Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

domingo, 25 de diciembre de 2011

CELAC, UN FUTURO PROMETEDOR- MEXICO, S.A.


México SA
Se desacelera el navío
Cepal: México a la baja
Modelo económico a debate
Carlos Fernández-Vega
La Cepal tuvo a bien informar que en 2011 México ocupó los últimos escalones latinoamericanos en lo que a crecimiento económico se refiere. Nada nuevo bajo el sol, porque esa ha sido la dinámica económica mexicana en cuando menos las últimas tres décadas, aunque de forma aún más marcada en la panista, que lo único que ha estimulado es el rezago nacional frente a otras naciones de la región. Para no ir más lejos, Haití y Nicaragua, que ya es decir, crecen a mayores tasas que esta República de discursos.
Resulta inevitable (aunque con los políticos mexicanos todo es evitable) que el centro del debate electoral del año venidero sea el cambio del modelo económico, seguido por los últimos cinco gobiernos fundamentalistas. Evadir el tema y mantener las cosas intocadas es procurar el estallido social, de tal suerte que quien llegue a ocupar el hueso mayor ya sabe por dónde comenzar a levantar el tiradero.
En vía de mientras, la propia Cepal desmenuzó el acontecer económico mexicano a lo largo de 2011, y lo primero que destaca es la notoria desaceleración que se tradujo en un menor avance (30 por ciento por abajo del registrado en 2010). Como siempre, el ingreso petrolero fue el sustento de este país, con un incremento de 13.5 por ciento. Por el lado de los ingresos no tributarios, se observó un incremento de 3 por ciento, aunque se registró una caída en la recaudación neta del IVA a causa del aumento de las devoluciones. De cualquier suerte, los ingresos tributarios equivalieron a 10.1 por ciento del PIB, la proporción más reducida en América Latina.
En los primeros ocho meses del año, el mercado cambiario experimentó una estabilidad relativa, con una tendencia a la apreciación. El tipo de cambio interbancario promedió 11.9 pesos por dólar entre enero y agosto de 2011, pero en el cuarto trimestre la tendencia fue al alza hasta ubicarlo en torno a los 14 pesos por dólar. El agravamiento de la crisis de la deuda de Europa condujo a una reversión de los flujos internacionales de capitales hacia activos considerados refugios de valor, hecho que entre septiembre y noviembre imprimió volatilidad a la paridad. La cotización interbancaria se ubicó en 13.7 pesos por dólar a finales de noviembre, lo que implica una depreciación nominal de 11.6 por ciento con respecto al nivel observado a principios del año, y de 4 por ciento del tipo de cambio real multilateral.
El crédito al sector privado por parte de la banca privada continuó con la recuperación mostrada en 2010; en los primeros 10 meses de 2011 tuvo un crecimiento nominal de 14.5 por ciento (10.9 por ciento en términos reales). El crédito al consumo tuvo una expansión notable (21.4 por ciento nominal), mientras que, por sector, destacó el aumento del financiamiento a los servicios (16 por ciento), que se ha convertido en el motor de la economía.
