Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

viernes, 3 de junio de 2011

Los restos perdidos

Los restos perdidosFrancisco Marín


Los peritos forenses que el lunes 23 exhumaron los restos de Salvador Allende –cuya muerte es objeto de una investigación judicial– se enfrentan a un problema: ropa y partes de los restos óseos del mandatario socialista se perdieron y probablemente terminaron en la basura después de que, en agosto de 1990, se llevó a cabo una primera exhumación de su cadáver, según cuenta a Proceso el camarógrafo Pedro Salas, quien fue uno de los testigos de ese hecho. A juicio del experto forense Luis Ravanal, ello hará más difícil determinar si Allende se suicidó o fue asesinado.



Valparaíso CHILE.- La presencia del presidente Salvador Allende parece imborrable. Prueba de ello es la gran expectación que provocó la exhumación de sus restos llevada a cabo el pasado 23 de mayo.

A pesar del frío, casi un centenar de periodistas y camarógrafos –en su mayoría de medios internacionales– se apostaron desde las seis de la mañana de ese día en las afueras del mausoleo de la familia Allende Gossens, en el Cementerio General de Santiago. También estaban familiares del mandatario, así como los principales dirigentes de la izquierda chilena.

Esta diligencia se realizó en el marco de la investigación iniciada en enero pasado por el juez Mario Carroza, quien debe resolver el enigma sobre cómo murió Allende.

De hecho, Beatriz Pedrals, fiscal de la Corte Suprema, ordenó investigar las muertes del expresidente de Chile y de otras 725 personas ocurridas durante el régimen militar (1973-1990) y cuyos casos no fueron esclarecidos debido a que nunca se presentó querella alguna.

Pocos minutos antes de las ocho de la mañana del lunes 23, peritos del Servicio Médico Legal (SML) abrieron el féretro en cuyo interior se encontraba una caja con las osamentas del mandatario socialista.

Es la segunda vez que se exhuman los restos de Allende. La primera ocurrió en agosto de 1990, con motivo de los funerales oficiales que se le brindaron al exmandatario socialista. En aquella ocasión sus restos fueron trasladados del cementerio de Santa Inés de Villa del Mar –donde fue enterrado el 12 de septiembre de 1973– al Cementerio General de Santiago.

El lunes 23, antes que el cadáver de Allende fuera trasladado al edificio del SML, el juez Carroza habló con la prensa. Expresó que lo primero que harán los peritos es abocarse a la tarea de confirmar que los restos pertenecen al presidente Allende. Dijo que con ese objetivo se cotejará el ADN de sus huesos con las muestras de sangre que ya se obtuvieron de sus familiares más cercanos.

Cuando sus restos salían del mausoleo se pudo oír con claridad un grito: “¡Que viva el compañero presidente Salvador Allende!”. Éste fue lanzado por Jorge Paredes Leiva, un militante de base socialista, uno de los pocos representantes del pueblo allendista que pudo estar esa mañana allí.

El tanatólogo español Francisco Etxeberría, quien forma parte del equipo de 11 especialistas (seis chilenos y cinco de otros países) que intentará establecer las verdaderas causas de la muerte de Allende, informó a Radio Cooperativa (23 de mayo) que los resultados de la autopsia “estarán en los próximos meses”. Sin embargo, dio a conocer que “en unas pocas semanas uno tendrá una opinión que será cualificada”.

Al concluir la exhumación, la hija de Allende, la senadora Isabel Allende, reiteró su convicción de que su padre se suicidó. Expresó su confianza en que la investigación judicial permitirá aclarar las dudas que existen con respecto a su muerte. “El presidente Allende tomó la decisión de morir como un gesto de coherencia política en defensa del mandato que le fuera entregado por el pueblo”, sostuvo Isabel. Y señaló que era necesario perseguir los crímenes que llevaron a su padre a tomar tal decisión.

