Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

martes, 19 de marzo de 2013

¿Qué esperar del nuevo papa Francisco?- Nicolás Maduro, el conductor- Costo de la guerra: ¿vidas o tesoros perdidos?

¿Qué esperar del nuevo papa Francisco?
Bernardo Barranco V.
El Vaticano regresa al espectáculo que más le gusta, el litúrgico. Momentáneamente deja atrás los escándalos para dar paso a la ceremonia de entronización del papa Francisco. Las formas de las ceremonias acaparan el interés y embeleso; grandes personajes de la política y del poder se darán cita. Los liturgistas explicarán sabiamente los protocolos, gestos, símbolos y rituales que se creían perdidos en la cuna de Occidente. Pareciera que pasado y presente se concilian; la tradición visual vincula legados evocados bajo la fascinación de los espectadores atraídos quizá por la pérdida de significados actuales. Toda esta teatralidad y escenografía medieval, que cautiva incluso a no creyentes, no oculta para nada el hecho de que la Iglesia católica se encuentra en medio de una severa crisis. La misa de inicio de pontificado de Francisco se da en medio de muchas expectativas, preguntas e inquietudes por el futuro inmediato de la cimbrada catolicidad. Uno de estos espectadores, no hay que olvidarlo, será precisamente un papa emérito que renuncia exhausto por las intrigas palaciegas del Vaticano. Si a partir del Concilio Vaticano II se cuestionó el progresismo católico por sus audacias, como una amenaza a la identidad de la Iglesia, hoy su contraparte, el conservadurismo jerárquico, tras gobernar 50 años está dejando a la Iglesia al borde de la ruina. El conservadurismo católico no sólo ha puesto en riesgo la identidad eclesial, sino la viabilidad institucional de la Iglesia, hoy amenazada. Por ello se hace necesaria una nueva síntesis, más allá de los conservadurismos y progresismos católicos. Son obligadas importantes reformas y cambios en la estructura eclesial, especialmente de la corrupta curia romana. De ahí la expectativa no sólo del mensaje-homilía del nuevo pontífice, sino de los gestos y señales que han venido interpretándose estos días.
 
 
La primera señal es el nombre. Francisco tiene un sig­nificado profundo. El propio Bergoglio ha expresado que se impresionó con un saludo de su amigo, el cardenal Claudio Humes; al final de las votaciones durante el cónclave, le dijo: no te olvides de los pobres. El nombre del Papa se inspira en Francisco de Asís, defensor radical de los pobres y cuestionador de las riquezas y abusos de la corte clerical romana del siglo XII. Con los periodistas Francisco expresó: ¡Cómo me gustaría tener una Iglesia pobre y para los pobres! El tema de la pobreza es muy latinoamericano. Está directamente vinculado con el de la justicia social, que tanto enarbolaron las reuniones episcopales de Medellín (1968) y Puebla (1979).
 
El segundo gesto importante fue el embarazoso y accidental encuentro que el nuevo Papa tuvo con Bernard Law en la Basílica de Santa María la Mayor. El arzobispo emérito de Boston está acusado de haber encubierto a 250 curas pederastas. Según infoma Il Fatto Quotidiano y después fue recogido por las agencias informativas, el Papa habría sido muy severo con el cardenal: No quiero que frecuente esta basílica, zanjó, tajante, Bergoglio. Y lo quiere obligar a guardarse en un monasterio de clausura. Este hecho podría interpretarse como que el papa Francisco podría ser mucho más severo y punitivo que su antecesor frente a la crisis de pederastia clerical que sigue azotando a la Iglesia. Bergoglio ha derrochado gestos que se salen del protocolo; por su sencillez y expresiones de humildad recuerdan la actitud desenfadada de Juan XXIII. Intelectualmente, el pontífice ar­gentino tiene nivel para no desentonar con Paulo VI y Benedicto XVI, y desde la perspectiva social parece aún más radical que el carismático Juan Pablo II. Y todos esperamos que no siga la suerte dramática del que prometía ser un pontificado renovador en 1978; nos referimos al papa Albino Luciani, Juan Pablo I.
 
