos les gritaban: pinches charros pendejos, se van. El gas pimienta impedía respirar y los pañuelos mojados no bastaban. Cuenta Trinidad Ramírez –doña Trini–, dirigente de Atenco, que ella, al igual que otros, trató de contener con razones a los violentos. Uno de los encapuchados le respondió: ¡Cállese, pinche vieja!. La provocación estaba en su apogeo. Testimonios similares se cuentan por docenas.
 
* * *
 
Según múltiples testigos, el primer choque tuvo lugar desde las 7 hasta las 7:25. Diez minutos después, a las 7:35, se inició un segundo enfrentamiento. Concluyó en punto de las ocho. Siguieron intercambios de gritos y amenazas. Algunos estudiantes se acercaron a la valla y por entre las rejillas metálicas pudieron ver, reconocer y fotografiar al menos a dos civiles de los que habían venido desde el Monumento a la Revolución, uno narizón, el otro gordo, departiendo con los federales y riendo y abrazándose entre sí. Sus siluetas y sus rostros aparecen en una foto publicada en La Jornada en la columna de Julio Hernández López. Si las autoridades quieren sus nombres no tienen más que buscarlos en sus registros.
 
A las 10 de la mañana apareció un camión de basura, conducido por un encapuchado y con otros cinco o seis en la caja. El camión enfiló hacia la valla. Los que iban trepados en la caja se bajaron. El conductor iba con su puerta abierta. Lanzó el pesado vehículo contra la valla y, metros antes del impacto, se arrojó fuera, cual James Dean en Rebelde sin causa.
 
Allí se multiplicaron los disparos de gas pimienta y otros grupos de encapuchados empezaron a destruir todo el mobiliario urbano a su alcance en los alrededores: casetas, postes de señalización, paneles de publicidad. La estación San Lázaro del Metrobús quedó hecha trizas. Algunos vecinos se asomaban por las rendijas de puertas y ventanas y miraban con azoro la destrucción irracional de su entorno cotidiano.
 
Poco después llegó un carro de bomberos a apagar el fuego del camión de basura. Un grupo de encapuchados quiso tomarlo e impedir su tarea, otros querían secuestrarlo para ellos. Por fin lo abandonaron con el parabrisas roto y la carrocería dañada. Las ambulancias se llevaron a los heridos de gravedad.
 
Un grupo de violentos desconocidos, enarbolando playeras con manchas rojas y diciéndoles que no fueran cobardes y no abandonaran a sus compañeros heridos. trataba de impedir la salida a quienes querían alejarse de un enfrentamiento absurdo, cuya razón de ser bien conocían los organizadores de esta provocación que algunos se atrevieron a llamar la batalla de San Lázaro.
 
 
* * *
 
La violencia desencadenada después en el centro de la ciudad es otra historia. Fueron destruídos metódicamente vidrios y mobiliario de los negocios de avenida Juárez al menos durante un cuarto de hora sin que la policía moviera un dedo. Entonces desde el gobierno de la ciudad, todavía bajo el mando de Marcelo Ebrard, se dio a la policía del Distrito Federal la orden de reprimir y ésta se lanzó, no sobre los destructores de vitrinas, sino sobre los transeúntes y el público, joven o viejo, en la plaza de Bellas Artes y en La Alameda. Así suscitó la reacción defensiva de ese público y la respuesta irracional y enardecida de los policías, que detenían a quienes se ponían a su alcance, a quienes les reclamaban su proceder o a quienes nomás tomaban fotografías. Todo está registrado en fotos, videos y cámaras de vigilancia.
 
Esa tarde Marcelo Ebrard declaró por tres veces que los sucesos de Bellas Artes y La Alameda habían sido producto de una provocación. No dijo de dónde provenía y por qué cayó en ella.
 
