Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 3 de diciembre de 2012

AMERICAN CURIOS- Déficit, instrumento necesario-APRTENDER A MORIR

American Curios
Señales de vida
David Brooks
Foto
Organizaciones comunitarias y de derechos civiles en Nueva York impulsan una lucha en favor de sindicalizar a trabajadores de restaurantes de comida rápida. En la imagen, protesta afuera de un Burger King en días pasados
Foto Reuters
 
Trabajadores de los restaurantes de comida rápida en Nueva York lanzaron una campaña para demandar un salario digno, mientras hace una semana, en cientos de actos a lo largo del país, trabajadores de Walmart y aliados comunitarios realizaron un breve paro de labores y manifestaciones. Ambos actos no tuvieron precedente en este país.
 
Aproximadamente 500 trabajadores participaron con cientos de simpatizantes y aliados comunitarios y sindicales en cientos de actos en las afueras de las tiendas Walmart por todo el país el viernes negro, en demanda de mejores salarios, mayor participación en la toma de decisiones sobre condiciones y horarios, seguro de salud y más. La empresa comercial más grande del mundo (sólo en Estados Unidos tiene cerca de un millón 400 mil empleados) intentó reducir las dimensiones de lo sucedido, pero los trabajadores y aliados afirman que fue sólo un primer aviso de una iniciativa que se ha ampliado en el último año, y algo que jamás ha enfrentado la empresa –conocida como una de las más antisindicales– en sus 50 años de existencia.
 
Pocos días después un incendio en una fábrica de confección en Bangladesh, Tazreen, donde se fabricaba ropa para Walmart, entre otras empresas, causó la muerte de 112 trabajadores. Cuando el incendio empezó, cundió el pánico porque no había salidas de emergencia de la maquiladora. Primero Walmart afirmó que no tenía ninguna relación con esa fábrica, pero después de que trabajadores de ésta difundieron fotos de las etiquetas de la ropa que fabricaban, tuvo que admitir que esa empresa era su subcontratista.
 
El incendio no fue nada nuevo. Durante las últimas dos décadas se han originado por lo menos 33 incendios en ese tipo de maquiladoras en Bangladesh, que han cobrado la vida de cerca de 500 trabajadores. Ese es el precio de la ropa barata que se vende en Walmart, Gap y otras empresas, señalan defensores de derechos laborales en ambos países. El gran éxito de Walmart está basado en reducir precios a lo más barato, lo cual implica pagar lo mínimo a los que fabrican sus productos en el extranjero y a sus trabajadores que los venden aquí.
 
Esas maquiladoras antes se concentraban en Nueva York, donde hace un siglo era la capital de la industria de la confección. Hace un siglo, en 1911, se incendió una maquila, Triangle Shirtwaist, a una cuadra del parque de Washington Square. Las salidas de emergencia tenían candado y muchos trabajadores –en su mayoría mujeres jóvenes (algunas de 14 años) inmigrantes italianas y judías– se lanzaron por las ventanas desde 10 pisos arriba. Murieron 146. La tragedia sacudió al país y generó un movimiento de reforma que impulsó algunas de las primeras leyes de salud y seguridad en el trabajo, así como la organización de un poderoso sindicato nacional: ILGWU. Ahora el traslado global de producción ha permitido a empresas de venta al menudeo como Gap y Walmart regresar el reloj a 1911, recreando en lugares como Bangladesh las condiciones brutales y los costos muy reducidos que prevalecían en los tiempos del incendio de Triangle, afirmó Scott Nova, director del Consorcio de Derechos de los Trabajadores.
 
