Apuntes postsoviéticos
Prioridad invariable
Juan Pablo Duch
La relación con las repúblicas que formaron parte de la Unión Soviética –salvo Letonia, Lituania y Estonia, ya miembros de la Unión Europea– tiene para Rusia una marcada importancia, sobre todo a partir de mediados de los años 90, cuando empezaron a perfilarse las tendencias centrífugas en los ahora países vecinos.
En la más reciente –aprobada en febrero anterior– no podía ser excepción, pero se repite el error de proclamar como zona libre de conflictos con Rusia dicho espacio, que aquí también se denomina el
exterior cercano.
Conflictos los hay, y muy serios. Un rápido repaso de la situación en las 12 repúblicas de la antigua Unión Soviética, sin las bálticas, arroja el siguiente panorama:
En el flanco eslavo, Bielorrusia es un aliado formal que depende del mercado ruso, pero se niega a ser un simple apéndice, lo cual genera enfrentamientos cíclicos entre Minsk y Moscú. Ucrania, cuyo destino es poner un pie al este y otro al oeste de su ubicación geográfica, quiere obtener concesiones de Rusia, como precios subsidiados de gas natural, al tiempo que promueve su hipotético ingreso a la Unión Europea y no deja de coquetear con la OTAN.
Rusia recibe de Moldovia mucho menos de lo que le da en términos de ayuda financiera y militar, por el diferendo separatista del Transdniéster, no obstante insuficiente para contener la aspiración de parte considerable de su población de integrarse con Rumania.
Los países de Asia central –suministradores de mano de obra barata a Rusia, tienen todos regímenes autocráticos con élites en la opulencia y población en la miseria, unos poseen el petróleo y el gas y otros el agua, tan valiosa allá como los hidrocarburos–, aspiran a sacar el máximo provecho de sus nexos con Moscú, Washington y Pekín, interesados en reforzar su presencia en la región, ya saturada de bases militares foráneas.
En el Cáucaso, Azerbaiyán, con grandes reservas de petróleo y gas, está cada vez más cerca de la OTAN y más lejos de Rusia, que respalda a su eterno rival, Armenia, desde que la disputa territorial de Alto Karabaj derivó en baño de sangre. Georgia, que dejará de tener un presidente enemigo jurado del Kremlin, parece apostar a una cierta equidistancia de Moscú y Washington, sin renunciar a la política de acercamiento con la OTAN.
Por todo esto, muy resumido, es capital que la diplomacia rusa encuentre la fórmula para que la prioridad invariable que otorga a su relación con los países de la antigua Unión Soviética sea algo más que un compendio de buenas intenciones.
Monopolios filantrópicos
Silvia Ribeiro*
Desde que los transgénicos fueron introducidos comercialmente en Estados Unidos en 1996 –al 2012 solamente 10 países tienen el 98 por ciento del área global sembrada con transgénicos, una vasta mayoría de países no los permiten– sus promotores afirman que los transgénicos aumentan la producción. Pero sus afirmaciones no se cumplen y surgen todo el tiempo nuevas evidencias que lo demuestran. Crece el descontento de agricultores que pagan mucho más cara la semilla y no ven diferencia de rendimiento. Además, para dolor de cabeza de las empresas, a partir de 2015 empiezan a vencer las patentes de varios transgénicos (como la soya RR resistente a glifosato). Por todo ello, las trasnacionales –con ayuda de ricachones como Bill Gates y Carlos Slim– están trazando nuevas estrategias para no sólo mantener sus oligopolios, sino extender sus mercados, llamándolo filantropía.
deberían sumar sus características. Para equilibrar las malas noticias, señalan que sin embargo, los transgénicos muestran
mayor estabilidad. O sea, producen menos, pero siempre igual. Eso sí es ventaja ¿verdad?
Más allá de la ironía, esa interacción inesperada demuestra que los que construyen transgénicos no conocen realmente el espectro de consecuencias de la manipulación genética, algo que los científicos responsables han señalado repetidamente. La ingeniería genética es una
tecnologíacon tantos factores desconocidos, que ni se debería llamar tal, ni debería haber salido nunca del laboratorio.
Pero no es necesario que una tecnología sea buena para que llegue a los mercados, alcanza con codiciosas empresas dispuestas a pagar lo necesario en mercadeo, o en corrupción y/o estrategias para controlar los mercados.
