Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

martes, 12 de marzo de 2013

La desaparición de la violencia- Los primeros 100 días de Peña Nieto: Reprobado

La desaparición de la violencia

Por: Salvador Camarena - marzo 12 de 2013 - 0:01
COLUMNAS, Tronera - Sin comentarios
Cada uno de los homicidios con características de “ejecución” que ocurren diariamente en México son una tragedia. Sin embargo, por el impacto social que llegan a tener, unos logran más atención que otros. Es el caso del asesinato del Secretario de Turismo de Jalisco, José de Jesús Gallegos Álvarez, acontecido el sábado pasado.
Esa muerte pone en evidencia al menos dos cosas: la inoperancia política de un novel Gobernador y una especie de moda que se vive en México, la que quiere repetir como mantra que el crimen va a la baja, que la inseguridad no merece ser el tema número uno en la agenda, que la violencia está desapareciendo.
No habían transcurrido ni dos horas de la muerte del funcionario jalisciense, y el gobierno de Aristóteles Sandoval ya había salido a decir que el homicidio no tenía que ver con el crimen organizado. Resulta al menos singular la urgencia del Gobernador Sandoval: en su intento por bajar de perfil el crimen termina por desnudarse.
“Es posible que el móvil tenga que ver con actividades económicas y empresariales que tuvo antes de ser designado Secretario de Turismo”, dijo el sábado el Secretario de Gobierno de Sandoval, Arturo Zamora. En esta especie de confesión de parte, el Gobernador de Jalisco nos hizo saber que:
 
a) Para él tenía lógica que en los antecedentes del malogrado funcionario estuviera la causa de su muerte. Esa prontísima aseveración hace totalmente improbable que Sandoval no supiera de esos “antecedentes”, y que a pesar de ello procedió a nombrarlo. Él sabrá por qué tomó esa decisión.
b) Que a pesar de esos antecedentes, el Gobernador no cuidó a su funcionario, de tal manera que se lo mataron sin mayor problema. Craso error de operación.
c) Que para los criminales era del todo irrelevante que el señor Gallegos ahora fuera miembro del equipo del Gobernador. Ellos tienen su ley, y la del señor Sandoval les tiene sin cuidado al punto de que nomás faltó que lo mataran en medio de un mitin. ¿Podría ser más claro el desafiante mensaje?
Claro que siempre queda la posibilidad de que el gobierno de Jalisco se haya equivocado al descartar, en cuestión de minutos, la hipótesis de que los autores de este asesinato hayan sido sicarios del crimen organizado con móvil aún desconocido.
¿A qué se debió esa imprudente prisa? ¿Acaso sintieron que debían bajar el perfil del homicidio de un Secretario de gobierno? ¿Con qué fin? ¿Para el Gobernador era más importante mandar el mensaje de que se trata de “un asesinato más”, en vez de asumir que estamos ante un ataque directo a uno de los suyos, y que es su responsabilidad que estos asesinatos, y ningún otro, pero sobre todo los de alto impacto no ocurran?
La actitud del Gobernador Sandoval, sin embargo, parece alineada con algo que se empieza a ver por doquier. Una especie de deseo por administrar a toda costa el tema de la violencia. Que se hable menos de inseguridad, y que cuando no haya más remedio que hablar de eso, porque por ejemplo te matan a un alto funcionario, que de ese tema se hable lo menos posible.
Y lo mismo ocurre más allá de Jalisco. Fusilan a cuatro personas en el Distrito Federal, pero de eso se habla poco. Un medio es acosado con balazos y amenazas en Torreón, mientras otro también en Coahuila anuncia que dejará de cubrir el tema de la violencia, pero eso no es prioridad. Todos los integrantes de un grupo musical son levantados y asesinados en Nuevo León, pero en cuestión de días son olvido. La violencia en Tamaulipas sigue y las denuncias de desapariciones de mujeres en Chihuahua también, pero no son materia de mucha atención. Michoacán se descompone (aún más) y en el Estado de México se padece la extorsión pero eso no nos distrae al Pacto por México.
Por desgracia no es arriesgado aventurar que esta táctica de mínima atención es una apuesta improbable contra el tiempo: estas crisis se administran exitosamente hasta que un evento revienta toda posibilidad, todo intento por manejar el asunto a la vieja usanza, como una agenda colateral, donde tras el evento trágico las autoridades se enganchan lo menos posible al tema en la espera de informar de una acción que “lo resuelve” (por ejemplo como vimos que se manejó el caso de las españolas violadas en Acapulco).
Esa lógica no sería del todo criticable cuando se tienen incidentes eventuales, casos aislados. Mas cuando lo que se vive es una guerra, aunque se le quiera ver como de baja intensidad, tarde o temprano el incendio regresa para recordarnos que el infierno sigue ahí, aunque no hablemos de él. Como cuando en Jalisco te matan a un Secretario.
 

Los primeros 100 días de Peña Nieto: Reprobado

Es cierto lo que decía el Presidente: que en cien días no se transforma un país. Y nadie debería esperar eso. Los cien días, de hecho, se deben entender como otra cosa. Es un periodo de buena voluntad entre los ciudadanos y el nuevo gobierno, y las fuerzas políticas deben permitir que la administración naciente tome decisiones.
 
A su vez —y esto es común en las democracias más maduras— el nuevo gobierno pone o propone los cimientos de lo que viene: en dónde estará su esfuerzo, hacia dónde va y, sobre todo, cuál será la filosofía de Estado. Algunos opinan que los cien días están diseñados para que el Jefe del Ejecutivo deje atrás su equipo de campaña, que no es experto en gobernar sino en generar expectativa, y ponga a verdaderos ejecutores de políticas públicas.
 