Ana María Bussi, sobrina del expresidente socialista y de su esposa Hortensia Bussi, expresó que, a diferencia de la posición oficial de su familia, ella no cree que Allende se haya suicidado. “Creo que es fundamental que se investigue esto a fondo porque puede que ocurra lo mismo que en el caso de José Toha (ministro de Interior del gobierno de Allende) que durante tantos años se aseguró que se había suicidado, y ahora vemos que realmente no fue así”.

Bussi, quien fue asistente de Salvador Allende, afirmó que “con todo lo que pude conocerlo y convivir con él en la intimidad de su hogar, puedo asegurar que él no tenía absolutamente ningún plan de suicidio ni nada parecido”.



La primera exhumación



Los forenses que buscan determinar las causas de la muerte de Allende deberán sortear un problema: la ropa y partes de los restos óseos del mandatario socialista se perdieron después de que se realizó la anterior exhumación y probablemente terminaron en la basura.

Pablo Salas, quien fue el camarógrafo que filmó la primera exhumación, dice a Proceso que ésta se realizó en la noche del 17 de agosto de 1990, 18 días antes de los funerales oficiales.

Dice: “Cuando llegamos al cementerio Santa Inés estaba todo oscuro (…) Y nadie sabía si Allende estaba o no en su tumba”. Comenta que cerca de las 10 de la noche comenzaron a abrir la cripta de la familia Grove-Allende: una bóveda bajo el suelo a la que se desciende por una escalera. Recuerda que había ocho nichos, ubicados cuatro a cada lado y uno sobre otro. “Al fondo, del lado izquierdo, se encontraba el nicho donde se supone estaba Allende”, cuenta.

El camarógrafo afirma que sólo cuando llegó el entonces ministro secretario general de Gobierno, Enrique Correa, los empleados del cementerio empezaron a romper la cubierta de cemento que resguardaba al nicho, la cual tendría unos tres o cuatro centímetros de grosor.

Sostiene que después de ello, “se pudo ver un ataúd de metal que tenía una chapa muy delgada y completamente oxidada”. Los empleados intentaron sacar el ataúd y éste se comenzó a desarmar. “Cuando lo jalaron un poco más fuerte, el ataúd se rompió. De esa forma lo lograron abrir”.

Cuenta que en ese momento él bajó al fondo de la cripta junto con Jesús Inostroza, fotógrafo de la Presidencia de la República de Chile, y el doctor Arturo Jirón, quien fue enviado por la familia Allende Bussi con la finalidad de reconocer los restos del exmandatario. De hecho, Jirón fue uno de los médicos que estuvo con Allende en el Palacio de la Moneda el día de su muerte.

“Era un momento bastante delicado –recuerda Salas–. Imagínate: un cementerio, cerca de la medianoche, estaba todo oscuro –nos alumbrábamos con linternas–, no volaba una mosca.”

Salas dice que para ver los restos de Allende, el doctor Jirón se tuvo que agachar y meter parte de su cabeza al nicho. “Miró y empezó a murmurar: ‘el zapato, los pantalones, el chaleco’. Como yo estaba filmando, mi necesidad era que el tipo dijera lo que veía. Entonces, de repente le pregunté: ‘¿Es la ropa que llevaba?’. Y él me dijo: ‘Si, así es’”.

Según el camarógrafo, eso significó que Jirón había reconocido que los restos eran los de Allende.

Salas relata que “los sepultureros comenzaron a romper el ataúd con el propósito de tomar los restos de Allende e irlos poniendo en una caja de metal chica, de menos de un metro de alto por 40 o 50 centímetros de ancho y largo. Entonces empezaron a tomar todos los restos de Allende y los empezaron a poner en esta cajita metálica.

–¿En qué estado se encontraba el cráneo (parte del cuerpo que supuestamente recibió uno o más disparos que le provocaron la muerte)?, se le pregunta a Salas.