La producción agropecuaria se contrajo entre enero y septiembre, producto de eventos climatológicos adversos. La manufactura se expandió, alentada por la mayor producción de equipo de transporte, maquinaria y equipo, productos metálicos, bebidas y tabaco. Sobresalió el crecimiento de la industria automotriz, que estuvo alentada por mayores exportaciones. La construcción continuó con la recuperación iniciada en el segundo semestre de 2010 y en los primeros nueve meses creció a una tasa superior a la del PIB en su conjunto. Entre los servicios, destacó el dinamismo del comercio y los servicios de información en medios masivos. De acuerdo con datos del primer semestre, el aumento de la demanda global estuvo alentado por el dinamismo de las exportaciones y de la formación bruta de capital, mientras que el consumo mostró una expansión modesta.
En octubre, la inflación general anual ascendió a 3.2 por ciento, tasa menor a la observada en el mismo mes de 2010 (4 por ciento). Esta desaceleración obedece principalmente al dinamismo moderado de la demanda interna. Los componentes que más contribuyeron al alza del índice de precios al consumidor son: alimentos, bebidas y tabaco, productos pecuarios y educación (colegiaturas).
En los tres primeros trimestres de 2011, las exportaciones crecieron pero menor de lo observado en el mismo periodo de 2010 (19.6 y 33.7 por ciento, respectivamente). Las exportaciones petroleras mostraron un dinamismo significativo (41.2 por ciento), alentadas por mayores precios, a pesar de un menor volumen de producción. Las de manufacturas, que representan 79.7 por ciento de las exportaciones totales, se incrementaron 15.4 por ciento en los primeros nueve meses del año (contra 33.4 en el mismo periodo de 2010). Sobresale el crecimiento de las exportaciones minero-metalúrgicas, alimentos, bebidas y tabaco, siderurgia e industria automotriz. Las importaciones también moderaron su dinamismo y se expandieron 18.8 por ciento entre enero y septiembre de 2011, en contraste con 31.1 del mismo periodo de 2010. Las importaciones petroleras aumentaron 48.1 en esos meses, producto de mayores precios internacionales.
En los primeros nueve meses del año, los ingresos en concepto de remesas familiares crecieron a una tasa interanual de 6.6 por ciento, el ritmo de expansión más alto después de la reciente crisis económica. El deterioro del déficit de la cuenta corriente está asociado a un mayor saldo negativo de la balanza de servicios, como consecuencia, principalmente, del aumento del débito por concepto de transportes, y de la cuenta de renta, por el mayor pago de intereses y repatriación de utilidades.
La Cepal estimó que en 2012 el PIB crecería 3.3 por ciento, ante una mayor desaceleración de la demanda externa. La variación anual del nivel de precios se mantendrá dentro de la meta anual del Banco de México. El presupuesto de ingresos y egresos fiscales aprobado para 2012 tiene una postura conservadora, en un entorno de desaceleración económica, y proyecta un déficit equivalente a 0.4 por ciento del PIB (2.4 si se incluye la inversión de Pemex). El déficit de la cuenta corriente se ampliará, ante el menor crecimiento de las exportaciones, la desaceleración de los ingresos turísticos y las remesas, y un posible aumento de las importaciones debido al vencimiento de las medidas compensatorias que México había establecido para los productos de China.
Las rebanadas del pastel
Un fuerte abrazo para todos, con los mejores deseos de este tecleador. Felices fiestas y ¡salud! (de las dos)... Nos encontramos el lunes y a echarle ganas.