El que Bergoglio sea un Papa latinoamericano es un signo importante de inevitables reacomodos en la geopolítica eclesial del catolicismo. Europa e Italia ya no pueden seguir siendo el centro de la cristiandad. Éste se está desplazando en una lógica policéntrica hacia el hemisferio sur, en particular hacia América Latina, que tiene 483 millones de católicos, más de 40 por ciento de la catolicidad actual. La elección de un pontífice que proviene del fin del mundo tiene relevancia, por cierto, expresión eurocéntrica involuntaria del propio Bergoglio. ¿Fin del mundo en relación con qué?, se pregunta el destacado sociólogo brasileño Luiz Alberto Gomes de Souza. La presencia por primera vez de un Papa no europeo pone en evidencia la situación dramática de la fe en aquella región que bien puede considerarse ahora paradójicamente como tierra de misión.
 
Bergoglio enfrenta como Papa cuestionamientos, los profundos propios a la Iglesia. Así como a Pío XII se le cuestiona su actuar durante la Segunda Guerra Mundial, a Ratzinger su obligada milicia en las tropas nazis, el papa Francisco enfrenta el silencio, la complicidad y en muchos casos la colaboración de la Iglesia durante el golpe y dictadura militar en Argentina. Una herida no cicatrizada en aquel país, de la cual la Iglesia no ha querido reconocer, plena y honestamente, responsabilidades mayores ni se ha atrevido a pedir perdón a la sociedad argentina. El expediente sobre la relación entre la Iglesia y las dictaduras militares ha dejado de ser un asunto doméstico y ahora se abrirá nuevamente la desgarradora historia, bajo la mirada mediática de la sociedad global.
 
Está claro que muchos de los problemas que existen hoy en el catolicismo no pueden ser resueltos rápidamente. Además de la pila de grandes desafíos que encara la Iglesia, como el tema de la mujer, los jóvenes, el celibato, la sexualidad, la pederastia, la banca vaticana, etcétera. La pregunta obligada en el inicio del pontificado del papa Francisco es: ¿será capaz de hacer reformas urgentes? Especialmente en la curia. Una señal poderosa reside en el nombramiento del próximo secretario de Estado, su asistente directo. Si es un italiano curial, habrá cambios cosméticos, pero no reformas a fondo. Y sobre todo, los cambios deberán darse en los dos primeros años del pontificado porque el papa Francisco es viejo y si deja pasar más tiempo, como lo hizo Benedicto XVI, quizá sea demasiado tarde. Francisco necesita, además de reinar su pontificado, gobernar la Iglesia con nuevas hipótesis.
 
 
Nicolás Maduro, el conductor
Luis Hernández Navarro
Nicolás Maduro es un robusto grandulón de 1.90 metros de alto, y negro y tupido bigote, que condujo en Caracas un metrobús durante más de siete años, fue canciller otros seis y ahora es candidato a la primera magistratura y presidente encargado de Venezuela. Forma parte de la nueva generación de mandatarios latinoamericanos que, como el obrero metalúrgico Luiz Inácio Lula da Silva o el sindicalista cocalero Evo Morales, incursionaron en la política desde las trincheras de las luchas sociales de oposición.
 
 
Maduro es un revolucionario socialista que modificó su formación ortodoxa original para sumarse al heterodoxo huracán de la revolución bolivariana. Es un hombre de izquierda que llegó al poder sin abandonar sus principios. Un colaborador fiel de Hugo Chávez que se ha hecho a sí mismo, y que hoy está al volante de uno de los procesos de transformación más profundos de Latinoamérica.
 
La política le viene en la sangre, la respiró desde sus primeros días. Nació en 1962 en la ciudad de Caracas, en el seno de una familia muy comprometida con la acción colectiva pública. Su papá fue fundador del partido socialdemócrata Acción Democrática (AD) y organizador de una fracasada huelga petrolera contra la dictadura en 1952, que lo obligó a huir y esconderse.
 
En 1967 Maduro asistió con sus padres a los mítines del Movimiento Electoral del Pueblo, escisión de izquierda de AD, y un año más tarde a los masivos y populares actos de apoyo a la candidatura de Luis Beltrán Prieto Figueroa. En esa campaña Maduro conoció el mundo de la pobreza, de las casas de cartón. Y, por primera vez, habló en público, cuando su padre lo puso sobre el techo de un automóvil con un micrófono.
 
No obstante la influencia paterna, desde muy pequeño tuvo opiniones políticas propias. En cuarto año de primaria defendió la revolución cubana de las críticas de las monjas que enseñaban en su escuela. Como sanción fue expulsado del salón de clases durante tres días y condenado a purgar su castigo en la biblioteca, en realidad un premio para un muchacho inquieto que devoraba cuanto libro tuviera enfrente.
 
