Seguridad: gasto exorbitante e inútil
Las cifras dadas a conocer ayer por el titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Ernesto Cordero, sobre el monto de recursos públicos que consume anualmente el gasto en seguridad –200 mil millones de pesos, según dijo el funcionario– ponen de manifiesto un extravío en los pretendidos esfuerzos de las autoridades federales para hacer frente a los complejos problemas y rezagos que enfrenta el país, incluido el quebranto generalizado del estado de derecho.
Para ponderar el carácter exorbitante y hasta escandaloso de la cifra manejada por Cordero, debe señalarse que ésta rebasa el presupuesto destinado para este año a la Secretaría de Salud federal (105 mil millones de pesos); que prácticamente iguala al de la Secretaría de Educación Pública (230 mil millones), y que equivale a una quinta parte de los ingresos por ventas totales de Pemex en el año pasado (922 mil 317.2 millones), la mayor porción de los cuales fueron a parar a las arcas públicas por concepto de impuestos y derechos diversos. Ha de entenderse, pues, que en el empeño por sostener la actual estrategia de seguridad –costosa en todos los sentidos, particularmente en vidas humanas y tranquilidad de la población– se ha escamoteado una buena cantidad de recursos públicos a otras áreas básicas del quehacer gubernamental.Particularmente grave resulta, en ese sentido, la diferencia más que considerable entre el gasto de seguridad y el destinado al combate de la pobreza extrema –el presupuesto para el programa Oportunidades en 2011 asciende a 35 mil 355 millones de pesos– y a rubros como la educación media superior y superior (146 mil 300 millones de pesos): tales diferencias confirman que el desempeño de las autoridades en materia de seguridad ha estado orientado al combate de una expresión epidérmica, no la raíz del problema. Esta conclusión es, por donde quiera que se le mire, alarmante: los rezagos socioeconómicos y educativos, por un lado, y la inseguridad y la ruptura del estado de derecho, por el otro, no son fenómenos aislados e independientes entre sí. Incluso si el actual gobierno tuviera éxito en su intento de desarticular a los estamentos más poderosos de la criminalidad organizada –lo cual resulta por lo menos cuestionable en la coyuntura actual–, la delincuencia y la violencia, y la zozobra que éstas generan en la población, no podrán ser reducidas en forma sustancial si no se ataca sus causas profundas: la miseria, la falta de puestos de trabajo, la desigualdad y la desintegración comunitaria, familiar y social.
Pero lo más grave es que, a juzgar por los resultados obtenidos en los últimos cuatro años en materia de seguridad, es inevitable concluir que los recursos que, según Cordero, son destinados anualmente a la seguridad han constituido un gasto inútil en el actual sexenio: la
guerraemprendida por el calderonismo desde los primeros días de su administración no ha erradicado la violencia en el país –por el contrario, la ha exacerbado–, ha llevado el número de muertes a cotas exasperantes y, para colmo y según los indicios disponibles, ha tenido el efecto de generar un mercado más pujante y lucrativo para las organizaciones destinadas a la producción, el trasiego y el comercio de estupefacientes ilícitos: así quedó asentado en un informe presentado a principios de mes en la conferencia sobre control de las drogas que se desarrolló en Cancún, Quintana Roo.
Las consideraciones anteriores plantean una perspectiva indeseable: de persistir la actual configuración de la estrategia de seguridad, y de mantenerse el creciente volumen de gasto gubernamental en ese rubro, no sólo se puede conducir al país a una dislocación institucional mayúscula y a nuevas cimas de violencia, sino también a una severa afectación en sus finanzas públicas y a una incapacidad creciente por hacer frente, con recursos públicos, a los factores originarios de la delincuencia y la criminalidad.
¡Quiero que me regresen a mis hijos “vivos o muertos”!
Sábado 16 de abril de 2011 Elly Castillo Corresponsal | El Universal
MORELIA, Mich.— El autobús 3550 de la línea Ómnibus de México cumplió su ruta la mañana del 25 de marzo sólo con el equipaje; los 12 pasajeros procedentes de Morelia desaparecieron antes de llegar a Reynosa.
Los dueños de las maletas fueron “bajados” del camión en la entrada de San Fernando, Tamaulipas, según narró el chofer de la unidad a familiares de seis jóvenes desaparecidos originarios de El Limón de Papatzindán, en el municipio de Tiquicheo.