Un ejemplo de ello es que las mismas trasnacionales que controlan los transgénicos, controlan el mercado de semillas híbridas con mejor productividad, pero prefieren vender transgénicos porque están patentados. Así, la contaminación es detectable y eso les permite mayor dependencia del agricultor y un negocio adicional al demandar a los contaminados, por
uso ilegalde sus genes patentados.
En Estados Unidos, Monsanto ha llevado a juicio a 410 agricultores y 56 pequeñas empresas agrícolas, según el informe Seed Giants vs. US farmers (Center for Food Safety, 2013). Las cifras son mucho mayores en acuerdos fuera de juicio, ya que al ganar Monsanto las demandas, ha sembrado el terror entre los agricultores, que prefieren pagar por fuera para ahorrar gastos de juicio. También DuPont-Pioneer ha establecido una
policíagenética, para tomar muestras en campos de agricultores a quienes demandar.
Pero inexorablemente, las patentes de muchos cultivos transgénicos vencerán en los próximos años, por lo que las empresas han diseñado estrategias para evitar perder el control de los mercados e incluso abrir nuevos, sobre todo en países del Sur y con campesinos de bajos recursos. Un nuevo informe del Grupo ETC (Gene Giants and Philanthrogopoly –www.etcgroup.org) da cuenta de estas maniobras.
La primer estrategia de las empresas es dejar de vender los transgénicos que tengan patentes con vencimiento cercano, colocando en el mercado otros prácticamente iguales, pero con algún mínimo cambio para hacer valer una nueva patente. Este es el caso de la soya RR2. Ya tomando medidas de fondo, han anunciado un acuerdo entre la mayoría de empresas que controlan el mercado transgénico, una especie de
poolde transgénicos, alegando que es para dar
certeza a los agricultoresde que los cultivos cuya patente esté por vencer, se podrán seguir plantando en los países cuyas leyes de bioseguridad requieren nueva aprobación después de una cierta cantidad de años. La afirmación es altamente cínica, porque de lo que se trata no es de certeza ni de bioseguridad, sino de legalizar un cártel de empresas para aumentar el férreo control del mercado.
En ese contexto hay que colocar las declaraciones de Bill Gates y Carlos Slim, que junto al director del CIMMYT (Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo) aseguraron recientemente que van a dar transgénicos a los campesinos pobres, por los que no tendrían que pagar la patente. Se trata de esos transgénicos cuya patente va a expirar y que las empresas sacarán de los mercados –salvo que encuentren cómo entrar a nuevos mercados. Es un caballo de Troya para invadir tierras campesinas con transgénicos, intentando que dejen sus propias semillas y se hagan dependientes de semillas corporativas. Aunque no den resultado, porque los transgénicos y los híbridos no crecen en tierras campesinas, irregulares, sin riego y sin agrotóxicos, estos paquetes podrían provocar un daño considerable a los campesinos y a su capacidad para alimentarse y seguir creando diversidad de semillas, especialmente frente al cambio climático. No se trata de filantropía, se trata de monopolios y voracidad corporativa.
*Investigadora del Grupo ETC
Los enredos y conjuras del cónclave
Bernardo Barranco V.
El cónclave que dará inicio el próximo martes 12 de marzo será uno de los más tensos en la historia moderna de la Iglesia católica. Las fuertes presiones internas y externas a que están sometidos los cardenales electores marcan un ejercicio inédito. En lo interno, el Vaticano está infestado de luchas palaciegas de poder clerical desmedido y, en lo externo, la Iglesia enfrenta escándalos y una notoria pérdida de credibilidad y autoridad moral. Las lecturas de los candidatos, gestos y temas abordados en las congregaciones generales apuntan a una lectura más política que espiritual en la elección del nuevo pontífice. El mundo está pendiente en Roma con más de cinco mil reporteros de 60 países que han enviado corresponsales especiales, equipo y estructura para realizar amplias coberturas de un evento que interesa al mundo. No hay duelo ni orfandad pues el Papa renunciante sigue vivo y aunque el propio Benedicto XVI no quiera, sigue teniendo un peso significativo en el ánimo de los purpurados votantes, especialmente de aquellos que fueron creados cardenales por él. Por cierto, son la mayoría del colegio elector.
invierno eclesial, que está llevando a un colosal derrumbe no de la fe de la feligresía católica sino fruto de la crisis de la estructura institucional de la Iglesia.
