Astillero
El brazo derecho
Relevo impuesto
SNTEnciados
¿Mariachi y tequila?
Julio Hernández López
HACIA EL PLAN NACIONAL DE DESARROLLO. El presidente Enrique Peña Nieto, acompañado del secretario de Hacienda, Luis Videgaray (izq.), y del procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, arriban a Palacio Nacional donde ayer se dio inicio a las consultas para realizar el Plan Nacional de Desarrollo
Foto José Antonio López
El profesor Juan Díaz de la Torre ni siquiera mencionó a Elba Esther Gordillo y sus carcelarias circunstancias a la hora de tomar posesión como nuevo dirigente negociado de un sindicato que apenas un par de días antes parecía encaminarse a la guerra política contra el gobierno federal.
En sus palabras cuidadosas no aparecieron la detención de la cacica, la consignación legal, el saqueo de las finanzas sindicales ni aristas filosas relacionadas con la reforma educativa. Un discurso que bien pudo haber sido pronunciado en otra fecha y en otras circunstancias, apenas refiriéndose a los malos entendidos generalizados sobre la tarea de los profesores, a una especie de confrontación natural con sectores socioeconómicos distantes del origen popular de los educadores públicos y a algunos aspectos procesales de la mencionada reforma que deberán ser atendidos y precisados.
En un párrafo sosegado, el nuevo dirigente sugerido por la Secretaría de Gobernación precisó:
les convoco, primero, a mantener nuestra estrategia por la preservación de los derechos adquiridos, y efectivamente con seriedad, con responsabilidad, asumir que en los próximos meses hay que dar una pelea, una pelea responsable, clara, sin ambages, en que esos derechos se preserven, porque los compañeros lo merecen, pero sin estridencias y sin protagonismos, pero sí con precisión de que ahí esa es nuestra tarea.
Impreciso, SNTEnciado, añadió:
El reto y la tarea (...) no es la realización de un evento, no es una marcha, no es un mitin, no es un volanteo, no es una reunión delegacional; es asumir que el privilegio de hablar por los maestros (...) implica asumir que es una lucha larga, permanente, que implica entregar la vida, y nuestro tiempo, nuestra energía y nuestra capacidad en dar esa lucha. En otra parte de su alocución, Díaz de la Torre convocó a informar de los acuerdos tomados en ese consejo nacional, pero
hacerlo significa no ser rehenes de aquellos que teniendo un micrófono y una cámara enfrente, todos los días se han dedicado en los últimos años a denostarnos, a lincharnos moralmente (...) yo no tengo (...) ninguna aspiración de estar en los medios. Compañeros, ahí deben estar los actores o los que dan espectáculo( http://bit.ly/15m9eIG ).
Díaz de la Torre ha sido considerado
el brazo derechode la profesora Gordillo, de quien fue secretario particular. Su historial está plenamente concentrado en lo educativo y lo sindical: fue dirigente de la sección 16, de Jalisco, de cuya escuela normal había egresado; ha ocupado diversos cargos en el comité nacional y cumplido con múltiples comisiones y encargos de la jefa. En junio de 2011 fue electo por unanimidad como secretario general de la estructura presidida por la profesora que ahora está en prisión. Desde meses atrás suplía de facto a Rafael Ochoa Guzmán, quien había caído de la gracia de la todopoderosa, sobre todo por enfrentar a la hija, Maricruz Montelongo Gordillo, y al yerno Fernando González.
El terso desenlace del consejo nacional de los profesores tiene un fuerte tufo a arreglos en las alturas. Díaz de la Torre viajó la tarde del miércoles de Guadalajara a la ciudad de México para entrevistarse con el secretario de Gobernación, quien un día antes, apenas a unas horas de la detención de Gordillo, se había reunido con la senadora Mónica Tzasna Arriola, hija de la cacica y virtual cabeza del Partido Nueva Alianza. De Bucareli, Díaz de la Torre regresó a la capital de Jalisco para reanudar las sesiones del consejo nacional y procesar su autorizada designación como remplazo.
