Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

miércoles, 6 de marzo de 2013

Bajo la Lupa- Recuperar la política económica- ¿Una nueva clase media latinoamericana?

Bajo la Lupa
Interconectividad bidireccional del petróleo/gas con los bancos trasnacionales anglosajones
Alfredo Jalife-Rahme
Foto
Vista de la plataforma de exploración Bicentenario, en el Golfo de México, en imagen de archivo
Foto José Carlo González
Durante la conferencia magistral La madre de todas las batallas: el petróleo y gas de México, celebrada en la sede de las izquierdas (www.youtube.com/watch?v=CW6z Ybgc2vE), dos de los puntos nodales versaron sobre, uno, la gran jugada del gas esquisto ( shale gas) por encima del petróleo como piedra de toque de la Estrategia Nacional de Energía (ENE) –que implícitamente acepta el nuevo director de Pemex, Emilio Lozoya, en sus entrevistas al periódico británico con disfraz español El País (25/2/13) y a The Financial Times (27/2/13)– y, segundo, la bidireccionalidad inextricable entre la bursatilización financiera y los hidrocarburos en el manejo de las añejas siete hermanas anglosajonas.
 
En el ranking por renta (revenues) de las sobresalientes 500 trasnacionales globales de la revista Fortune/Time, entre las 10 primeras aparecen siete petroleras (¡70 por ciento!), lo cual refleja el gran negocio geoestratégico/geoeconómico/geofinanciero del oro negro: 1) Royal Dutch Shell (angloholandesa: renta de 484 mil 489 millones de dólares, con ganancias por 30 mil 918 millones) 2.) Exxon Mobil (EU) 4) British Petroleum 5) Sinopec (China) 6) China National Petroleum 8) Chevron (EU) 9) Conoco Phillips (EU).
 
Cabe señalar lugares destacados: sitial 11: Total (Francia); 15: Gazprom (Rusia) 17: ENI (Italia) 23) Petrobras (Brasil); 34 (¡supersic!) Pemex; 35) Valero Energy (EU); 36: PDVSA (Venezuela); 40: Statoil (Noruega) y en un patético lugar 90: la española Repsol YPF, de la cual Pemex poseería casi 10 por ciento de las acciones devaluadas.
 
Resalta la irrupción de los BRICS tanto entre los primeros 10 lugares (2 de China) como en los sitiales 15 y 23.
 
Cuando se calcula a las trasnacionales más redituables varía sustancialmente el ranking: 1: Gazprom; 2: Exxon Mobil; 4: Royal Dutch Shell; 5: Chevron; 8: British Petroleum (BP). Petronas (Malasia) aparece en el sitial 12, mientras insólitamente Pemex exhibe pérdidas.
 
Las tres únicas empresas mexicanas entre las 500: lugar 34: Pemex (ingresos, 125 mil 344 millones de dólares); lugar 176: América Móvil (53 mil 510 millones de dólares), y CFE: lugar 470 (23 mil 480 millones de dólares).
 
La tecnología madura de Pemex, pese a su letal manejo, deja más de 2.3 veces que América Móvil de relativa reciente tecnología, que a su vez prácticamente remunera el doble de la desmantelada CFE.
 
The Financial Times (12/03/07), en un esquema revelador de 2005 (que hoy se ha abultado), exhibe el ranking de las reservas y producción tanto del petróleo como del gas y, más que nada, del manejo bursátil financierista que demuestra el control de Wall Street y La City.
 
Hoy las nuevas siete hermanas son estatales y literalmente desplazan en reservas de petróleo a las otrora siete hermanas anglosajonas privadas: 1: Aramco (Arabia Saudita: 260 mil millones de barriles) 2: NIOC (Irán:140 mil millones) 3: INOC (Irak:110 mil millones) 4: PDVSA (80 mil millones); y prácticamente entre 20 mil millones y 5 mil millones, lugar 5: PetroChina; 6: Gazprom; 7: Petrobras, y 8: Petronas.
 
Las reservas de petróleo de Exxon Mobil, BP y Royal Dutch Shell son patéticas y van desde 12 mil millones hasta 5 mil millones.
 
La producción de petróleo no varía tanto en relación con las reservas y el ranking de las cuatro anglosajonas que vienen prácticamente a la par de PDVSA, PetroChina y Petrobras.
 