No veo razón para que el nuevo jefe de Gobierno, y con él la ciudad entera, acepte heredar las consecuencias de las grandes provocaciones del 1º de diciembre contra la ciudad, los estudiantes y el gobierno capitalino entrante días después, el 5 de diciembre. Es razón y es justicia desistirse de la acción penal en todos los casos pendientes y poner en libertad a los 14 presos políticos restantes, única decisión equitativa ante la perversa confusión creada por las burdas provocaciones de ese primer día del nuevo sexenio.
 Inauguración-Hernández
Nosotros ya no somos los mismos
Las respuestas que dio el obispo de Saltillo,
Raúl Vera, a dos preguntas
Ortiz Tejeda
Foto
Las autoridades, que yo respeto, me decían muchas cosas: que don Samuel esto y aquello, pero comencé a ver que lo que me transmitían de allá no coincidía con el hombre que tenía enfrente. Me decían una cosa, pero yo veía otraFoto Jesús Villaseca
A
penas a un metro de la casa del obispo Vera, le urgí: Mariana, así, en caliente, dame tu opinión de don Raúl.
Viéndolos sentados juntos –me contestó– él, siendo más joven que tú, se ve más acabado (interrumpo: afirmación a comprobar, cotejando actas del Registro Civil y no fe de bautismo), pero cuando comienza a hablar y a moverse se transforma. Nada más falta que el cabello se le torne, como de joven, rojizo. Don Raúl es lo más lejano a un tranquilo abuelito que descansa y añora, al contrario, es impaciente y está inconforme: las cosas, como están, no le gustan y por eso no reposa, se mueve. Y no se regodea en el recuerdo, sino que planea y organiza el futuro. Vera te jalona, te moviliza, te hace tomar partido y te compromete. Este obispo es de los jóvenes que amenazan: si nos impiden soñar, no los dejaremos dormir.
 
–Lo que nos faltaba, me dije. ¡Otro peligro para México!
Lo que viene a continuación son las respuestas que dio el obispo Vera a las dos preguntas, ligeramente insidiosas, que le formulé. Tengo entendido que nunca antes se le había cuestionado, de manera tan poco comedida, sobre las reales intenciones de la jerarquía al enviarlo como coadjutor de don Samuel Ruiz. Si el obispo hubiera intentado salirse por la tangente, yo no hubiera insistido. No tengo carácter de reportero. Fray Froylán me amenaza: soy tu amigo, pero no por escrito. Difiero de tal vocación. Pero lo cierto es que don Raúl contestó, y aquí está lo dicho.
 
Ortiz Tejada (OT): –Una leyenda urbana nos dice que cuando usted llega a San Cristóbal, llevaba instrucciones precisas de sosegar, de domeñar los ímpetus excesivos de don Samuel, que se trataba de un cura demasiado rebelde y que a usted, don Raúl, le encomendaron la función de controlar esos impulsos y regresar la diócesis a la normalidad. Ser un fraternal, pero severo látigo disciplinario.
 
Raúl Vera (RV): –Bueno, sí entendí que las intenciones de nombrarme coadjutor tenían que ver con los propósitos que mencionas, porque esto ya había sucedido antes: al señor Bartolomé Carrazco le nombraron un coadjutor, con el propósito de moderar su actividad, y al señor Lona igualmente le pusieron el suyo con el mismo fin: acotar los trabajos de su ministerio. Cuando se me encarga esa responsabilidad, las estructuras de la Iglesia me hacen ver que muchas de las acciones y comportamientos de don Samuel contribuyeron al levantamiento armado. Yo soy respetuoso de lo que se me dice, pero los dominicos algo entendemos, estamos en Chiapas desde hace muchísimo tiempo. Yo mismo, fraile apenas, iniciándome en el estudio de la filosofía estuve aquí, entre los indígenas. Era cuando estaban los frailes americanos en la zona en la que comenzó el levantamiento de Ocosingo.
 
Las autoridades, que yo respeto, me decían muchas cosas: que don Samuel esto y aquello, pero comencé a ver que lo que me transmitían de allá no coincidía con el hombre que tenía enfrente: me decían una cosa, pero yo veía otra. Me propuse ser totalmente objetivo: oír, escuchar, salir a las comunidades y con lo que me encontré fue una diócesis sumamente organizada y un hombre al que se acusaba de promover la guerra y que, sin embargo, en cada uno de sus actos transmitía la paz.
 
Seguí investigando, buscando pruebas de dichos y hechos que se le atribuían a don Samuel: ¿dónde dijo tales cosas, quién las oyó? ¿Alguien puede atestiguar que recibió armas, de quién? A los seis meses mandé una carta a la Congregación de los Obispos: discúlpenme, escribí, pero de lo que me dijeron que iba a encontrar no he hallado nada. La primera vez que hablé con don Samuel me dijo: mira, Raúl, sé que te han dado facultades que sustraen de mi autoridad muchas cuestiones. Si yo veo que empiezas a tomar decisiones contrarias a lo que yo pienso, a lo que hago, simplemente me voy. Jamás contribuiré a que mi pueblo se divida. Allí lo corroboré plenamente: Samuel es un pastor, nada de lo suyo le importa, frente a la unidad de su grey.
 