Los primeros indicios sugieren que el acuerdo consiste en llevar el caso penal de Gordillo por las vías del litigio, sin que haya presión o intervención del SNTE o del Panal, a los que pacificadoramente se ha ofrecido respetar su vida interna y la toma de decisiones, incluso en materia de oposición institucional a los trazos de la reforma educativa, en el caso del sindicato. Díaz de la Torre y Mónica Arriola se han sometido instantáneamente a una mordaza respecto a la situación de Elba Esther y han dado muestras de que se dedicarán aplicadamente a cuidar el buen funcionamiento de sus negocios políticos. Ya se verá si el nuevo dirigente es seducido por el peñismo y se voltea abiertamente contra su jefa venerada días atrás, o se presta a una estrategia elbista de control de daños y sobrevivencia como la de René Bejarano después del escándalo de los videos y las ligas. Hoy ocupa la presidencia y la secretaría general del SNTE en función de las circunstancias, pero el segundo cargo deberá ser electo en fecha por precisar, y entonces se verá si Gordillo se impone allí o se abre paso a una pieza futurista del peñismo.
La propia Gordillo se mantiene en el sendero de lo legal, sin alegatos políticos ni estridencias
guerreras, con la oferta de que podría llevar su proceso penal en un hospital o en su domicilio particular, ya fuera en lo inmediato por razones de salud y luego en función de su edad. El dinero en controversia podría ser recuperado por el sindicato, aceptado por éste como gasto autorizado de cuotas de trabajadores o capturado por el gobierno federal, en un pacto de aceptación de lo que legalmente se decida y para lo cual Gordillo está decidida a pagar con largueza servicios jurídicos especializados en asuntos de política organizada.
Y mientras, Jaime Barrera, el director editorial de Público, el diario de Milenio en Guadalajara, ha publicado la
versión no oficialde que la profesora Gordillo no llegó de San Diego a Toluca el día de su detención, sino de Guadalajara, pues ese mismo día
habría estado de las 15:00 horas a pasadas las 17:00 en el salón Las Flores del Hotel Fiesta Americana que está frente a la Glorieta Minerva, en una reunión en la que se departía con música del Mariachi Nuevo Tecalitlán y tequila. Según Barrera, Gordillo
últimamente venía con frecuencia a un tratamiento a base de células madrey en la fiesta frente al hotel donde sesionaría el consejo nacional del SNTE estuvo la cúpula de ese sindicato ( http://bit.ly/XG9LCO ). ¡Feliz fin de semana!
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Violencias de Estado
Gilberto López y Rivas
Excelente y de imprescindible lectura resulta el libro de Pilar Calveiro Violencias de Estado, la guerra antiterrorista y la guerra contra el crimen como medios de control global (Siglo XXI Editores, 2012). Argentina de nacimiento y radicada en México desde 1979, la colega Calveiro sostiene que vivimos en la actualidad una reorganización hegemónica planetaria basada en una violencia estatal que se despliega principalmente a través de dos grandes combates, definidos como guerras contra el terrorismo y contra el crimen, mismas que habilitan el escenario bélico que requieren las dominaciones autoritarias, y facilitando las formas más radicales de la violencia represiva. La guerra antiterrorista permite mantener y expandir el nuevo orden global, mientras la llamada guerra contra el crimen “recurre a una reorganización jurídica y penitenciaria que conduce al encierro creciente de personas, en especial jóvenes y pobres, en aras de la supuesta seguridad interior de los estados. Ambas guerras se entrelazan, se construyen y se dictan desde los poderes centrales –ya sean estados-nación u organismos estatales supranacionales– y son instrumentos útiles para la reorganización global”.
Violencias globales: I. Terrorismo: el enemigo externo. II. Delincuencia: el enemigo interno, con un cierre con pistas sobre el Estado global. Ante la vastedad del libro, sus profundidades teóricas, los múltiples alcances de sus reflexiones y lo reducido de este espacio, expondré sólo algunos aspectos que llamaron mi atención.
Para la autora, los rasgos más sobresalientes de esta reorganización hegemónica son: el pasaje de un modelo bipolar a otro global, ambos con un fuerte componente autoritario; en lo económico, acumulación y concentración neoliberal dentro de un mercado globalizado; en lo político, debilitamiento de la autonomía del Estado-nación y el desarrollo de redes de poder estatal-privadas de carácter trasnacional, así como la instauración de democracias procedimentales; en lo social, la incorporación de tecnología –en especial de comunicación– que modifica tiempo y espacio; en lo subjetivo, una individualidad blanda, aislada, en retracción hacia lo privado, como esfera de consumo de bienes y de cuerpos, todo ello con un uso importante y diferenciado de la violencia, que se articula con las nuevas formas de lo político, social y subjetivo.
