Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

miércoles, 12 de diciembre de 2012

BAJO LA LUPA- Venezuela y Chávez, veinte años atrás-México SA

Bajo la lupa
La guerra de los 4 gigantes estadunidenses de Internet: ¿y los ciudadanos?
Alfredo Jalife-Rahme
La revista británica The Economist –presumiblemente vinculada a los intereses de los banqueros esclavistas Rothschild (The Financial Times dixit) y su presunto aliado, el megaespeculador George Soros– constituye una lectura obligada debido a la exposición de sus comprometidas apologías, que suelen ser ditirámbicas, como de sus perentorios anatemas que suscitan desestabilizaciones por los premonitorios movimientos especulativos financieros oligopólicos de sus controladores.
 
Su reciente satanización de Guido Mantega, ministro de finanzas de Brasil –en el marco de una brutal campaña negra orquestada contra los BRICS–, que presagia una corrida financiera contra Brasil por la City, cuando la presidenta argentina Cristina Fernández ha sido puesta en jaque por los fondos buitre, valió la gallarda intervención de la presidenta Dilma Rousseff en defensa de su muy capaz ministro vituperado, quien curiosamente se encuentra alerta a la guerra de las divisas que perjudican la economía del gigante sudamericano.
 
La revista de marras (1/12/12) aborda extensamente la feroz guerra que libran los cuatro colosos estadunidenses de Internet, un campo donde extrañamente Gran Bretaña no domina, pese al descubrimiento de la maquina Turing: Apple, Goggle, Facebook y Amazon con impresionantes cifras de negocios donde vale la pena detenerse.
 
Apple, la mayor empresa del mundo en términos bursátiles: fundada en 1976 (sic); 70 mil 100 empleados; capitalización de mercado US$548 mil 200 millones. Google: 53 mil 546 empleados; capitalización de mercado US$222 mil 800 millones. Amazon: 81 mil 400 empleados; capitalización de mercado US$110 mil 700 millones. Facebook: 4 mil 331 empleados; capitalización de mercado US$56 mil 900 millones.
 
Destaca que Apple ostente US$121 mil 300 millones de liquidez en la época de la sequía de capitales, lo que subsume su musculatura financiera aparejada de su hazaña tecnológica.
 
The Economist toma partido de acuerdo con sus intereses y manifiesta que crece la preocupación sobre la influencia de los gigantes de Internet donde “los reguladores antimonopolio deben pisar cuidadosamente (sic)” cuando nunca antes el mundo había visto empresas crecer tan rápido o extender sus tentáculos ampliamente.
 
Apple se convirtió en el coloso del capitalismo: 4.3 por ciento del valor del índice tecnológico S&P 500 y 1.1 por ciento del valor de todas las bolsas del mundo.
 
Alrededor de 425 millones de usuarios usan el iTune de Apple; Google es líder global en investigación y publicidad on line, y su software Androide alimenta las 3/4 partes de teléfonos inteligentes transportados; Amazon domina el mercado de menudeo, la venta electrónica de libros y representa el poder silencioso detrás de la computación cloud; Facebook cuenta con mil millones de usuarios y que en caso de ser país sería el tercero del planeta (detrás de China e India).
 
La revista repite la misma jerigonza propagandística de la era digital sobre la promoción de la libre expresión (Nota: se recuerda que Gran Bretaña obligó a Julian Assange, el creador de Wikileaks, a pedir asilo a la embajada de Ecuador) y la difusión de la democracia, pero que, debido a su tamaño y velocidad, los cuatro colosos pueden asfixiar la competencia, si no son regulados.
 
Juzga que así como las épicas batallas legales de Microsoft hace una década definieron la era de la computadora personal, hoy las querellas legales de Google, por sus manipulaciones flagrantes, la tienen atareada a los dos lados del Atlántico, donde los reguladores han puesto en la picota su carácter monopólico susceptible de definir los nuevos tiempos computacionales.
 
