El partido egoísta
Soledad Loaeza
El llamado de Javier Sicilia fue, antes que nada, un grito de desesperanza, dirigido no sólo a los criminales que están destruyendo el tejido social mexicano. También nos alcanza en el corazón a todos los demás, que miramos inermes estos encuentros cada vez más confusos entre las fuerzas del orden y los delincuentes. Tanta es la confusión que no sólo han sido sacrificado civiles inocentes, sino que la línea de separación entre los contendientes se borra día con día. Lo que es cierto es que ambos nos provocan miedo. Han dado prueba de una crueldad que sólo imaginamos en bestias depredadoras, y ambos están en el vértice de la violencia que genera un sentimiento generalizado de inseguridad. Nos han arrebatado la confianza en nosotros mismos y en el país. No creo que las bandas del crimen organizado escuchen a Javier Sicilia en el tono desgarrado de su grito de auxilio. Más se me ocurre que lo entenderán como un argumento a su favor y en contra del Estado mexicano, y así habrán de utilizarlo.
Las palabras de Sicilia arrojan una luz terrible sobre los partidos, a los que se dirige como si fueran sólo otra instancia de comunicación con la sociedad, indistinguibles de individuos o asociaciones. En realidad tendrían que destacarse por el simple hecho de que son representantes populares que están en el Congreso gracias al voto de los ciudadanos, y esta condición de elegidos los honra. Sin embargo, no son pocos entre ellos los que han violado el decoro que demanda el cargo, y han hecho del acceso a una curul patente de corso para cometer vergonzosas indignidades.Mientras buena parte del país se consume por los terribles acontecimientos que provoca el combate contra el crimen organizado, los partidos se miran el ombligo, los líderes políticos acarician sueños de triunfos electorales, hacen rounds de sombra con mafias que les causan más horror que los jefes del narcotráfico. Es poco lo que dicen de lo que a todos nos agobia, ensartados como están en las disputas internas que cada vez nos importan menos a los demás. De ahí la fuerza de las palabras de Sicilia, que apuntan a la brecha creciente entre partidos egoístas que se han olvidado de que están ahí para mucho más que para ganar votos, que al parecer es lo único que les interesa. Han olvidado decirnos qué quieren hacer con esos votos, sobre todo en relación con el tema de la violencia y de la seguridad pública. No sabemos qué piensan del diálogo propuesto entre delincuentes y sociedad, que revela la desconfianza en los partidos y en el Estado. Deberían estar más preocupados por esos asuntos que por las alianzas electorales, por ejemplo; deberían preguntarse si la necesidad de esa estrategia no se explica precisamente porque ninguno de los partidos es capaz de interpretar las preocupaciones de la opinión y dirigirse a los ciudadanos para hablar de sus problemas. Hacerlo supondría que los partidos dejaran de hablar de sí mismos. ¿Qué me importa más, que Dolores Padierna le meta zancadillas a Zambrano? ¿Que Cecilia Romero le mueva el tapete al Presidente porque aún no digiere la derrota en la elección interna? ¿De veras me importa que Alfredo del Mazo Maza haya sido chamaqueado? Ésos son asuntos casi privados, que deben discutir dirigencias y militancia. A mí en lo personal me interesa mucho más saber qué piensa cada uno de los tres partidos respecto a lo que dijo Sicilia. Entre otras razones porque apunta a la ausencia del Estado en un tema fundamental: la seguridad pública. Las implicaciones de esta proposición, que nace de la desesperación, pueden ser muy graves en términos del tipo de respuestas privadas a la violencia que puede inducir. Muchos son los ejemplos que ofrece la historia de cómo la exasperación de la impotencia ciudadana puede llevar a soluciones que solamente agravan el deterioro de las relaciones entre el Estado y la sociedad, así como las relaciones entre grupos sociales que han decidido defenderse ellos mismos. En este contexto los partidos discutirán una reforma que abre la puerta a las candidaturas independientes. A ver cómo les va.
Un abrazo solidario para Javier Sicilia
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