Esperanza y obstinación en Chapultepec
Calderón debe pedir perdón por los 40 mil muertos:
Sicilia
En diálogo público, el poeta cuestionó las ganancias en la guerra contra el
narco
Acuerdan instalar una comisión para verificar los avances sobre las demandas civiles
Acuerdan instalar una comisión para verificar los avances sobre las demandas civiles
Javier Sicilia entregó a Felipe Calderón un escapulario como
símbolo de que ahora corresponde al Presidente brindar justicia a los deudos de
las personas que han sido afectadas por la guerra contra el narcotráficoFoto José Carlo González
Claudia Herrera Beltrán y Alonso Urrutia
Periódico La Jornada
Viernes 24 de junio de 2011, p. 2
Viernes 24 de junio de 2011, p. 2
El poeta Javier Sicilia demandó al presidente Felipe Calderón pedir
perdón por los 40 mil muertos causados por la lucha contra la delincuencia y
preguntó:
En el primer diálogo público sostenido entre los miembros del Movimiento por
la Paz con Justicia y Dignidad y el Presidente, el poeta aprovechó para llamar
al Presidente a reconocer que su estrategia ha sido equivocada. ¿Dónde están las
ganancias?, le preguntó, y el mandatario contestó que él seguirá en este combate
aunque probablemente sea recordado con ¿les parecemos bajas colaterales?La respuesta del mandatario fue que no pedirá perdón por haber perseguido a los delincuentes; en eso –enfatizó–,
Javier estás equivocadoy en todo caso pido
perdón por no proteger la vida de las víctimas, estoy arrepentido de no haber enviado antes a las fuerzas federales.
mucha injusticiapor esta lucha y no por otras obras que hizo.
Al final, Sicilia acordó con el mandatario federal instalar una comisión de seguimiento con la Secretaría de Gobernación y reunirse en tres meses para evaluar en qué medida se cumplió el pliego petitorio presentado por 23 representantes de la sociedad civil, y en el que de antemano la respuesta del Presidente volvió a ser un no al regreso del Ejército a sus cuarteles.
Fueron cuatro horas de reunión en el Castillo de Chapultepec, sede elegida por la Presidencia de la República, en vez del Museo Nacional de Antropología propuesto por los activistas. Ahí Calderón estuvo acompañado por cuatro secretarios de Estado, incluido Genaro García Luna; su vocero Alejandro Poiré; la procuradora general de la República, Marisela Morales, y su equipo de Los Pinos.
Invitados por Sicilia acudieron también como testigos sociales Enrique Krauze, el sacerdote Alejandro Solalinde, Clara Jusidman y Carmen Aristegui, entre otros. En una mesa en forma de herradura la mayoría eran las víctimas de la violencia, aquellos que Sicilia ha conocido en sus recorridos por el país a partir de que su hijo Juan Francisco fue asesinado por la delincuencia.
El encuentro inició con la intervención del escritor y periodista, quien defendió la opción del diálogo como práctica de la democracia contra las fundadas dudas de que no funcionará.
A menos que el corazón se haya oscurecido a grados demoniacos un hombre puede escuchar el latido humano de su corazón.
Le hizo ver al mandatario federal que independientemente de la culpa de los criminales el Estado también es corresponsable junto con los gobiernos de las entidades de los 40 mil muertos, miles de desaparecidos y huérfanos.
Ustedes, señor Presidente, son responsables de haber declarado una guerra contra un ejército que no existe, porque está formado por criminales y sin haber hecho una profunda reforma política y el saneamiento de instituciones.
Aquí, señor Presidente, vea bien nuestros rostros, busquen bien nuestros nombres, escuche bien nuestras palabras. Estamos una representación de víctimas inocentes. ¿Les parecemos bajas colaterales, números estadísticos?, ¿el uno por ciento de los muertos?Por eso le expuso que está obligado a pedir perdón a la nación y en particular a las víctimas; en segundo lugar, a hacer justicia.
Como parte de su pliego demandó poner fecha pronta a la solución de casos emblemáticos como el de la guardería ABC, así como la reparación de los daños generados y la creación de una comisión de la verdad o una fiscalía social de la paz. Para ello le propuso que presente una ley de atención y protección a víctimas para su aprobación por todos los poderes de las entidades.
