El Calderón autobiográfico y del ajuste de cuentas
Autor: Álvaro Cepeda Neri * |
Sección: Conjeturas
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16 Junio 2011
Estuvo el inquilino de Los Pinos (y del búnker que le mandó construir su policía García Luna), en la ceremonia de graduación de la Universidad de Stanford (cuando él –dice– estudió una maestría en economía en la Universidad de Harvard; en esos cursos fast track para gerentes en tres meses o, a lo mucho, medio año), como invitado especial para dictar un discurso a los graduados. Estas invitaciones se gestionan por medio del embajador de Calderón, un tal Sarukán, casi siempre porque el orador entrega un voluminoso donativo en dólares. Nada se sabe de la cantidad que pudo haber dado Calderón. El hecho es que le pusieron la toga (y no el birrete) y asistió al estadio de Stanford donde les recetó de entrada su autobiografía.
Un día se disfrazó de Churchill, para asemejarse al inglés y a menos que sea porque tenemos cinco años de “sangre, sudor y lágrimas”, no se nota en qué se parece al gran bebedor de whiskey y, a pesar de ello, un Estadista (si bien de derecha). De los 18 minutos que duró la perorata calderonista, los estudiantes se distrajeron 14, por una avioneta que sobrevoló el estadio con una manta que, traducida del inglés al español (Calderón no lo necesitó porque mastica, ese idioma), decía: “40 mil muertos… ¿cuántos más?” Pues bien, Calderón les recetó su autobiografía, empezando por su padre (que fue expulsado del Partido Acción Nacional, PAN) y su lucha en la oposición derechista y religiosa del ala más reaccionaria del propio PAN.
Y siguió con su ajuste de cuentas con el pasado del antiguo priismo, al que acusó de todos los males (que los tuvo y bastantes) y se puso él como ejemplo y victoria contra ese mal. Como siempre: vio la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio. Se vistió del “bueno” de la película y calló lo de su “no-guerra”, el cuantioso desempleo, la paralización de toda la economía cuando la supuesta peste de gripe (en cuya tontería lo acompañó Ebrard y algunos gobernadores del PAN) y que el militarismo de soldados y marinos tienen a las instituciones en las vísperas del golpismo, pisoteando derechos y garantías, secuestrando, igual que la delincuencia, a mexicanos inocentes y los gravísimos abusos de Genaro García Luna (quien no lo acompañó, porque allá lo tienen en la mira).
Así que Calderón, quien por cuantioso donativo apadrinó a los graduados de Stanford, con su pronunciación chistosa del inglés (como hacía Fox), continuó su campaña electoral contra el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que con o sin Peña Nieto (éste es sólo un camuflaje), está pintando para ganar la elección presidencial. Y Calderón entra en pánico solamente de saber que deberá entregar el cargo a un priista (si antes no se decide por el golpe de Estado para imponer a García Luna o a cualquiera de los dos de Marina y la Defensa). Su discurso en Stanford es el de un individuo en decadencia política. Su autobiografía no es ejemplo para nadie. Y su ajuste de cuentas contra el priismo de ayer no vulnera al PRI que, con el PRD de López Obrador (no el de Los Chuchos-Ebrard), son la pinza contra el PAN.
FUENTE: CONTRALINEA
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