Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

martes, 5 de marzo de 2013

España: crisis, desempleo, corrupción y opulencia- Todas las caras del cardenal-Medusa

España: crisis, desempleo, corrupción y opulencia
El Ministerio del Empleo de España dio a conocer ayer que el número de desempleados en ese país supera ya cinco millones, cifra sin precedente que podría ser superada en breve, dado el empecinamiento del gobierno que encabeza Mariano Rajoy (Partido Popular, PP) en cumplir a rajatabla las directrices económicas dictadas a Madrid por la Unión Europea y los organismos financieros internacionales. Tales directrices son impulsadas en el ámbito local por las entidades patronales, las cuales exigen mayor flexibilidad del mercado laboral, lo que significa, en términos llanos, la cancelación de derechos laborales y de garantías contractuales mínimas. Tal presión es traducida por el gobierno de Rajoy en medidas antilaborales, como el decreto que prepara el propio Ministerio del Empleo para aumentar en tres años el tiempo de trabajo mínimo necesario para jubilarse, que pasaría de 30 a 33 años, lo que reduciría, a su vez, el acceso de nuevos trabajadores a plazas laborales e incrementaría, en esa medida, el desempleo.
 
 
Tal fenómeno es, por lo demás, sólo una de las expresiones de la generalizada crisis social causada por el plan de choque. Otra es la huelga de los trabajadores de la aerolínea Iberia, quienes resisten desde hace más de una semana el plan de restructuración lanzado por la empresa para despedir a casi cuatro mil de sus empleados, al amparo de las reglas antilaborales impuestas por el actual gobierno. En forma menos directa, la crisis atiza el diferendo entre el gobierno regionalista catalán y la autoridad central de Madrid.
 
Más preocupante es el efecto perverso que las medidas de austeridad tendrán en la perpetuación y el ahondamiento de la recesión. En efecto, en la medida en que el desempleo debilita al mercado interno se aleja la perspectiva de remontar la crisis, al grado de que expertos cercanos al gobierno de Angela Merkel –impulsor principal del ajuste salvaje en el sur de Europa– afirman sin empacho que el ciclo recesivo en España puede extenderse hasta por una década.
 
Uno de los aspectos más exasperantes de las dificultades por las que atraviesa la economía española es la desigualdad: mientras la mayor parte de los habitantes de la península llevan ya muchos meses enfrentando la reducción de sus niveles de vida, la pérdida de sus empleos, negocios y viviendas, enfrentando las alzas impositivas y la disminución de las prestaciones y programas sociales y deslizándose hacia la pobreza, unos cuantos exhiben una desmesurada acumulación de capitales. Es el caso de Amancio Ortega, fundador y propietario de Inditex, y quien con una fortuna personal calculada en casi 57 mil millones de dólares ocupa el tercer lugar en la lista publicada por Forbes de las personas más ricas del mundo, sólo antecedido por el mexicano Carlos Slim y el estadunidense Bill Gates.
 
Aun más irritante resulta el rosario de escándalos por defraudaciones y malversaciones que salpica por igual a la clase política y a la familia real de España. Mientras en el marco del llamado caso Gürtel la Fiscalía sigue destapando operaciones millonarias del ex tesorero del PP, Luis Bárcenas, y de su esposa, Rosalía Iglesias, se multiplican las evidencias de la implicación de Cristina de Borbón –hija del rey Juan Carlos– en la trama de corrupción armada por su marido, Iñaki Urdangarin, por medio de Nóos, supuesta organización no lucrativa que lucró, y mucho, mediante contratos celebrados con diversas autoridades y entidades turísticas y deportivas.
 
En suma, la crisis económica de España impulsa una crisis social de implicaciones impredecibles, todo ello en medio de la crisis moral por la que atraviesan las autoridades políticas y la monarquía, y las perspectivas de semejante conjunción no parecen alentadoras.

Todas las caras del cardenal
Maciek Wisniewski
Según algunos analistas, el arzobispo de Tegucigalpa, el cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga, mencionado como uno de los papabiles, es conservador en aspectos de fe, pero progresista en lo social. No hay polémica alguna respecto de la primera característica; pero la segunda no aguanta la prueba de los hechos.
Hoy sus chances parecen menores que en 2005, cuando el cónclave pasado había elegido a Joseph Ratzinger/Benedicto XVI, quien acaba de abdicar; pero decir que Rodríguez Maradiaga representaría una alternativa renovadora, más que un reflejo de sus propios méritos, sería un indicio de la gravedad de la crisis de la Iglesia.

Se dio a conocer más en 1998, al involucrarse en la ayuda para su patria devastada por el huracán y en la campaña por la condonación de la deuda externa de Honduras y otros países del Sur. Criticaba las instituciones financieras, fustigaba la pobreza como el más grande pecado social y llamaba a la globalización de la dignidad humana y de los derechos humanos. Todo esto le permitió mostrar una cara de un obispo de los pobres moderno; para algunos se volvió una estrella del antiglobalismo (¡sic!).