Él recuerda que el cráneo estaba “muy incompleto”. Sostiene que sólo había una parte de él. “Si un cráneo normal tiene el tamaño de un melón, lo que había ahí tenía el tamaño de una manzana”, comenta.

El camarógrafo cuenta que los empleados del cementerio tendieron un paño blanco y colocaron sobre él ropa, restos óseos, pedazos de piel y pelo que no habían metido a la caja metálica. Después sacaron de la cripta tanto la caja como el paño. A este último lo volvieron a revisar, tomaron de él algunos “huesitos” y los arrojaron a la caja metálica. “Todo lo demás quedó fuera. Esto es, los zapatos, los pantalones, el chaleco, lo que era reconocible”.

Salas cree que la ropa y algunos restos óseos que los empleados no metieron a la caja metálica, “se fueron a la basura porque cuando nos fuimos se quedó ahí, nadie se los llevó”.

El testigo señala que los zapatos de Allende estaban casi intactos; el pantalón era oscuro, casi negro; y el chaleco era de lana blanca con puntos negros.

Dice que cuando terminaron “de poner los restos de Allende en la cajita de metal, ésta se colocó dentro de un ataúd nuevo, de madera, bien bonito. Este ataúd fue sellado con soplete y luego fue puesto en el mismo nicho donde estaba el ataúd antiguo”. Ahí permaneció 18 días, pues el 4 de septiembre de 1990 se sacó de la cripta para realizar los funerales oficiales.

En entrevista con Proceso, el destacado médico forense y perito judicial Luis Ravanal, quien es miembro de la Sociedad Chilena de Medicina Legal, analiza las consecuencias de los hechos descritos por el camarógrafo Salas.

Dice: “El procedimiento que se realizó fue absolutamente inadecuado, simplemente brutal. No hubo ningún interés en tratar adecuadamente los restos; tampoco en conservar las prendas o algunos de los elementos que pudiesen ser útiles para la investigación”.

Ravanal explica que, dada la forma “en que fueron extraídos los fragmentos de huesos –los cuales pueden tener los orificios de bala o de balas– es muy probable que pudiesen haberse extraviado”.

Así, dice que de ser cierto lo que narra Salas, se habrían perdido evidencias “de tipo esquelético”. Dice que si fragmentos de cráneo se extraviaron, será difícil reconstruir éste, así como establecer el recorrido de bala o balas y el tipo de lesiones resultantes.

Señala que, si esto fuera así, significaría que en esa exhumación se perdió parte de la historia de Chile.

Insiste: “Si hay mucho material que se ha perdido, van a ser menos las probabilidades de éxito forense”. No obstante, expresa que tiene “la esperanza de que a lo menos se puedan recuperar los fragmentos que aparecen descritos en el informe de autopsia de Allende (No. 2449/73), que dan cuenta de un orificio redondeado”.

El tanatólogo sostiene que si se confirma lo que aparece escrito en el citado informe respecto a las lesiones de hueso, se comprobaría que la muerte no fue producto de un disparo con fusil AK-47, sino que “estaría claramente abierto el diagnóstico de que se trataría de un disparo de tipo homicida”.

En 2008 el doctor Ravanal hizo un análisis de la autopsia de Allende. A partir de ello sostuvo que la herida de bala con orificio de salida redondeado descrita en el informe de autopsia –hecha en el Hospital Militar el 11 de septiembre de 1973 por los doctores José Vásquez y Tomás Tobar–, corresponde a un arma de bajo calibre.

En su análisis de la autopsia –mejor conocido como metanálisis forense– Ravanal asegura que las armas de gran potencia, como el AK-47, no provocan orificio de salida sino estallido de cráneo cuando se disparan a corta distancia. El metanálisis forense de Ravanal ha sido decisivo para sembrar la duda sobre la versión del suicido.

En relación con la pérdida de ropa, denunciada por Salas, Ravanal señala que éstas “permiten detectar la presencia de residuos de sangre y, por lo tanto, corroborar por dónde ésta ha escurrido, saltado o salpicado”.

