Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 17 de diciembre de 2011

Chile: libro popular y autogestión- ¿Muchos organismos y poca integración?- La primavera silenciosa en el sureste mexicano


La primavera silenciosa en el sureste mexicano
Ana de Ita
Las abejas y las 40 mil familias que en México las crían están en serio riesgo por el avance de los cultivos transgénicos de los últimos años. La señal de alarma la detonó el 6 de septiembre pasado el Tribunal Supremo de Justicia de la Corte de la Unión Europea (UE), al sentenciar que la miel y los complementos alimentarios que contienen polen derivado de un organismo genéticamente modificado (OGM) son alimentos producidos a partir de OGM que no pueden comercializarse sin autorización previa. Esta medida no puede considerarse proteccionista, ya que la regulación también la deben cumplir los apicultores europeos.
En México se producen alrededor de 57 mil toneladas de miel y se exportan cerca de 30 mil; el destino más importante es Europa, principalmente Alemania. Pero durante 2011 la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), escudada en la Ley de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados, autorizó a Monsanto la siembra piloto de soya transgénica Roundup Ready, resistente a herbicidas, para 30 mil hectáreas en la península de Yucatán, 12 mil en Chiapas, 4 mil en las huastecas de Tamaulipas, San Luis Potosí y Veracruz.
Campeche, Yucatán y Quintana Roo son la principal región productora y exportadora de miel, con prestigio internacional por sus floraciones únicas. En ella se concentra al mayor número de apicultores: 25 mil de ellos mayas, que además de producir miel se alimentan a sí mismos y a sus familias a partir de una agricultura diversificada.
En Chiapas, 85 por ciento de los cerca de 2 mil productores son pequeños y crían abejas en combinación con la agricultura. Estos estados son de los más importantes en la producción de miel orgánica.
La miel como fuente de producción, ingreso y forma de vida campesina está amenazada por las pretensiones de las agroindustrias de hacer crecer los desiertos verdes de la soya y el maíz transgénico en el sureste, pero también en las huastecas y otros muchos estados.
La soya transgénica es dependiente del glifosato –herbicida considerado altamente tóxico–, pero además utiliza agroquímicos como atrazina, endosulfán, clorpirifós, cipermetrina, imidacloprid, tiram, carbendazim, muchos de ellos prohibidos en la UE y otros que han producido la pérdida de miles de colmenas en Estados Unidos y Francia.
Para que la soya genéticamente modificada sea rentable es necesario sembrarla en extensiones compactas, de ahí que la expulsión de campesinos a través de la renta o compra de sus parcelas va de la mano del avance del monocultivo. En este año, de las 30 mil hectáreas autorizadas en la península, lograron plantar 14 mil, casi todas controladas por productores de fuera, que operan esquemas de agricultura por contrato.
Ya que la soya no es un cultivo tradicional en la región, su avance se da a costa de otros, principalmente del maíz de temporal. Los mapas presentados por Monsanto para solicitar los permisos abarcan una enorme superficie de la península, en la que la siembra de soya transgénica puede expandirse cuando llegue a la etapa comercial.
Además, la Sagarpa apoya el cultivo de la soya convencional o transgénica con programas de subsidios públicos. En 2011 garantizó a los soyeros un precio mínimo por tonelada de 4 mil 690 pesos, en tanto el programa de reconversión productiva propone cambiar los cultivos de granos básicos, que según sus criterios tienen bajo potencial productivo, a oleaginosas, para lo cual otorgó un susbsidio de 30 por ciento del costo del paquete tecnológico, hasta 750 mil pesos por productor.
De ahí que tanto la Sagarpa como la Secretaría de Economía intenten soluciones frente a la sentencia europea que no impliquen cancelar los permisos de soya transgénica, tal como demandan apicultores y científicos, sino sacar al enemigo y acogerse a los páneles de disputas por obstáculos al comercio en la Organización Mundial del Comercio. Pero el problema no es que Europa prohíba la comercialización de la miel OGM, sino que exige únicamente etiquetarla, en tanto los consumidores europeos han decidido libremente no consumirla.
Los apicultores mexicanos necesitan el apoyo de toda la sociedad para impedir el avance de los cultivos transgénicos en México, antes que mañana la primavera silenciosa sea una cruel realidad.