La sesgada revista británica se pasa por el Arco del Triunfo el control geopolítico de Internet (De los multimedia a Internet: el control de EU/Israel; Bajo la Lupa (19/8/12).
 
A su juicio, son tres las tendencias alarmantes que dañan a los consumidores: 1) el carácter casi monopólico de Google (3/4 partes en EU y 90 por ciento en Europa) y Facebook; 2) “los colosos tienen anclados a los consumidores a sus plataformas (combinación de servicios on line y aplicaciones en los teléfonos inteligentes y las tablas computacionales); 3) su hábito de deglutir a las promisorias firmas pequeñas antes de constituir una amenaza.
 
The Economist teme el exceso regulatorio y sopesa la posibilidad de que Google sea dividida en dos empresas independientes.
 
Lo que más llama su atención es la guerra por el alma de Internet entre los cuatro colosos tecnológicos: no existe ningún rey ni existen líneas de demarcación a partir de cuando la computación móvil alteró la previa correlación de fuerzas. Rememora que la industria tecnológica comporta amargas rivalidades (IBM vs Apple; Microsoft vs Netscape) cuando tres de las empresas son manejadas por sus fundadores (eran las cuatro antes de la muerte del legendario sirio-estadunidense Steve Jobs, de Apple) y gozan de “gran poder financiero (¡súper-sic!)”.
 
Conforme “la web vive a través y en el teléfono y el software es manejado en una nube (cloud) se han desdibujado las estrategias y las líneas claras que antes definían los territorios” cuando la guerra de los cuatro tendrá gran impacto en la forma en la que la gente busca información, consume contenido y compra todo tipo de material.
 
Desde luego que el consumo es también político/electoral y la revista elude su abordaje.
 
Todo está en juego en esta guerra en la selva digital donde se vaticina una guerra de trincheras: sistemas operativos para los teléfonos inteligentes y las tabletas; el hardware; las redes sociales; diseños de comercio electrónico, etcétera.
 
¿Qué tanto margen de maniobra opcional, ya no se diga de selectividad democrática/libertaria, conservarán los consumidores, que no ciudadanos?
 
¿Quién forjará los algoritmos de la libertad en la web casi monopólica y neototalitaria de la era digital?
 
¿Son los consumidores de la era cibernética los nuevos esclavos digitales que inconsciente e involuntariamente anhelan su sojuzgamiento por ignorancia ontológica/ teleológica?
 
¿Entraron los ciudadanos del siglo XXI a la nueva cárcel digitálica donde las barras no son más de hierro sino de registro mercadotécnico de consumo tecnificado?
 
Nunca ha sido más vigente el axioma axiológico renacentista de que la ciencia sin consciencia es nesciencia (ignorancia).
 
Por primera vez en la historia de la humanidad, la tecnología y las finanzas han convergido insaciablemente y se han convertido en una amenaza dual y letal para las libertades básicas del género humano.
 
La tecnología, neutral por antonomasia, solía representar un medio de doble filo –utilizable para el mal o el bien: el ejemplo clásico de la bioética, el puente entre tecnología y humanismo es el uso nuclear desviado en Hiroshima/Nagasaki– dependiendo de su fin/objetivo operativo.
 
Nunca más: mientras el control catastral de la tecnología digital obtenga su efecto multiplicador bajo el modelo avasallante de la desregulada globalización financierista que comporta su consustancial dominio (en el doble sentido soberano y digital) por el cerebro monopólico global que somete políticamente al restante del cuerpo social.
 
Venezuela y Chávez, veinte años atrás
José Steinsleger
Hugo Chávez libra una batalla más contra la señora que en tantas ocasiones supo desairar, y los pueblos rezan por la recuperación de su salud. Simultáneamente, la barbarie liberal elucubra, conspira, hace cuentas y, tal como cuadra a la ética y moral de su especie, lanza vivas al cáncer.
 
