La
descarga…
El día de ayer 2
de junio de 2011 Felipe Calderón Narcofosa decretó con “bombo y platillo” el día
del Policía Federal…nadamás que para no perder la costumbre omitió un pequeño
detalle…ayer se celebró también el día de las sexoservidoras…Que tino
¿no?...
El embajador
En vísperas de la marcha por la paz, de Javier
Sicilia, a Ciudad Juárez (4-10 de junio), y de la inminente ratificación del
próximo embajador de Barack Obama en México, y en medio del debate sobre la
despenalización de las drogas, el gobierno de la ultraderecha mexicana no hace
más que insistir en su discurso violento.
1. La rápida designación hecha por el gobierno
de Barack H. Obama de Earl Anthony Wayne, como nuevo embajador estadunidense en
México, para remplazar al defenestrado Carlos Pascual, inviable para el cargo
tras la difusión hecha en marzo por La Jornada de diversos cables
filtrados por Wikileaks –en los que funcionarios de la embajada
criticaban acremente a la administración calderonista y a las fuerzas armadas
mexicanas por su papel en la supuesta “guerra contra el narco”–, es una
evidencia tanto de la prioridad que reviste para el Departamento de Estado la
estrategia que ha seguido en nuestro país para subordinar al gobierno panista
como de la urgencia que tiene en profundizarla, visto el perfil del designado:
un experto en energía y en contrainsurgencia.
2. La cuestión fundamental para México no es,
sin embargo, el perfil del nuevo embajador, que ha sido subsecretario de Estado
adjunto en asuntos económicos y de energía con Bush (2003-2006), y quien durante
su gestión diplomática en Buenos Aires (2006-2009) dio muestras del nuevo estilo
de los neoliberales washingtonianos, que perdiendo todas las formas no se
arredran ante los conflictos que pueden generar, como le aconteció con la
administración Kirchner, lo que lo condujo a Kabul como número dos de la
embajada en Afganistán para hacerse cargo de la guerra, y ha llevado a varios
analistas de su país a sugerir cuál será el papel que desempeñará en un momento
en que es evidente el fracaso de Calderón en la “guerra contra el narco”
y en el que, según ellos, se exacerban los problemas en la frontera sur de
México.
3. El problema para México no es él, desde
luego, designado en función de los intereses expansionistas de Washington, sino
las políticas del gobierno panista, que ha subordinado las instancias de
seguridad mexicana a Estados Unidos, en un proceso cada vez más complicado de
revertir y, sobre todo, la composición de la nueva clase política de los tres
principales partidos, integrada en su mayoría por neoliberales ambiciosos,
carentes de una comprensión de las necesidades populares y de una idea de la
nación y de las instituciones de la República, y dispuestos a entregar el país a
Washington, lo que ha agravado el gravísimo deterioro
institucional.
4. Las consecuencias del actual desastre en
materia de seguridad nacional están a la vista, como el hechio de que están
agravadas por el papel de la burocracia priísta, que se asume sin serlo en
fuerza de oposición. Ante el entreguismo del gobierno del PAN no hay un Congreso
(donde el PRI es la principal fuerza partidista) que defienda la integridad
soberana de México y haga valer los principios de la diplomacia mexicana, las
fuerzas armadas mexicanas obsecuentes a Calderón aceptan vergonzosamente
subordinarse a las agencias de seguridad estadunidenses y en los gobiernos
estatales prevalecen mandatarios locales ansiosos de subordinarse al
exterior.
5. La tradicional estrategia estadunidense,
secundada dócilmente por Calderón, de generar hechos de violencia para aducir la
necesidad de la intervención armada de sus agencias, que en los últimos meses
busca de manera muy burda extenderse a la frontera sur de México y a los países
centroamericanos –tal y como lo esboza la Iniciativa Mérida–, ha encontrado de
esta manera un apoyo vergonzoso en las autoridades estatales mexicanas. El
gobernador priísta de Tabasco, Andrés Granier Melo, lleva por ejemplo una
campaña permanente pidiendo el envío de más tropas al sureste para garantizar la
seguridad, y lo mismo el 23 de febrero que el 10 de mayo hizo llamados
internacionales para ello.
6. Las tres tesis falaces que Washington, con
la complicidad del gobierno de Calderón, está buscando imponer en México y en el
mundo para sustentar de manera impune su intervencionismo en nuestro país (y en
otras partes), y que según los analistas estadunidenses habrán de ser fundamento
de la gestión del embajador Wayne, están siendo secundadas por la administración
panista de manera irresponsable, a pesar de que son inadmisibles en términos del
derecho internacional, y ello es extremadamente preocupante: a) la primera es
que todo lo que acontece en territorio mexicano tiene que ver con la seguridad
doméstica de Estados Unidos; b) la segunda es que los cárteles mexicanos
constituyen poderosas organizaciones criminales internacionales que constituyen
una amenaza global, y c) la tercera es que la lucha contra el narcotráfico debe
ser global (como concibe Washington la lucha contra lo que llama terrorismo), lo
que le abriría a Estados Unidos, en su papel de policía del mundo, la vía para
intervenir en cualquier parte con ese pretexto.
7. La tesis paladina de que las relaciones
entre Estados Unidos y México son estratégicas para Washington porque cuanto
ocurre en territorio mexicano tiene que ver con la seguridad doméstica de
Estados Unidos fue desarrollada por Roberta Jacobson, subsecretaria de Estado
adjunta, el 17 de marzo en un encuentro en la capital mexicana, y a pesar de que
estaban presentes el embajador Arturo Sarukhán, y otros diplomáticos panistas,
nadie le refutó tamaña barbaridad.