Chile: libro popular y autogestión
Magali Rabasa*
Luchar por la educación es luchar contra el capitalismo”, este es el mensaje que lleva una de las muchas mantas que adornan las suntuosas instalaciones de la Casa Central de la Universidad de Chile hace casi siete meses. Si bien se considera que el movimiento estudiantil perdió fuerza en los últimos meses, una declaración oficial emitida el 28 de noviembre afirma que la Casa Central sigue tomada, y aclara que lo que allí existe es un proceso autónomo y horizontal: No creemos en las jerarquías políticas, por lo que las decisiones del pleno de la federación no son legítimas para nuestro espacio.
En ese espacio tomado –bastión de la resistencia estudiantil– se inauguró el primero de diciembre, con un foro sobre los movimientos sociales, la Primera Feria Latinoamericana del Libro Popular y Organizaciones Sociales: América Le Atina desde abajo. Con la participación de compañeros del Movimiento Popular la Dignidad (MPLD-Argentina), del Movimiento de Pobladores en Lucha (MPL-Chile) y el periodista uruguayo Raúl Zibechi, la primera mesa puso de relieve ejes claves del encuentro: la educación, la autogestión y el libro popular.
La feria fue convocada hace seis meses por una diversidad de colectivos, organizaciones y editoriales chilenas, casi en concurrencia con el estallido del movimiento estudiantil. Nadie podría haber anticipado lo que significaría este levantamiento juvenil. Ahora podemos ver que la construcción de espacios autónomos y autogestivos es una de las huellas más profundas que deja este movimiento de movimientos que ha logrado sacudir y transformar las relaciones de poder imperantes en Chile desde el 11 de septiembre de 1973.
Calle República 517: así se anunció la dirección donde se llevaría a cabo la feria. Esta dirección, y dos vecinas, República 550 y 580, son sitios de un gran valor simbólico en la memoria colectiva chilena: todos fueron centros de tortura. Aunque estas casonas han sido resignificadas –una como universidad, otra como centro social ocupado– el legado de Pinochet siguió infectándolas aun después de la dictadura: a la universidad con el virus de las reformas educativas neoliberales, y al centro ocupado con la represión policial y posterior desalojo en 2009. Pero en esta ocasión, llegaron a la feria vecinos del barrio República expresando la felicidad que sentían al ver la calle repleta de familias y jóvenes, de música y libros. Y contaron que era el primer evento público en esa calle desde el primero de mayo de 1973. Así fue que la consigna lanzada por los organizadores de la feria se hizo carne: A la calle no hay quien la calle.
La feria, como lugar de encuentro popular transversal, fue una experiencia de recuperación del espacio público y de creación de una zona temporalmente autónoma. Allí se dieron cita proyectos autogestivos de vivienda, salud, educación, arte y, por supuesto, edición, provenientes de Chile, Argentina, Perú, Bolivia, y México. La autogestión es el redibujamiento de las relaciones de poder, para la construcción de una sociedad radicalmente democrática, dijo Henry Renna del MPL, aclarando que considera que todo ejercicio autogestionario es una experiencia de educación popular. La feria se volvió un crisol de movimientos políticos, reflejando una visión más integral de lo que es la autogestión.
En tanto feria de libros, el evento logró visibilizar el trabajo colectivo de lo que Zibechi llamó la reconstrucción del imaginario revolucionario desde abajo, que se está haciendo en base a nuestras realidades, y no a teorías revolucionarias de otros momentos. Los libros que circularon en la feria son muy otros: tanto por su producción, su contenido, su forma y su valor, factor importante en Chile, dados los elevados precios en las librerías. Esos libros son el reflejo de procesos colectivos de construcción de relaciones sociales distintas de las que existen en el mercado, la academia y el estado, y de las que desde esos espacios se imponen.
La historia de uno de los organizadores de la feria –la Editorial Quimantú– es clave para entender la regeneración, y reinvención, política y social que florece hoy en Chile. La Editora Nacional Quimantú de la Unidad Popular, fundada en 1971, nació con una toma de la Editorial Zig-Zag por los trabajadores, quienes proclamaron que el trabajo editorial tenía que ser parte de un proyecto social. Quimantú, con tiradas masivas, llegó a ser una de las editoriales más importantes del continente, y un elemento importante del proceso emancipador de Salvador Allende. Mario Ramos, miembro de la nueva Quimantú, explicó que con el golpe esta editorial “terminó en llamas, terminó en cenizas… pero como las cenizas renacen nosotros la retomamos y ahora tenemos una editorial Quimantú de esta época”.
La política editorial de la nueva Quimantú autónoma apuesta a la creación de libros como herramientas para la politización de lo social y la socialización de lo político. Lucía Paz, diseñadora de la Quimantú, afirmó: para nosotros el libro no es una mercancía; es una necesidad del pueblo. El libro popular que se pensó, se construyó y se compartió en este encuentro es fiel reflejo de las palabras de los compañeros de la Quimantú: “todavía hay un Chile –y una América– que se construye a pulso”.
Más información en www.americalatina.blogspot.com/
* Universidad de California-Davis