Lejos de curarse con el paso del tiempo, su precocidad política aumentó. De 12 años de edad y siendo estudiante del Liceo, comenzó a militar a escondidas de sus padres en el movimiento Ruptura, estructura abierta del proyecto revolucionario de Douglas Bravo. La efervescencia juvenil era el signo de la época. A partir de entonces participó ininterrumpidamente en luchas barriales, en la formación de cineclubes, en movimientos sindicales y en conspiraciones populares armadas.
 
Bajista del grupo de rock Enigma, vio cómo muchos jóvenes de su generación en los barrios se engancharon en el mundo del dinero fácil, de la cultura de las drogas, se volvieron adictos y fueron asesinados en las guerras de bandas. La experiencia lo marcó de por vida.
 
Nicolás Maduro, al igual que Hugo Chávez, es un gran jugador de beisbol –tercera base–; sin embargo, a diferencia del comandante, que era pésimo bailarín, se defiende razonablemente bien a la hora de bailar salsa.
 
La participación en movimientos populares fue su universidad. Como muchos otros integrantes de su generación, su formación intelectual está directamente asociada a su involucramiento en la lucha revolucionaria y de masas. Estudió a los clásicos del marxismo y analizó e interpretó la realidad venezolana a la luz de sus enseñanzas. Dotado de una extraordinaria capacidad de aprendizaje, ha sido simultáneamente autodidacta y dirigente instruido por años de participación política organizada. Hasta el triunfo del chavismo sufrió regularmente persecución policiaca, y vivió, literalmente, a salto de mata.
 
Participó en la Organización de Revolucionarios y en su expresión abierta, la Liga Socialista, agrupación revolucionaria marxista, nacida de un desprendimiento del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Su fundador, Jorge Rodríguez, fue asesinado por los servicios de inteligencia en 1976. Maduro se destacó allí como brillante organizador y agitador político de masas.
 
En 1991 entró a trabajar en el Metro de Caracas. Echa­do para adelante, afable, comprometido con los intereses de los trabajadores, carismático, fue elegido por sus compañeros como su representante gremial. Su vocación por un sindicalismo democrático y de clase provocó que con frecuencia fuera sancionado por la empresa. Del caracazo de 1989 conserva en la memoria el desgarrador sonido de los lamentos permanentes de los pobres en las calles, a quienes les mataron a sus parientes.
 
Maduro conoció a Hugo Chávez como la mayoría de los venezolanos: lo vio en televisión cuando éste asumió su responsabilidad en el levantamiento militar de 1992. Más de un año después, el 16 de diciembre de 1993, lo conoció personalmente en la cárcel, junto a un grupo de trabajadores. El teniente coronel le dio el nombre clandestino de Verde y lo responsabilizó de diversas tareas conspirativas. Cuando Chávez salió libre, en 1994, Maduro se volcó de tiempo completo a la organización del movimiento.
 
El hoy presidente encargado fue parte de la Asamblea Nacional Constituyente de 1999 que redactó la nueva Constitución. Un año después fue electo diputado a la Asamblea Nacional. En enero de 2006 fue nombrado presidente del Poder Legislativo y pocos meses después renunció para ser ministro de Relaciones de Exteriores. Como canciller fue actor central en la apuesta por construir un mundo multipolar, impulsar la integración latinoamericana y construir la paz. De allí pasó a ser vicepresidente y, desde hace unos días, presidente encargado.
 
Maduro está casado con la abogada Cilia Flores, nueve años mayor que él. Figura relevante del chavismo, ella ha sido, por méritos propios, presidenta de la Asamblea Nacional, vicepresidenta del PSUV y procuradora de la República. Tiene un solo hijo, el flautista Nicolás Ernesto, y un nieto.
 
Escogido por Hugo Chávez como su heredero político, Nicolás Maduro enfrentará el próximo 14 de abril la prueba de las urnas. De salir victorioso, tendrá el reto de ser el nuevo conductor de la revolución bolivariana, resolver problemas como el de la inseguridad pública y la corrupción, y continuar el legado del comandante, radicalizándolo al tiempo que lo innova.
 
 
Costo de la guerra: ¿vidas o tesoros perdidos?
Robert Fisk
¿Qué vale la vida de un niño comparada con las antigüedades de Siria? Cualquier reflexión sobre los desastres arquitectónicos de Siria debe incluir esta pregunta. El niño, diría una persona humanitaria, vale todas las columnas de Palmira. Un historiador de sangre fría tal vez sugeriría que se podría sacrificar al niño a cambio de la herencia de todos los niños futuros. Por desgracia, los dos son objeto de destrucción en Siria.
 
