Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

martes, 17 de mayo de 2011

DIALOGAR CON QUIEN- PRI: ARTILLERIA PESADA- EL INGRESO PETROLERO A PARTICULARES


Astillero

Unidad escenográfica

Los tres tenores

Aliancismo reinsertado

PRI: artillería pesada

Julio Hernández López

El voluntarismo escenográfico (movido cada cual por intereses discordantes entre sí) solamente produce apariencias unitarias que a su vez generan entusiasmo elemental entre las masas de un partido, o varios partidos, o un movimiento que es virtualmente un partido más, ansiosas de avizorar posibilidades reales de triunfo aunque sea electoral y tan predispuestas hoy a aplaudir acríticamente las estampas de reconciliación en el templete de Ecatepec como mañana a desilusionarse y desahogarse contra incumplimientos, traiciones o insuficiencias que esas masas deberían haber aprendido a leer y entender luego de tantas experiencias similares amargas.

Allí están, juntos pero distantes, a centímetros de distancia entre ellos, pero sin verdadera cercanía. Tres personas distintas y un solo candidato verdadero. Casi seis años después de que se negó a apoyar a su compañero de partido, que acabó siendo declarado perdedor mediante un fraude tan forzado que apenas pudo establecer una diferencia oficial ínfima (el famoso 0.56 por ciento), Cuauhtémoc Cárdenas reaparece junto a López Obrador, que sigue siendo la máxima estrella perredista del vals de las urnas. No hay nada que sustente la hipótesis de un reacomodo político e ideológico entre AMLO y CC, más que el cebo del estado de México y la noción clara de que allí la clase política del sol azteca se juega una oportunidad, tal vez la última, para esta generación regida por las mareas del michoacano y el tabasqueño, de alcanzar el poder federal. A Cuauhtémoc le interesa encauzar a su heredero dinástico, Lázaro Cárdenas Batel, y a Andrés Manuel le conviene promover esa imagen de unidad sostenida con alfileres en la que será su última búsqueda en firme de la banda presidencial legítima.

Otro de los tres tenores asiste en calidad de testigo protegido. Su nombre es coreado débilmente, en comparación con su presunto adversario que, a como se ven las cosas, le ha ganado de calle la carrera por el mejor posicionamiento: Marcelo Ebrard apenas alcanzó a recomponer algo de figura luego del naufragio de la alianza con el PAN en el estado de México, y ahora comparece con aires de ser inimputable ante el tribunal de la plaza pública en la que algunos de sus compañeros de andanzas aliancísticas, como Jesús Zambrano, Carlos Navarrete y Manuel Camacho, se llevan denuestos de diferente calibre, a pesar del halo de perdón colectivo que la élite pretende imponer a los asistentes que no comparten más que en términos tácticos ciertos aspectos del banquete de los hijos pródigos. Es obvio, salta a la vista y al oído, que los Chuchos están presentes con calzador, que no ha habido ningún tipo de reajuste serio en las filas del sol azteca, pero que el olfato oportuno de los colaboracionistas y aliancistas les lleva a reinsertarse aunque sea en términos indecorosos en el proyecto pejiano al que en su momento sabrán sacarle provecho grupal mediante torpedeo interno, chantaje para ganar posiciones y candidaturas o simple y sencilla traición subastada. ¡Viva la nueva unidad provisional de la izquierda electoral!

López Obrador triunfa en el terreno del vitoreo, pero también se regala el derecho de transgredir el código de cortesía discursiva que practican los otros oradores. Cárdenas teje en torno a su caballito de batalla nacionalista, antimperialista y popular, mientras Ebrard se esmera en parecer un joven de secundaria entusiasmado porque a la fiesta familiar llegaron los invitados más deseados, ante quienes desgrana recitaciones de ocasión, y Alejandro Encinas, a cuyas honras se estaría celebrando tan peculiar encuentro distante del tercer tipo, cierra la ronda con recuerdos de la lucha de la izquierda social auténtica y con los naturales compromisos de corte electoral de la ocasión y el trazo del perfil del dinosaurio favorito: el Grupo Atlacomulco, que representaría el eje del mal tanto en su sede mexiquense como en sus ambiciones de expansión nacional mediante un copete de reconstrucción moderna que en realidad proviene de las etapas salinas del jurásico.

