Sin lugar para los héroes
En el México actual, el oficio más peligroso es sin duda el de héroe. Casi todos los héroes de nuestro tiempo han sido abatidos, cuando no por quienes se sitúan al margen de la ley, por aquellos supuestamente encargados de defenderla. Así, cayó Don Alejo Garza en Tamaulipas, Marisela Escobedo en Chihuahua y los Reyes Salazar en Ciudad Juárez, entre otros que han tenido menos difusión.
Nunca como ahora se nos ha venido la noche encima a los mexicanos. Y si la parálisis social que hoy vivimos es resultado de una estrategia gubernamental, entonces les ha funcionado perfectamente. En Sinaloa, en Coahuila, en Tamaulipas, en Chihuahua, en Guerrero, en Durango, en Zacatecas, en Michoacán, en Veracruz, en Quintana Roo, hasta donde sé, los espacios para la convivencia social, ya no digamos para la participación social, se nos han limitado severamente y ahí están los héroes caídos para recordarnos permanentemente que más nos vale permanecer quietos y callados.
La simple circulación citadina es motivo de riesgo, porque ahora, por lo menos en las entidades mencionadas, en cualquier momento y en cualquier lugar podemos convertirnos en daño colateral. Más aún, en cualquier momento, en cualquier lugar y por cualquier motivo, el ataque mortal puede dirigirse directamente hacia nosotros. Dada la impunidad y la pérdida de respeto por la vida, lo que antes se arreglaba discutiendo o, en el peor de los casos a golpes, hoy se resuelve a balazos. Además, aprovechando la impunidad reinante es que se han disparado los asesinatos, pues muchos de ellos son crímenes que en otro contexto no hubieran sido posibles y que ahora son disfrazados de “ajustes de cuentas”. En este ambiente de inseguridad y de estupefacción, es prácticamente imposible clasificar a las víctimas: a saber cuántos pertenecían a los bandos de la delincuencia organizada, cuántos son “daños colaterales”, cuántos tienen el propósito de limpieza social y cuántos son crímenes comunes que se cometen al amparo de la confusión y de la impunidad en que estamos inmersos.
La guerra contra el narcotráfico -rebautizada después como lucha contra la delincuencia organizada- que emprendió el gobierno a partir del primer minuto de diciembre de 2006, ha provocado alrededor de 35 mil muertos, sin que se haya logrado recuperar ni un metro cuadrado de los espacios para los ciudadanos. Al contrario, esta cruzada sangrienta ha incrementado la sensación de impunidad y ha generado la certeza de que las autoridades están para cualquier cosa, menos para asumir la defensa de nuestros derechos.
La guerra contra el narcotráfico -rebautizada después como lucha contra la delincuencia organizada- que emprendió el gobierno a partir del primer minuto de diciembre de 2006, ha provocado alrededor de 35 mil muertos, sin que se haya logrado recuperar ni un metro cuadrado de los espacios para los ciudadanos. Al contrario, esta cruzada sangrienta ha incrementado la sensación de impunidad y ha generado la certeza de que las autoridades están para cualquier cosa, menos para asumir la defensa de nuestros derechos.
Podrá aumentar al doble el número de muertos, y la ciudadanía seguirá convencida de que la inmensa mayoría de los crímenes permanecerá impune, con algunas excepciones que no hacen sino confirmar la sensación de desamparo de los ciudadanos comunes. Sabemos, con una certeza resignada y dolorosa, que los únicos crímenes aclarados serán aquellos que motivan la presión de fuerzas poderosas e influyentes. Ahí está el esclarecimiento del asesinato de Jaime Zapata, funcionario del gobierno norteamericano, para recordarnos que hay que llamarse Janet Napolitano, Hillary Clinton o Barack Obama para que el gobierno escuche y atienda solícito los reclamos de justicia.
La acción del gobierno para recuperar los espacios ciudadanos –así lo dijeron- ha provocado el efecto exactamente contrario. Ahora, a cuatro años y meses de la declaración de guerra, nuestro radio de actividades se ha limitado drásticamente a la casa, la escuela, el trabajo, unos cuantos restaurantes y muy poco más. Y lo que es peor, estos pocos espacios, hipotéticamente seguros, están expuestos permanentemente a pasar a formar parte de lo que consideramos zona de riesgo; es decir, ni la casa, ni la escuela, ni el trabajo ni esos cuantos restaurantes están blindados, y en cualquier momento el perímetro dentro del cual podemos permitirnos la convivencia se puede acotar más de lo que ya está.