Su crítica del capitalismo se parecía a la de Juan Pablo II (que en 2001 lo nombró el primer cardenal en la historia de Honduras), pero fue su versión simplificada y mediatizada; aun así, el papa polaco lo hizo responsable de los contactos del Vaticano con el BM y el FMI. En 2007 Benedicto XVI lo puso a cargo de Caritas Internationalis.

Seguramente es un personaje con una configuración mental muy particular: con la mejor educación humanista, junto con estudios de música clásica (piano, armonía y composición), una fuerte necesidad de ascenso personal y el alma de un artista que no lo deja pasar desapercibido, aseguran quienes lo observan desde hace años.
Mientras en las últimas décadas el Vaticano marginaba a los obispos de la opción preferencial por los pobres, los funcionarios conservadores como él ascendían, persiguiendo a escala regional (por años fue pieza clave de la Celam) y local a los curas comprometidos, algo que hacía ya en los años 80. como obispo de Santa Rosa de Copán (y sigue haciendo hoy).

Eran tiempos turbulentos: la tranquilidad en Honduras que servía a Estados Unidos de base para frenar la peste del comunismo fue garantizada por un terror militar. Aunque uno podría suponer que el obispo Rodríguez había hecho algo en favor de los perseguidos, los curas de su diócesis que sí lo hacían lo acusaban de desmantelar la red de protección a los perseguidos y a los pobres montada por su predecesor, y de colaborar con el ejército. Según el padre Fausto Milla, Rodríguez Maradiaga se parecía más a un coronel sin charretera que a un pastor ( El Tiempo, 21/1/1982).
 
Según el Comité de Familiares de los Detenidos y Desaparecidos en Honduras (Cofadeh), cuando los familiares acudían a él en busca de ayuda o pidiendo que condenara a los represores, respondía con un silencio, actitud diametralmente opuesta a la de monseñor Óscar Arnulfo Romero (1917-1980) en El Salvador, quien no temía alzar la voz.
 
Así, cuando en junio de 2009 apoyó el golpe de Estado que depuso a Manuel Zelaya, no sólo mostró su vieja cara, sino también otra faceta de su carácter: la contradicción entre la necesidad del progreso personal y el odio al progreso social. El amor al orden y la aversión a los cambios fue algo que aprendió desde chiquito: su padre fue colaborador del dictador Tiburcio Carías Andino (1932-1949), quien gobernaba según el lema encierro-destierro-entierro. Cuando con Zelaya apareció la amenaza de una transformación, se asustó. Esto y haberse puesto en las mismas filas con el ejército que pisoteó la dignidad humana y los derechos humanos (algo que el cardenal quería globalizar, menos, al parecer, en Honduras...) demostró que su progresismo social era sólo una máscara.
 
En vez del lenguaje de los pobres, él siempre hablaba mejor el lenguaje de las élites. En vez de cerca de los desposeídos, siempre prefería estar cerca del poder (por años cobraba de la presidencia un sueldo adicional, cancelado de hecho por Zelaya).
 
A pesar de todo esto, como un buen compositor, usando estribillos agradables y frases vagas como su lema ¡Globalizemos la esperanza!, tan atractivo como vacío, logró crear su imagen de socialmente comprometido tocándoles a los poderosos las melodías que ya conocían y querían escuchar, y criticándolos de manera que no les incomodaba.
 
Para las organizaciones financieras ha sido el mejor abogado de los pobres que no cuestionaba el sistema ni las raíces estructurales de la pobreza. Las organizaciones sociales lo acusan de que al respecto de la deuda sólo retomó sus viejas demandas y que en las pláticas sobre su reducción representaba los intereses de los acreedores. Para la oligarquía siempre ha sido un socio cómodo, que jamás dirigió ni una crítica a un puñado de familias que mandan en Honduras, responsables de la pobreza y la miseria de este país.
 
Cuando finalmente dijo algo concreto –apoyando el golpe– la máscara cayó, revelando su verdadera cara de cardenal de los ricos; conservador en los asuntos de fe y moral, e igualmente conservador en los asuntos sociales.
 
Medusa
José Blanco
Con la cabeza colmada de serpientes en retorcidas contorsiones, Medusa poseía una cara espantosa, y una mirada con la que podía convertir en piedra a los hombres. Su poder era inmenso y temible. Más o menos así se veía a sí misma Elba Esther. Pero, como todos los poderosos monstruos griegos y hasta los héroes, terminó en un destino trágico. El poder de Medusa terminó con su decapitación por Perseo. La imagen muestra que no existe poder omnímodo y eterno.
 