En la vigilia, rebobinamos el casette y lo detenemos en el histórico 4 de febrero de 1992, fecha en que el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200) en armas emplazó al régimen corrupto de Carlos Andrés Pérez (CAP), presidente de Venezuela.

Liderado por el entonces teniente coronel Hugo Chávez, el golpe fracasó. Nueve meses después, otro alzamiento corrió suerte similar. Sin embargo, el combativo pueblo venezolano prestó atención a las demandas rebeldes. Sus propias demandas.

En tanto, las izquierdas andaban más perdidas que el cosmonauta Serguei Krikaliov. Con 312 días en órbita (el doble de los seis meses originalmente previstos), a Krikaliov poco le importaba si la ONU había consagrado a 1992 como Año Internacional del Espacio.

A gritos, Krikaliov pedía que lo rescataran de la estación Mir. Pero cuando finalmente lo bajaron a tierra, Kazajstán era ya un país soberano vecino de Rusia, la Unión Soviética cosa del pasado, y el periódico Pravda (La Verdad) había vendido en marzo el último ejemplar.

Igualmente perdidas, las derechas celebraban el inicio de la reconquista, ajustando su espíritu neocolonial a los vagos anhelos de la primera Cumbre Iberoamericana de Presidentes (Guadalajara, 1991). Los gobernantes expresaban larga vida a la estabilidad, la paz y la seguridad de la comunidad latinoamericana, con base en la democracia, el “respeto a las libertades fundamentales y los derechos humanos.

En sintonía, el argentino Carlos Menem decretaba que un peso era igual a un dólar, el peruano Alberto Fujimori disolvía el Congreso, y el mexicano Carlos Salinas de Gortari anunciaba la firma inminente del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá.

Con guiños del chulo andaluz Felipe González, los fondos buitres de las corporaciones españolas se frotaban las manos, mientras Juan Carlos I, rey de todas las Españas, repartía a discreción invitaciones para la Exposición Mundial de Sevilla (abril 1992), y los Juegos Olímpicos de Barcelona (julio).

No obstante, el año del quinto Centenario del descubrimiento funcionaba mal. De un lado, la Academia Sueca se curaba en salud premiando con el Nobel de la Paz a la indígena guatemalteca Rigoberta Menchú. Y por el otro, en San Cristóbal de las Casas, los indígenas chiapanecos destruían a martillazos la estatua del conquistador Diego de Mazariegos.
 
Otro premio Nobel, esta vez de Economía, resultó el estadunidense Gary Becker, discípulo de Milton Friedman y el economista austriaco Friedrick Hayek (fallecido en 1992). Racionalista a ultranza, Becker planteó que la familia, por ejemplo, sería una fábrica de bienes domésticos (comida, alojamiento). Si la renta de la familia aumenta, resulta antieconómico mantener a uno de sus miembros trabajando en la casa.
 
Becker causó admiración con su propuesta de vender el derecho a inmigrar “… subastando cierta cantidad de visas o permisos de trabajo”. O sea que los migrantes paguen por tener acceso al mercado de trabajo. ¿Quién se atrevía entonces a pedir explicaciones a Carlos Andrés Pérez por la sangrienta represión del caracazo (enero 1989), ejecutada luego que el ministro de Industria y Comercio Moisés Naim impusiera el paquete de medidas de ajuste del FMI, a un costo de un millar de muertos?
 
Recordemos al personaje. Ex director de la revista Foreign Policy, accionista y columnista estrella del hoy en quiebra diario El País de Madrid, Moisés Naim es autor del libelo (posiblemente autobiográfico) titulado Ilícito: cómo traficantes, contrabandistas y piratas están cambiando al mundo (Debate 2006). Y hace unos meses, en una revista mexicana que se especializa en el sano debate, Naim explicó la disfuncionalidad de Venezuela (Letras Libres, septiembre 2012).
 
