Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

viernes, 14 de diciembre de 2012

La manera de gobernar del PRI- Democracia de telenovela- Chuayffet, ideas y personaje vetusto-

Democracia de telenovela

Angélica Rivera y Enrique Peña Nieto en campaña. Foto: Germán Canseco
Angélica Rivera y Enrique Peña Nieto en campaña.
Foto: Germán Canseco
La escena del Teletón 2012 es como un recorte de fotografía salido de un fino estudio. Enrique Peña Nieto, como casi siempre, con el corte de pelo impecable, la sonrisa esmaltada, feliz junto a su esposa, Angélica Rivera, rostro clásico de la belleza de las telenovelas del Canal de las Estrellas. Repite el mensaje que resuena como eco de altavoz en esta nueva administración, hay que ver al país con optimismo, sí puede cambiar:

“En esta y en muchas otras causas que queremos impulsar, que queremos llevar a cabo (…) que propicien unidad, que propicien esperanza, aliento y sobre todo un gran optimismo a favor del México que queremos lograr, que queremos mover”.

Apuntalan a esta imagen dos anuncios, los primeros de la nueva administración federal. Uno se titula “Se puede”, el otro “Impulso”. El tinte de estos comerciales no es diferente al del resto de la publicidad utilizada por las grandes empresas para promocionar sus productos.

En “Impulso”, dos jóvenes con traje de diseñador saltan y ejecutan acrobacias como emulando una película de acción hollywoodense, mientras una voz con aires de campaña de empresa aseguradora pronuncia:

“¿Qué nos mueve? Nos mueve el amor por México, nos mueven las ganas, el orgullo, nos mueve un nuevo impulso, la fuerza de un nuevo espíritu, nos mueve que pensamos de otra manera”.


No es un secreto que Televisa estuvo detrás de la publicidad de Enrique Peña Nieto durante la contienda presidencial. “Proyecto Jaime” se denominó la campaña que elaboró Pedro Torres, gran productor de telenovelas en el Canal Dos, como documentó el periodista Jenaro Villamil. Esos anuncios sobresalían respecto de sus adversarios, más bien elementales y accidentados.
Los anuncios de Peña Nieto siempre mantuvieron un aire meloso: pueblos sin suciedad, la paz a brote, la luz perfecta, los colores más nítidos. En ellos se apeló a la ilusión típica mexicana, “el sí se puede”, las ganas como filosofía de vida, “jalar todos parejo”… Frases clásicas de la forma de pensar tipo “Fundación Televisa”. Por cierto, esta empresa ganó 712 millones 514 mil pesos por concepto de spots, entrevistas y reportajes especiales sólo en el primer año de Peña Nieto como gobernador del Estado de México.
El sexenio inicia congruente respecto a la historia de Peña Nieto, el gobernador que más incrementó el presupuesto en publicidad, al pasar de 6.9 millones de pesos en 2005 a mil 335 millones en 2010 (Fundar y Artículo 19).
Salir de la pobreza depende de todos, también regresar la paz, la violencia demencial del narcotráfico se acabará con la buena fe de cada uno de nosotros…. Vaya, sólo es cuestión de creer y buenos deseos. El optimismo como máxima de la patria.

“Nuestros estudiantes califican por debajo de otros países, entonces no se puede; pero tenemos premios Nóbel, entonces sí se puede”: Gobierno de la República (campaña de inicio de sexenio).

Esta melosa palabrería cuesta. La campaña de Peña Nieto fue la que más dinero desperdigó, mil 817 millones de pesos, de acuerdo con cifras del Frente Amplio Progresista. Esto, de lo que se sabe oficialmente, más todos las trampas infinitas con las que compró no sólo a los mejores publicistas, sino a los dueños del negocio.
Peña Nieto le dio a Televisa millones durante su periodo como gobernador del Estado de México y le encargó la imagen de su campaña, es más, hasta la exclusiva difusión de su boda con Angélica Rivero. Son socios en este negocio. Están juntos, los une su complicidad.
Esta es la democracia de telenovela, donde lo que prevalece es acongojar a los televidentes-electores. Qué importa la reputación del nuevo gabinete, el tufo a corrupción que hiede de otros, el historial represor de unos más, el sometimiento que le deben a su jefe, Carlos Salinas de Gortari, los negocios que ya pactaron con quienes les patrocinaron la campaña. Es lo de menos, cobijados en la garantizada impunidad del poder, los políticos de la era Televisa saben que lo verdaderamente importante es ganarse la simpatía de los votantes, pareciera que su máxima es: conquistemos sus corazones como sólo el Canal de las Estrellas sabe.
Twitter: @juanpabloproal
Sitio: www.juanpabloproal.com

