Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 9 de marzo de 2013

Emiliano Zapata y León Tolstoi- La historia de los 66 mayas a quienes curó de la vista la Venezuela de Chávez

Emiliano Zapata y León Tolstoi

Las críticas de León Tolstoi
Las críticas de León Tolstoi
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Mientras Rusia estuvo regida por el régimen soviético, las relaciones entre intelectuales de México y la URSS abarcaron diversos terrenos, aunque quizás el que dio frutos excepcionales fue el de la historia de México investigada por especialistas sobresalientes, como N. M. Lavrov, Anatoli Shulgovsky, M.S. Alperovich, B.T. Rudenko.
Su rigor los llevó a investigar en fuentes muy diversas: archivos, bibliografías, entrevistas, venciendo cualquier tipo de dificultades; por ejemplo: cuando Lavrov trabajaba para su libro La Revolución Mexicana 1910-1917, el Archivo General de la Nación estaba constituido por un conjunto de cajas cerradas que se guardaban en el Palacio de Comunicaciones, hoy dedicado al Museo Nacional de Arte. Sólo la férrea cuan honesta voluntad de Lavrov fue capaz de abrirlas.
Alguien que mantuvo relaciones de intercambio con escritores y periodistas rusos fue Jenaro Amezcua (1887-¿1948?), nacido en la Ciudad de México; criado en los estados de Veracruz y Puebla, con estudios en Huatusco, Orizaba, Xalapa y Distrito Federal. Militó inicialmente en el Partido Liberal Mexicano y en el Antirreeleccionista, por lo cual fue encarcelado casi un año en Huajuapan de León, Oaxaca. En 1911 se adhirió al Partido Democrático y apoyó la candidatura de Bernardo Reyes. Fue justamente al fin de ese año que decidió unirse al Ejército Libertador del Sur, donde se le otorgó el grado de teniente coronel. Contó con la simpatía y la confianza de Emiliano Zapata, quien lo envío en 1913 a divulgar el credo del Plan de Ayala en Oaxaca. Durante un tiempo se unió al grupo de secretarios del líder agrario. En 1914 firmó el Acta de Ratificación del Plan de Ayala.
Tras participar en la convención celebrada primero en Cuernavaca y después en Aguascalientes, donde se trató, sin lograrlo, un entendimiento entre Zapata y Carranza, Zapata envió a Amezcua en 1916 a los Estados Unidos a divulgar sus ideales y a comprar armas. Su actuación no quedó muy documentada, lo que sí ocurrió cuando se instaló en La Habana, Cuba, donde colaboró con artículos en los periódicos La Discusión, Solidaridad, El Mundo y otros. A partir de febrero de 1917 volvió a conectarse con Zapata, quien le enviaba materiales que él divulgó en los periódicos, como los fragmentos de una carta de Zapata que aparecieron en El Mundo; decían:
“Mucho ganaríamos, mucho ganaría la humana justicia, si todos los pueblos de nuestra América y todas las naciones de la vieja Europa comprendiesen que la causa del México revolucionario y la causa de la Rusia irredenta son y representan la causa de la humanidad, el interés supremo de todos los pueblos oprimidos.”
En 1918 el escritor norteamericano William Gates hizo una gira por México para palpar directamente la situación. Al regresar a su país publicó en enero de 1919 en North American Review el artículo México Today, donde señalaba:
