Fallecen 40 personas; el grupo musulmán Boko Haram reivindica las acciones
Ola de atentados contra templos católicos en ciudades de Nigeria
El Vaticano dice que las explosiones demuestran
la crueldad de un odio absurdo y ciego
Un sacerdote católico muestra a efectivos de seguridad la escena frente a la iglesia de Santa Teresa en Madala, periferia de la capital nigeriana, Abuja, luego de que un atacante suicida provocó un estallido cuando los fieles salían de la tradicional misa de galloFoto Reuters
Reuters, Afp y Dpa
Periódico La Jornada
Lunes 26 de diciembre de 2011, p. 27
Lunes 26 de diciembre de 2011, p. 27
Abuja, 25 de diciembre. Una ola de atentados con explosivos contra templos católicos causó la muerte de al menos 40 personas que acudieron a la misa de gallo en tres localidades de Nigeria.
Boko Haram, grupo musulmán que ha sido duramente combatido por el gobierno desde julio de 2009, se adjudicó los ataques en Madala, ciudad periférica esta capital; en Jos, en la zona centro del país, que ha sido escenario de cruentas agresiones de islamitas radicales contra católicos, y en Gadaka, en el noreste, donde la organización islámica tiene su principal centro de actividades.
Un centenar de personas, la mayoría presuntos militantes de Boko Haram, murieron entre el jueves y el sábado en enfrentamientos con tropas gubernamentales que hace año y medio aplacaron una insurreción de los musulmanes, con saldo de unos 800 muertos, que incluyó a Mohamed Yusuf, líder de la organización.
Las células de Boko Haram –
la educación occidental es pecado, en la lengua hausa del centronorte de África– se mantuvieron unos meses bajo la sombra, pero se reagruparon este año y lograron resurgir progresivamente con ataques a comisarías de policía, puestos militares y dirigentes comunitarios, políticos y religiosos opuestos a la ideología de la organización, que se declara afín al talibán afgano y tiene presuntos nexos con Al Qaeda.
El estallido en la ciudad de Madala ocurrió en el momento en que salían a la calle los fieles que acudieron a la misa con la que se conmemora el nacimiento de Cristo, a la medianoche. Un hombre que hizo detonar los cartuchos entre la muchedumbre murió junto a 34 personas. Los otros cinco fallecimientos, incluido el de un policía, ocurieron en la ciudad Jos, que se encuentra en el límite entre el sur de mayoría cristiana y el norte principalmente musulmán.
El presidente Goodluck Jonathan, un cristiano del sur, calificó el incidente de desafortunado y advirtió que el grupo Boko Haram
no estará rondando para siempre y se acabará algún día.
Por medio de su vocero Federico Lombardi, el Vaticano afirmó que los ataques demuestran
la crueldad de un odio absurdo y ciego, que no tiene respeto por la vida humana.
Gorbachov apoya a inconformes y pide la dimisión del jefe de la Comisión Central Electoral
Decenas de miles protestan en Rusia por fraude electoral y exigen la salida de Putin
Durante varias horas ciudadanos de clase media desafiaron la nieve y temperaturas de 5 grados bajo cero
Panorámica de la manifestación del sábado en Moscú contra los últimos resultados de las elecciones parlamentarias. Decenas de miles se manifestaron por nuevos comicios, aumentando la presión sobre Vladimir Putin, quien busca un nuevo mandato como presidente de RusiaFoto Reuters
Juan Pablo Duch
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 26 de diciembre de 2011, p. 30
Lunes 26 de diciembre de 2011, p. 30
Moscú, 25 de diciembre. El mayor mitin de protesta desde la disolución de la Unión Soviética en 1991 reunió en esta capital, el sábado anterior, a más de cien mil rusos inconformes con la alteración de resultados en las últimas elecciones legislativas y con la intención de Vladimir Putin de perpetuarse en el poder.
