Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

miércoles, 17 de agosto de 2011

CUANTO GANAN LOS QUE QUIEREN SER NUESTROS PRESIDENTES?

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Posted: 16 Aug 2011 09:20 AM PDT
Mientras los indicadores oficiales de INEGI (muy benevolentes) señalan que los ingresos mensuales de un mexicano promedio oscilan entre los 11 y 12 mil pesos, los hasta ahora destapados aspirantes a la Presidencia de la República tienen sueldos muy por arriba de los de los ciudadanos comunes, gracias a los cargos públicos que ahora ostentan.
De acuerdo con información del portal en español de la cadena CNN, Enrique Peña Nieto, todavía Gobernador del Estado de México y muy probable candidato del PRI para el 2012, recibe un salario base de 124,334.70 pesos mensuales que se suman a una gratificación de 78,734.10 pesos, y resultan en 203,068.80 pesos que además están libres de deducciones fiscales por 59,340.52 pesos.
Marcelo Ebrard, jefe de gobierno de la ciudad y aspirante a candidato del PRD gana 100,983.00 pesos que según la página de transparencia del GDF se reducen a 74,367.20 por impuestos.
Al no contar con un sueldo de funcionario, el ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador asegura que percibe 50,000 pesos mensuales por parte de la Asociación Civil Honestidad Valiente.
Mientras que los panistas Ernesto Cordero y Santiago Creel, reciben salarios mensuales netos de alrededor de 200 mil pesos mensuales, cada uno.
No debemos olvidar que estos datos son los que se presentan de manera oficial y no es de sorprender que estén muy por debajo de la realidad.

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Posted: 16 Aug 2011 08:52 AM PDT
Hay dos cosas que sorprenden a todo latinoamericano que visita España y llega a penetrar el laberinto ibérico: las agudas discusiones internas sobre nacionalismo y regionalismo que no tienen parangón en ninguna otra parte del mundo. Y en segundo lugar, el desinterés o la antipatía declarada y directa contra el catolicismo y sus representantes entre amplias capas de la sociedad española.
Siendo la madre patria, el lugar de nacimiento de la alianza entre el trono y la espada que fue impuesta en las Américas desde 1492, este desapego generalizado a la idea de España y el Papado resulta, como mínimo, fascinante. Este porqué es algo que intentaremos contar rápidamente aprovechando que la visita de Benedicto XVI provocará de nuevo la aparición de las dos Españas.
Si quiere uno comprender el imposible ontológico del ser católico y español, nada mejor que centrarnos en el himno vigente en España, la marcha real, que tiene música pero no letra. Basta recordar la letra que los carlistas mexicanos, los llamados cristeros, usaron en 1926 cuando se levantaron en armas contra el gobierno surgido de la Revolución para entender la imposibilidad de compartir una historia común. Los cristeros mexicanos, la versión azteca de los carlistas, cantaban a pleno pulmón eso:
La Virgen María es Nuestra Protectora y Nuestra Defensora,
cuando algo hay que temer vence a todos los demonios gritando
«Viva Cristo Rey»,
vence a todos los demonios gritando
«Viva Cristo Rey».
Soldados de Cristo, sigamos la bandera que la Cruz enseña,
Ejército de Dios,
sigamos la bandera gritando «Viva Cristo Rey».
Aquí tenemos algunos viejos insurrectos contra la república mexicana. En el minuto 1.30 uno de ellos entona un pequeño canto de guerra que todo español identificará con la música del actual himno nacional.
Pues bien. La marcha real, con letra ad hoc, fue el canto más popular de la Cristiada y los cristeros, la insurrección regional contra la república mexicana, o la pequeña guerra civil que entre 1926 y 1929 provocó miles de víctimas debido a los enfrentamientos entre una activa guerrilla católica y el ejército federal en el centro del país. Acontecimientos desencadenados, se dice aún, por la aplicación del artículo 130 de la Constitución revolucionaria por parte del presidente Calles, quien, por la vía del reglamento, separaba Iglesia y Estado y aplicaba rigurosos controles a la actividad confesional. Cristiada que, en realidad, sirvió de órdago de la Iglesia, los jesuitas y sus asociaciones laicas al Estado mexicano, del cual consiguió, pese a la teórica rendición de los rebeldes, una negociación abierta bajo auspicios norteamericanos que desde junio de 1929 rindió frutos espectaculares.
Del final negociado de la Cristiada, nació un nuevo y duradero statu quo donde la república mexicana o no aplicaba las leyes y la Iglesia simulaba acatarlas mientras bajo el agua se mezclaban en infame negocio masones y católicos, y el Vaticano extendía sus poderosas redes por todo el país. Pero, más allá de esta victoria cultural sobre una república espantada, preludio de la gran ofensiva católica contra España diez años después, estos ataques coordinados sirvieron a intereses especiales de las compañías petrolíferas extranjeras y de la burguesía mexicana tradicional, que protegió en común mancuerna su influencia de facto en el país para evitar que las derivaciones izquierdistas del nuevo bloque de poder, el futuro Partido Revolucionario Institucional, llegaran demasiado lejos.
Excepto el corto mandato del general Cárdenas, que afrontó la latente amenaza sinarquista, o la sección mexicana del falangismo español, los presidentes de México siempre respetaron, en especial desde 1940, los acuerdos secretos con la Iglesia católica, aunque se tardó sesenta años en conseguir que un presidente se postrara a los pies de la Virgen de Guadalupe, y eso no fue hasta la victoria del Partido de Acción Nacional en las elecciones presidenciales de julio del 2000 con Vicente Fox Quesada.
Nada extraño tiene, visto su contexto intelectual, que la Cristiada usara para sus fines emocionales esta exacta translación de la alianza entre el trono y el altar que es la Marcha Real, la marcha de granaderos que gustaba a Carlos III y que nunca encontró letra viable porque, en realidad, la única tonada popular fue el Himno de Riego, otra marcha militar compuesta en honor al gran militar liberal, cuyos aires de pasodoble y remembranzas de La Marsellesa llegaron al pueblo llano, hasta el punto de que en abril de 1822 se convirtió en himno nacional por real decreto. «Soldados, la patria nos llama a la lid, juremos por ella vencer, vencer o morir» fue cantado incluso por el empecinado Fernado VII antes de reimplantar su despotismo absoluto. La la letra fue cooficial en la I República (1873-1874) y se instucionalizó en la II República (1931-1939) como himno oficial del Estado. La composición sirvió de referencia de la tradición liberal ibérica y en las escuelas del exilio republicano de México, su renovada versión fue santo y seña en todos los actos solemnes.
Resumen de esta venenosa alianza que imposibilitó el nacimiento de la nueva España republicana es el testimonio cruento de un exiliado en tierras mexicanas, Mariano Granados, quien observó desde el destierro el dilema mortal de los perdedores de la guerra civil:
“Al confundirse el catolicismo como religión con el catolicismo como bandería política, se ha producido en España el hecho monstruoso de que todo disidente político se haya transformado en un disidente religioso. Y como la conveniencia política de la monarquía tradicional impuso en nuestra patria un solo credo religioso, el español políticamente disidente del catolicismo se vio precipitado en la nada, en el ateísmo o en el indiferentismo, porque carecía de otra Iglesia que pudiera acogerlo. España es el país donde el ateísmo tiene más densidad, y los españoles disidentes que andan por el mundo causan asombro en todas las fronteras, porque los empleados de inmigración de no importa qué Estados católicos, protestantes, musulmanes o budistas, no llegan a comprender cómo esta masa de hombres, al preguntarles por su religión, responden con absoluta sencillez: ninguna”.
Mariano Granados, La cuestión religiosa en España, (México DF, Ediciones de las Españas, 1959).
En resumen, la alianza entre el golpismo del general Franco y los obispos del Vaticano en la guerra civil hizo al Vaticano corresponsable directo de la muerte y el exilio de miles de españoles. A cambio de aquel pacto infame, la iglesia católica consiguió beneficios y privilegios inimaginables que aún hoy en día siguen vigentes, como el concordato por el cual curas y escuelas católicas son pagadas por el laico estado español.
Pero de aquellos barros, estos lodos. Sólo la España asociada a la herencia franquista, a la derecha y a los intereses creados sigue hoy siendo católica y papista. El resto, despotrica de esta religión o de plano es indiferente al catolicismo. Aunque muchos siguen las rutinas del bautizo y el matrimonio, la práctica religiosa en España es la más baja de todo el mundo católico, un desapego realmente evidente en zonas como Cataluña.
La iglesia ganó con Franco un infinito poder terrenal pero perdió para siempre la posibilidad de ser una institución respetada por todos. Benedicto XVI aterriza en Madrid este próximo jueves y miles seguirán sus papatour. Pero será su España. Con sus himnos, sus banderas y sus grandes cementerios bajo la luna.
El resto no olvidará, no comulgará y no acatará. Porqué tras el triunfo de los golpistas en 1939, ser católico se ha vuelto un imposible histórico para millones de españoles. Ellos ganaron la guerra pero hicieron imposible compartir religión alguna con los asesinos de la otra España. Y desde entonces ni hay religión comuna ni patria alguna en esta católica monarquía.
Este es el porqué que duele explicar pero se entiende fácil, ¿no?.

