Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

martes, 20 de diciembre de 2011

El miedo al PRI- ¿La Constitución a cambio de un voto?- ASTILLERO-Tres cartas pragmáticas


Astillero
En busca del centro perdido
Tres cartas pragmáticas
¿Y el gabinete de coalición?
FC gana carrera a EMP
Julio Hernández López
Foto
RECONOCIMIENTO A ELEMENTOS FEDERALES. El titular de la SSP federal, Genaro García Luna, encabezó una ceremonia de entrega de distinciones. Lo acompañan Justino Compeán, presidente de la Federación Mexicana de Futbol, y Facundo Rosas, comisionado de la Policía FederalFoto Notimex
Instalado en ese nebuloso terreno legal en el que no puede asumirse como candidato en campaña, aunque sí lo sea (igual que le sucede a Enrique Peña Nieto), Andrés Manuel López Obrador se lanzó de lleno a la especulación posterior al momento de las urnas, al anunciar tres designaciones que en su gabinete realizaría en caso de ganar la Presidencia de la República: Marcelo Ebrard a Gobernación, Rogelio Ramírez de la O a Hacienda y Juan Ramón de la Fuente a Educación Pública.
Tres cartas con dedicatoria específica a públicos electorales que así podrían sumar su voluntad votante al tabasqueño que va retomando sitio, luego de la larga travesía por el desierto mediático impuesta por el calderonismo y sus aliados temporales. Con el todavía jefe del gobierno capitalino, AMLO pretende hacerse de los bonos de la clase media y el segmento liberal o progresista que no comparte estilo ni propuestas de quien finalmente quedó como candidato de las izquierdas. Ramírez de la O ya había sido en 2006 la propuesta hacia la Secretaría de Hacienda, por su buena reputación profesional, su conocimiento de las élites de tan delicado ámbito y la garantía que así ofrece de compartir las tesis de justicia social de su jefe político sin transgredir las normas de control presupuestal y rigor ortodoxo que los grandes centros de poder económico reclaman. De la Fuente también había asomado en los esbozos de gobierno que en 2006 había hecho AMLO, considerado entonces como un posible secretario de Gobernación. De entonces a la fecha, el ex rector de la UNAM ha aparecido en múltiples combinaciones de futurismo electoral que no han aterrizado.
En términos estrictos de la pelea electoral en curso, el lance de López Obrador parece acertado (aunque con una exageración chirriante al hablar de que conformará un equipo de trabajo como el del presidente Juárez, no sólo porque al hablar así el propio tabasqueño se asume como nueva versión definitiva del oaxaqueño sino, además, porque sus primeras propuestas de funcionarios no acumulan aún méritos contundentes para ser ubicados por decreto en la antesala de los juaristas gigantes).
Falta ver, desde luego, si Ebrard y De la Fuente están realmente decididos a jugar su suerte con AMLO o, como se puede deducir de los escarceos en que han participado respecto a un futuro gabinete de coalición, estén más encaminados a participar en secretarías con cualquiera que emerja como triunfador, más en términos de dar gobernabilidad que a comprometerse militantemente con una opción. Ebrard y De la Fuente no desean ser candidatos a nada porque prefieren reservarse para la conformación de un futuro gabinete plural, gane quien gane la titularidad del Poder Ejecutivo.
Por lo pronto, AMLO acelera el pragmatismo coyuntural que trata de ganar el centro y se desmarca de la izquierda dura que constituyó su refugio y plataforma durante cinco años de sequía. La República Amorosa y el pejecristianismo sirven para eludir confrontaciones y definiciones directas respecto a esa misma izquierda que es animada a conformarse con la consigna de Amor y Paz. Ahora, con las tres cartas que presenta rumbo a diciembre de 2012, el candidato lanza anzuelos, tira lastre y muestra flexibilidad operativa en el timón.
Por otra parte, doblegada por el implacable espíritu de temporada que campea, esta columna considera su obligación cívica, ética y deportiva extender el presente reconocimiento al mérito atlético y la modestia institucional del C. Lic. Felipe Calderón, quien el sábado anterior agregó un logro de antología a su exitosa trayectoria (ampliamente valorada a nivel internacional, por sus varios y siempre exitosos salvamentos a la humanidad) al obtener el primer lugar en la carrera pedestre (es decir, a pie; la RAE especifica que en asuntos deportivos se refiere al andar y el correr) denominada Molino del Rey, Un día en la vida, en la que participaron mil setecientos competidores, entre miembros del Estado Mayor Presidencial, sus familiares e invitados externos, cada uno portando una camiseta púrpura como distintivo.
Llevando la identificación frontal con el número 2, el Lic. arrancó al frente del nutrido grupo y en esa misma condición puntera descontó los cinco kilómetros establecidos. El comunicado de prensa de Los Pinos, que en bit.ly/uAtl7n puede ser consultado, rindió cuenta de la proeza: Después de cruzar la meta en primer lugar de la competencia de cinco kilómetros, el Presidente de México recibió felicitaciones de su esposa Margarita Zavala y sus tres hijos, así como un reconocimiento a su participación por parte del Estado Mayor Presidencial.