En ese grupo están Reyna y Misael, de 25 y 24 años, quienes tenían tres días de casados y decidieron emprender un viaje con destino a Houston, Texas, cruzando por Reynosa.
Los recién casados abandonaban por vez primera su comunidad en pos del sueño americano, junto con el hermano de Reyna, Miguel Ángel de 19 años; el primo de Misael, Augusto de 22 años, y dos amigos, Pedro de 20 y Humberto, también de 20.
“El chofer nos dijo que eran como las siete de la mañana cuando le tocó pasar por la oficina de San Fernando, cosa que nos relató, no quería. Y que cuando iba entrando a ese pueblo unas camionetas grises le cerraron el paso y bajaron a todos”, cuenta Jesús, padrastro de Augusto y tío de Misael.
El 28 de marzo, al pasar cuatro días sin saber de los muchachos, Jesús debió apersonarse en las oficinas de Ómnibus de México en la central de Morelia para que le dieran razón de sus seres queridos.
“Tuve que exigirle al gerente que nos ayudara a rastrear lo que había pasado con ellos, porque ya empezaba a salir en las noticias que estaban encontrando cuerpos enterrados y fue que nos entró mucha preocupación”, narra don Jesús, quien dijo que la línea de camiones le aseguró que una vez que llegó el autobús a Reynosa, se levantó una denuncia sobre lo que ocurrió.
El procurador de Justicia local, Jesús Montejano, informó que se sigue la pista del camión y del chofer, y corroboró la versión de la denuncia interpuesta por Ómnibus de México.
El funcionario estatal informó que son 27 michoacanos reportados como desaparecidos en Tamaulipas, con indicios de encontrarse entre las víctimas enterradas en las fosas.
“Esperamos más denuncias conforme pasen los días, pues no se puede descartar que más gente hizo viajes a esa frontera”, dijo el procurador.
Afirmó que ya se enviaron las 27 muestras de ADN tanto a autoridades fronterizas como en Toluca, para verificar las identidades de los desaparecidos con los cadáveres hallados.
El diputado local Antonio García Conejo, presidente de la Comisión de Asuntos Migratorios del Congreso de Michoacán, dijo que desde 2010 se tiene conocimiento de casos de paisanos secuestrados y extorsionados a su paso por Tamaulipas.
“Desde entonces hicimos un llamado a la federación para que atendiera estos asuntos, pero lamentablemente no se nos hizo caso”, dijo, al tiempo en que mostró un exhorto legislativo fechado en enero.
Mientras tanto, en la comunidad de El Limón de Papatzindán, el dolor comunitario es palpable. Cualquiera de sus habitantes conoce o ha escuchado sobre la tragedia de los muchachos.
“Estoy muerto en vida ¿qué más le puedo decir? Estoy harto de tanto abandono, nadie nos atiende, nadie nos dice nada. ¡Lo único que quiero es que me regresen a mis hijos vivos o muertos, pero que me los regresen”, reclama con voz quebrada y tono de resignación el señor Ascención.
Los llantos, entre rezos y súplicas celestiales de toda la familia, se escuchan a metros de distancia de la vivienda de tabicón y teja de la familia, que en principio se rehusa a hablar derivado del dolor que la embarga, aunque a la postre reflexiona y accede a platicar con El UNIVERSAL.
“Yo ya no puedo con esta angustia. Mi muchacho es bueno, trabajador, campesino que se tuvo que ir de aquí para buscar un lugar mejor”, platica María Luisa, madre de Humberto.
Al buscar al gerente de Ómnibus de México en Morelia se informó que éste no se encontraba laborando.
Sin embargo, en el mostrador la venta de boletos con destinos fronterizos a Tamaulipas sigue.
“Le recomiendo que haga su reservación cinco días antes de la fecha en que quiere salir”, dijo el empleado de mostrador a Rafael, quien tiene planeado viajar a Dallas por Laredo.
—¿No le da miedo viajar allá con todo lo que se dice?
—“La verdad, sí y mucho, pero no me queda de otra, tengo asuntos que me urgen atender. Y si yo soy alguien que no se mete con nadie, no me deben hacer nada”.
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