Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

domingo, 18 de diciembre de 2011

El vuelco de AMLO- El nuevo siglo de EU en el Pacífico, según Hillary Clinton- Las elecciones en México y la lógica elemental


El Despertar
El vuelco de AMLO
José Agustín Ortiz Pinchetti
Los observadores se preguntan si AMLO se ha convertido en un líder moderado o si se ha puesto una piel de borrego para ocultar su ferocidad. El tabasqueño ha cambiado sus discursos. No tienen la vibración hostil de los años de resistencia. Todos los políticos al acercarse la fecha electoral buscan el centro, es decir el voto de los moderados. ¿Realmente Andrés está dejando atrás su propuesta esencial?
En 2006 AMLO no atacó a los empresarios y no los adula en 2011. Nunca ha atacado a la actividad empresarial. Nunca ha impugnado la economía de mercado, aunque afirma que es necesaria la rectoría de un Estado eficiente y compacto. Su relación con los empresarios de la capital del país durante la época que fue jefe de Gobierno resultó magnífica. Los que colaboramos en esa área sabemos que no hubo un solo conflicto y que en los niveles superiores de gobierno no hubo corrupción, ni comisiones, ni mordidas. Hoy como entonces se aspira a la pluralidad. Si sus críticos revisan sus pronunciamientos desde 2000 para acá verán que se ha mantenido congruente: denuncia a los mafiosos que asocian el poder político a los negocios, pero respeta a los empresarios auténticos. Los ataques contra los empresarios fueron imaginarios, producto de una calumnia impulsada por millones de correos electrónicos emitidos desde los ministerios del gobierno de Fox apoyada por una campaña fascista que lo acusaba de ser un peligro para México.
En 2006 y en 2011 AMLO mantiene la consigna de que, por el bien de todos, primero los pobres. Esto no es una amenaza para la economía de mercado, sino la única vía para fortalecerla. La política neoliberal de mantener bajos los salarios para atraer a la inversión privada no sólo es criminal sino estúpida. Sin poder de compra de la mayoría no puede restaurarse el crecimiento económico nulo desde hace 30 años. La pobreza de la población alimenta los circuitos del crimen organizado y pone en riesgo la estabilidad social y política.
Nada molesta más a los críticos laicos que la propuesta de AMLO de centrar el cambio en una transformación ética y espiritual. Eso de la república amorosa les suena a mesianismo. Pero López Obrador responde al hambre y sed de decencia que padece el pueblo de México. Todos sabemos que la corrupción está minando a la nación. Es cierto: el trasfondo del pensamiento de AMLO es el cristianismo en una versión que no excluye a los ateos ni a los agnósticos. Bien dice Gabriel Zaid que en el fondo de todos los valores liberales está el cristianismo. Uno puede ser demócrata y plural y estar a favor del cambio social y tener además una convicción cristiana o incluso ser demócrata, liberal y socialista por su raíz cristiana. De hecho el laicismo es un cristianismo que no osa decir su nombre, ni reconoce sus orígenes Es indispensable combinar los principios con el sentido práctico. La propuesta de AMLO es asociarlos indisolublemente y ahí está el enorme potencial de su movimiento.
Me permito dar vacación a mis lectores por los próximos 15 días. Felicidades.

Bajo la Lupa
El nuevo siglo de EU en el Pacífico, según Hillary Clinton
Alfredo Jalife-Rahme
Foto
La jefa de la diplomacia de EU, Hillary Clinton, el jueves pasado en WashingtonFoto Reuters
E
l posicionamiento bélico de Estados Unidos (EU) en la cuenca del Pacífico para crear una OTAN del océano Pacífico (Bajo la Lupa, 4/12/11) tiene por objetivo cercar a China.
El reposicionamiento geoestratégico de EU en el Pacífico ha sido abordado en el documento Alianzas asiáticas en el siglo XXI, de Project Institute 2049, con sede en Arlington (Virginia), muy cercano al establishment militar y de abordaje multidisciplinario.