Trasnochar en Ciudad Juárez, en Ciudad Victoria, en Reynosa, en Tijuana, en Acapulco, en Mazatlán, en Morelia, en Matamoros, en Culiacán, en Durango, en Saltillo, entre otras ciudades del país, se ha convertido en una temeridad o en un acto irresponsable para quienes no pertenecemos a los grupos de la delincuencia, organizada o no. Y si los padres de los adolescentes no pueden impedir el derecho de sus hijos a la diversión, entonces cada fin de semana se convierte en una tensa espera de que las cosas terminen bien, por lo menos hasta el próximo viernes.
Cabría entonces preguntarnos si es justo para nosotros, ciudadanos comunes, este estado de cosas. Cabría preguntarnos si es posible que el gobierno no haya dimensionado el enorme daño social que está provocando. O lo que es más terrible, cabría preguntarnos, como decíamos al principio, si esto no es parte de una estrategia perversa para provocar la inmovilidad social. No es cosa menor que nos gobierne la derecha y, a mi entender, no hemos advertido cabalmente que la derecha en el mundo y en la historia, ha sido capaz de las peores atrocidades contra el progreso y el pensamiento progresista. Si el estado de las cosas (status quo) le resulta rentable a la derecha en lo ideológico, en lo político, en lo económico y en lo social, la historia demuestra que no existen barreras legales ni morales para mantenerlo y, si se puede, apretar más, limitar aún más nuestro radio de acción.
El miedo conduce a la inacción y en pocas ocasiones se ha respirado tanto miedo como en esta época que nos toca vivir: salir de noche, hablar, gritar, tocar el claxon, viajar en carretera, mirar de frente, opinar, criticar, pedir silencio en el cine, rebasar, reprobar alumnos, organizarse, protestar, se han convertido en acciones peligrosas en el México de nuestros días, y generan un miedo que, bien vistas las cosas, le resulta conveniente a un gobierno como el que padecemos.
Hitler, Mussolini, Stroessner, Somoza, Franco, Trujillo, Duvalier, Pinochet, Bush, son sólo algunos ejemplos históricos que nos permiten ver la increíble capacidad de la derecha para ejercer la violencia contra los pueblos, con disfraz y sin disfraz. Pero el saber esto no nos resuelve el problema, mientras no seamos muchos quienes lo sabemos, porque ya hemos comprobado que en nuestro país no hay lugar para los héroes. Las cosas empezarán a cambiar cuando la sociedad mexicana cobre conciencia acerca de quiénes realmente son un peligro para México.
Nota final: seis integrantes de la familia Reyes Salazar han sido asesinados desde 2009. Esta familia se distinguió por protestar contra los abusos de las autoridades civiles y militares en Ciudad Juárez. Ahora, los 32 miembros restantes se asilarán en España, ante la falta de garantías en nuestro país. No hay lugar para los héroes.
comentario
Jueves, 24 de Marzo de 2011 10:59
Efectivamente los héroes, al menos en la mayoria de los casos, se convierten en tal a causa de su muerte defendiendo un ideal, hoy en dia, nos queda claro, que los héroes mas admirados y tratados de imitar son otros, ya que ni Pancho Villa o Zapata tuvieron tantas canciones (corridos) como algunos héroes de hoy en dia.
Coincido que desafortunadamente hoy es mejor "callado pero vivo" pero a la vez tengo la certeza que la sociedad(democrática) puede hacer mas que solo ver estática desde el palco como los"actores" (políticos) hacen y deshacen en el escenario, la vida de "nosotros" los espectadores, y en particular por la "escena o acto" de esta guerra contra los "nuevos héroes" de la baja sociedad.
Basta solo citar como en dias recientes, un pueblo "espectador" durante muchos años, se ha levantado contra un régimen con solo pensar en conjunto (via redes sociales) "ya basta", nosotros mismosya lo hicimos hace casi 100 años, sin embargo, parece que hemos olvidado nuestra capacidad para hacerlo.
Tal vez hoy en dia, sea mejor ser un héroe anónimo, pero si México tuviera 100 millones de héroes anónimos, en poco tiempo, ya no existirian, por no ser necesarios, comentarios como este.
Coincido que desafortunadamente hoy es mejor "callado pero vivo" pero a la vez tengo la certeza que la sociedad(democrática) puede hacer mas que solo ver estática desde el palco como los"actores" (políticos) hacen y deshacen en el escenario, la vida de "nosotros" los espectadores, y en particular por la "escena o acto" de esta guerra contra los "nuevos héroes" de la baja sociedad.
Basta solo citar como en dias recientes, un pueblo "espectador" durante muchos años, se ha levantado contra un régimen con solo pensar en conjunto (via redes sociales) "ya basta", nosotros mismosya lo hicimos hace casi 100 años, sin embargo, parece que hemos olvidado nuestra capacidad para hacerlo.
Tal vez hoy en dia, sea mejor ser un héroe anónimo, pero si México tuviera 100 millones de héroes anónimos, en poco tiempo, ya no existirian, por no ser necesarios, comentarios como este.
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