Esta autora mantiene que las guerras sucias del siglo XX prefiguran ciertos modos represivos del mundo global actual, con Estados Unidos a la cabeza, y con la imposición de un estado de excepción que articula una red represiva legal con otra ilegal, y en la que se va conformando un Estado criminal. “Ganar la guerra sucia –afirma Calveiro– fue una precondición para tener alguna posibilidad en la nueva fase de acumulación. Así fue como se invirtieron todos los recursos necesarios para asegurar la derrota de cualquier proyecto alternativo en América, una derrota que fue no sólo militar sino también política. Se selló entonces el triunfo de una nueva forma de organización nacional, acorde con la reorganización hegemónica global, que supuso el vaciamiento de las economías mediante la imposición del modelo neoliberal, el vaciamiento de la política con la implantación primero de dictaduras de shock, pero enseguida de democracias formales e incluso autoritarias, producto de la eliminación de todas las formas de organización y liderazgo alternativos, y por último, el vaciamiento del sentido mismo de la nación y de la identidad latinoamericana con la incrustación de nuevas coordenadas de sentido individualistas, mercantiles y apolíticas”.
Es extraordinaria la revisión histórico-crítica de la autora sobre los significados de las dos guerras mundiales, sus costos en vidas humanas, principalmente de civiles, consideradas poblaciones prescindibles e indeseables; la relación entre los genocidios en los campos de concentración con la producción industrial, tecnificada y burocrática de la sociedad de masas que caracterizó aquel momento del capitalismo. Es especialmente aleccionador y clarificante su escrutinio sobre el concepto de totalitarismo y las diferencias entre fascismo y estalinismo a partir de un señalamiento crucial de Calveiro:
La crítica al totalitarismo, hoy por hoy, debe pasar por el anticapitalismo.
Muy sugerente la idea de la autora de que el hecho que cierra la Segunda Guerra Mundial y abre el periodo de la guerra fría, como conector entre ambos momentos, fue el lanzamiento de las bombas atómicas sobre dos ciudades japonesas, y su conclusión de que el genocidio y el ataque indiscriminado sobre población civil son prácticas fuertemente emparentadas, y conllevan la creencia
de que existe un otro racial, religioso o nacional sobre el que se puede imponer cualquier sufrimiento y a cualquier costo, amparándose en una racionalidad de eficiencia bélica, política, económica o biológica. La construcción social de ese otro como alguien exento de todo derecho está en la base del Estado de excepción.
Lo expuesto es tan sólo una reducida muestra de la riqueza temática y analítica de un texto pletórico de reflexiones rigurosas sobre los dramáticos efectos de las violencias de Estado, tanto en el ámbito global, como nacional, que contiene, además, una detallada investigación del
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Juárez: lo que Calderón no enseña en Harvard
Víctor M. Quintana S.
Pensará que luego de leer su artículo publicado en Latin American Policy Journal le dirán como su séquito en México:
Muy bien, señor presidente… pero lo cierto es que lo que Calderón afirma sobre el éxito de su estrategia contra la violencia en Juárez, sólo los académicos indulgentes, poco informados sobre nuestra querida frontera, se lo van a tragar.
Todos Somos Juárez, una estrategia innovadora para enfrentar la violencia y el crimenCalderón afirma que la estrategia que él puso en marcha tuvo tres componentes principales: envío del Ejército y la Policía Federal; apoyo a las autoridades locales y estatales en hacer cumplir la ley, y operación del programa Todos Somos Juárez para reconstituir el maltrecho tejido social de la frontera.
Calderón es el autor de la estrategia y también su propio narrador, es autor omnisciente, coherente entre lo que dice que pensó y luego hizo, que supo desde el principio todo lo que podía ocurrir y trazó un nítido curso de acción articulado, perfecto, que le salió tan bien que ahora en Juárez se ha reducido la violencia espectacularmente.
Sin embargo, quienes seguimos y sufrimos los procesos de violencia criminal y violencia de Estado en Juárez, quienes estuvimos ahí sin la protección del Estado Mayor Presidencial un kilómetro a la redonda, tenemos una visión de las cosas que contradice a la del catedrático invitado en Harvard.
Aceptando, sin conceder, que la estrategia militar-social que Calderón narra en su artículo haya sido así, rigurosamente planeada y calculada desde el principio, las preguntas que brotan son: ¿por qué resultó tan costosa en vidas humanas? ¿Así fue previsto?
