El Muro de Berlín; de monumento histórico a “estorbo urbano”
Un fragmento del muro de Berlín.
Foto: Fernando Gutiérrez
Foto: Fernando Gutiérrez
BERLÍN (apro).- Hace poco más de 23 años la noticia de la caída del Muro de Berlín, que durante 28 años dividió en dos no sólo a su capital sino a Alemania entera, sacó a la calle a miles de ciudadanos que jubilosos celebraron el acontecimiento.
El domingo 3, la misma noticia reunió a más de 6 mil berlineses, pero esta vez no para celebrar, sino para repudiar un supuesto proyecto que pretende retirar las piezas originales de lo que queda de aquel mítico Muro de Berlín para dar lugar a una torre de condominios de lujo.
Se trata de la famosa East Side Gallery, 1.3 kilómetros de muro original que se conservaron luego de la “caída” del Muro en 1989 y que sirvieron como lienzo para que artistas de todo el mundo plasmaran sobre él la euforia generada con el fin de la Guerra Fría, convirtiendo además el espacio en la galería de arte al aire libre más grande del mundo.
Al grito de “Wowereit (apellido del alcalde de la ciudad), die Mauer bleibt” ( Wowereit, el muro se queda), miles de manifestantes –6 mil según la cifra oficial, 10 mil según la de los organizadores– se plantaron a lo largo de la East Side Gallery para exigir a las autoridades frenar tal “monstruosidad”.
Pocos daban crédito a lo que de inicio parecía un sinsentido: eliminar de un golpe la historia para abrir el paso a los intereses, cada vez mayores y más presentes en esta ciudad, del mercado inmobiliario.
Un par de días después tanto la opinión pública alemana como la internacional se enteraron de que el proyecto no era tan radical como parecía, pero el debate y la discusión sobre el papel de un monumento histórico como el Muro de Berlín, y la compatibilidad de éste con la “gentrificación” (transformación urbana en que los pobladores originales, generalmente pobres, son desplazados) de la que hasta hace poco era la segunda ciudad más barata de Europa coparon los espacios de los medios no sólo locales sino internacionales.
“Derriban el Muro”
Todo comenzó el viernes 1. Un grupo de artistas, agrupados en la Unión para salvar la East Side Gallery, alertó sobre la presencia de grúas y excavadoras que, al amanecer de ese día, habían sido trasladadas a la orilla del río Spree, en el distrito de Friedrichschain-Kreuzberg, para retirar lo que queda del Muro.
De manera espontánea alrededor de 300 personas se apostaron en el sitio para manifestar su descontento e impedir el retiro de las piezas. Los trabajadores sólo lograron retirar un trozo de muro. Por órdenes superiores se suspendieron las labores a fin de evitar un enfrentamiento con los manifestantes.
Al mismo tiempo, los inconformes comenzaron a lanzar la voz de alerta en Internet. La noticia corrió como reguero de pólvora en las redes sociales e indignó no sólo a los berlineses, sino a miles de ciudadanos de todo el mundo que desde todos los puntos de planeta comenzaron a firmar la petición online que exigía respetar el valor histórico del Muro y llamaba al alcalde de Berlín a intervenir para evitar que en su lugar se construyan viviendas de lujo y centros comerciales.
En sólo dos días, más de 30 mil personas firmaron la petición, que hoy está respaldada por casi 75 mil, y el clímax se alcanzó el 3 de marzo cuando hasta la East Side Gallery llegaron más de 6 mil manifestantes.
Uno de ellos fue Teresa Casanueva, artista de origen cubano que en 1989 formó parte del grupo de artistas que plasmaron el ambiente de júbilo y libertad en el recién caído Muro de Berlin. El bloque de hormigón que ella pintó es justamente el que seguía en este proceso de “reubicación” que se planeaba poner en marcha.