En cuanto al gas, la brecha de reservas entre las nuevas siete hermanas estatales aplasta prácticamente a las cuatro anglosajonas. Con la notable excepción de Gazprom (con más de 50 mil millones de pies cúbicos), se pudiera aducir que las cuatro anglosajonas van a la par de NIOC y Aramco, y hasta de Petronas.
Es evidente que las reservas de petróleo y gas marcan ya la pauta de la producción que favorece apabullantemente a las empresas estatales por encima de las cuatro grandes privadas anglosajonas en preocupante caída libre.
 
Pero lo notable radica fundamentalmente cuando se abordan las finanzas (cifras de 2005), en donde las cuatro anglosajonas, debido a su bono hegemónico global, rebasan insólitamente a las nuevas siete hermanas estatales tanto en petróleo como en gas, ya sea por renta (revenues), ya sea por ingreso neto (net income).
 
Renta de las cuatro anglosajonas: Exxon Mobil: 340 mil millones de dólares; Royal Dutch Shell: 300 mil millones; BP: 250 mil millones; Chevron: 190 mil millones, frente a Aramco: 175 mil millones; PDVSA: 80 mil millones; PetroChina: 60 mil millones; Gazprom: 55 mil millones; Petrobras: 52 mil millones; NIOC: 45 mil millones; Petronas: 44 mil millones de dólares. Destacan notoriamente las finanzas de las anglosajonas privadas.
 
Para 2011, The Financial Times aporta la renta descomunal de las cuatro anglosajonas privadas: Royal Deutch Shell: 450 mil millones de dólares; Exxon Mobil: 410 mil millones; BP (con todo y el ecocidio del Golfo de México y sus descalabros en Rusia): 380 mil millones; Chevron: 220 mil millones; Petrobras: 140 mil millones; Statoil: 135 mil millones y Pemex: 130 mil millones de dólares. ¿A qué se debe esta anomalía de las cifras de petróleo y gas entre sus reservas y su producción frente a las omnímodas finanzas que controla el mundo anglosajón en Wall Street y la City?
Se debe a dos factores: la bursatilización –que contabiliza como activos las reservas, que además auditan anómalamente y donde abunda la desinformación (v gr. el flagrante caso de Repsol YPF que alteró sus cifras)– y la bidireccionalidad entre la banca anglosajona y sus trasnacionales petroleras/gaseras, estratagema seminal global a la que no ingresan aún las nuevas siete hermanas estatales, muchas de ellas bajo guerras y sanciones (INOC, NIOC y PDVSA).
 
Hace siete años, en mi libro Los 5 precios del petróleo (CADMO & Europa; Buenos Aires; 2006), había alertado los traslapes del binomio petrolero bancario, que obviamente habría que actualizar y agregar la nueva ecuación energética de Estados Unidos y su independencia del gas esquisto: Lee R. Raymond: director de Exxon Mobil y ex director de JP Morgan Chase; lord Browne de Madingley: director de BP y miembro del consejo de administración de Goldman Sachs; Willian Rhodes: miembro del consejo de administración de ConocoPhilips y vicepresidente de Citigroup; David O’Reilly: miembro de Chevron Texaco y del Consejo de Administración de JP Morgan Chase, y sir Mark Moody-Stuart: ex presidente de Royal Dutch/Shell y director de HSBC Holding.
 
Cabe señalar la interconectividad del petróleo y el gas, como es el caso de Gas Natural Fenosa de España, dominada bursátilmente por Repsol YPF, lo cual nos llevaría al axioma de que además de explorar petróleo o gas habría que indagar en las aguas profundas de los consejos de administración y sus accionistas mayúsculos de la banca anglosajona que controla las finanzas mundiales, como a sus trasnacionales petroleras y gaseras (Ver Bajo la Lupa, 23/10/11).
 
Resaltan dos graves problemas con la privatización de Pemex: 1) México no cuenta con un sistema bancario nacional, que se encuentra aplastantemente en manos foráneas (en términos de capitalización de mercado); 2) la bursatilización de Pemex sin una banca estatal de control (como las siete nuevas hermanas) regala de facto sus acciones a los 13 banksters de Wall Street y la City.
Twitter: @AlfredoJalife
 
Recuperar la política económica
Alejandro Nadal
Para decirlo suavemente, el desempeño del capitalismo a escala mundial ha dejado mucho que desear. De manera más clara, frente a nuestros ojos tenemos un desastre desarrollándose en cámara lenta. No sólo el crecimiento ha sido mediocre y el problema de la desigualdad se ha agravado, sino que las crisis se hicieron más comunes y agudas. Los desequilibrios económicos mundiales se intensificaron y hoy constituyen uno de los factores más importantes de inestabilidad e incertidumbre. El sector financiero se expandió de manera absurda y en lugar de que las agencias reguladoras le tengan bajo control, pudo someter a la política económica a sus necesidades.
 