Cuando anduve en la zona de paramilitares comprobé que las opciones de esta diócesis eran evangélicas, de fe, y que si esas opciones llegaban a perjudicar al sistema político era que éste era pútrido. El trabajo de los catequistas era una labor evangelizadora. El día que estaba en la zona de Tila lo vi claramente, porque allí estaba también Paz y Justicia, matando gente y destruyendo pueblos. Esa noche me dije: “A ver, Raulito, esta gente muere por su fe, tú estás bien protegidito, qué cómodo, ¿no? Estás con el Estado y, digamos, con los altos cuadros de la Iglesia… O te pones a caminar con la gente, acompañándola en todo su sufrimiento, o mejor te vas de aquí”.
 
OT: Y aquí, en Saltillo, ¿no siente usted que la popofería lo ve como un obispo demasiado bronco y echado pa’delante?
 
RV: Mira, al principio sí me di cuenta que ellos creían que yo venía a replicar el zapatismo. Y no sólo en las altas esferas, sino aún entre algunos sacerdotes. Nunca me lo dijeron abiertamente, pero sí me comentaban: usted hace cosas que ningún otro obispo había dicho o hecho antes aquí. Lo que te puedo asegurar es que yo nunca he cambiado mi discurso, el que aprendí en Chiapas, el del Evangelio que pugna por la conformación de una sociedad verdadera desde la educación, desde la conciencia moral. Soy consciente de que la Iglesia es el pueblo y que la construcción de la historia, la construcción del reino, se alcanza a través de un plan pastoral que el pueblo acepte y haga suyo. Para conseguirlo hemos hecho todo un programa, una construcción pedagógica.
 
Aquí, dentro de los medios de comunicación se dieron muy diversas reacciones a mi trabajo y forma de actuar. Debo reconocer que aún los más críticos siempre fueron muy respetuosos. En los electrónicos una televisora –oráculo muy bien pagado– emprendió una sistemática campaña en contra mía, pero al paso del tiempo, poco a poco se ha desgastado y perdido fuerza. Además, el contacto directo con la gente es superior a cualquier información mal intencionada. La gente forma su propio criterio. Por otra parte, la corrupción que impera en el país y que está a la vista de todos, a mí me ha servido para que la gente piense y diga ‘el obispo es muy bronco, pero no echa mentiras ni oculta nuestra realidad’. Eso es lo que piensan y me lo dicen por todos lados mis feligreses. Esto es lo que me tiene tranquilo. No dudo que haya voces de inconformes con mis acciones, pero no pueden decir que vine a replicar el zapatismo, sino el Evangelio. Ahora, que si éstos coinciden, pues bien por los indígenas zapatistas que supieron, con su sabiduría de siglos, encontrar el camino. Yo soy un miembro más del Pueblo de Dios, los obispos somos parte de él y, cuando me toca mandar, ya aprendí de la sabiduría indígena que la mejor forma de mandar es obedeciendo.
 
Explicación pendiente desde el lunes 19 de noviembre.
 
¿Por qué, a una idéntica solicitud que le formularan un dominico y un franciscano, su eminencia (the big brother, de ambos) resolvió favorable al primero y al segundo le dio cuello?
 
El siguiente diálogo lo explica:
D: Le juro a usted hermano que no sólo me lo concedió, sino que hasta lo hizo con entusiasmo. ¿Qué fue lo que usted le pidió? F: Lo que habíamos acordado. Le hice ver que tengo años sin romper ni una sola vez mis votos monásticos de obediencia, pobreza y castidad. Por esa razón le rogaba me permitiera fumar un cigarrito, mientras rezaba el sagrado rosario o repasaba mis jaculatorias, no creía que fuera un desacato. D: Pero, hermano, está claro que en el planteamiento estuvo el error. Yo le dije lo mismo, pero al revés: D: Siento, su Ilustrísima, que no le dedico suficiente tiempo al Señor. ¿Tendría usted inconveniente en que mientras camino por los jardines y me fumo un cigarrito, repita mis jaculatorias, entone un himno, recuerde las Bienaventuranzas y mencione una a una las jaculatorias que vengan a mi mente?
 
¡Por supuesto que ninguno, hijo! –me contestó emocionado su Ilustrísima– y agregó: si no es mucho pedirte: inténtalo varias veces al día.
 
¿Alguien quiere pasar a confesarse?

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