Frente a esos posicionamientos más o menos previsibles, AMLO soltó críticas al hecho que finalmente provocó la insólita reunión de egos e intereses contrapunteados: las famosas alianzas con el PAN que dieron al tabasqueño la oportunidad de plantear un amago de ruptura a fondo si se reiteraban en la plaza mexiquense. No debería abordar puntos polémicos, pues lo importante era el fortalecimiento de la unidad, pero el viajero permanente nombró la soga en casa de los ahorcados, y la estrategia de los pactos electorales con Acción Nacional fue pasada a cuchillo oratorio, con la natural molestia o incomodidad apenas disimulada por los artífices de los arreglos numéricamente exitosos, pero políticamente ya fracasados (basta ver lo que sucede en Oaxaca, donde Gabino Cué no puede ni con su gabinete, que se la vive peleando entre sí mientras los problemas políticos y poselectorales arden, o Sinaloa, donde el mentado Malova sigue entrampado y dando palos de ciego, o Puebla entregada al gordillismo...).

El priísmo, por su parte, ha concentrado en el estado de México lo más pesado de su artillería de remodelación electoral, con cartucheras monetarias provenientes de mil proveedores y un solo objetivo: ganar la sucesión estatal, aunque sea con Eruviel Ávila, quien no genera pasiones electorales y tampoco tiene el genuino apoyo del figurín gobernante que hubiera preferido a otro candidato, pero el objetivo 2012 le obligó a ceder aunque fuera provisionalmente. Y, desde luego, encaminarse con aire triunfal a las urnas nacionales. Ayer mismo lo dijo el profesor Moreira, luego de un acto con Eruviel realizado sugerentemente en la Plaza de los Mártires: alzarse con la victoria en el estado de México marcará el regreso del PRI a Los Pinos.

Y mientras hoy, a las 19 horas, este tecleador astillado presenta Los morros del narco, de Javier Valdés, en el Centro Centenario de las Artes de Culiacán, ¡hasta mañana, con Agustín Carstens y Ernesto Zedillo mencionados como posibles sustitutos del director del FMI pillado en delincuencia sexual!

Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx

 México SA

Pemex en el espejo argentino

Calderón y su modernización

El ingreso petrolero a particulares

Carlos Fernández-Vega

Dice el inquilino de Los Pinos que su plan es tratar de otra reforma legal con el fin de modernizar Pemex en una forma similar a lo que Petrobras hizo hace diez años, pero dada la experiencia mexicana en lo que a política privatizadora se refiere (cinco gerentes al hilo), todo apunta a que plan del obsesivo Felipe Calderón pugna no por el productivo esquema brasileño (puesto en marcha por el ex presidente Fernando Henrique Cardoso), sino por el aplicado devastadoramente en Argentina por Carlos Saúl Menem. Y también en este país sudamericano todo comenzó con la modernización y la capitalización, cuando en realidad no fue otra cosa que una descarada operación privatizadora.

Carlos Saúl Menem fue el principal competidor de Carlos Salinas de Gortari en América Latina en eso del desmantelamiento del aparato productivo del Estado. Los mexicanos saben y padecen el resultado privatizador salinista, pero ¿cómo le fue a los argentinos con la privatización petrolera? La Cepal ofrece un paseo por tal capítulo político-económico de la nación sudamericana, donde la compra de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) de Argentina por parte de Repsol fue una gigantesca operación de concentración de poder cuasi monopólico no sólo en Argentina, sino en toda la región.

El proceso de venta de YPF (modernización y capitalización) tuvo varias etapas hasta concretar la plena propiedad para Repsol. En julio de 1993 el gobierno menemista vendió 43.5 por ciento del paquete de acciones por 3 mil 40 millones de dólares en efectivo y mil 271 millones en títulos de deuda pública, aunque en esta operación el gobierno de aquel país asumió una deuda de la empresa por aproximadamente mil 800 millones de dólares. En esa primera venta, el pastel accionario quedó repartido así: gobierno, 20 por ciento más una acción de oro; estados provinciales, 12 por ciento; personal de YPF, 10 por ciento; sistema previsional, 12 por ciento, y sector privado 46 por ciento.