Frente a este panorama se fue consolidando algo muy engañoso: la idea de que las economías nacionales son entidades que se auto-regulan, que mantienen equilibrios saludables y casi bajo ninguna circunstancia requieren de la intervención del gobierno para enderezar el camino. Esta idea es muy vieja entre los economistas que mantuvieron la fe en las virtudes del mercado. Esos economistas en muchos casos estuvieron muy bien apoyados por contribuciones millonarias que les permitieron amplificar el mensaje sobre la libertad de los mercados. Un buen ejemplo es el de Milton Friedman y, en especial, en su libro Capitalismo y libertad, pieza literaria de extraordinaria debilidad intelectual y brutal virulencia ideológica. No por nada fue uno de los libros de cabecera de Ronald Reagan y Margaret Thatcher.

Esa idea permitió el renacimiento de la vieja idea (pre-Keynesiana) de que los gobiernos no pueden y no deben intentar perseguir objetivos como el crecimiento o el pleno empleo. De acuerdo con esa visión de las cosas un gobierno debe limitarse a controlar la oferta monetaria y a mantener un equilibrio en las cuentas fiscales con el fin de allanar el camino a la inversión privada que, guiada por el supuestamente eficaz mecanismo de mercado, permitiría alcanzar senderos de crecimiento estable. Personajes como Robert Lucas, con su esquema aberrante de expectativas racionales (una entelequia que equivale a decir que en la economía no hay incertidumbre) contribuyeron a dar una supuesta legitimidad científica a modelos inconsistentes.

El capitalismo no configura economías bien portadas con armonía social y prosperidad compartida. La inestabilidad de sus principales agregados es su rasgo esencial. Una de sus características más peligrosas es su capacidad para mantener altos niveles de desempleo durante prolongados periodos de tiempo. Finalmente, es en los periodos de aparente calma y estabilidad cuando se gestan en su seno las severas crisis que han marcado toda su historia.
 
Por eso, en una economía capitalista se necesita un gobierno capaz de determinar el nivel óptimo de gasto para estabilizar la inversión, el crecimiento y el empleo. Esto requiere definir y aplicar un nivel adecuado de imposición fiscal y la correcta asignación de un gasto público conforme a las prioridades que un esquema democrático determine. Al mismo tiempo, se requiere que el gobierno tenga la capacidad de financiar un desequilibrio entre el gasto público y los ingresos fiscales a través del banco central. Finalmente, para evitar que una economía capitalista termine por explotar en una crisis terminal, el gobierno debe estar dotado de instrumentos regulatorios sobre el sistema financiero y bancario. Al fin de cuentas, las funciones de creación monetaria deben estar sometidas al control de agencias públicas sujetas a una responsabilidad política ante órganos democráticamente electos.
 
Uno de los objetivos centrales de la política económica es establecer los parámetros de la distribución del ingreso pues el salario no es un precio que se fija en un imaginario mercado laboral. Sólo en un marco de política económica responsable es posible determinar el nivel adecuado de otras variables clave de la vida económica como la tasa de interés y el tipo de cambio. La primera no es el precio que permite un equilibrio en el inexistente mercado de ‘fondos prestables’. El segundo no es el mecanismo de ajuste del desequilibrio en la balanza comercial.
 
Los tratados de libre comercio y de integración económica en el mundo neoliberal son instrumentos para eliminar la política económica. En Europa los tratados de Maastricht y Lisboa son los mejores ejemplos. Su objetivo fue dotar a los países signatarios de una moneda común al tiempo que se les imponía un candado en materia de política fiscal. Ese esquema no sólo les impide emitir su propia moneda, decidir sobre el tipo de cambio o la tasa de interés. Tampoco podían determinar el nivel de gasto que consideraran necesario. Todo eso redujo a los países de la eurozona al nivel de regiones subordinadas a una autoridad central.
 
El capitalismo con crecimiento estable y salarios reales en expansión es cosa del pasado. Lo de hoy es el estancamiento, el desempleo masivo y la pobreza. Urge recuperar la política económica para por lo menos intentar subsanar las carencias más groseras del capitalismo.
 