Apenas de una manera indirecta, por contraste, el reporte oficial se permite insinuar la extraordinaria fortaleza física del ocupante de Los Pinos que en razón de sus asignadas tareas se supone que está sujeto a grande tensión por asuntos nacionales e internacionales y que gasta parte importante de su tiempo en viajes, actos protocolarios y sesiones de trabajo, sin posibilidades de sostener un programa de entrenamiento a fondo e incluso llevado por las circunstancias a tentaciones en materia de gastronomía y relaciones públicas. Dice el párrafo en mención: Cabe destacar la gran condición física que mostraron los miembros del Estado Mayor Presidencial, elemento central que debe ostentar todo integrante de este organismo que apoya las actividades del Presidente y su familia.
Aparte de la prueba de cinco kilómetros hubo otra de 10, varias infantiles y un maratón que también fue ganado por un jefe, en este caso por el propio general Jesús Javier Castillo Cabrera, máximo mando del Estado Mayor Presidencial. El testimonio gráfico de la hazaña quedó discretamente registrado en la misma página de Los Pinos citada.
Y, mientras el Cordero rezagado tira golpes a todos lados, esta vez retando a Peña Nieto a debatir sobre economía, ¡hasta mañana, con la Sedena revelando la proporción no áurea sino plúmbea de la actual guerra: un soldado muerto por cada 18 presuntos delincuentes fallecidos!
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El miedo al PRI
Pedro Miguel
En su horrible sintaxis, el domingo, en Boca del Río, Veracruz, Enrique Peña Nieto atribuyó los ataques de los adversarios a quien tanto temor le tienen, a quien tanto les preocupa, al mejor partido de México: al Partido Revolucionario Institucional.
Se quedó corto. No es temor, sino terror, pánico, lo que inspira a la mayoría de la ciudadanía con memoria la perspectiva de un retorno del PRI al poder federal.
Para enumerar sólo a partir de un punto de quiebre: tal vez Peña Nieto no sepa, o no quiera recordar, que fue el PRI el que desencadenó una represión feroz y criminal contra estudiantes inermes en 1968. O que fue su partido el que gobernaba cuando Luis Echeverría y José López Portillo emprendieron la guerra sucia que dejó miles de muertos y centenares de desaparecidos, y que mientras ambos ex mandatarios condenaban a las dictaduras militares del Cono Sur, decenas de secuestrados por las fuerzas oficiales eran arrojados al mar en vuelos de la muerte que despegaban de la base naval de Icacos, en Acapulco. O que por años funcionó, en el Campo Militar Número Uno, una cárcel clandestina semejante a las establecidas por los gorilas chilenos y argentinos en sus respectivos países.
Cómo no va a inspirar miedo el retorno del PRI a la Presidencia, si en las cloacas del régimen priísta se fraguó el asesinato de Manuel Buendía; si, como consecuencia inesperada del terremoto de 1985, se halló, en los escombros de la Procuraduría de Justicia capitalina, a la sazón encabezada por Victoria Adato, varios cadáveres encajuelados; si las autoridades federales y defenñas –priístas, en ese entonces– abandonaron a su suerte a la población herida y sin vivienda; si entre 1982 y 1989 el país vivió en una exasperante depresión económica; si en esos años el fraude patriótico fue práctica rutinaria en las elecciones.
Cómo no temerle al PRI si durante el gobierno usurpador de Carlos Salinas de Gortari fueron asesinados centenares de opositores políticos, si se desmanteló la propiedad pública en el marco de privatizaciones corruptas, si se impuso en el país el modelo económico que aún padecemos, generador de pobreza y de riqueza extremas, si desde entonces se diseñó la inclusión del PAN en el régimen mediante las concertacesiones, y si aquella administración infame culminó con un rosario de asesinatos entre los propios priístas.
Por supuesto que inspira terror el recuerdo del zedillato y sus raterías inconmensurables, su infinita torpeza económica, su entrega del país a intereses extranjeros, las masacres de campesinos (Aguas Blancas, El Bosque, La Libertad, El Charco, Acteal, entre otras) y la política de contrainsurgencia traducida en violaciones de mujeres indígenas por soldados y en el cerco contra los pueblos zapatistas.
Cómo no va a dar miedo el PRI ante monstruosidades sindicales como Joaquín Hernández Galicia, Salustio Salgado, Carlos Romero Deschamps, Carlos Jongitud Barrios, Elba Esther Gordillo y Víctor Flores, entre muchas otras, todas ellas gestadas en la matriz corporativa del tricolor.
Claro que hay razones para sentir terror ante un eventual regreso del PRI si se considera que, durante la administración del propio Peña Nieto en el Estado de México, los índices delictivos y la violencia se multiplicaron en forma incontrolada, la entidad se situó como primera en feminicidios, creció el desempleo, se incrementó el número de pobres, se multiplicó la deuda del estado y el gobernador destinó miles de millones de pesos de dinero público a campañas de imagen para presentarlo como un buen prospecto presidencial.