“La Revolución mexicana (iniciada realmente por Zapata en 1909, antes de Madero) no terminará nunca hasta que los campesinos de las montañas de Morelos obtengan lo que les corresponde.”
El 17 de marzo de 1919 Zapata publicó lo que el historiador John Womack Jr., calificó de “desafiante carta abierta” al “ciudadano Carranza”. Por primera y última vez se dirigió “no al ‘Presidente de la República’, a quien no conozco, ni al político, del que desconfío, sino al mexicano, al hombre de sentimiento y razón, a quien imposible no conmuevan alguna vez (aunque sea un instante) las angustias de las madres, los sufrimientos de los huérfanos, las inquietudes y las congojas de la Patria”.
Sobre este escrito Womack opinó: “de lenguaje sencillo, específica en sus referencias, de tono despreciativo pero moderado, agresiva, pero sensata en su alegato, la carta era una impresionante condena del régimen carrancista. Terminaba rogando a Carranza que ‘de patriota y de hombre’ renunciase por el bien del país”. La inquina que esto despertó en Carranza equivalió a la sentencia de muerte para el todavía muy joven Emiliano.
Las críticas de León Tolstoi a la propiedad privada de la tierra y su prédica por una nueva sociedad sin miseria para el pueblo, sin explotación del hombre por el hombre, y el hecho de que pasara largas horas platicando con los campesinos que acudían a buscarlo, eran conocidas en muchos países gracias a los admiradores y divulgadores del conde de Yásnaya Poliana. Uno de estos admiradores fue justamente Emiliano Zapata, lo cual se supo por una carta que le escribió a Jenaro Amezcua el 14 de febrero de 1918, y que en 1978 él hizo llegar una copia certificada al escritor soviético Yuri Dashkevich, quien la comentó en la publicación titulada URSS, reproduciendo el párrafo siguiente:
“… sólo sería de desear que recordase y tuviese muy en cuenta la visible analogía, el marcado paralelismo, la absoluta paridad, mejor dicho, que existe entre ese movimiento y la revolución agraria de México. Una y otro van dirigidos contra lo que León Tolstoi llamara ‘el gran crimen’, contra la infame usurpación de la tierra que, siendo propiedad de todos, como el agua y como el aire, ha sido monopolizada por unos cuantos poderosos, apoyados por la fuerza de los ejércitos y por la iniquidad de las leyes.”
Y concluía Yuri Dashkevich:
“Es completamente natural que la voz de León Tolstoi como intérprete de la ideología de las masas campesinas hiciera mella en Emiliano Zapata.”
El original de esa carta se encuentra seguramente en el archivo de Amezcua, considerado por Womack como “una fuente valiosa complementaria”. Jenaro Amezcua se retiró de la vida pública en 1920 y posteriormente su archivo fue a engrosar los notables fondos de lo que era Condumex y que hoy es el Archivo Carso de la Fundación Carlos Slim.
Creo convenientemente terminar estos apuntes citando unas frases del Diario de Tolstoi:
“Más y más sufro, casi físicamente, de la desigualdad, la riqueza y la superabundancia en la vida que llevamos nosotros, por una parte, y la miseria, por la otra; no puedo disminuir esa desigualdad. En ello consiste la oculta tragedia de mi vida.”
 