Chávez permaneció en prisión dos años, escribiendo y concediendo entrevistas con palabras y conceptos que, con excepción del pueblo llano, pocos entendían o estaban dispuestos a retomar: patria, antimperialismo, nación, socialismo, independencia, lucha de clases, América Latina, bolivarismo…
 
Liberales pro yanquis y marxistas de importación se mofaban: demagogia, populismo, caudillismo, nacionalismo bonapartismo… Pero, como diría el comandante, Dios es grande. En mayo de 1993, el Congreso destituyó a Pérez por malversación de fondos públicos, y en marzo de 1994 Chávez fue indultado por el presidente democristiano Rafael Caldera.
 
1992 fue también el año en que la primera Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro) declaró oficialmente enfermo al planeta. El libro que Chávez escribió en prisión se titula Cómo salir del laberinto y, en parte, toca el asunto de fondo. Porque a la postre, no se trata de salvarnos de la muerte, sino de las enfermedades del capitalismo, mientras vivimos.
 
México SA
Austeridad y mentiritas
Más nómina burocrática
Informalidad explosiva
Carlos Fernández-Vega
No tiene mucho sentido que, por un lado, el gobierno federal anuncie un programa de austeridad que le permitiría ahorros por 2 mil millones de pesos en sueldos y salarios y, por otro, esa misma instancia, y por el mismo concepto, proponga un aumento de 40 mil millones de pesos en la nómina burocrática. Ahorrar unos centavos para gastar muchísimos pesos carece de lógica, a menos de que se trate de una acción de la clase gobernante.
 
El pasado lunes, con la sonriente clase política congregada en torno al nuevo inquilino de Los Pinos, con bombos y platillos se presentó en sociedad el tercer programa de austeridad al hilo, en igual número de gobiernos (Fox, Calderón y Peña Nieto). En la ceremonia correspondiente todos los oradores subrayaron el elevado concepto de austeridad republicana que tienen los líderes nacionales y, palabras más o menos, repitieron lo dicho en las dos ocasiones anteriores, especialmente aquello de que tan oportuna decisión es una clara respuesta a la exigencia ciudadana de manejar escrupulosamente los dineros de los mexicanos.

Pues bien, los discursos y los mensajes fueron muy bonitos, pero a la hora de desmenuzar el proyecto de presupuesto de egresos de la federación para 2013 lo primero que salta es el incremento en el gasto por nómina burocrática federal, que en algunas dependencias del Ejecutivo, como la Secretaría de Gobernación, supera el 18 por ciento. De hecho, sólo con el aumento propuesto en la erogación para servicios personales de la Segob (mil millones de pesos) se cancelaría la mitad del ahorro estimado en el programa de austeridad anunciado el pasado lunes.

Algo no cuadra, porque el gobierno federal anuncia medidas de austeridad, pero paralelamente propone que se aumente el gasto en servicios personales (nómina burocrática). Por lo primero se ahorraría 2 mil millones de pesos para destinarlos a gasto social e inversión; por lo segundo erogaría alrededor de 40 mil millones adicionales. El secretario de Hacienda Luis Videgaray ha dicho que el programa de austeridad contempla la reducción de 5 por ciento en sueldos y salarios de mandos medios y superiores de la administración pública federal, pero al mismo tiempo la dependencia a su cargo propone al Congreso que autorice aumentos hasta de 18.3 por ciento en sueldos y salarios de la propia administración. Hasta donde se sabe, 40 es mucho mayor que dos, de tal suerte que el ahorro no se ve por ninguna parte.

De acuerdo con el presupuesto de egresos de la federación 2013, que el pasado viernes el propio Videgaray entregó a la Cámara de Diputados, la propuesta del gobierno peñanietista es que el gasto en servicios personales de la administración pública federal se incremente en cerca de 40 mil millones de pesos, resultado de aumentos en prácticamente todas las dependencias. Por ejemplo, el costo de la nómina burocrática en la Presidencia de la República (origen del decreto de austeridad) crecería 8.5 por ciento, mientras en la Secretaría de Hacienda (vigilante de que se cumplan los términos del citado decreto) avanzaría 3.8 por ciento.