¿Muchos organismos y poca integración?
Carlos Chacho Álvarez *
Los sectores que se muestran críticos al proyecto de integración latinoamericana utilizan el argumento de la multiplicidad de organismos subregionales (Aladi, Can, Caricom, Sela, Celac, Mercosur, Sica, Unasur) para cuestionar en realidad lo sustantivo y estratégico de la perspectiva integradora. Los más conservadores prefieren a nuestros países posicionándose como periferia dependiente del mundo de-sarrollado más que naciones, segmentos económicos del mercado internacional, cada uno con esquema propio y con vínculos muy débiles con los vecinos y la región en su conjunto.
Acostumbrados a vivir al calor y copia de los modelos orientados sobre todo por los organismos financieros internacionales y los saberes hegemónicos en crisis, les cuesta concebir la región con categorías propias. Más aún les cuesta asumir el cambio de época en nuestra geografía y las transformaciones de un mundo que debe ser recusado en su actual etapa de financierización o de anarcocapitalismo, tal como definió con precisión la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en la más reciente reunión del Grupo de los 20, en Cannes.
Latinoamérica vive un momento muy intenso y trascendente, con democracias generalizadas, crecimiento sostenido de las economías y dando un combate eficaz contra la pobreza y la indigencia. Agreguemos dos cuestiones que nunca estuvieron tan presentes: voluntad de integración –en un mundo que se va configurando por regiones– y protagonismo en la escena global. Tres países latinoamericanos, Argentina, Brasil, México, participan del principal foro económico mundial, que es el Grupo de los 20.
Esta situación inédita y muy positiva para nuestra región nos convoca a ordenar el proceso de integración, coordinar más y mejor los esfuerzos, especializar con más claridad las tareas de los distintos organismos subregionales y acordar programas y proyectos que puedan ser articulados economizando esfuerzos, evitando superposiciones y la duplicación de tareas u objetivos.
Se trata de administrar más eficazmente la voluntad política y, al mismo tiempo, neutralizar una crítica que en lo formal puede tener alguna razonabilidad si el proceso se vuelve muy desordenado.
Los propios organismos, bajo los mandatos presidenciales o de los cancilleres, deberíamos elevar a los países una propuesta de vertebración y de mayor coordinación construyendo agendas positivas, proponiendo acciones colectivas y un plan compartido, con metas y plazos más concretos, evitando la fuga hacia adelante, la dispersión o la ineficacia en el uso de los recursos y las capacidades disponibles.
A las cumbres presidenciales y a los documentos compartidos por los países hay que darles sustancia y contenido en el día a día de la integración, y ello reclama un salto de calidad en el funcionamiento del mapa organizativo de la región.
Si la estación final es la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, de reciente creación, esto va a requerir y necesitar de mucho trabajo previo, de una gran coordinación para articular la diversidad y mostrar en el tiempo que es algo más que un mecanismo o un foro simbólico de la unidad latinoamericana.
La región está produciendo avances y acontecimientos que nunca antes se habían dado. Necesita crecer con gradualidad y, quizás, a distintas velocidades, según las características de cada subregión. Para ser un actor gravitante en el nuevo orden que se avecina se requiere mayor integración interna y voluntad para ir sintetizando una mirada común respecto a cómo se reformula y conduce una globalización sobredeterminada hoy por la concentración de la riqueza, la desigualdad y la exclusión. Vertebración interna, construcción de una sola voz en los principales temas de la agenda global y alianzas estratégicas Sur–Sur constituyen parte de las grandes tareas de nuestra región. Y para avanzar se impone una reingeniería institucional que ordene nuestro espacio, articule la acción de los distintos organismos y podamos contar con un cierto planeamiento estratégico que demuestre a propios y extraños que más allá de cuántos organismos existen, ellos son parte activa de un proceso difícil pero inexorable hacia la integración profunda de nuestra región.
(*) Secretario general de la Aladi

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