8. La falacia de que los cárteles
mexicanos constituyen la mayor amenaza para la seguridad de Estados Unidos y
del mundo, misma que se fue desarrollando de manera perversa tras el asesinato
el 2 de mayo de Osama Bin Laden, cuando se sostuvo, lo mismo en el Pentágono que
en la prensa inglesa, que el principal enemigo de Washington (y de la humanidad)
era tras la muerte de Osama nada menos que El Chapo Guzmán, ha sido
desarrollada a pesar de su estupidez por los medios mexicanos, incapaces de
preguntarse cuáles son los principales cárteles estadunidenses y
europeos.
9. La pretensión, en fin, de Barack Obama, de
que Washington tiene la prerrogativa de luchar contra lo que llama el
narcotráfico y el crimen organizado en cualquier país, porque va de por medio la
seguridad nacional estadunidense, lo que hace de esta lucha una lucha global, lo
sitúa en las líneas intervencionistas de James Monroe (1809-1817), Theodore
Roosevelt (1901-1909), Ronald Reagan (1981-1989) y George W. Bush (2001-2009),
pero sigue siendo una tentativa fallida para justificar la violación que en los
hechos lleva a cabo Estados Unidos de la legalidad
internacional.
10. El atentado del gobierno de Calderón contra
la integridad de la República no tiene parangón, y por eso para frenar su
entreguismo desquiciado se le sigue exigiendo cada vez más con mayor fuerza: ¡Ya
basta!
Ser pobre duele
José Cueli
Hace tiempo México dejó de ser pobre, afirma Ernesto Cordero, secretario de Hacienda. En respuesta a esa declaración nuestro compañero Julio Boltvinilk refiere que la situación de la pobreza en México es un desastre. Los cálculos más recientes que tengo, y el próximo mes serán actualizados, es de 80 millones de pobres en México, o sea, 79.4 por ciento de la población total del país vive en situación de pobreza.
Entonces,
la pobreza es el principal problema social del país. Pobreza que está muy
ligada a desigualdad y la desigualdad es, como lo era en los 70, la causa fundamental
de la pobreza. Porque no es un problema de escasez absoluta sino de reparto
desigual de los recursos disponibles.
A
lo que agregaría a la pobreza un factor sicosocial que se suele soslayar. Los
pobres sufren y sufren mucho corporal y mentalmente. En realidad, los mexicanos
transitamos por la línea de una patología del duelo, de la depresión y la culpa
persecutoria que nunca hemos superado. Parece como si nos acompañara una
incapacidad para elaborar duelos. De dicha incapacidad se desprenden elementos
centrales que se han enraizado en nuestra estructura de carácter: un narcisismo
primario, una relación sadomasoquista, omnipotencia, degradación, sometimiento
y necesidad de someter, infravaloración y una irresistible tendencia a la
necrofilia, así como un elemento de neurosis traumática que se repite
reiteradamente, ya no como proceso de duelo sino como el ropaje central y
particular de nuestro carácter.
Desde
la época indígena aprendimos a ejercer un poder absoluto e irrestricto sobre
las comunidades dominadas. Hoy por los cárteles
del crimen organizado, que aprendieron a someter a procesos en los
cuales nunca hay un espacio para elaborar el duelo. Y así aprendimos a
someternos ante el de arriba y de someter al de abajo; la obediencia y el
resentimiento como el correlato de nuestras vidas.
Siempre
hay esposas, hijos o mascotas a quienes ordenar, o personas indefensas, presos
en los reclusorios, pacientes en los hospitales, alumnos en las escuelas,
integrantes de la burocracia o pobres muy pobres a quienes maltratar.
Repetimos
nuestro comportamiento habitual: el viejo pasado prehispánico, donde ya se
ejercía una cultura del narcisismo y ésta trataba de imponerse en una forma
salvaje. Nuestro narcisismo, expresado en términos sadomasoquistas; la
obediencia y sumisión, patrón regulador de nuestra vida política y social.
Perdimos
desde el inicio: lengua, religión, tradiciones y nunca hemos podido elaborar
esas primeras pérdidas, que nos han acompañado desde la conquista y la vida
independientecomo nación. Eterna compulsión a la repetición, tras la que se oculta la pulsión de muerte silenciosa. Carecemos de percepción adecuada de la realidad, sumisos en el modo de reparar pérdidas que prevalecen en nuestras vidas y necesitamos ejercer el control. Sadismo y masoquismo, dos facetas de una situación fundamental: la sensación de impotencia vital. Ambos buscan una relación simbiótica al no tener su centro dentro de sí. El sádico parece libre de su víctima pero, en realidad, la necesita de un modo perverso.
Con
estos protagonistas en escena, el poder se ejerce de una manera sui generis, un grupo explota y
domina al otro y el hambre avanza y viene a engendrar el sadismo del grupo
dominante, independientemente de las intenciones individuales.
El
sadismo desaparecerá sólo cuando desaparezca el dominio explotador de una
clase, grupo criminal organizado, sexo o grupo minoritario cualquiera. Nuestro
sadismo, surgido de la negación de la crueldad y de nuestros muertos durante el
trauma de la conquista, y “las guerras sucesivas, que nos llevan a la tendencia
necrofílica emanada de un narcisismo en el cual el aspecto traumático, por las
pérdidas sufridas, define rasgos de carácter en el que se pueden advertir la
inclinación a transformar lo viviente en algo no vivo y a tratar de volver vivo
lo mecánico. No es azar que el elemento central en nuestra literatura y nuestra
pintura sea la muerte.
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