Entre 1993 y 1998 la estructura de la tenencia se fue transformando debido a que los jubilados, el personal de la empresa y las provincias fueron vendiendo sus acciones motivados tanto por los mejores precios de las acciones en el mercado bursátil como por las necesidades de liquidez. Estas necesidades se originaron habida cuenta del contexto recesivo de la economía y las dificultades de hallar empleo con posterioridad al segundo semestre de 1994, cuando los ingresos por privatizaciones comenzaron a mermar, y los efectos del Plan de Convertibilidad sobre el nivel de actividad empezó a ser visible.

Para 1998, las rebanadas del pastel accionario de YPF quedaron así: gobierno, 20 por ciento, más acción de oro; estados provinciales, 4.7; personal de YPF, 0.4, y sector privado, 74.9 por ciento (los fondos privados extranjeros, de Estados Unidos mayoritariamente, 63.1 por ciento; los inversionistas argentinos, 11.8 por ciento). A mediados de 1999 comienza la venta a Repsol. El gobierno argentino vende a esa empresa 14.99 por ciento de las acciones, por alrededor de 2 mil millones de dólares, y la trasnacional española (una petrolera sin petróleo en su país de origen) ofrece comprar todas las acciones. Como regalo de despedida de mandato, Menem da prioridad a Repsol y establece que si aparecieran otros postores por YPF deberían pagar 25 por ciento adicional, con respecto a lo ofrecido por Repsol, la cual termina por adquirir 83.24 por ciento de la paraestatal en oferta. Así, el gobierno argentino se quedó con su acción de oro, el personal de YPF con 0.4 (aunque tuvo que litigarlo en tribunales), el resto del sector privado con 1.37, y Repsol, con 98.23 por ciento.

Desde el punto de vista del valor obtenido por el gobierno argentino por la desincorporación (como los tecnócratas mexicanos le llaman a la privatización) de YPF, apunta la Cepal, resultó obvio que la venta a Repsol se realizó a precios muy inferiores a los de mercado. La evidencia más contundente de la subvaluación de los activos transferidos por el Estado se da con la primera venta de acciones de YPF en comparación al precio que más tarde obtuvieron los inversionistas originales cuando se realiza la venta a Repsol por 15 mil 169 millones de dólares. Uno de los aspectos más preocupantes de la modalidad de privatización ha sido el enorme grado de concentración de la propiedad que esta operación implicó al nivel de toda la región, y en el propio país.

Repsol recuperó rápidamente el gasto realizado en la compra de YPF, no hizo mayores inversiones y sus utilidades crecieron como la espuma, la mayoría de ellas depositadas en su país de origen. Por su parte, el gobierno de aquella nación sudamericana sólo vio cómo se desplomaban los ingresos fiscales, mientras los argentinos fueron doblemente asaltados: les robaron un bien que pertenecía a la nación y los salarios del sector energético se fueron al caño.

Como apunta la Cepal, en materia de distribución del ingreso petrolero, las reformas favorecieron más, en términos absolutos y relativos, al sector privado que al Estado. Los productores privados de petróleo se vieron especialmente favorecidos por la posibilidad de aumentar significativamente la explotación de crudo a costos muy bajos, sobre la base de reservas descubiertas previamente (con recursos públicos), con costos marginales inferiores a los medios por tratarse de áreas centrales de gran productividad, recibiendo a cambio elevados precios internacionales tanto para el crudo vendido en el mercado interno como para el exportado. Por si fuera poco, la exploración se redujo sustancialmente, y sólo exprimieron los pozos existentes.

Entonces, si México no se refleja en el espejo argentino e impide la nueva andanada calderonista, que se prepare para el asalto definitivo.

Las rebanadas del pastel

Como dicen los clásicos, jala más un par de tetas que un par de carretas. El Fondo Monetario Internacional lleva años destrozando, violando y requete violando la soberanía y el bienestar de los eufemísticamente llamados países en desarrollo (México en primerísimo lugar), y nadie se acongoja ni se convulsiona. Pero ahora que el calenturiento director del organismo financiero es acusado de violación a una camarera de un hotel neoyorquino, entonces el escándalo es mayúsculo, todos se quejan de su inmoralidad y el asunto ocupa las portadas de todos los diarios del mundo… Y en Los Pinos no dejan de prometer, pues ayer desde allí se divulgó que hay disposición para cambiar lo que no funciona. ¿A poco Felipe Calderón ya se va?