La historia de los 66 mayas a quienes curó de la vista la Venezuela de Chávez

CANCUN, Q. Roo (apro).- Con 79 años a cuestas, el maya Luis May Dzidz recuerda cuando, junto con otros 65 indígenas quintanarroenses, fueron a Venezuela para ser operados de padecimientos en los ojos, como parte del programa ‘Misión Milagro’, promovido por el extinto mandatario Hugo Chávez.
“Que Dios bendiga, al presidente Chávez. Es lo que pido”, dice el anciano maya, en agradecimiento a aquel gesto humanitario que le devolvió la vista después de siete años de una ceguera parcial provocada por las cataratas. En aquel entonces, tenía 72 años de edad.
“Es una cosa maravillosa. Es gran favor que siempre le agradecerá”, sostiene Luis, que radica en la comunidad de Chacchoben.
La posibilidad de que más mayas quintanarroenses tuvieran acceso al programa venezolano impulsado por Hugo Chávez fue boicoteado por dos personajes políticos: el entonces presidente Vicente Fox y el gobernador Félix González Canto.
El entonces presidente municipal de Felipe Carrillo Puerto, Eliseo Bahena, recuerda que la misma presidenta de la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDU), Xóchitl Gálvez, trató de disuadirlo para que un grupo de 66 mayas quintanarroenses no acudiera a Venezuela a ser operados de cataratas y carnosidad.
“No los lleves, espérate tantito. Ya vamos enviar los apoyos”, refiere Bahena de aquel diálogo con Gálvez, cuando ya todo estaba listo para el viaje a Venezuela.
Bahena recuerda que, poco después del inicio de su gestión, en 2005, conoció de “Misión Milagro”, y acudió hacia la representación diplomática de Venezuela en México.
Reconoce que era tiempos difíciles en las relaciones bilaterales entre México y Venezuela.
El entonces edil perredista de este municipio de la zona maya de Quintana Roo hizo contacto con Eloísa Lagonell, ministra consejera de la Oficina de Negocios de Venezuela en México.
“Le pedí que ayude con el programa “Misión Milagro” del presidente Chávez”, menciona Bahena.
La respuesta de la diplomática fue afirmativa y el edil logró reunir en unas cuentas semanas a 96 pacientes con problemas de cataratas y carnosidad.
Todo iba bien, pero de repente empezaron haber problemas hasta con los mismos pacientes.
“De repente 30 se desligaron”, dice el exedil.
Cuenta que colaboradores del entonces gobernador González Canto esparcieron rumores en la comunidad de Felipe Carrillo de que si iban a Venezuela, estaban hasta en riesgo de morir, si eran operados.
Finalmente, sólo quedaron 66.
La comuna de Felipe Carrillo Puerto se encargó de los trámites, ante la Secretaría de Relaciones Exteriores, estudios preoperatorios de los pacientes en una clínica privada, y el traslado de sus comunidades al aeropuerto de Chetumal, con una inversión de 150 mil pesos.
“El presidente Chávez envió un avión 727 para 150 pasajeros. Fuimos 66 pacientes, seis personas de apoyo, el presidente municipal y la presidenta del DIF”, menciona.
Sin embargo, no olvida que hubo problemas para que el gobierno federal autorizara el aterrizaje de este avión, en el aeropuerto de Cancún o de Chetumal, la capital del estado.
Bahena sostiene que la operación de los 66 mayas estuvo en riesgo en todo momento por el diferendo bilateral que mantenían en aquel tiempo los mandatarios Fox y Chávez.
“Entonces amagamos con irnos a Belice y desde el aeropuerto de ahí, irnos a Venezuela”, apunta.
Finalmente, la Dirección de Aeronáutica Civi, les dio permiso y el 16 de julio de 2006, los 66 mayas fueron a Felipe Carrillo Puerto.
Por la tarde, llegaron a Maracay, a unos 100 kilómetros de Caracas. Ahí fueron hospedados en el Liceo El Libertador.
“En el Liceo nos hospedaron, realizaron los exámenes preoperatorios, las operaciones y el reposo. Las 66 personas que fueron operadas permanecieron 15 días en Venezuela”.
El exalcalde perredista indica que los 66 mayas operados provenían de Felipe Carrillo Puerto, José María Morelos, Benito Juárez (Cancún) y Bacalar, en donde se ubica Chacchoben, lugar donde radica Luis May Dzidz.
Eliseo Bahena dice que la operación de los 66 mayas era parte de un programa más ambicioso, que el presidente Chávez ofreció equipar un Centro de Diagnóstico de Alta Tecnología”.
Lamentablemente, dice, el gobernador González Canto no quiso donar un inmueble para habilitar el centro.
“Construir el edifico costaba 50 millones pesos, que era dinero que no teníamos en nuestro municipio”, refiere.
Pero, el boicot gubernamental fue más allá:
Semanas antes del viaje a Venezuela, el entonces secretario estatal de salud, Amílcar Rosado, anunció un programa de “Cirugías Extramuros” para atender afectaciones por cataratas y carnosidad.
“Solo duro una semana y no volvieron”, cuenta Bahena.
Y a casi siete años del viaje de 66 mayas a Venezuela, todavía no hay oftalmólogo de planta en el hospital regional de Felipe Carrillo Puerto.
El actual regidor del ayuntamiento, Carlos Chablé, del PT, reconoce el apoyo que Chávez brindó a la población de la zona maya de Quintana Roo.
“”Hay un bien recuerdo de esta acción del pueblo venezolana, con su presidente Hugo Chávez, hacia el pueblo mexicano, específicamente al pueblo maya”, concluye.

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