Chuayffet, ideas y personaje vetusto

Emilio Chuayffet, titular de la SEP. Foto: Benjamin Flores
Emilio Chuayffet, titular de la SEP.
Foto: Benjamin Flores
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Lo que más está cambiando en el mundo, y no es fácil ubicar algo que lo esté haciendo en forma más perseverante, son los conocimientos, los aprendizajes y la educación. Pero esto no ocurre en México, que tiene más de tres décadas de atraso monumental en el tema y ahora presenta un nuevo secretario de Educación del grupo priista más añejo y tradicional, con un programa (o, de manera más precisa, con algunas ideas sueltas) cargado de viejas fórmulas, que apuntan a la continuación de la degradación pedagógica y educativa en la que nos encontramos. Así comienza este gobierno.
El tamaño de la crisis educativa no puede ser afrontado con el perfil de un político experto en maniobras de partido, de movilidad ascendente en puestos de poder y de lealtades personalísimas, como es el caso de Emilio Chuayffet, ni con las ideas vagas y conservadoras con las que se anuncia la política gubernamental para el sector educativo. No se trata, ni debe ser visto así, de la llegada de un secretario de Estado, al área donde se padece la degradación social más extensa, para frenar los infinitos apetitos políticos de los miembros de la cúpula del SNTE ni para hacer a un lado a Elba Esther Gordillo. Sería verdaderamente una bajeza pensar que Peña Nieto ha designado a Emilio Chuayffet para hacer un trabajo sucio contra un personaje tan decadente como la lideresa del SNTE. No valdría la pena, ni debe pensarse que con echarla por la borda los enormes problemas educativos del país tendrían visos de solución. Para nada.
Podría ser hasta lo contrario, porque si esa fuera la pretensión lo único que se lograría sería arreciar una pugna inútil entre sectores priistas del más viejo cuño que ahondarían la actual descomposición del sistema educativo nacional. Peor aún, se repetirían en magnitud insospechada las peleas y diatribas con las que se la pasaron Elba Esther y los secretarios panistas de la SEP, y en verdad que ya no estamos para tales desmesuras. Ni son necesarias ni valen la pena, y no creo que para eso estén ubicando en el escritorio de Vasconcelos a Emilio Chuayffet.
Los problemas del sector no pueden afrontarse, ni remotamente, con más pruebas hacia los maestros (con la propuesta de poner en marcha el “Servicio Profesional de Carrera Docente” y de crear un “Sistema Nacional de Evaluación Educativa”); ni con la idea (nada nueva) de que “ha llegado la hora de la verdadera revolución educativa”, como la acuñó en su momento Jesús Reyes Heroles en funciones de secretario de Educación, y que culminó con una embestida terrible en contra de algunas universidades populares de entonces; ni con el acopio de estadísticas sobre la planta docente. Vale decir, las cosas no van a cambiar sólo con esas pequeñas ideas, que buscan un efecto más bien mediático.
En las propuestas de inicio de este gobierno no se ve ninguna idea sobre la magnitud de la desigualdad educativa y la baja cobertura escolar; nada respecto de lo que se ha distorsionado en materia de aprendizajes y conocimientos, o sobre el bajo nivel del gasto por alumno y la ine­quidad en la distribución del mismo gasto por entidades de la República; tampoco nada en torno a la obsolescencia de la currícu­la y la baja inversión en nuevas tecnologías; ninguna propuesta sobre la construcción de nuevas universidades públicas o sobre la regulación de las patito, el mejoramiento de la infraes­tructura escolar, la salud de los estudiantes y la participación ciudadana, entre muchas otras prioridades bastante más significativas que las señaladas. Con un programa de unas dos o tres iniciativas se pretende enmendar lo que es la peor crisis que se ha vivido en la historia del sistema educativo nacional. Parches, con un encargado para hacer remiendos al que no se le conoce oficio en lo estrictamente educativo.
La designación de un personaje como Emilio Chuayffet en la SEP suena más bien a que la educación se considera un trampolín político más que una tarea de responsabilidad social, y que la educación sólo debe ser tomada en cuenta para alcanzar el dominio y la imagen que busca presentar el grupo compacto ungido en el poder, desde sus principios de gobernabilidad, adquiridos y practicados por lustros: coop­tar, reprimir, sojuzgar o hacer demagogia. Chuayffet está hecho para manejarse con soltura en estas tareas.
No debería aceptarse sin más una nueva reforma educativa parchada que modifique, otra vez, el artículo 3° constitucional con medidas sin trascendencia. Valdría más discutir en serio sobre lo que significa construir un proyecto de país distinto al que se nos ha dejado como un chiquero, en donde se regocijan delincuentes e ignorantes a los que les gusta demostrar que lo son. Vayamos mejor a una discusión a fondo de lo que implica situar a la educación en el centro de una política social y pongamos a debate lo que esto significa, y, desde allí, observemos si, en verdad, algún político de puertas abiertas y mente experimentada podría dar cuenta de una apertura al diálogo digno y necesario. ¿Será esto harto incomprensible?
 