“Estamos aquí porque no es posible que quieran eliminarlo. La East Side Gallery es un monumento histórico que representa mucho más que una atracción turística en Berlín. Es un punto de referencia que debe estar disponible a todas las nuevas generaciones para que conozcan lo que sucedió en el pasado. Y además de todo, es un bien que no pertenece sólo a los berlineses o a los alemanes. Pertenece al mundo entero”, dijo en entrevista con Apro.
Lo que Casanueva y muchos de los presentes desconocían es que la firma constructora Living Bauhaus cuenta con los permisos correspondientes para levantar la torre de 63 metros, que además datan desde antes de 2008. Así lo hizo saber el dueño del proyecto, Maik Uwe Hinkel, quien de inmediato salió en su defensa pidiendo que la comunidad no se sintiera sorprendida, pues desde finales del año pasado era del conocimiento público que las obras comenzarían el primer día de marzo de este 2013.
Transformación
Desde la caída del Muro de Berlín y la posterior reunificación alemana, Berlín inició un proceso de transformación urbanístico que todavía continúa. Hasta la capital alemana llegaron y llegan aún grandes proyectos de inversión inmobiliaria, que han hecho de éste un mercado boyante, y que a 23 años del cambio ha dado una nueva faz a la ciudad.
Un ejemplo muy concreto de ello son los inmensos solares que corrían a lo largo del muro dentro de la ciudad, en su parte oriental. La Potsdamer Platz, y la Bernauer Straße, ésta en menor medida, son la mejor muestra. De ser hectáreas completas de tierra de nadie hoy son zonas comerciales y de vivienda exclusivas, cuyo valor del suelo se ha multiplicado de forma exponencial.
Lo mismo ha sucedido o está por suceder en la East Side Gallery y es ese, en realidad, el problema de fondo de esta disputa: la gentrificación de la ciudad. Por un lado están quienes se rehúsan a dar cabida a las inversiones millonarias en zonas con patrimonio histórico y entre quienes aseguran que ello es parte de la transformación que vive la que es hoy por hoy la ciudad de moda en Europa: Berlín.
El tema de la East Side Gallery se mediatizó desde el primer momento. La noticia se publicó en los principales diarios del mundo con el enfoque de que el Muro sería derribado simplemente para dar paso a una torre de vivienda de lujo.
Los medios alemanes se encargaron de aclarar la situación. Efectivamente existe el proyecto para que la constructora Living Bauhaus erija la torre, pero ésta no será sobre la superficie que hoy ocupa la East Side Gallery, sino a un costado, en un tramo del terreno que existe entre la galería y el río Spree. El retiro de 23 metros de loza del Muro original (y no del 1.3 kilómetros que al inicio todos creían) es parte de un proyecto para construir un puente peatonal y ciclista que dé salida a la calle.
Tal proyecto fue aprobado mediante un referéndum en 2008 y obtuvo 87% de respaldo. Se trata además de la reposición del puente Brommybrücke, que estuvo ahí hasta 1945, cuando los nazis lo destruyeron en su intento por detener el avance del Ejército Rojo al final de la Segunda Guerra Mundial.
No obstante, el debate permanece y genera reflexiones sobre una ciudad que representa por sí misma un trozo de historia mundial y al mismo tiempo su necesidad de mirar hacia el futuro.
“El presente no debe detenerse en Berlín, que permanentemente mira hacia el futuro y la capital tampoco debe cargar con la responsabilidad de conservar en las calles toda la historia alemana. Pero el pasado tampoco se debe circunscribir sólo a los museos, también se debería poder conocer en las calles, de preferencia sin folclorismo. Berlín hoy necesita más pasado que ver, sentir, pensar, pues sólo así puede demostrar que es una ciudad lista para el futuro”, reflexionaba el diario berlinés Tagesspiegel en su edición del 4 de marzo.
Ese es, de momento el centro de la discusión.