Cómo no sentir terror de que regresen al poder, de la mano de Peña Nieto, individuos como los Salinas de Gortari, Mario Marín y Ulises Ruiz.
El PRI es el cambio, dijo Peña Nieto, en un escandaloso abuso del oxímoron. Y agregó: Vamos a ganar el primero de julio de manera clara y contundente. Vamos por un triunfo inobjetable. Para su infortunio, la frase le salió casi idéntica a la que dijo Jorge de la Vega Domínguez, antiguo gerente del partido, en la madrugada del 7 de julio de 1988, mientras se cocinaba el magno fraude electoral: la imposición de Salinas había sido un triunfo contundente, legal e inobjetable.
Cómo no va a dar miedo.
Un abrazo grande para Julio Collado Vides, investigador del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM, recién distinguido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes, y quien ha propuesto un año de silencio ante el desdén gubernamental hacia la ciencia y la investigación.
Javier Flores
Lo primero que debe quedar claro es que la reciente reforma al artículo 24 de la Constitución aprobada por la Cámara de Diputados, mediante la que se amplían los espacios para los cultos religiosos, no es un proceso concluido. El paso siguiente será su aprobación, corrección o rechazo por parte del Senado. Modificar la Carta Magna es un proceso serio. No es algo que equivalga a cambiar cubetas de plástico por votos. La propia naturaleza del Estado mexicano está en juego. Corresponde ahora a los senadores el análisis riguroso de una modificación en la Carta Magna realizada irresponsablemente por los diputados, que obedeció a las presiones de la Iglesia católica, y que está claramente asociada con objetivos electorales.
Hay varios elementos en los cuales puede sustentarse el rechazo a la citada reforma. No solamente porque surgió de un procedimiento poco claro e irregular, denunciado por varios diputados, algunos integrantes de la Comisión de Puntos Constitucionales. El texto, tal como fue aprobado, se contrapone con el artículo tercero de la Constitución. No basta que los legisladores promotores y aprobadores del cambio constitucional (entre los que se encuentran diputados del PRI, PAN y, vergonzosamente, del PRD) nieguen esta contradicción. Estos legisladores creen que el pueblo de México está integrado por tontos, y limitan en sus discursos los alcances de lo que aprobaron, al propósito de garantizar la libertad religiosa, algo que desde tiempo atrás ya había quedado asentado en la Constitución. Veamos lo que dice el artículo tercero en sus fracciones I y II sobre la educación que imparte el Estado:
“I. Garantizada por el artículo 24 la libertad de creencias, dicha educación será laica y, por tanto, se mantendrá por completo ajena a cualquier doctrina religiosa;
II. El criterio que orientará a esa educación se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios.
Por su parte, la reforma al artículo 24 de la Constitución aprobada el pasado jueves en San Lázaro, con todo y que intentaron limar –sin éxito– sus aspectos más controversiales, señala: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de conciencia y de religión, y a tener o adoptar, en su caso, la de su agrado. Esta libertad incluye el derecho de practicar, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo…”
Pues bien, con la reforma, mientras en las aulas de las escuelas públicas se impartirán conocimientos sustentados en el progreso científico y no en los fanatismos y prejuicios, en los patios de las mismas (que son espacios públicos) se podría enseñar lo contrario. Por ejemplo, en el salón de clase se hablará de la teoría de la evolución de Darwin, y afuera se inculcaría el creacionismo (el universo se creó en seis días –como establece una Biblia medio leída–, la Tierra es plana, entre otras variantes más desarrolladas de lo mismo).
Un aspecto muy importante de la reforma aprobada por los diputados, a la que no se ha prestado suficiente atención, es la incorporación de la libertad de conciencia. En las propias consideraciones se explica indirectamente a lo que se refiere: “Objeción de conciencia: toda persona tiene derecho a incumplir –ojo: incumplir– una obligación legal y de naturaleza personal cuya realización produciría en el individuo una lesión grave de la propia conciencia o de las creencias profesadas...”
Lo anterior tiene implicaciones tremendas, no sólo en la educación, sino en otros campos, como el de la salud. Me limitaré aquí a las relacionadas con el ámbito educativo: Por ejemplo, si una persona considera que la enseñanza que se imparte en una escuela pública a sus hijos sobre sexualidad y reproducción lesiona su libertad de conciencia, contaría ahora con un fundamento constitucional para oponerse a que asistieran a esas clases, leyeran los libros de texto correspondientes y fueran evaluados sobre estos temas. En síntesis, con la reforma aprobada, el artículo tercero de la Constitución sería letra muerta.
¿La Constitución a cambio de un voto? Los senadores tienen hoy una gran responsabilidad. La lucha por el poder en las próximas elecciones nos está llevando a un escenario delirante. La Iglesia se ha convertido en una especie de maestra Elba Esther Gordillo con sotana… Pero aquí el precio a pagar es demasiado alto.
Contra los violentos-Magú

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