Sus ojos de ofidio, su inmenso poder, se acabaron en minutos con un ligero porrazo. A ello siguió una sonora ovación que aún resuena en toda la República: la pesadilla había terminado.

A tantos y tantos políticos, sobre todo los que permanecen años y años en el poder, los ojos se les vuelven piedras y no ven más; el sentido de realidad huye de su cabeza y creen que su poder reside en ellos porque sí. Terminan ignorando lo elemental: el poder político es, todo el tiempo, prestado. Lo es para el Presidente de la República, lo es para Medusa.

Es de esperarse que se haya hecho un ejercicio jurídico riguroso para poner en su cueva a la maestra. Es de celebrarse que no se haya hecho sembrando muertos y armas. Aunque el asesinato del profesor Misael Núñez Acosta permanece invisible a los ciudadanos.

¿Se hizo uso político de la ley? Desde luego que sí. Se hace en todo el planeta. Pero no puede desdeñarse que se operó con la ley. ¿Esto significa que tenemos un estado de derecho? Desde luego que no. Una golondrina –aunque tenga ojos de ofidio y garras para apresar cuanto dinero pudiera– no hace verano.

El SNTE es una estructura de poder político ubicuo. Que sea investigado el origen y circunstancia de todos los puestos de funcionarios de las secretarías de educación de todas las entidades federativas. Que sean investigados los miles y miles de profesores comisionados y de dirigentes sindicales estatales, pagados unos por Medusa, otros por el gobierno mismo. Se ha descabezado a Medusa, pero su cuerpo, ese ejército de dirigentes, funcionarios y comisionados y sus prácticas ahí sigue intacto. La limpieza de la casa de la educación de los niños debe ser hecha a fondo. Es indispensable para llevar a cabo la reforma educativa cierta.

Y no confundamos al SNTE con los maestros. Algunos militantes del SNTE dicen en voz no muy alta que se ha orquestado una campaña en contra de los docentes para denigrarlos y denostarlos; pues no, a los maestros no; dicen también que es un ajuste de cuentas. Pues que nos aclaren tales militantes de qué se trata. Es claro que se ha procedido contra la cabeza del SNTE, no contra los maestros.

Decapitada la guerrera cancerbera, la puerta está abierta. Puede barrerse el resto del cuerpo del monstruo, y dejar que surjan los liderazgos naturales: que decidan por ellos mismos.
 
Ya puede hablarse de la reforma educativa. Los dos artículos constitucionales reformados no son la reforma. Es preciso que las autoridades estudien a fondo la revolución educativa que ha tenido lugar en el mundo, y que sigue en marcha. Se hace necesario fijar nuestros propios objetivos en los que intervengan –pero con información profunda y suficiente–, familias, maestros, autoridades, expertos. Es indispensable recapacitar a los profesores que lo requieran, en vista de la construcción de otro sistema educativo. Se hace preciso el diseño de un modo de evaluación que se desprenda de los grandes objetivos trazados. La mejor evaluación de un profesor consiste en los resultados de la evaluación de los alumnos: ¿se apropiaron de los saberes y competencias de cada etapa educativa? La evaluación debe servir principalmente para corregir lo que estén haciendo mal los preceptores. Es necesario que el sistema de escuelas normales sea coherente con un sistema educativo como el referido. Es forzoso que la carrera académica de los profesores dependa de los conocimientos adquiridos por los niños. Es irremplazable que los profesores cuenten con todos los recursos que los paradigmas educativas de hoy exigen.
 
Hemos visto en este primer gran episodio político el resurgimiento del PRI histórico, en lo que se refiere al secreto de su eficacia histórica, primero –esta vez–, para alcanzar y después para conservar el poder, que de eso se trata la chamba de los partidos. El secreto: la lealtad a toda prueba, la disciplina férrea, alineada a las órdenes del Presidente de la República. Diputados, senadores, gobernadores, con el de turno en Los Pinos, a pie juntillas. En tanto, el PAN se demuele a sí mismo, y las izquierdas, como siempre, se destruyen por la misma vía que conocen a ojos cerrados: su fragmentación histórica. Aunque este PRI histórico actuará en otro contexto.
 
¿Es posible que, con más de un cuarto de siglo de retraso, los políticos hayan caído en la cuenta de que una educación de gran calidad es hoy el centro neurálgico del desarrollo? Puede ser necesario, en esta ocasión, darles el beneficio de la duda a los tres partidos: todos están involucrados. Pero requerimos no una reforma, sino una revolución educativa.
 
Que si EPN busca legitimación con la inhumación de Medusa y la búsqueda de una reforma educativa: por supuesto que también. Salvo los dictadores, todos los políticos la buscan a todas horas. Congraciarse con los contribuyentes (poderosos) explica que no hayan hecho una reforma fiscal en 70 años.
 

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