A la publicación de marras prosiguió el sonado ensayo El siglo de EU en el océano Pacífico, de Hillary Rodham Clinton, en (Foreign Policy, noviembre 2011).
Ambas publicaciones enmarcaron conceptualmente el espectacular periplo asiático de Obama durante nueve días: desde la cumbre de la APEC en Honolulu (donde nació el mandatario), pasando por la instalación de una base militar en Australia, hasta las cumbres tanto de la ASEAN como del este de Asia en Indonesia (donde creció el presidente).
Es notorio que el peculiar eje Hawai-Indonesia marca subjetiva y objetivamente el deseo de Obama de dejar su huella en un proyecto que tiene como objetivo, primero, limitar los daños de la aciaga etapa bushiana de desastres militares en el subcontinente indio (Afganistán/Pakistán) y Medio Oriente (derrota militar en Irak, etcétera) y, segundo, reposicionar a EU como la máxima superpotencia de la cuenca del Pacífico, lo cual lleva como corolario la asfixia de China cuando aparentemente Washington ha soltado a la Unión Europea y a la eurozona a las fieras de una doble balcanización, económica y política.
Según Clinton, EU se encuentra en un punto pivote cuando empieza el retiro de sus tropas tanto de Irak como de Afganistán, donde asignaron inmensos recursos en ambos teatros.
En los próximos 10 años EU tornará su atención a una inversión (sic) sustancialmente incrementada (diplomática, económica y estratégica) en la región Asia-Pacífico que se ha convertido en el principal motor de la política global, que comprende dos océanos –el Pacífico y el Índico– y que va desde el subcontinente indio hasta la costa occidental del hemisferio americano, que están cada vez más conectados por el transporte y la estrategia. Se trata de casi la mitad de la población mundial, que incluye a varios de los principales motores de la economía global, así como a los mayores emisores de gases invernadero, y asiento de varios aliados principales de EU y de potencias emergentes importantes como China, India e Indonesia.
A su juicio, el compromiso de EU será esencial en los próximos 60 años para ayudar a construir una arquitectura económica y una seguridad de mayor madurez.
El ensayo de la diplomática tiene muchas resonancias con las teorías del almirante Alfred Thayer Mahan, considerado el mayor estratega estadunidense del siglo XIX, quien desplegó exitosamente el concepto de poder marítimo, según el cual: los países con mayor poder naval dominarían el mundo (Bajo la Lupa, 19 y 29/12/10).
Clinton subraya seis principales líneas: fortalecer las alianzas bilaterales de seguridad; profundizar las relaciones en curso con las potencias emergentes incluyendo a China; comprometerse con las instituciones multilaterales regionales; expandir el comercio y las inversiones; forjar una amplia presencia militar (¡supersic!), y avanzar la democracia y los derechos humanos.
Por lo que se desprende de la propaganda negra de los oligopolios anglosajones, tanto la democracia como los derechos humanos formarán parte de la publicitaria panoplia bélica de EU en la cuenca del Pacífico; de allí que sea fundamental que los países afectados por la desinformación global posean sus propios medios masivos de comunicación para contrarrestar el orwellianismo anglosajón.
Clinton considera que los tratados de alianza de EU con Japón, Sudcorea, Australia, Filipinas y Tailandia, sus cinco principales socios regionales, constituyen el fulcro del giro (sic) estratégico de EU en Asia-Pacífico.
Por ahora, la alianza con Japón representa la piedra de toque de la paz (sic) y estabilidad en la región, mientras China representa una de las más desafiantes relaciones bilaterales que EU ha tenido que manejar.
Define los desafíos importantes que tiene EU con China: los contenciosos de Norcorea, Afganistán, Pakistán, Irán y los desarrollos (sic) en el mar del sur de China”.
Siempre en la tónica geoestratégica del almirante Alfred Thayer Mahan, Clinton destaca que la franja de mar desde el océano Índico por el estrecho de Malaca hasta el océano Pacífico contiene tanto las rutas de energía y comercio más vibrantes del mundo.