 
El incendio de la mezquita de los Omeyas en Alepo, las ciudades romanas del norte –que han adquirido nuevos fantasmas ahora que miles de refugiados se ocultan entre las ruinas–, son las víctimas más recientes de la guerra de la arqueología.
 
Emma Cunliffe, de la Universidad de Durham, resume el dilema en el número más reciente de la revista British Archeology. Si hay entre 60 y 70 mil miertos y la nieve invernal sepulta las tiendas de los refugiados, ¿qué importa el legado histórico frente a tan trágica desolación?
 
Cunliffe, quien desarrolla metodos para llevar la cuenta del daño a los sitios arqueológicos de Medio Oriente, ha producido un notable informe imparcial, en el que culpa tanto al régimen como a los rebeldes. Si bien todavía no en la escala de Irak después de 2003, parecen haberse establecido (del lado opositor) redes que dan vuelta a la inspeccion oficial. Decomisos de varios miles de artefactos sin marcar en la frontera siria, entre ellos alfarería, monedas, mosaicos, estatuas... sugieren que la extensión del saqueo podría ser vasta. Tal vez, indica, llega a más de mil 88 millones de dólares.
 
En tanto, en Palmira parece que las balas del gobierno han dañado los pilares romanos y que vehículos oficiales han usado los caminos del antiguo imperio –tal como los Humvees de EU hollaron las vías de Babilonia en 2003–, mientras en Homs la catedral de Hum-al-Zennar, uno de los templos más antiguos de la ciudad, yace en ruinas, luego que sus fieles fueron abatidos y dispersados, y su antigua liturgia aramea fue silenciada. Era una de las iglesias más antiguas del mundo; databa del año 59 y contenía un cinturón que según se decía había pertenecido a la Virgen María. Si se quiere buscar un responsable, habría que preguntar quién fue el primero en usar armas de fuego en el baño de sangre en Siria.
 
Desde que The Independent on Sunday dio publicidad en gran escala a la destrucción de la herencia siria, ambos bandos en la guerra han usado el daño en favor de su causa. Oficiales del Ejército Sirio Libre han prometido prevenir saqueos –afirmación dudosa, dado que los mercados de Jordania están ahora inundados de oro, mosaicos y estatuas de Siria– y hasta han usado la Palmira romana en un video de propaganda en YouTube. Fue producido por el Centro de Medios de la ciudad de Tadmor (Palmira), y en él se ve a un jinete que cruza la pantalla llevando la bandera verde, blanca y negra del ESL frente a las columnas de la Vía Máxima.
 
Resulta interesante que el propio ministro de Antigüedades del gobierno sirio, el profesor Maamoun Abdul-Karim, ha llamado a los sirios a proteger los tesoros arquitectónicos del país porque es responsabilidad de todos trabajar juntos para cuidarlos. Si bien reconoció el daño causado a algunos sitios romanos en el norte, elogió a los aldeanos locales por expulsar a los saqueadores. Al parecer los locales se dieron cuenta de que una ciudad sin antigüedades jamás ganará dinero del turismo.
 
El ministro también afirma que el grueso de los tesoros ha quedado resguardado en lugares seguros. Pero, ¿dónde están esos lugares? Y si son tan seguros, ¿por qué los desplazados internos no han corrido en masa hacia ellos?
 
Un prominente arqueólogo libanés me dice –y esta es una de las características más perturbadoras de esta trágica cacería de tesoros– que los contrabandistas ahora trabajan para las mismas redes creadas por los saqueadores. En el ámbito internacional se ha formado un gusto por estos tesoros, y ahora los compradores demandan a las bandas iraquíes que usen los mismos métodos en Siria. El Washington Post ha estado investigando las rutas de contrabando de los rebeldes, y los insurgentes declararon a ese periódico que una sola carga puede generar 50 mil dólares para comprar armas. Unos días somos combatientes, y otros días somos arqueólogos, declaró un rebelde de la ciudad de Idlib al diario.
 
Varios arqueólogos (de los legales) han sugerido que sus apelaciones a la OTAN –incluso al ministro británico de Defensa– lograron que los pilotos intentaran no dañar sitios arqueológicos romanos en Libia en 2011, cambiando de municiones para evitar salpicarlos de metralla mientras atacaban a las legiones de Kadafi. Pero sobre Siria no vuelan aviones de la OTAN, y dudo que los pilotos de ese país lleven el mensaje del ministro Abdul-Karim en la cabina. Entonces, volvamos a la vieja pregunta: ¿cuánto vale la vida de un niño?
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya

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