Celac, un futuro prometedor
Marcos Roitman Rosenmann
La necesidad de coordinar un proyecto de integración latinoamericano y caribeño es prioritario. Más allá de las diferencias ideológicas y políticas, el sentimiento de pertenecer a un continente es el punto de partida, sobre todo cuando dicho proceso ha sido abortado en repetidas ocasiones por intereses ajenos a la región. Parafraseando a Ernest Renan en su clásico ensayo ¿Qué es una nación?, podemos decir que no basta ni la raza, ni la afinidad religiosa, ni los intereses, ni la geografía, ni las necesidades militares para articular un espíritu de unidad. El alma de una nación es la suma de pasado y presente, articulado bajo un legado histórico, una memoria colectiva y el deseo, la voluntad política, de mantener dicho legado como parte de una convivencia común.
España, Inglaterra, Francia o Estados Unidos han conspirado para evitar que dicha unidad estratégica se produzca. Una región débil, llena de reinos de Taifas, es la mejor manera de mantener la opresión imperial. La historia es rica en ejemplos. La estrategia disgregadora ha estado presente desde las guerras por la independencia libradas a principios del siglo XIX. Haití fue la primera en sufrir las consecuencias. Promover intereses caudillistas y oligarquías regionales fue el punto de partida para desmembrar el continente. El resultado no pudo ser más beneficioso para Estados Unidos y las potencias extranjeras. Poco duró la República Federal Centroamericana, cinco países acabaron con el proyecto de Francisco de Morazán. Otro tanto ocurría en la América meridional. El ideal de Simón Rodríguez, Francisco de Miranda y Bolívar, la patria grande, fue dinamitado desde dentro. Espurios intereses se aliaron para provocar la ruptura de lo que había sido la Gran Colombia. Tampoco México quedaría al margen de la atomización del continente. El afán expansionista de Estados Unidos le arrebataría Texas, California, Nuevo México y Arizona, entre otras, después de una cruenta guerra, donde la bandera de Estados Unidos se izaba en su capital. Las grandes potencias no dudaron en promover asonadas, financiar traidores e invadir, si con ello podían mantener su control territorial y la explotación de los recursos naturales. El siglo XIX se despidió como entró, en medio de luchas por evitar cualquier principio de unidad latinoamericana y caribeña. Estados Unidos lentamente iba consolidando su poder en la región. La guerra hispano-cubana-norteamericana (1898) le dio el control de Cuba, transformando la isla en un protectorado. Y el siglo XX hizo su entrada de igual forma. En 1903, Colombia vería como una parte de su territorio se desgajaba, dando origen a la formación de un nuevo Estado, Panamá. Estados Unidos no podía estar más contento. Tras el fracaso de Francia, en la empresa de construir un canal que uniese los océanos Atlántico y Pacífico, podía iniciar su proyecto. Panamá, nada más comenzada su andadura como Estado independiente, se convirtió en semicolonia. La enmienda Platt se hizo carne en su primera Constitución. El artículo 136 la recoge bajo esta redacción: El gobierno de Estados Unidos de América podrá intervenir en cualquier punto de la república de Panamá, para restablecer la paz pública y el orden constitucional si hubiere sido turbado en el caso de que por virtud de tratado público aquella nación asumiere, o hubiere asumido, la obligación de garantizar la independencia y soberanía de la república. Así no hay duda de quienes serán los verdaderos dueños del país.
De esta manera se construyó una región sometida y controlada por Estados Unidos. Lentamente los potencias extracontinentales fueron perdiendo fuerza. Aquí comienza otra andadura, la justificación ideológica para mantener a los pueblos latinoamericanos sojuzgados. Nace el panamericanismo. Pero tras la Segunda Guerra Mundial, surge un nuevo orden. Por primera vez en la historia de Occidente, el eje del poder cambia de continente. La vieja Europa cede su trono a Estados Unidos y el rancio panamericanismo muta bajo el paraguas de la guerra fría. El Tratado Interamericano de Defensa Reciproca (TIAR) y su corolario político, la Organización de Estados Americanos (OEA), en 1948, serán los diques de contención frente a los proyectos antimperialistas de liberación nacional. Ambas organizaciones, el TIAR y la OEA, mostrarán su cara más grotesca a pocos años de su creación. Primero avalando el golpe militar en Guatemala, en 1954, contra Jacobo Arbenz orquestado por la CIA en colaboración con el gobierno Honduras y El Salvador, entre otros, y segundo, avalando el bloqueo económico y político a Cuba, y posteriormente orquestando su expulsión en 1964. La existencia de la OEA en la región ha sido un factor desestabilizador. Baste recordar la complicidad guardada frente a los golpes de Estado y las dictaduras militares establecidas en los años 70 del siglo pasado. Su principal papel ha sido obstruir la creación de cualquier proyecto latinoamericano y caribeño cuestionador de la hegemonía estadunidense. Así, no faltan motivos para pedir su disolución.
En estos días mucho se escribe sobre la iniciativa de fortalecer la reciente iniciativa que vio la luz en Caracas, crear una Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), y no es baladí. Tras verificar los beneficios de contar con organizaciones regionales, sin presencia de Estados Unidos, Unasur y Alba, por ejemplo, la decisión de los 33 países que han decidido presentar la Celac supone un salto de calidad. No dudamos de las dificultades de ponerla en marcha. Estados Unidos hará lo posible para conseguir su fracaso, recurriendo a todo tipo de artimañas posibles, apoyándose, de paso, en mezquindades políticas. Es en este campo de condiciones adverso, donde le toca navegar al sueño de los libertadores, la construcción de la Patria Grande, anhelada como un factor identitario, más allá de la diversidad política e ideológica. Su destino dependerá de la voluntad política para no caer en el desaliento y la traición. En eso consiste la batalla.

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