Se pronuncia con el propósito evidente de dislocar a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), por un nuevo diálogo trilateral con India y Japón y coquetea con India como el eje del sur y centro de Asia integrados económica y políticamente. ¿Caerá India en la trampa seductora de EU que en última instancia tiene como objetivo asfixiar a China?
Exulta que EU ha abierto una misión en Yakarta con los 10 países del ASEAN (bloque del Sudeste Asiático) y uno de cuyos focos es abordar las disputas en el mar del sur China, donde fluye la mitad del tonelaje de mercancías del mundo.
A mi juicio, el delicado contencioso del mar del sur de China constituye una de las tres principales fracturas de la geopolítica, al unísono del despliegue del escudo misilístico de EU en la periferia de Rusia y la línea incandescente de Siria-Irak-Irán-Afganistán-Pakistán, donde chocan brutalmente los intereses geoestratégicos de Washington y Pekín.
La vulnerabilidad geoeconómica que padece EU es patente en el ensayo de Clinton, quien concede demasiada importancia tanto a la APEC como a la Asociación Transpacífica (TPP), ambas contradictoriamente antipódicas cuando, en la primera, China brilla como uno de sus principales miembros, mientras es excluida esquizofrénicamente de la segunda.
Si la hipótesis del politólogo ruso Igor Panarin es correcta –de que ya inició la guerra fría entre EU y China–, entonces la tendencia será a una balcanización de la APEC frente a la expansión del TPP (que involucra innecesariamente al itamita México neoliberal calderonista de proclividad sinófoba).
Clinton explaya la relevancia geoeconómica de la APEC (de la que China es parte): Genera más de la mitad del PIB global y casi la mitad del comercio mundial cuando el año pasado las exportaciones de EU a la APEC alcanzaron 320 mil millones de dólares que fortalecieron 850 mil empleos estadunidenses. ¿Estarán conscientes en EU que un choque frontal con China mediante el TPP puede afectar tales intercambios?
Clinton coloca de relieve el crecimiento económico remarcable de Asia en la década pasada cuando, a su juicio, su crecimiento futuro dependerá de la seguridad y la estabilidad (sic) que han sido garantizadas por los militares (¡supersic!) de EU, que incluyen más de 50 mil soldados en Japón y Sudcorea.
¿Cómo replicará China al respecto?

Las elecciones en México y la lógica elemental
Guillermo Almeyra
Con un país con 67 mil asesinados, ocupado militarmente, en el que el narcotráfico despliega ejércitos mejor armados que las fuerzas del Estado, y donde Estados Unidos manda, entra, sale, actúa, controla, manda armas a los narcos, lava dinero de la droga, espía y hace y deshace en la política y en la economía –y en medio de la mayor crisis capitalista mundial de todos los tiempos– no estamos ante una simple renovación electoral de la cúpula del Estado. Lo que está en juego es si México culminará su integración subordinada con Washington. Es la independencia del país y la posibilidad de una alternativa al neocolonialismo y de la construcción de un sistema que asegure trabajo, estabilidad, desarrollo, paz y justicia, trabajando para eliminar la explotación y la opresión. El peligro es inmediato pues incluso se ventilan abiertamente en sedes gubernamentales estadunidenses los proyectos de anexión de México. Las elecciones se dan en este contexto. El pantanoso terreno electoral, por consiguiente, forma parte del frente de batalla entre explotadores y explotados cuando los primeros están llevando a cabo una feroz ofensiva contra los salarios, los derechos y todas las conquistas civilizatorias logradas por casi un siglo de luchas obreras y populares y quieren revivir las condiciones del siglo XIX. Si los que en 2006 promovieron la abstención favorecieron a Calderón, con los resultados conocidos, ahora no sólo favorecen al PRI/PAN en el poder –y particularmente a la banda de Peña Nieto–, sino que también –al no ofrecer una alternativa– siembran desorganización, desunión, desmoralización, pasividad y ayudan así poderosamente al capitalismo para que éste haga pagar su crisis a sus víctimas. Son apolíticos que hacen la peor de las políticas: la de la pasividad y el conservadurismo. Son antielectoralistas que salen de su carencia de ideas y su mudez sólo para proponer la peor de las posiciones electorales, la abstención que deja el camino libre al candidato más reaccionario.