Otro signo de este cónclave es la ausencia de candidatos fuertes para la sucesión pontifical. Al principio se mencionaba reiteradamente a siete supuestos candidatos, ahora se habla de 25. O la Iglesia carece de figuras y liderazgos nítidos o existen fuertes forcejeos por imponer o favorecer alguna facción. Estos jaloneos puede ser la punta del iceberg, pues se pretende que la Iglesia consense con el candidato un proyecto frente al cúmulo de desafíos y exigencias que indica el corte de caja, es decir, una bancarrota moral de la Iglesia. Las disputas curiales están encarnadas en Ángelo Sodano, cardenal decano que, por edad, no participará en el cónclave, y Tarciso Bertone, el camarlengo, hombre de confianza y operador del Papa emérito. La disputa curial romana contamina la nutrida presencia de 28 cardenales italianos, quienes al parecer quieren recuperar el trono de Pedro y han encontrado en Ángelo Scola, arzobispo de Milán, su delfín. Pero falta ver a los llamados por la prensa italiana un tanto de manera despectiva
los extranjeros. Es decir, los cardenales no italianos ni curiales, que son la mayoría del colegio cardenalicio.
Los cardenales extranjeros que más se han hecho notar son las provenientes de Estados Unidos y de Alemania. Han sido inquisitivos en clarificar los entretelones del Vatilieaks y sometieron casi a interrogatorio al cardenal opusdeista Julian Herranz sobre el resultado de sus investigaciones que, según filtraciones de La Repubblica, se habría documentado la corrupción homosexual de redes políticas de chantaje y lavado de dinero en el IOR, banco del Vaticano. Los estadunidenses presentan dos fuertes candidatos, con experiencia en el manejo y administración de las tormentas mediáticas a las que ha sido sometida la Iglesia en aquel país por los abusos sexuales de pederastas clericales. Uno de ellos es el arzobispo de Boston, el cardenal Sean O’Malley: si bien reconstruyó el desastre heredado del cardenal Bernard Law preside el comité Pro-Vida del episcopado. Muy probablemente los estadunidenses sea un contrapeso efectivo frente a los italianos.
El lobbie ha sido intenso pero discreto. Finalmente el cónclave, con variantes, es un proceso electoral. Con una historia milenaria y una simbología diferente. Pero también existe la guerra sucia como fue desplegar pendones en las calles de Roma aledañas a la Plaza de San Pedro, solicitando el voto por el cardenal ghanés Peter Turkson, como si los romanos votaran. Fue una campaña de desprestigio con la mala intención de estropear las aspiraciones de considerar un candidato africano. Del lado latinoamericano, con la excepción de Odilo Scherer, arzobispo de Sao Pablo, la mayoría de los cardenales de nuestra región son ultraconservadores o no reúnen los requisitos básicos para afrontar la delicada misión de conducir la Iglesia. Percibo una fuerte inclinación latinoamericana hacia la vieja guardia curial. No fue casualidad por ejemplo en México la visita de Prigione, protector de Maciel, paisano y aliado incondicional de Ángelo Sodano. Leonardo Sandri, otro papable, más que un cardenal latinoamericano es una apuesta de Sodano y forma parte de la curia romana más viciada.
En la historia moderna de los cónclaves, por lo menos del siglo XX para acá, ninguno se ha extendido más allá de los cuatro días. Salvo que los electores se entrampen, en una semana habrá un nuevo jerarca en la Iglesia. Las negociaciones no sólo contemplan al futuro pontífice sino a la cartera de algunos cardenales que harán equipo con el próximo Papa. Los 115 cardenales entran al cónclave con diferentes facciones: político/diplomáticos, bertonianos, ratzingerianos, italianos, extranjeros, los americanos, los focolares, ambrosianos, etcétera. Muestra la diversidad y amplio abanico conservador que domina la Iglesia en la actualidad. Toda combinación es posible, todo acuerdo es viable y toda alianza es deseable para facilitar un amplio consenso para que un papa pueda sacar a la Iglesia de la zona
No hay comentarios:
Publicar un comentario