Pidió redefinir la estrategia de seguridad que conduzca al retiro paulatino del Ejército de las calles, lo mismo que erradicar el uso abusivo del fuero militar. Abrir la discusión sobre despenalización del uso de drogas, crear un auditor policiaco independiente de la Policía Federal, acorde con un enfoque social y humano de este problema, sostuvo que debe asignar a la educación los mismos recursos que a seguridad y no mantener privilegios de la
maquinaria electoral llamada el SNTE.
De hecho, en un punto declaró coincidir con las iniciativas presidenciales de
crear figuras como el referendo, revocación del mandato, plebiscito,
candidaturas ciudadanas, relección para poner coto a la partidocracia que,
consideró, llevará a que las elecciones de 2012 sean las de la ignominia.
Calderón reviró que le duele y entristece la muerte de Juan Francisco, lo mismo que de los hijos de Alejandro Martí o de Nelson Vargas, así como los huérfanos de 263 militares y de 409 policías federales o ministeriales muertos en cumplimiento de su deber.
En dos ocasiones tuteó a Sicilia para rechazar que el Estado sea culpable de la violencia por haber enviado al Ejército a las calles a la que algunos califican de
“Pero si de algo, en todo caso, me arrepiento es por no haber enviado a tiempo fuerzas federales a combatir criminales que nadie combatía, porque les tenían miedo o porque estaban comprados por ellos. De lo que, en todo caso, me arrepiento es no haberlos enviado antes, es no haber tenido un operativo justo en Cuernavaca, precisamente, que pudo haber atrapado, primero, a la banda que mató a Francisco”.
Sicilia aclaró que no cuestiona su ataque a los delincuentes y le recordó que en su primera carta denominada
En su intento por alcanzar este objetivo, Sicilia remarcó: “Por qué no genuinamente, señor Presidente, usted no tiene nada que temer frente a nosotros, no tenemos intereses políticos, no estamos persiguiendo absolutamente nada, somos ciudadanos que hemos venido a dialogar con usted.
Calderón defendió una y otra vez su postura de que no fue un error llevar al Ejército a las calles y que tampoco podía decirle a la gente
Reiteró que aunque está en contra ha estado abierto a discutir la despenalización de las drogas y declaró una vez más que está dispuesto a rectificar,
Calderón reviró que le duele y entristece la muerte de Juan Francisco, lo mismo que de los hijos de Alejandro Martí o de Nelson Vargas, así como los huérfanos de 263 militares y de 409 policías federales o ministeriales muertos en cumplimiento de su deber.
En dos ocasiones tuteó a Sicilia para rechazar que el Estado sea culpable de la violencia por haber enviado al Ejército a las calles a la que algunos califican de
guerra absurda.
En eso, Javier, estás equivocado. Se dijo dispuesto a “pedir perdón por no proteger la vida de las víctimas.
“Pero si de algo, en todo caso, me arrepiento es por no haber enviado a tiempo fuerzas federales a combatir criminales que nadie combatía, porque les tenían miedo o porque estaban comprados por ellos. De lo que, en todo caso, me arrepiento es no haberlos enviado antes, es no haber tenido un operativo justo en Cuernavaca, precisamente, que pudo haber atrapado, primero, a la banda que mató a Francisco”.
Sicilia aclaró que no cuestiona su ataque a los delincuentes y le recordó que en su primera carta denominada
Estamos hasta la madre, se dirigía también a los delincuentes.
El problema, señor Presidente, es que usted piensa que los malos están afuera y los buenos están adentro. El problema, señor Presidente, es que usted se lanzó a la guerra con instituciones podridas, que no dan seguridad a la nación, con altos grados de impunidad. De hecho, resaltó cómo el Poder Judicial había sido omiso en este diálogo. Invitó al mandatario a reconocer que su estrategia ha sido contraproducente con miles de muertos, y que provoca una putrefacción cada vez mayor de las instituciones, el crecimiento de los cárteles.
No hay un indicador que nos hable de una ruta correcta.