En efecto, la parte policiaco-militar de esa estrategia tuvo resultados terribles para Ciudad Juárez: antes de implementarse, durante 2007, hubo 316 homicidios en esta frontera. En marzo de 2008 Calderón mandó a Juárez 5 mil elementos del Ejército y el número de homicidios se elevó a mil 607: en enero de 2009 el operativo se reforzó destacando a varios miles de policías federales, entonces el número de homicidios subió a 2 mil 643. El 11 de febrero de 2010 Calderón inició el programa Todos Somos Juárez, y la cuota sangrienta escaló a 3 mil 117 homicidios en el año. En total, entre 2008 y 2012 Juárez pagó una cuota que superó los 10 mil asesinatos.
Calderón o se equivoca o pretende que nos equivoquemos: el Ejército y la Policía Federal en Juárez no fueron parte de la solución, como él pretende, sino parte del problema. No sólo vinieron a provocar que se unieran y se armaran para defenderse de ellos o aliarse con ellos a una multiplicidad de grupúsculos criminales, escalando los niveles de violencia, sino también perpetraron innumerables atropellos a los derechos humanos: desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, tortura, como acaba de confirmar Human Rights Watch para todo el país. En septiembre de 2011 ya se habían presentado mil 92 denuncias tan sólo en Ciudad Juárez contra los elementos del Operativo Conjunto Chihuahua. El Ejército y la PF le dieron sólo dos momentos de alegría a los juarenses: cuando llegaron y cuando se fueron.
El programa Todos Somos Juárez, Calderón lo presenta en su pretencioso artículo como una respuesta fríamente diseñada luego de la masacre de Villas de Salvárcar, en enero de 2010. Sin embargo, la primera declaración del ex inquilino de Los Pinos al enterarse de la matanza de jóvenes, andando él de gira por Japón, fue:
Es una guerra entre bandas. No fue hasta que las madres de los muchachos masacrados y la insurgencia civil juarense se fueron a las calles que Calderón se hizo presente. Fueron las protestas y la valiente voz de doña Luz María Dávila espetándole:
Usted no es bienvenido a Juárez, lo que le arrancó acciones desesperadas, mediáticas, para responder a la indignación ciudadana. Que no haga de la necesidad de entonces, virtud de ahora.
El citado programa, que significó una inversión-gasto de más de 3 mil millones de pesos (Calderón dice en su artículo que 401 millones de dólares), ha sido muy cuestionado por las organizaciones sociales de Ciudad Juárez. Organizaciones de trabajo con niños, con adolescentes y con mujeres han señalado, por ejemplo, que
se gastó demasiado en cemento y muy poco en reconstruir el tejido social y fortalecer a las organizaciones comunitarias. Buena parte de los recursos de ese programa eran los ya contemplados en los programas ordinarios anuales de las dependencias. Se planeó centralistamente y se gastó demasiado en idas y vueltas de funcionarios entre la capital y la frontera; llegó a muy poca gente, se beneficiaron grandes contratistas, y no hubo una atención y respuesta consistente a las víctimas.
Diez mil muertos después, Calderón, el gobierno de Peña Nieto y el propio de César Duarte celebran el abatimiento de la violencia en Juárez. En eso podrán tener algo de razón, pero lo que no se dice es que buena parte de esa reducción se debe a que uno de los cárteles prevaleció en la disputa por el territorio, a que salió de Juárez la Policía Federal, nido también de delincuentes, y que la policía municipal dejó de perseguir sicarios para perseguir jóvenes y pobres.
El que el gobierno federal fue el bueno de la película y vino a salvar a los inermes juarenses no es más que un cuento. No obedece a la realidad que certeramente señala Hugo Almada: la de un Estado fracturado a todos los niveles, infiltrado, cooptado o coludido en varios de sus niveles y órdenes por las distintas organizaciones criminales. No responde a los anhelos de justicia y cumplimiento de sus derechos que los juarenses siguen demandando.
Ni la estrategia realmente existente ni la que Calderón cuenta vinieron a responder a la demanda de paz con justicia de los juarenses; a las necesidades siquiera las más urgentes de tanta víctima de tanta violencia. No vinieron a romper la matriz de inatención y rezago histórico en materia social; a atender adecuadamente las adicciones y a prevenirlas. No vinieron a desterrar a quienes lucran con fraccionamientos y viviendas inhumanos ni con un transporte público inmundo. Ni mucho menos vinieron a combatir a los grandes beneficiarios del tráfico de drogas, del lavado de dinero y de la venta de armas. Las raíces de las violencias ahí siguen.
Allá los de Harvard si le creen.
Stephane Hessel vive en nuestra indignación
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