La policía y los medios bajo control del Estado siguen cometiendo el error de querer minimizar la magnitud del malestar en la sociedad al decir que asistieron sólo 29 mil personas.
Argumentan que es el número que registraron los arcos detectores de metales, pero omiten que, por órdenes superiores, dejaron de contar cuando pasaron cerca de 60 mil y no menos de 40 mil inconformes se quedaron del otro lado de las vallas de seguridad, llenando casi completa la avenida Sájarov.
Lo cierto es que, aun con cifras aproximadas –los organizadores hablan de 120 mil participantes–, el mitin del sábado superó en asistentes a la anterior protesta del 10 de diciembre, que juntó hasta 85 mil personas en la Plaza Bolotnaya.
En esta ocasión, a diferencia de aquella, en que el malestar se centró en denunciar el
fraudeelectoral, las críticas principalmente estuvieron dirigidas contra Putin, y hasta la televisión al servicio del Kremlin lo reconoció en sus noticiarios.
En ese contexto, el secretario de prensa de Putin, Dimitri Peskov, volvió a dar la cara este domingo al declarar, con poca fortuna, que su jefe toma nota de las demandas y
sin embargo, son muchos más los rusos que lo apoyan.
Tal vez Peskov tenía en mente –habrán pensado quienes escucharon sus declaraciones– a 99.92 por ciento de los electores que, se dice, votaron por el partido de Putin en Chechenia, o a los que se supone son seguidores suyos en otras quince o veinte regiones con votación igualmente
extraña.
Por no hablar de quienes votaron por otros partidos y sus sufragios acabaron engrosando artificialmente el resultado del oficialista Rusia Unida, según se queja en tribunales la oposición, o de los millones de rusos que escogieron como forma de rechazo la abstención.
En ese contexto, no parece muy oportuno hablar de apoyo mayoritario al Kremlin ni de pretender que el mitin del sábado pasado representa a la minoría. Porque el grueso de esas cien mil personas no militan ningún partido, sino son ciudadanos de clase media, que durante cuatro horas y media, desafiando la nieve y temperaturas de 5 grados bajo cero, salieron a la calle para exigir
¡Putin vete ya!.
Hasta Mijail Gorbachov, quien no pudo asistir al mitin como orador, declaró a una emisora que Putin debe retirarse de la política:
Tres mandatos: dos como presidente y uno como primer ministro, son más que suficientes. Lo mejor que puede hacer es irse ahora.
El ex presidente soviético respaldó las demandas de los inconformes, en particular la dimisión de Vladimir Churov, presidente de la Comisión Central Electoral (CCE), que también pidió el Consejo de Derechos Humanos adjunto a la presidencia rusa, en un duro documento, por
perder la confianzaen dicho funcionario.
Uno de los organizadores del mitin, Vladimir Ryzhkov, leyó un proyecto de resolución, cuyos puntos –no dar a Putin un solo voto, libertad para los presos políticos, anulación de las elecciones, nuevos comicios, registro de partidos de oposición, renuncia del presidente de la CCE, etcétera–, recibieron la entusiasta aprobación de los presentes, pero en el fondo se trató de una simple formalidad, más allá de la voluntad de volver a salir a la calle cuando haga falta.
La gran diversidad de planteamientos de quienes hicieron uso de la palabra –de los más radicales como Aleksei Navalny que amenazan con tomar el poder por la fuerza o los más conciliadores como Ksenia Sobchak, ahijada de Putin por cierto, o Aleksei Kudrin, ex ministro de finanzas cesado hace poco y silbado durante su intevención, que piden elecciones limpias y no desean una revolución–, confirmó que los inconformes no se supeditan a ningún partido.
Son parte de un movimiento espontáneo que nace en el seno de la sociedad y que, por ahora, sólo quiere dos cosas que hacen coincidir a los distintos discursos y acentos ideológicos: realizar elecciones limpias y evitar que Putin se convierta en mandatario vitalicio.
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