En su intento por alcanzar este objetivo, Sicilia remarcó: “Por qué no genuinamente, señor Presidente, usted no tiene nada que temer frente a nosotros, no tenemos intereses políticos, no estamos persiguiendo absolutamente nada, somos ciudadanos que hemos venido a dialogar con usted.
Por qué no reconoce humildemente que también se pueden hacer otras cosas, además de alimentar esta maquinaria policiaca y militar. Mencionó la
pifiacometida con el caso del priísta Jorge Hank Rhon, lo mismo que de las redes de encubrimientos de militantes panistas y del PRD. “El combate del crimen organizado no sólo pasa por el Chango Méndez o el Pozolero del Teo, señor Presidente, cruza por los grandes circuitos financieros, ahí no están ni las balas ni la sangre, ni los policías que salen en la televisión.”
Calderón defendió una y otra vez su postura de que no fue un error llevar al Ejército a las calles y que tampoco podía decirle a la gente
espérenme tantito, voy a hacer primero una reforma política.
Reiteró que aunque está en contra ha estado abierto a discutir la despenalización de las drogas y declaró una vez más que está dispuesto a rectificar,
sí, nada más quiero ver con claridad en qué exactamente. En tanto, se mantuvo en la posición que ha tenido a lo largo del sexenio:
voy a seguir combatiendo a los criminales con las fuerzas federales.
El monólogo
Luis Javier Garrido
El fracaso del movimiento de Javier Sicilia para hacer valer la
exigencia nacional de poner fin a la guerra criminal que Felipe Calderón ha
impuesto a los mexicanos no significa que la maquinaria criminal del régimen no
se pueda detener a corto plazo.
1. La lógica de violencia militar contra el pueblo de México, que no es
contra
el crimen organizado, llamada mentirosamente “guerra contra el narco”, acordada en 2006 por el grupo de Felipe Calderón y el gobierno republicano de George W. Bush, entre otras cosas para tener en la silla presidencial de México a quien no había ganado las elecciones, tiene como objetivo someter a los mexicanos a fin de poder imponer a fondo el modelo neoliberal y los intereses de Washington y del capital trasnacional, y no combatir el narcotráfico, que es un negocio de Estado, de ahí que uno de sus objetivos colaterales sea precisamente la muerte de miles de inocentes, y esto al parecer no lo quisieron entender los integrantes del movimiento fundado por Sicilia.
2. El encuentro llevado a cabo ayer 23 de junio en el Castillo de Chapultepec
entre el novelista y poeta Javier Sicilia e integrantes del Movimiento por la
Paz con Justicia y Dignidad, por un lado, y Felipe Calderón y algunos de sus
colaboradores en el gobierno ilegítimo, por el otro, podría ser visto por
algunos dirigentes de dicho movimiento como un pírrico
triunfoporque lograron que se pudiera escuchar a través de un canal de la televisión por cable, durante poco más de tres horas, la voz de la inconformidad social o porque exhibieron a Calderón repitiendo hasta la saciedad sus tonterías, pero en realidad constituyó en los hechos un rotundo fracaso para Sicilia y sus compañeros, que aparecieron al terminar el mismo como plenamente subordinados al gobierno criminal que pretendían impugnar, relegados al papel de colaboradores de éste en
comisiones de seguimientode sus demandas en el marco de la lógica militarista a la que decían oponerse, y sobre todo, como incapaces para hacer valer lo mínimo que se habían propuesto, que era exigir con fuerza y dignidad un
alto a la guerra.
3. La incapacidad hasta ahora de quienes desde ese movimiento anunciaron que
se proponían terminar con la guerra de Calderón, a la que ahí mismo en
Chapultepec varios de ellos calificaron como
atroz y sin sentido,
irracionale
injusta, está en la caracterización equivocada de lo que es el gobierno ultraderechista y entreguista de Calderón, pero también y sobre todo en la injerencia que han tenido al interior de dicho movimiento políticos de la derecha dirigentes de varias ONG católicas y vinculados al régimen panista.