Robert Reich, secretario del Trabajo en el gobierno de Bill Clinton y experto en políticas públicas, comenta que hace 50 años el empleador privado más grande del país era General Motors, que pagaba a sus empleados un sueldo por hora equivalente aproximadamente a 50 (incluyendo beneficios de pensión y salud) dólares actuales. Hoy, agregó, el empleador más grande del país es Walmart, cuyo empleado promedio gana 8.81 la hora, mientras un tercio de sus empleados trabajan menos de 28 horas a la semana y por lo tanto no califican para obtener beneficios. Reich agrega que Walmart tuvo ingresos por 16 mil millones en 2011, mucho de lo cual enriqueció a los accionistas de la empresa, incluida la familia de su fundador, Sam Walton. Señala que la riqueza de la familia Walton excede a la de 40 por ciento de las familias que están hasta abajo de la pirámide económica combinadas.
 
Mientras tanto, en otro sector de salarios mínimos, en Nueva York se lanzó el esfuerzo más ambicioso hasta ahora para sindicalizar a trabajadores del sector de comida rápida en este país. La iniciativa Fast Food Forward está encabezada por una amplia coalición de organizaciones comunitarias, de derechos civiles y sindicatos en Nueva York. La iniciativa, anunciada el jueves, busca sindicalizar a trabajadores de Taco Bell, Burger King, McDonald’s, Domino’s Pizza y más en esta ciudad.
 
La rama de comida rápida en este país es una industria con valor de 200 mil millones de dólares. La campaña señala que el año pasado el ejecutivo en jefe de Wendy’s fue remunerado con 16 y medio millones, mientras sus trabajadores ganan menos de 20 mil dólares al año. Muchos sólo ganan 8 dólares o menos la hora, y la campaña tiene el objetivo de elevar ese nivel salarial a 15 dólares por hora. Se calcula que unos 50 mil trabajadores están empleados en esa industria en Nueva York. A la vez, esta iniciativa afirma que forma parte de la lucha a nivel nacional por trabajadores de salarios bajos en varios sectores, como los de Walmart.
 
Reich, como tantos analistas más, señala que uno de los grandes factores en el desplome en los ingresos y beneficios para trabajadores y la dramática concentración de riqueza en el país tiene que ver con el debilitamiento de los sindicatos. Más de un tercio de los trabajadores del sector privado estaban sindicalizados en los años 50; hoy menos de 7 por ciento pertenece a un gremio.
 
Pero con estas iniciativas y múltiples esfuerzos más locales, pero igualmente vitales en varias esquinas del país, tal vez no es el fin de los sindicatos. Y vale subrayar que, como siempre en la historia de este país, parte del nuevo movimiento laboral está encabezado por inmigrantes. No pocos se preguntan si estas nuevas iniciativas son señales de vida para el sindicalismo en Estados Unidos.
 
Déficit, instrumento necesario
Arturo Balderas Rodríguez
El asunto del déficit fiscal es el primer gran problema de Barack Obama después de su triunfo en las elecciones. Demócratas y republicanos prometen llegar a un acuerdo para evitar el anunciado precipicio fiscal, pero parecen no hablar el mismo idioma cuando tratan de explicar la forma en que concretarán ese acuerdo. En una entrevista, un legislador demócrata aseguró la disposición de su partido para llegar a un acuerdo, siempre y cuando se incrementara la tasa impositiva a quienes más ganan y no se recortara el gasto en las partidas que benefician a los más necesitados, por ejemplo en salud. En esa misma entrevista el republicano, después de asegurar también que habría un acuerdo, agregó que la condición era no aumentar impuestos, pero si recortar el gasto en aquellas partidas que hay un mayor déficit, por ejemplo, en el plan de salud. Extraña forma de referirse a un posible acuerdo.
 