Dialogar con quién

Pedro Miguel

El colapso del gobierno ocurre en todos los terrenos, pero su expresión más acuciante es la pérdida de certezas jurídicas de base por parte de la población. La lógica económica del triunfo del más fuerte tiene su correlato, en la seguridad pública, en el triunfo del calibre más alto. El hueco que deja el poder público al abandonar su tarea de garantizar la integridad física y patrimonial de la gente debe ser ocupado, y con urgencia, por una construcción de vínculos sociales que permita incidir en las decisiones políticas y forzar a las instancias gubernamentales de todos los niveles a que adopten rumbos menos destructivos que los impuestos al país desde hace décadas. Para ello, el diálogo social es, ciertamente, indispensable, y en ese sentido, puede ser crucial la reunión convocada el 10 de junio en Ciudad Juárez por Javier Sicilia.

Otra cosa es el diálogo o la negociación con el calderonato.

Hay numerosas razones para afirmar que la actual administración infringe, en forma regular y sistemática, el marco legal, incumple con sus obligaciones constitucionales y propicia, con ello, graves y masivas violaciones a los derechos humanos y sociales y a las garantías individuales.

Más allá de las omisiones o infracciones gubernamentales en esas materias, numerosos indicios permiten sospechar que la estrategia de seguridad en curso es una fachada sangrienta para ocultar la connivencia del equipo gubernamental con la delincuencia organizada. Ejemplos: el encubrimiento del cártel del Pacífico en detrimento de sus competidores (http://bit.ly/eNI25L); los numerosos delincuentes que han trabajado como altos mandos en la Secretaría de Seguridad Pública y en la Procuraduría General de la República; la renuencia oficial a investigar el lavado de dinero masivo; los narcotraficantes en las nóminas de Aserca y de Procampo (http://bit.ly/lUUcHN); la tolerancia y la impunidad otorgadas a Mario Marín, Ulises Ruiz y otros de esa especie; el trasiego, pese a todo, de centenares de toneladas de cocaína por las fronteras sur y norte; el incremento de los secuestros (http://bit.ly/lDHJ5w) en lo que va de esta administración; la connivencia de numerosos funcionarios del Instituto Nacional de Migración (INM) con los grupos armados que extorsionan, esclavizan y exterminan a migrantes indocumentados. Y sí: las presumibles complicidades con la criminalidad organizada no se limitan a las autoridades federales, sino que incluyen a las estatales y a las municipales de diversos sitios.

Pero falta lo más grave: hay elementos de juicio que permiten concluir que la adopción de la estrategia actual y la firma de la Iniciativa Mérida fueron la formalización de un proyecto de desestabilización originado en Estados Unidos para llevar a México a circunstancias que justificaran –a ojos del mundo, y hasta de algunos mexicanos– la intervención directa de Washington en la seguridad pública y nacional de nuestro país, algo que, de acuerdo con los documentos de Wikileaks difundidos por La Jornada, ya ocurre. Diversos funcionarios estadunidenses se han referido a la pertinencia de aplicar en México estrategias de guerra formuladas para Irak (se lo dijo Dennis Blair al general Guillermo Galván Galván el 19 de octubre de 2009, http://bit.ly/mcb6uK, y lo repitió el almirante Michael Mullen, http://bit.ly/hm7Nk7, en enero de 2011. Si las palabras no bastaran, están los hechos, y entre éstos, la complicidad de diversas dependencias de Washington en el contrabando de armas de fuego destinadas a los cárteles mexicanos y su inexplicable tolerancia a los narcos que operan en territorio estadnidense (http://bit.ly/muGPlh).

Los movimientos sociales que aspiran a detener el baño de sangre en curso harían bien, pues, en aplicar la consigna, propagada con extrema hipocresía desde el propio régimen, de no negociar con la delincuencia, aunque ésta pretenda compararse con Churchill.

Sin abandonar las manifestaciones y las protestas pacíficas y legales –como las dos movilizaciones nacionales recientes, encabezadas por Javier Sicilia– ni los encuentros de la sociedad consigo misma, es preciso también avanzar en otros caminos, igualmente legales y pacíficos, para cortar el nudo gordiano de la impunidad y promover procesos judiciales contra los principales responsables –por acción, por omisión o por ambas– de los crímenes de lesa humanidad que ocurren en México: Felipe Calderón y los integrantes de su gabinete de seguridad, y los cabecillas de las organizaciones criminales que ejercen su control sangriento en extensas regiones del país. Las razones y los fundamentos de esta iniciativa están en www.bit.ly/lq0mLL.

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