La manera de gobernar del PRI

Liberan a 56 estudiantes acusados de participar en los disturbios del 1 de diciembre. Foto: Eduardo Miranda
Liberan a 56 estudiantes acusados de participar en los disturbios del 1 de diciembre.
Foto: Eduardo Miranda
MÉXICO, D.F. (apro).- Para algunos jóvenes, los 12 años que el PAN estuvo en el gobierno quizá les impida tener claro cómo fue la forma de gobernar del PRI durante su reinado de 71 años, pero en las primeras horas de su regreso presidencial podrán haberse dado cuenta claramente de esas maneras con las cuales se mantuvo tanto tiempo en el poder: por una parte, con la cara negociadora ante los grupos de poder, y por otra, con la mano represiva hacia los movimientos sociales que nunca le han gustado y mucho menos aceptado.
Durante estas siete décadas el PRI desarrolló diversas estrategias con las cuales fue capaz de llegar a acuerdos con todos los grupos de poder: Iglesia, empresarios, medios de comunicación, crimen organizado, sindicatos, grupos armados, partidos y agrupaciones políticas.
Como negociador en el poder supo ofrecer lo que las partes necesitaban para mantenerse, pero estableciendo los límites de influencia a cada una de ellas.
Por ejemplo, al narcotráfico le dio los espacios necesarios para que desarrollaran el negocio de cultivar y comercializar mariguana, goma de opio y cocaína a cambio de no violentar la vida social. Así funcionó hasta la llegada del PAN, que rompió los antiguos acuerdos y fracasó en sus propias negociaciones.
Otro ejemplo es el de Carlos Salinas de Gortari, quien le dio a la Iglesia católica el reconocimiento legal después de más de medio siglo de relaciones cortadas, pero acotó su influencia política prohibiendo que tuvieran un partido o candidatos a puestos de elección popular. Mientras tanto, a Carlos Slim le vendió Telmex, la base de su imperio, que hoy solo tiene como límite las mayores ganancias en cualquier parte del mundo.
Antes, Gustavo Díaz Ordaz asumió la carga histórica de la matanza en Tlatelolco limpiando de cualquier responsabilidad al Ejército, mientras que Miguel Alemán le dio a la incipiente Televisa las licencias para explotar el espectro público del que ahora es dueño y señor Emilio Azcárraga Jean.
En los años 70, Luis Echeverría cambio las leyes electorales para darle cabida legal a la lucha de decenas de grupos guerrilleros, y una década después Salinas le reconoció al PAN sus primeros triunfos en el norte y centro del país, negociando con Vicente Fox la gubernatura de Guanajuato, y luego en 2000 el panista los sorprendió ganando la elección presidencial.
Ernesto Zedillo rescató de la crisis financiera a los bancos con el Fobaproa y el IPAB, dándoles millones de dólares y permitiendo que se violara la Constitución, apoyado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, quien autorizó el anatocismo, esto es, la usura, el cobro de intereses sobre intereses a miles de familias que perdieron autos, casas, departamentos y los ahorros de su vida.
Y mientras tendía lazos y establecía acuerdos y pactos con los grupos de poder, en las calles, barrios, comunidades y pueblos el PRI usó la mano dura contra todo movimiento social, campesino, indígena, sindical y estudiantil.
En las décadas de los cincuenta y sesenta reprimió el movimiento de los ferrocarrileros y médicos que salieron a la calle a buscar mejores prestaciones sociales. Luego, en 1968, lanzó al Ejército para aplastar al movimiento de los estudiantes en la plaza de Tlatelolco. Más tarde, en 1971, arrojó a las brigadas paramilitares “Los halcones” contra los estudiantes de la Normal Superior.
Durante las décadas de los sesenta, setenta y ochenta persiguió a los grupos guerrilleros que, ante la imposibilidad del cambio por la vía legal, tomaron las armas. Mil quinientas personas desaparecieron en la llamada guerra sucia, y a los responsables los dejaron libres a pesar de las pruebas que se tenían en su contra, como al general Arturo Acosta Chaparro.
Con el poder hegemónico, los priistas hicieron de los delitos de disolución social, motín y terrorismo la mejor excusa para la represión social y la desaparición forzada.
Hoy que regresa al poder, después de una ausencia de dos sexenios, parece que las cosas no han cambiado (perro viejo no aprende nuevos trucos, dice un refrán popular). Nuevamente el PRI tiene el control de los medios de comunicación y la jerarquía católica está de su lado, los mismo que empresarios y la mayoría de los gobernadores.
Por eso, a pesar de que Enrique Peña Nieto se maneja con un discurso conciliador y democrático, en los hechos se presentó con la vieja manera de gobernar de su partido: con el garrote y la mano dura contra las movilizaciones y protestas sociales, y la negociación y pactos con los grupos de poder.

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