Toda revolución burguesa –la estadunidense, la francesa, las guerras de Independencia en América Latina, la Revolución Mexicana– siempre vio enfrentarse sectores de las clases dominantes o sus representantes, y en ellas los oprimidos y explotados, aunque no las dirigieron, participaron en esa lucha con mayor o menor independencia (Zapata se alzó con Madero contra Díaz, pero sin someterse al maderismo). Sólo los estúpidos pueden creer que son todos iguales y que da lo mismo que gane Juárez o Maximiliano (o, con todas las diferencias del caso, Calderón o López Obrador, éste o Peña Nieto). Porque, aunque los trabajadores no pueden esperar nada sino de sí mismos y de su independencia política y su autorganización, no les es indiferente si existe o no un marco constitucional en el país, si se logran o no espacios democráticos, si se roba y mata impunemente o si el gobierno al menos trata de poner reglas y de impedir que funcione la ley del más fuerte.
Sólo los que ignoran la historia creen que los movimientos dependen ciegamente de sus líderes. Quienes creen en AMLO no son forzosamente la réplica de éste. López Obrador gobernó la ciudad de México autoritaria y arbitrariamente y favoreció a los sectores empresariales. La política de Morena depende exclusivamente de sus decisiones y su programa escrito se da de patadas con su política de alianzas con sectores que buscan lo opuesto de lo que él proclama. Cuando las políticas que engendran muertes, hambre, pobreza extrema, ilegalidad, emigración masiva y colonización del país enfrentan a unos pocos multimillonarios con el resto de los mexicanos, AMLO se olvida de las clases y nos dice que el eje de su política es el amor (¿a quién?) y la lucha contra la corrupción (¿de quiénes?). Ahora, a riesgo de perder parte de su apoyo, se presenta como moderado para tratar de ganar el de los sectores capitalistas preocupados por el hundimiento del mercado interno y para eliminar la imagen de peligro para México que le fabricó el oligopolio televisivo, aunque Jorge Castañeda y Adolfo Aguilar Zinser hundieron a Cuauhtémoc Cárdenas con esa misma táctica… Además, nunca llamó a sus bases a movilizarse sino con fines electorales, y así las mantiene sin iniciativa y desorganizadas cuando, como lo demuestran los fraudes de 1988 y de 2006, no existe ninguna garantía de que no habrá que rebelarse contra otro despojo de la voluntad popular. AMLO es un político formado en la escuela priísta del pragmatismo y las maniobras sin principios que sin embargo apoyó al neozapatismo chiapaneco, creó universidades y escuelas, no robó ni reprimió y, por eso, sólo calumniadores de la más baja estofa moral pueden llamarlo bribón.
Pero lo que está en juego no es meramente una elección sino la creación de una nueva relación de fuerzas entre las clases. Y quien puede evitar el desastre no es AMLO sino el movimiento político-social que lo apoya. No existe en México otra fuerza democrática de masas. Ella ocupó el paseo de la Reforma para defender la voluntad popular e imponer cambios sociales. No depende de AMLO aunque lo sigue y confía en él. No existe otro sector que pueda organizarse y luchar por el cambio social ni donde sea posible promover ideas anticapitalistas.
Por lo tanto, manteniendo la independencia política, criticando las concepciones teóricas y las políticas erróneas del candidato, es indispensable luchar por el triunfo electoral del movimiento que lo apoya y por la organización autónoma y el desarrollo del mismo. Las bases de Morena tienen una capacidad de comprensión que los ultraizquierdistas desprecian. Un voto crítico de apoyo permitiría a quienes quieren una política anticapitalista consecuente estar junto a ellas ayudándolas a organizarse, a combatir toda claudicación y a hacer frente a un nuevo fraude. La abstención, en cambio, es una actitud pasiva y ayuda a la derecha. La lógica más simple lleva a condenarla.

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