¿Una nueva clase media latinoamericana?
Asa Cristina Laurell
El Banco Mundial (BM) acaba de publicar una investigación sobre la clase media en América Latina (Economic Mobility and the Rise of the Latin American Middle Class). Este texto seguramente será ampliamente citado por políticos e investigadores. Conviene analizarlo porque contiene una definición, cálculos y estimaciones poco rigurosos.
 
Define como clase media a aquellas personas que tienen un ingreso entre 10 y 50 dólares diarios. Es decir, para los mexicanos correspondería a entre 130 y 650 pesos. El límite inferior es muy bajo, pero se argumenta que, con una estimación poco clara, este intervalo correspondería a personas de las cuales sólo 10 por ciento corre el riesgo de caer en pobreza durante un periodo de cinco años. Aunque los autores reconocen que su definición de clase es puramente económica, se justificaría por la baja probabilidad de quedar pobres, ya que significaría que tienen seguridad económica.
Sobre esta base se determinan cuatro clases: la pobre, con ingresos de cero a cuatro dólares, que representa 30.5 por ciento de los latinoamericanos; la vulnerable, con cuatro a 10 dólares, que significa 37.5 por ciento; la media, con 10 a 50 dólares, que equivale a 30 por ciento, y la élite con más de 50 dólares, que representa 2 por ciento. Esta conceptualización es notoriamente ajena a la de los sociólogos y politólogos, marxistas y no marxistas.
El texto está lleno de evidencias, pero ninguna es concluyente según los propios autores. De esta manera, a lo largo del informe sobre los hallazgos se repiten las palabras pudieran, sugieren, es plausible y etcétera. Incluso, se hace una explícita y obvia advertencia de que las asociaciones estadísticas encontradas no deben tomarse como prueba de causalidad.

Aunque se señalan estas incertidumbres, el problema es que tienden a desaparecer en los discursos de los políticos y en las referencias de muchos investigadores. Incluso es de esperar que se conviertan en sabiduría convencional que no requiere ser comprobada y a la cual se refiere con la frase como todo mundo sabe, frecuente en los textos del propio BM.

Y sobre este fundamento manifiestamente endeble pronto escucharemos en los discursos que los países latinoamericanos somos países de clase media, a pesar de que 68 por ciento de la población es pobre y la absoluta mayoría de la clase media se acerca a los 10 dólares diarios de ingreso.
 
Sin embargo, el estudio va más allá en sus propósitos. Una vez determinadas las nuevas clases procede a estudiar las implicaciones políticas e ideológicas de la emergencia de la clase media latinoamericana. Plantea particularmente examinar cómo influye en las políticas sociales y la cohesión social. Para ello usa principalmente los datos de la encuesta Ecosocial (Encuestas de Cohesión Social en América Latina).
 
Es de señalar que esta encuesta se basa en 12 mil 297 observaciones en la población de grandes urbes en Brasil, Chile, Colombia, Guatemala, México y Perú. Además, no incluye datos del ingreso, que es el criterio usado para determinar las cuatro nuevas clases, pero se argumenta que los datos sobre los activos o bienes de los hogares permiten aproximarse a sus ingresos. Es decir, el sostén de los resultados es sumamente limitado.
 
Encuentra que la clase media no tiene inclinaciones políticas claras, pero puede clasificarse como moderada y pragmática. Hace un extenso análisis de diversas variables y se aventura a concluir que a la clase media sólo le interesa defender sus intereses, según su interpretación, por la herencia corporativa del subcontinente. Estos hallazgos llevan a los autores a sostener que la clase media no contribuye a la cohesión social o a la redistribución del ingreso.
 
Recomienda entonces reforzar la focalización del gasto público en los pobres, particularmente vía la transferencia condicionada de dinero. Considera además que debieran incrementarse los impuestos y quitarse los subsidios generales aprovechados por la clase media. Para mejorar la eficiencia y calidad de los servicios públicos sugieren introducir y ampliar los incentivos. Deberían, por otra parte, eliminarse los programas con beneficios generosos como los del Seguro Popular (sic), que tiende a impulsar el empleo informal.
 
Su recomendación final es que las coaliciones políticas para lograr la cohesión social debieran construirse no a partir de discusiones normativas sobre derechos exigibles, sino diseñando una plataforma política con los incentivos correctos para capturar a la clase media.

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