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11 May 2011 03:57 PM PDT
Está aquí cerquita en el calendario,
otra vez, como cada año, puntual, el 10 de mayo, el Día de las Madres. Como
seres humanos hechos consumidores y no personas, de nueva cuenta nos vemos
sometidos por el autoritarismo capitalista: “Mayo, mes de las madres”.
Y entonces, qué dudarlo, todo mundo se vuelca a las
tiendas, con dinero o sin dinero, para comparar algo aunque sea vía
endeudamiento y regalarlo a las mamás, a las madres, a nuestra progenitora.
El sentimentalismo nos pega durísimo. Tenemos que ser
buenos hijos, asumirnos como tales y demostrarlo obsequiando lo que sea a
nuestras madres.
Un 10 de mayo que, cierto, muchísimas mujeres madres lo
esperan para tener un día, un miserable día que las reconforte un instante en
medio de esta locura que significa vivir con apremios económicos, restringidas
y reducidas a cumplir un rol social históricamente injusto, desequilibrado y
poco amable.
En México esta es una realidad inobjetable. De la idea
emancipadora de la mujer ejemplo, de la madre abnegada casi mártir, de la mamá
heroica capaz de todo por sus hijos, hasta la ignominia y el silencio. Hoy ella
ese ser insuperable e inmaculado, cada vez está más señalada por el infortunio
de un presente y un destino complejo, difícil, hosco, violento, arrebatador
hasta de sus entrañas.
En el México actual, ser padres, pero más ser madre, mamá
sin hijos asesinados en cualquier calle o rumbo del país, es un acto
inconmensurable. Hoy, la familia mexicana, aquella familia tradicional y
convencional, es incapaz de mantenerse ajena a los sinsabores de una crisis que
engloba lo económico, lo moral, lo ético, lo educativo, lo religioso, lo
social.
La familia mexicana, si no está empobrecida, sí está
neurótica, infeliz. Ya no es el núcleo ni el equilibrio de lo que presumía el
gobierno. Su resquebrajamiento es tal que, contra lo que se diga y se presuma
aún, vive una terrible soledad.
La familia, y obvio los hijos, viven en la ambigüedad, con
disonancias. Los hijos, carentes de posibilidades reales, de darle rumbo a sus
sueños y materializarlos, se ven obligados a realizar tareas, faenas riesgosas
y quieren –empujados por este sistema caduco y necio- para sí todo el placer
posible teniendo a la frustración ahí a un ladito.
Por eso, hoy, cuando desayunamos, comemos y cenamos
historias reales de violencia e inseguridad, de hijos absorbidos por la
tristeza y el abandono, la indiferencia y la esclavitud del consumismo, del
tener para ser; de hijos delirantes, alterados por este sistema de malograda
convivencia social, que primero produce individuos ansiosos de todo, que dicen
que van a hacer todo y al final no hacen nada para, enfermos de coraje, rencor
y resentimiento, estallan en forma violenta. Uno contra todos. Todos contra
uno. Todos contra todos.
Así no hay ciudadanos, no hay personas. Hay familias que no
son familias. Mujeres madre que no son tales. Padres sin familia. Jefes de
familias inexistentes. Roles históricos de hombre y mujer, de papá y mamá,
suspendidos por esta vorágine violenta y cruel perpetrada desde la perversidad
del poder político y económico.
El gobierno de facto en México, el poder criminal, la
mafia, los cárteles, los narcos, hoy, están exterminando a la familia. La
necesidad del dinero, de sobrevivir, ha provocado que haya padres sin esposas y
viceversa, padres sin hijos porque fueron asesinados, madres que pierden a unos
y otros porque los criminales así lo decidieron.
La política partidista, los gobiernos pre y
posrevolucionarios, los políticos corruptos, el sistema y modelo de desarrollo
en México ha generado y generalizado la violencia que hoy se enseñorea a lo
largo y ancho del país, fundamentalmente en el norte. Las desigualdades
económicas, la ambición desmedida, la obsesión por el poder, el extravío de la
conciencia social nos ha llevado, nos ha traído a este momento crucial, dramático,
único de descomposición.
El tejido social está desfalleciente, de ahí su expresión
violenta y agresividad irracional. Un problema que arrastra a la familia, al
papá, a la mamá y a los hijos a una regresión en el que el individuo está
contra el individuo y las instituciones contra la sociedad.
La muerte tiene permiso -en este país- de recorrer
banquetas, calles, avenidas, bulevares, calzadas, carreteras, parques y paseos
públicos. Y llega puntual a su cita en hombres-maridos y en niños-jóvenes-hijos
víctimas de la falta de alternativas reales en un México anárquico y
desordenado. Un Estado fallido enmascarado por la simulación.
Un México de madres sin hijos. De esposas sin esposos. Y de
hijos sin padres porque el sistema los ha matado a través de sus engendros
criminales. Está aquí el 10 de mayo. Una fecha que reflejará, quizá
por vez primera, un dolor profundo, una tristeza del tamaño de la impotencia
ante Dios y los poderes político y económico. Está aquí en el calendario, otra
vez, como cada año, puntual, el 10 de mayo, el Día de las Madres… sin hijos.
Del poeta chiapaneco Jaime Sabines, dos fragmentos:
1. A media noche: “… Cada día, hijo
mío, que se va para siempre, me deja preguntándome: si es huérfano el que
pierde un padre, si es viudo el que ha perdido la esposa, ¿cómo se llama el que
pierde un hijo?, ¿cómo, el que pierde el tiempo? Y si yo mismo soy el tiempo,
¿cómo he de llamarme, si me pierdo a mí mismo?”.
2. Sigue la muerte: “No digamos la
palabra del canto, cantemos. Alrededor de los huesos, en los panteones,
cantemos. Al lado de los agonizantes, de las parturientas, de los quebrados, de
los trabajadores, cantemos. Bailemos, bebamos, violemos. Ronda del fuego,
círculo de sombras, con los brazos en alto, que la muerte llega. Encerrados
ahora en el ataúd del aire, hijos de la locura, caminemos en torno de los
esqueletos. Es blanda y dulce como una cama con mujer. Lloremos. Cantemos: la
muerte, la muerte, la muerte, hija de puta, viene”.
Juan Noé Fernández Andrade (1959.
Córdoba, Veracruz, México). Estudió la Licenciatura en Periodismo en la Escuela
de Periodismo Carlos Septién García (México, DF). Cursó un par de seminarios en
la Universidad Complutense y en el Instituto de Cooperaciòn Iberoamericana de
Madrid. Ejerce el periodismo hace 32 años. Ha trabajado para diversos
periódicos y comentado en noticiarios de radio. Fue correspondal de guerra en
Nicaragua. Ha pariticipado en la fundaciòn de los periòdicos El Financiero, El
Juglar y Entretodos, del que es director. Actualmente es columnista político y
profesor universitario.
Artículo publicado originalmente en Reporteras de
Guardia. Este texto no es Creative Commons y se publica solamente con
permiso del equipo de Reporteras de Guardia.
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