Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

miércoles, 20 de marzo de 2013

ZACATECAS: EL DESPLOME DEL SUEÑO AMERICANO

ZACATECAS: EL DESPLOME DEL SUEÑO AMERICANO

La caída de remesas que envían trabajadores mexicanos de EU a México muestra que la migración está a la baja y que la crisis económica del vecino del norte inhibe la búsqueda del sueño americano.

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Zacatecas, 20 de marzo (SinEmbargo).– Arturo habla de Estados Unidos mirando al horizonte, como si alcanzara a ver algo que los demás ignoran. Trabajó en San Diego 12 años, produciendo el pasto que se instala en jardines y canchas. En tiempos de bonanza vivió en un cuarto sólo para él, pero en los años de crisis que vivió del otro lado, de 2008 a 2010, tuvo que compartir un departamento con cinco personas más. Después vino lo inevitable, debido a la falta de trabajo, tuvo que regresar a México dejando atrás el sueño americano.
Según el Banco de México (Banxico), el valor de las remesas en dólares recibidas por México sufrió una fuerte caída: disminuyó 20% entre el segundo trimestre de 2008 y el primer trimestre de 2009. En el mismo periodo, el porcentaje de hogares mexicanos que recibieron remesas cayó de 4.3% a 3.4 por ciento. El Banco de México reportó que durante el pasado mes de noviembre de 2012 ingresaron al país 1,695 millones de dólares por concepto de remesas familiares, lo que representó una caída de 5.1% en comparación al mismo mes del año previo.
cuadro1_bDe acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, la remesas representan 38% del ingreso en los hogares con migrantes; en el caso de Arturo su sueldo representaba 100% del gasto familiar. Debido a su situación de trabajador ilegal, Arturo ganaba menos que los trabajadores legales, alrededor de 9.75 dólares la hora, pero su salario total dependía de las horas que trabajaba, lo que considera una recompensa al esfuerzo. A su regreso de Estados Unidos Arturo logró colocarse en una empresa que presta servicios a la cervecería Corona en donde su salario es de 1,200 pesos por semana. “Al llegar los bills me siento desesperado, cuando estuve en Estados Unidos no teníamos esos problemas”.
Desde hace dos años que regresó a México se ha dedicado a buscar un trabajo mejor pagado, sin suerte; las empresas que pagan más no contratan a personas mayores de 40 años. Durante nueve años estuvo viniendo cada año a México porque contaba con visa de turista: en tiempo de aguas y frío el trabajo disminuía y venía a ver a su familia. En época buena trabajaba de 8 de la mañana a 11 de la noche, cuando vino la crisis apenas alcanzaba a trabajar las 40 horas reglamentarias por semana. Las remesas que llegan a México siguen cayendo, el Banco de México reportó que en enero de 2013 disminuyeron a su nivel más bajo en los pasados dos años.
La primera vez que Arturo se fue a Estados Unidos tenía 18 años. Cuenta con nostalgia que en aquel tiempo todo era más fácil para cruzar, en unas horas estaba en donde quería estar del otro lado de la frontera. Sin embargo, la construcción del muro fronterizo vino a hacer todo más difícil para los migrantes, haciendo en grande el negocio para los polleros. Actualmente no se bajan de 3 mil dólares por migrante, además la delincuencia organizada es otra preocupación más para aquellos que miran a la frontera como alternativa de vida a la escases de empleo y a los bajos salarios en México.

ANDAR “A VUELTA Y VUELTA”