Cada vez son más los economistas que coinciden en que la deuda fiscal de EU no es ni con mucho un problema de una magnitud tal que, de no solucionarse antes de terminar el año, pondría en peligro la estabilidad financiera del país. Al contrario de recortar el gasto, como pretenden los congresistas republicanos, es necesario aumentarlo para reactivar la economía. Para ello se requiere, sí, ajustar el gasto, pero también aumentar impuestos a quienes más ganan. Robert Shiller, profesor de economía de la Universidad Yale, lo describe en términos simples y accesibles a cualquier mortal. El déficit fiscal se calcula, por un lado, en unidades monetarias y por el otro se usa una medida de tiempo que para determinar su importancia. Por ejemplo, se dice que la deuda de Grecia corresponde a 153 por ciento del PIB de ese país. Puesta en esos términos, la deuda tiene una magnitud desproporcionada. Pero, por ejemplo, si se toman 10 años como medida de tiempo, el peso de la deuda de Grecia se reduce al 15 por ciento de su producto anual, concluye Shiller. Para decirlo en términos aún más simples, si el préstamo hipotecario para comprar una casa se comparara con el ingreso anual, jamás se podría adquirir un compromiso de tal magnitud. Pensar en un desarrollo sin déficit es ignorar la importancia fundamental que tiene el crédito para el crecimiento.
 
La pretensión de los conservadores al hablar de precipicio fiscal es reducir impuestos como medida para restringir el gasto del gobierno y su peso en la conducción de la economía, lo que no es nada nuevo. Durante toda su campaña de relección Obama prometió aumentar impuestos a quienes más ganan, suprimir subsidios como medida para reducir el déficit, fortalecer el gasto social e invertir más para promover el empleo. Pareciera que los conservadores no sólo están animados por un principio ideológico cuando hablan de los peligros del precipicio fiscal, sino que intentan poner obstáculos para que Obama cumpla con esas promesas como un remedio para curar las heridas de su contundente derrota.
 
Aprender a Morir
Los compasivos falsos
Hernán González G.
Con los mismos criterios bicicleteros –aldeanos y efectistas– que el gobierno de ilusoria izquierda de la ciudad de México simuló atenuar los problemas de transporte y vialidad en el Distrito Federal, en costosas pero redituables obras apenas atenuantes de un sistema que prefiere apostar por el automóvil y sus utilidades y no por los peatones y sus necesidades, con idéntico estilo contradictorio, por no decir demagogo, fueron abordados problemas relacionados con la salud, en concreto el tema de la muerte digna o negativa de un enfermo, terminal o no, a ser sometido a tratamientos que prolonguen innecesariamente su sufrimiento o agonía.
 
Si a nivel federal durante el sexenio que recién concluyó, y no obstante las mareadas cuentas del contumaz ex presidente, prevaleció la multiplicación de la violencia y las muertes indignas, como consuelo a la angustiada ciudadanía y en lugar de disminuir los hechos violentos y su sensacionalista difusión, en enero de 2009 fue reformada la Ley General de Salud, adicionando un piadoso articulado en materia de cuidados paliativos que, desde luego, prohíbe la práctica de la eutanasia, a la que la maniquea ley califica de homicidio por piedad, a la vez que criminaliza el suicidio asistido. Un año después, esta cadena de fingimientos de los del Jesús en la boca prohibía aplicar en el IMSS y otras instituciones lo establecido en la Ley de Voluntad Anticipada para el Distrito Federal.
 
A la postre, los gobiernos federal de desbocada derecha y defeño de pretendida izquierda ha-brían de coincidir en el vitalismo desalmado de la línea vaticana, pues la satanizada Ley de Voluntad Anticipada cayó en el espejismo de los cuidados paliativos como opción única de atención a los enfermos terminales, con la aportación además de un conmovedor neologismo: ortotanasia o muerte correcta, en teoría con una supuesta humanización de la muerte y alivio del dolor, sin incurrir en alargamientos abusivos mediante la obstinación médica o religiosa, pero sin provocar la muerte de manera activa, directa o indirecta, procurando la dignidad del enfermo. Otro monumento a la contradicción.
 
Hacer prevalecer el concepto dignidad desde la óptica institucional y confesional sobre valores como libertad y voluntad de morir, desde la óptica del paciente, sigue siendo el gran atraso legislativo de izquierdas y derechas en materia de muerte digna y de voluntad anticipada.

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