El experto forense señala que la conservación de las ropas “hubiera permitido detectar la presencia de residuos de pólvora. Y, con ello, hubiera sido factible correlacionar la posición del arma y la distancia de disparo”.

Además, la presencia de prendas de vestir, permitiría “ver la eventual existencia de orificios de balas en otros lugares” del cuerpo, distintos al cráneo.



Renuencia castrense



Pamela Pereira, abogada de la familia Allende, señaló el lunes 23 al diario La Tercera que el tanto el juez Carroza como los descendientes del expresidente están abocados a “establecer dónde se encuentra el arma con la que Allende se habría disparado”: el fusil AK-47 plegable que el líder cubano Fidel Castro le regaló al presidente socialista.

“Esperamos que el ejército, a través de sus máximas autoridades, haga entrega del arma, porque está establecido que ésta fue incautada por los militares que ingresaron a La Moneda (…) No hay razón alguna para que no tenga información de dónde se encuentra el fusil”, expresó Pereira.

La jurista reveló que la senadora Allende, en compañía de sus abogados, se reunió con el comandante en jefe del ejército, Juan Fuente-Alba, quien se comprometió a colaborar con la investigación.

Por otra parte, según información proporcionada a este corresponsal por una fuente que pidió el anonimato, el juez Carroza solicitó al ministro de Defensa, Andres Allamand, que, por su intermedio, la Fuerza Aérea de Chile (Fach), le entregue los “cuadernos de guerra” que detallan los vuelos realizados el 11 de septiembre de 1973 por los aviones caza de reacción Hawker Hunter que bombardearon La Moneda.

Según esta versión, Allamand, luego de hacer consultas con la Comandancia de la Fach, habría dicho al juez Carroza que dichos cuadernos no fueron hallados.

La misma fuente informó que a principios de mayo la justicia chilena declaró en calidad de inculpado el general retirado de la Fach, Mario López Tobar. Éste es autor del libro El 11 de septiembre en la mira de un Hawker Hunter (editorial Sudamericana, 1999), en el que describe con detalles cómo fue el bombardeo a La Moneda.

Sin embargo, en la entrevista que tuvo con el juez Carroza, López Tobar desconoció su participación en los hechos. Cuando el juez le mostró el libro y le leyó párrafos en los que él da cuenta de su participación en éstos, el general dijo que eso era literatura y que el día del golpe militar él sólo tuvo la misión de bombardear antenas de radioemisoras y que luego se vio obligado a retornar a su base dado que su nave sufrió desperfectos mecánicos.

Cuando Carroza le pidió los nombres de los pilotos de la Fach que participaron en los bombardeos a La Moneda, el general le negó dicha información. Argumentó que si hiciera la entrega incurriría en delación. Y sugirió al magistrado que recurriera a la Dirección de Personal de la Fach para obtener dicha información.

En el mencionado libro, el general López Tobar señala que él fue el “piloto líder” del grupo de Hawker Hunter de la Fach que bombardeó La Moneda.

El Centro de Investigación Periodística (Ciper) de Chile publicó el 24 de mayo en su sitio en internet otro ejemplo de la renuencia de los militares chilenos a colaborar con la justicia. El Ciper informó que la Fiscalía Militar de Santiago negó tener el expediente de investigación realizado en el caso Allende. Sin embargo, una persona vendía a través de internet una copia del expediente. Así la pudo obtener el juez Carroza. “El oferente resultó ser el propietario de una empresa de demoliciones que aseguró haberlo encontrado mientras echaba abajo la casa de un exrelator de la justicia militar”, asegura la nota firmada por el periodista Cristóbal Peña.

Pocos días después, Joaquín Earlbaum, quien en su calidad de titular de la Primera Fiscalía Militar investigó los hechos (cerrando la causa el 21 de septiembre de 1973), llevó al despacho del ministro Carroza otra copia. l

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