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Arturo vivió con gente joven: cinco hermanos de Michoacán. Tenían entre 22 y 27 años. Cuando se regresó de Estados Unidos él tenía 49 años, pero en la compañía que trabajó nunca tuvo problemas por la edad porque sus patrones “gabachos” ya lo conocían como buen trabajador. Un estudio del Centro Pew divulgado en 2011 mostró que la edad promedio de los mexicanos en EU es de 25 años. Por comparación, la edad promedio de Estados Unidos es de 36 años y la de los latinos de 27 años. Una tercera parte de los mexicanos en Estados Unidos vive en California y uno de cada cuatro reside en Texas.
La crisis no fue la misma para todos los trabajadores ilegales, cuenta Arturo; los jóvenes con quien vivió eran de los llamados “liebres”, trabajadores que se ocupan con un patrón diferente cada dos o tres semanas sobre todo en le industria de la construcción. Ellos duraban hasta tres semanas sin trabajo. Para Arturo no fue tan duro porque los patrones le daban preferencia si salían trabajos de 3 ó 4 horas. A la crisis se suma la disparidad en los sueldos; según el Centro Pew, el ingreso promedio de los mexicanos mayores de 16 años fue de 20 mil dólares en 2009, comparado con 29 mil dólares para la población estadunidense en general.
Antes de la crisis, cuando el dólar fluía, Arturo pudo hacer un patrimonio, construyó en México una casa de dos pisos y compró un terreno. Según el Banxico, el máximo de las remesas se alcanzó en 2007. “La gente que supo aprovechar lo utilizó en comprar su casita o un carro. Algunos si aprovechamos que se vino la bonanza e hicimos algo”. El dinero rinde lo mismo en México que en Estados Unidos si te lo gastas se acaba, la cosa es ahorrar allá e invertirlo en México en donde rinde más, cuenta Arturo su estrategia.
Ante las ventajas económicas de su estadía en Estados Unidos, Arturo no da importancia a la persecución de migración. “Los problemas con migración son constantes pero nos cuidamos entre nosotros. Los mismos patrones le avisan a uno, no pases por ahí porque está migración”. A sus compañeros de vivienda migración los regreso varias veces pero cuando el cruce de fronteras no era tan difícil volvían al otro lado al mes.
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La seguridad médica fue uno de los descuentos que Arturo tuvo que pagar puntualmente pero a la hora de necesitar el servicio no tenía acceso. Cifras del Centro Pew revelan que 34% de los mexicanos carece de seguro de salud, en comparación con 31% del resto de los hispanos y 15% del promedio nacional. En México, Arturo tampoco cuenta con seguridad social, además dice que el trabajo es más pesado. “Todas las compañías buscan la forma de abusar del trabajador, nos pagan poco. A todos nos pagan lo mismo. Nos pagan poco más del mínimo pero eso sí, bien trabajado”. Su trabajo consiste en poner pisos de cemento con un horario de 8 a 5 de la tarde.
La gente ya le piensa mucho para irse porque se quedan endeudados aquí y en el norte no hay trabajo para pagar. En México, Arturo vive en una pequeña comunidad de Morelos, Zacatecas, habitada en su mayoría por migrantes, en donde es común ver casas de dos o hasta tres pisos. “En el pueblo la gente ya no va para allá son muchos los que se acostumbraron a ir y venir pero ahora ya no van”. Este hombre de más de 50 años tuvo cuatro hijos y ninguno quiere irse a Estados Unidos. Su hijo de 22 años quiere trabajar como policía estatal. “Yo no pienso andar como usted a vuelta y vuelta” le dice a su padre. Según datos del Proyecto sobre Migración Mexicana, formado por un grupo de investigadores de la Universidad de Princeton y la Universidad de Guadalajara, las opciones económicas y educativas en México, y el menos número de integrantes en las familias mexicanas, con una media de dos hijos por mujer, dejan de lado la migración a Estados Unidos de personas sin documentos.
En estos últimos años la gente se vino para México, los que se quedaron del otro lado ya no mandan dinero o mandan menos; en Estados Unidos la crisis sigue, dice Arturo. La gente se queda en México por miedo al crimen organizado o porque cruzar es muy difícil y muy caro. “Tengo unos sobrinos allá y me dicen: nosotros lo ayudamos aquí para que no se venga por el cerro, le conseguimos alguien para que lo cruce por la línea. Pero son 5 mil dólares, si las cosas siguen así cómo saco para pagarles”.
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Las personas que emigraban de su pueblo se iban a Chicago a los restaurantes o a trabajar en agricultura, en la pisca de naranja, limón, aguacate; o arreglando jardines. En su mayoría son gente de campo y se quedan en California. “La caída de las remesas no fue tan dramática debido a que los migrantes mexicanos realizan trabajos que nadie quiere: el trabajo en restaurantes, campo o en la industria de la construcción” dice Magdalena Enriquez Rodríguez, representante para el medio Oeste de la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos, la organización de migrantes más antigua en Estados Unidos.
La gente joven ahora se queda en México a salir adelante, tirándole a los trabajos en donde pagan más, dice la hija mayor de Arturo, Karen de 24 años de edad. Muchos se quedan a estudiar pero salen de la universidad y no hay trabajo. Los trabajos que pagan más son en la policía estatal; pero es irte al matadero. “Vienen los delincuentes y ofrecen vender droga, la gente se meten a ese negocio con la promesa de que van a traer carros, mujeres y dinero”.
“Hace un tiempo supe que mandan trabajadores mexicanos a Canadá. Fui cuando me dieron la fecha y me dijeron que solo reciben gente de 22 a 40 años”. Según Magdalena Enriquez, la reforma migratoria prometida por el Presidente Barack Obama abre una esperanza para los trabajadores que han permanecido en Estados Unidos, de aprobarse, ésta beneficiaría a 12 millones de migrantes que trabajan en la ilegalidad. Sin embargo, el reto para los que permanecen del lado sur de la frontera parece ser cómo llegar a un paraíso del dólar cada vez más lejano por el peligro y en el que la recesión económica continúa vigente.

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