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Posted: 16 Aug 2011 08:17 AM PDT
Lo que para millones de mexicanos es una realidad, para el gobierno federal es un mito. Parece burla, raya en el cinismo, pero esta vez ha sido su vocero de seguridad, Alejandro Poiré Romero, quien se ha aventado la puntada, jura que es un mito que México sea un país violento…
Fue vía el blog de la Presidencia donde su inspiración para justificar las miles de muertes que ocurren a causa de la violencia en el país y la guerra contra el narcotráfico llegó a su límite superior. Se leen falacias que se traducen en faltas de respeto.
Apela al famoso refrán de ”mal de muchos, consuelo de tontos” cuando presume que ”México mantiene una tasa inferior de homicidios respecto a otros países”, falacias, más falacias. Justificaciones fuera de lugar.
En este sentido, la pregunta que muchos se hacen es si México es uno de los países más violentos del mundo. La respuesta es clara: no lo es. Sin dejar de reconocer los desafíos que viven algunas zonas del país como Tamaulipas, Chihuahua y Sinaloa que a lo largo de los últimos años han focalizado la violencia asociada a la competencia criminal, y que en 2010 concentraron el 50 por ciento de los fallecimientos ocurridos por presunta rivalidad delincuencial en el país, veamos algunos datos comparados.
Se lee en la publicación de su blog. A continuación reproducimos el video propagandístico que pretende convencernos de que estamos locos y los miles de ejecutados no son muestra de nada contundente. Lo contundente es que para el gobierno federal no hay suficientes muertos como para aceptar que su estrategia de “seguridad nacional” anda muy equivocada.

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