El Senado de Berlín y su alcalde Klaus Wowereit tendrán que encontrar una solución al conflicto para, por un lado, tomar en cuenta el sentir de miles de ciudadanos que se sienten amenazados por la gentrificación y, por el otro, no detener el desarrollo de una ciudad llena de vitalidad como lo es la capital alemana.
El domingo 3, la misma noticia reunió a más de 6 mil berlineses, pero esta vez no para celebrar, sino para repudiar un supuesto proyecto que pretende retirar las piezas originales de lo que queda de aquel mítico Muro de Berlín para dar lugar a una torre de condominios de lujo.
Se trata de la famosa East Side Gallery, 1.3 kilómetros de muro original que se conservaron luego de la “caída” del Muro en 1989 y que sirvieron como lienzo para que artistas de todo el mundo plasmaran sobre él la euforia generada con el fin de la Guerra Fría, convirtiendo además el espacio en la galería de arte al aire libre más grande del mundo.
Al grito de “Wowereit (apellido del alcalde de la ciudad), die Mauer bleibt” ( Wowereit, el muro se queda), miles de manifestantes –6 mil según la cifra oficial, 10 mil según la de los organizadores– se plantaron a lo largo de la East Side Gallery para exigir a las autoridades frenar tal “monstruosidad”.
Pocos daban crédito a lo que de inicio parecía un sinsentido: eliminar de un golpe la historia para abrir el paso a los intereses, cada vez mayores y más presentes en esta ciudad, del mercado inmobiliario.
Un par de días después tanto la opinión pública alemana como la internacional se enteraron de que el proyecto no era tan radical como parecía, pero el debate y la discusión sobre el papel de un monumento histórico como el Muro de Berlín, y la compatibilidad de éste con la “gentrificación” (transformación urbana en que los pobladores originales, generalmente pobres, son desplazados) de la que hasta hace poco era la segunda ciudad más barata de Europa coparon los espacios de los medios no sólo locales sino internacionales.
“Derriban el Muro”
Todo comenzó el viernes 1. Un grupo de artistas, agrupados en la Unión para salvar la East Side Gallery, alertó sobre la presencia de grúas y excavadoras que, al amanecer de ese día, habían sido trasladadas a la orilla del río Spree, en el distrito de Friedrichschain-Kreuzberg, para retirar lo que queda del Muro.
De manera espontánea alrededor de 300 personas se apostaron en el sitio para manifestar su descontento e impedir el retiro de las piezas. Los trabajadores sólo lograron retirar un trozo de muro. Por órdenes superiores se suspendieron las labores a fin de evitar un enfrentamiento con los manifestantes.
Al mismo tiempo, los inconformes comenzaron a lanzar la voz de alerta en Internet. La noticia corrió como reguero de pólvora en las redes sociales e indignó no sólo a los berlineses, sino a miles de ciudadanos de todo el mundo que desde todos los puntos de planeta comenzaron a firmar la petición online que exigía respetar el valor histórico del Muro y llamaba al alcalde de Berlín a intervenir para evitar que en su lugar se construyan viviendas de lujo y centros comerciales.
En sólo dos días, más de 30 mil personas firmaron la petición, que hoy está respaldada por casi 75 mil, y el clímax se alcanzó el 3 de marzo cuando hasta la East Side Gallery llegaron más de 6 mil manifestantes.
Uno de ellos fue Teresa Casanueva, artista de origen cubano que en 1989 formó parte del grupo de artistas que plasmaron el ambiente de júbilo y libertad en el recién caído Muro de Berlin. El bloque de hormigón que ella pintó es justamente el que seguía en este proceso de “reubicación” que se planeaba poner en marcha.
“Estamos aquí porque no es posible que quieran eliminarlo. La East Side Gallery es un monumento histórico que representa mucho más que una atracción turística en Berlín. Es un punto de referencia que debe estar disponible a todas las nuevas generaciones para que conozcan lo que sucedió en el pasado. Y además de todo, es un bien que no pertenece sólo a los berlineses o a los alemanes. Pertenece al mundo entero”, dijo en entrevista con Apro.