4. El encuentro estaba destinado al fracaso de antemano, ya que la dirigencia
del movimiento pretendía absurdamente,
por la vía del diálogo, convencer al gobierno panista de facto de terminar con
la guerraque lleva a cabo, cuando ésta responde a los intereses económicos y políticos del grupo en el poder, y la única posibilidad de supervivencia política de Calderón y de poder imponer a su sucesor en el 2012 es precisamente el extremar la violencia y el clima de terror en el país, como lo está haciendo en Michoacán con el sueño de imponer a su hermana en la gubernatura, olvidándose además los inconformes que esta
guerraimpuesta al gobierno panista desde el exterior, la dirigen ya las agencias de Washington, y que Calderón y su grupo no tienen capacidad de decisión sobre su futuro. No obstante lo cual, haciendo prevalecer un supuesto espíritu cristiano, persistieron en este escenario del diálogo que les resultó fatal.
5. La exigencia más fuerte de Javier Sicilia, que fue la de demandarle a
Felipe Calderón le pidiera perdón a la nación por su guerra, fue así retomada
por éste, que no dejó en ningún momento el tono de chacota que le caracteriza,
ni ante el dolor expresado por varios integrantes del movimiento, señalando que
en todo caso podría pedir perdón por no haber sido suficientemente eficaz en su
guerra.
6. Calderón logró capotear a lo largo de esas más de tres horas a las voces
del movimiento fundado por Sicilia y transformarlo al final en su discurso
demagógico en un grupo que está de acuerdo con él en lo fundamental, sin que
nadie le contradijera, y que en lo sucesivo va a trabajar con él; es decir, que
los criminales son los otros, que los responsables de todo son los gobiernos del
PRI en el pasado y los gobiernos locales y municipales, y desde luego los
jueces, pero nunca su gobierno, por más que se haya hablado de las vinculaciones
del régimen panista con el narco. Del
diálogose pasó al
monólogo, no en balde Sicilia y sus amigos están apoyando la contrarreforma electoral calderonista, incluyendo la relección inmediata de diputados y senadores, que con el pretexto de crear
instituciones democráticaslo que busca es hacerlas inexistentes, y en relación con la guerra le piden a Calderón que cree
un organismo ciudadanopara vigilarlo: una vez más, la confusión de lo público y lo privado.
7. De lo acontecido en Chapultepec, muchas cosas se recordarán: las voces
dolientes de Araceli Rodríguez Nava, Norma Ledesma y María Elena Herrera
hablando de la irresponsabilidad del gobierno y de su complicidad con la
injusticia, o la del indígena Salvador reclamando el fin de la represión y el
cumplimiento de los acuerdos de San Andrés. Pero sobre todo la de Julián
LeBaron, de Chihuahua, reclamándole a Calderón sus mentiras en torno a la
justicia que dice se ha hecho sobre los crímenes de sus familiares, pues ahí
aparece un punto crucial de todo: buena parte de los crímenes contra el pueblo
han sido cometidos por lo que Calderón llama
bandas criminales, que no son otra cosa que los grupos paramilitares organizados por su gobierno: de ahí la impunidad.
8. Diversas plumas han sostenido que tras la caravana del consuelo de
Cuernavaca a Ciudad Juárez (4-10 de junio) se escuchó la voz de los dolientes,
pero lo cierto es que en los medios la única voz que se escucha sigue siendo la
del poder, y tras lo acontecido en Chapultepec aparece la responsabilidad de
Sicilia y de sus compañeros. ¿Cómo puede un movimiento que entre otras cosas
pretende
democratizar al paísoponerse a la democracia al interior del mismo, como lo hicieron sus dirigentes, tras las mesas de Ciudad Juárez, que iban a servir para definir sus objetivos, y ellos se negaron a acatar los acuerdos que ahí democráticamente se tomaron para poner fin a la guerra?
9. Los acuerdos de exigir un juicio político a Calderón, de demandar el fin
inmediato de la Iniciativa Mérida y de cancelar toda injerencia de las agencias
de seguridad de Washington en los asuntos de México fueron suprimidos de un
plumazo por la cúpula del movimiento, y uno de sus dirigentes, Emilio Álvarez
Icaza, se dedicó en una campaña en los medios a descalificar a quienes los
sostuvieron como
extremistasy
ultras.
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