La propuesta, desglosada por el Centro de Investigación en Economía y Negocios (CIEN) del Tecnológico de Monterrey, campus estado de México, revela que el Ejecutivo federal pretende incrementar 11.4 por ciento la nómina burocrática en la Secretaría de Salud; 10.2 por ciento, Marina; 8.9, Comunicaciones y Transportes; 8.4, Defensa Nacional; 7.2, Comisión Federal de Electricidad; 7, Petróleos Mexicanos; 6.9, Trabajo y Previsión Social; 6.6, Seguridad Pública; 6.4, Educación; 6.2, Turismo; 5.6, Conacyt; 4.9, Economía; 4.2, PGR; 3.7, Reforma Agraria, y así por el estilo. Las únicas dependencias que reportan reducción en el costo de su nómina son Función Pública (que desaparecerá) y Sagarpa, con bajas de 0.1 y 3.5 por ciento, respectivamente.
 
Lo anterior no invita a pensar en austeridad a la hora de los números, pero lo mismo pasa en la propuesta de gasto corriente en general (en el cual entra la nómina burocrática), pues la propuesta para 2013 es que este renglón se incremente sustancialmente. Por ejemplo, 36.2 por ciento en Seguridad Pública, 34.6 en Economía, 21.1 en Comunicaciones y Transportes, la misma proporción en Turismo, y así por el estilo.
 
En todo caso, la austeridad peñanietista se registra en el monto de inversión, si se atiende su propuesta presupuestal para 2013. Así, se registran caídas espectaculares (que van de 100 a 44 por ciento) en Función Pública, Seguridad Pública e Instituto Mexicano del Seguro Social. En Turismo cae 22 por ciento; en Comunicaciones y Transportes, 21.5, y en Educación Pública, 11.5 por ciento. En sentido contrario aumenta espectacularmente en el Inegi (828 por ciento), la Consejería Jurídica del Ejecutivo Federal (729), el IFE (175), Defensa Nacional (104), Poder Judicial (87) y Trabajo (77.5). Para Desarrollo Social el avance es de 21.7 por ciento y para Petróleos Mexicanos –la caja grande del gobierno– apenas 8.3 por ciento.
 
Como bien apunta el CIEN, en materia de inversión se debe considerar la situación presente en las secretarías de Turismo y Comunicaciones y Transportes, ya que exhiben una reducción del 21.9 y 21.5 por ciento, respectivamente. Si bien no son los ramos con las disminuciones más significativas, sí representan un motor de crecimiento en términos de inversión para el país.
 
En la parte de subsidios, los ramos administrativos obtienen el 93 por ciento de los recursos destinados a dicho concepto, en donde Educación (30 por ciento), Desarrollo Social (21) y Salud (16) son las dependencias con la mayor concentración de los recursos. En contrasentido, los ramos autónomos (0.01 por ciento) y generales (6 por ciento) obtienen una parte marginal de los subsidios, siendo en este último las provisiones salariales y económicas las que reciben la parte más representativa (69 por ciento).
 
En fin, la propuesta 2013 es que por cada peso presupuestal destinado a gasto corriente e inversión, 72 centavos se destinen al primer concepto y sólo 28 al segundo, aunque se registran casos como el de la Comisión Federal de Electricidad, en la que la relación es de 87 y 13 centavos, respectivamente. Entonces, austeridad ante todo.
 
 
Las rebanadas del pastel
 
Y mientras a Elba Esther le imparten los santos oleos, el Inegi por fin se animó a medir la ocupación informal como debe ser: no suman 14.2 millones los mexicanos en tan precaria situación, sino 29.3 millones, o si se prefiere, 60 por ciento de la población ocupada. ¿Qué convenció al organismo de modificar su medición? Sencillo: una realidad de esa magnitud no puede ocultarse bajo la alfombra, por mucho que Calderón lo ordenara.

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