Lo que Casanueva y muchos de los presentes desconocían es que la firma constructora Living Bauhaus cuenta con los permisos correspondientes para levantar la torre de 63 metros, que además datan desde antes de 2008. Así lo hizo saber el dueño del proyecto, Maik Uwe Hinkel, quien de inmediato salió en su defensa pidiendo que la comunidad no se sintiera sorprendida, pues desde finales del año pasado era del conocimiento público que las obras comenzarían el primer día de marzo de este 2013.
Transformación
Desde la caída del Muro de Berlín y la posterior reunificación alemana, Berlín inició un proceso de transformación urbanístico que todavía continúa. Hasta la capital alemana llegaron y llegan aún grandes proyectos de inversión inmobiliaria, que han hecho de éste un mercado boyante, y que a 23 años del cambio ha dado una nueva faz a la ciudad.
Un ejemplo muy concreto de ello son los inmensos solares que corrían a lo largo del muro dentro de la ciudad, en su parte oriental. La Potsdamer Platz, y la Bernauer Straße, ésta en menor medida, son la mejor muestra. De ser hectáreas completas de tierra de nadie hoy son zonas comerciales y de vivienda exclusivas, cuyo valor del suelo se ha multiplicado de forma exponencial.
Lo mismo ha sucedido o está por suceder en la East Side Gallery y es ese, en realidad, el problema de fondo de esta disputa: la gentrificación de la ciudad. Por un lado están quienes se rehúsan a dar cabida a las inversiones millonarias en zonas con patrimonio histórico y entre quienes aseguran que ello es parte de la transformación que vive la que es hoy por hoy la ciudad de moda en Europa: Berlín.
El tema de la East Side Gallery se mediatizó desde el primer momento. La noticia se publicó en los principales diarios del mundo con el enfoque de que el Muro sería derribado simplemente para dar paso a una torre de vivienda de lujo.
Los medios alemanes se encargaron de aclarar la situación. Efectivamente existe el proyecto para que la constructora Living Bauhaus erija la torre, pero ésta no será sobre la superficie que hoy ocupa la East Side Gallery, sino a un costado, en un tramo del terreno que existe entre la galería y el río Spree. El retiro de 23 metros de loza del Muro original (y no del 1.3 kilómetros que al inicio todos creían) es parte de un proyecto para construir un puente peatonal y ciclista que dé salida a la calle.
Tal proyecto fue aprobado mediante un referéndum en 2008 y obtuvo 87% de respaldo. Se trata además de la reposición del puente Brommybrücke, que estuvo ahí hasta 1945, cuando los nazis lo destruyeron en su intento por detener el avance del Ejército Rojo al final de la Segunda Guerra Mundial.
No obstante, el debate permanece y genera reflexiones sobre una ciudad que representa por sí misma un trozo de historia mundial y al mismo tiempo su necesidad de mirar hacia el futuro.
“El presente no debe detenerse en Berlín, que permanentemente mira hacia el futuro y la capital tampoco debe cargar con la responsabilidad de conservar en las calles toda la historia alemana. Pero el pasado tampoco se debe circunscribir sólo a los museos, también se debería poder conocer en las calles, de preferencia sin folclorismo. Berlín hoy necesita más pasado que ver, sentir, pensar, pues sólo así puede demostrar que es una ciudad lista para el futuro”, reflexionaba el diario berlinés Tagesspiegel en su edición del 4 de marzo.
Ese es, de momento el centro de la discusión.
El Senado de Berlín y su alcalde Klaus Wowereit tendrán que encontrar una solución al conflicto para, por un lado, tomar en cuenta el sentir de miles de ciudadanos que se sienten amenazados por la gentrificación y, por el otro, no detener el desarrollo de una ciudad llena de vitalidad como lo es la capital alemana.
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