De hecho, los cien días de Vicente Fox no estuvieron nada mal, por ejemplo: tomó distancia del partido y convocó a los que él consideró los mejores para gobernar (el “gabinetazo” mentado); las decisiones que llevaron al fiasco, fueron posteriores. Felipe Calderón, a estas alturas, ya había metido a sus amigos al gabinete –contra toda recomendación– y ya había lanzado la guerra, que fue lo que mandó a la tiznada todo lo demás. Miles pagarían con su vida tales decisiones; miles, y uno: él, porque todo se volvió narcotráfico y crimen organizado, ineptitud y mala administración. No le sigo.
 
Pero ni Fox ni Calderón tenían la presión de la emergencia. Los dos, con todo lo que se diga, recibieron un país en paz y en movimiento, a diferencia de Echeverría, López Portillo, De la Madrid, Salinas y Zedillo… Y ahora Enrique Peña Nieto, quien recibe una Nación al borde en todo: apenas democrática, apenas en paz, apenas generando sociedad civil, apenas creciendo, apenas unida, apenas esperanzada, apenas rumbo a un Estado con transparencia y rendición de cuentas. Una Nación apenas gobernable.
 
Un empujón hacia el lado equivocado, y nos hundimos. Un poco de voluntad, y caminamos. Así está el país. Por eso los cien días de Peña Nieto son tan importantes.
 
Un balance puntual –tomando en cuenta las encuestas, que salen positivas para Peña Nieto– nos indica que los cien días del nuevo Presidente en el poder apenas pasan, y de panzazo. (Insisto: tomando en cuenta las encuestas). Las mejores calificaciones no son por lo que ha hecho, sino por lo que se espera de él. En lo demás, reprueba. Y voy por pasos:
 
Con tantas dudas sobre su honestidad –y la de su equipo y la de su familia, como Arturo Montiel–, Peña “declaró” su patrimonio sin decir montos y con propiedades que salieron de la nada. ¿De la nada? De la nada: dijo que se hizo rico con donaciones. ¿Donaciones? Sí, donaciones. ¿Y de quién? No dijo. Tache. La primera calificación es de cero en transparencia y cero en rendición de cuentas.
 
Gracias por la Ley de Víctimas, pero no es de él. Suya era la responsabilidad de entender su emergencia, en todo caso; y gracias por eso. Pero no ha cumplido en derechos humanos; no ha dado pasos para atender los serios reclamos de desapariciones forzadas en contra del Estado mexicano. Los militares siguen en las calles; Genaro García Luna está libre. Tache. No lo digo yo: lo dicen organismos internacionales: desde la Comisión Interamericana de Derechos Humanos hasta Human Right Watch o Amnistía Internacional. Tache allí, y tache en otro tema importante: la defensa de los periodistas. Sus cien primeros días están marcados por ataques a diarios y televisoras, como El Siglo de Torreón, El Diario, Canal 44 y otros independientes. Ya tiene su primer periodista muerto, en Ojinaga, Chihuahua. Tache.
 
Lo anterior nos lleva a las políticas de seguridad. ¿Y su estrategia? Porque lo que vemos es exactamente lo que hizo Calderón. Cien días y lo único que sabemos es que no hablará de la inseguridad. Pero y ese vacío, ¿con qué lo llena? ¿Cuáles son las acciones concretas para sacar a México de la violencia y rescatar Guerrero, Tamaulipas, Zacatecas, Durango, La Laguna, Nuevo León, Chihuahua, Sinaloa y un larg etcétera? Tache. La violencia sigue en todo el país (escribo mientras veo la foto del Secretario de Turismo de Jalisco). Tache.
Con bono a su favor, lanzó una Cruzada contra el Hambre… Que nadie cree tal: analistas, partidos de oposición, activistas, sociedad civil: todos creen que es un programa electorero que busca afianzar al PRI en poblaciones vulnerables en donde el voto es manipulable. Tache, mientras no le den respuesta a la sociedad civil con resultados.
¿Qué le queda? El tema Elba Esther Gordillo y el Pacto por México. Sobre lo primero, sólo hago una pregunta en mayúsculas: ¿Y CARLOS ROMERO DESCHAMPS, CUÁNDO? Yo no le creo al manotazo de Peña Nieto hasta que no demuestre que el arresto no fue una venganza política. Este parece su más grande logro pero está detenido con alfileres porque falta que el resto de la familia pague por enriquecimiento ilícito, y sobre todo falta que nos explique qué va a hacer con los corruptos líderes sindicales que están libres.
Sobre el Pacto por México: bien. Felicidades. Esperemos, ahora, que dé resultados. La Reforma Educativa quedó incompleta (no abrió las finanzas y la democracia de los sindicatos, por ejemplo) y lo que siguen son dos reformas que muchos no queremos: la del sector energético y la fiscal, que seguramente beneficiarán al grupo compacto de ricos del país. La “reforma de telecomunicaciones” la consideraré reforma cuando se logre, y Televisa y TV Azteca dejen de ser monopolios al servicio del PRI. Así de simple.
Explico muy sencillo por qué yo, y muchos como yo no creemos en su Reforma Energética: porque en la desincorporación de bienes de la Nación siempre nos va de la chingada –perdonen la palabra, pero es la mejor del diccionario–: los sectores que Carlos Salinas de Gortari abrió, ahora son nuestros verdugos: Telmex, las televisoras, las líneas aéreas, los bancos, etcétera. Además, ¿a dónde se fue el dinero de su venta? ¿Alguien lo sabe, que no sea Pedro Aspe?
En cuanto abran Pemex, se van a beneficiar los de siempre, menos los ciudadanos comunes y corrientes, los que pagan impuestos y pertenecen a las clases baja, mediana y alta. Eso nos dice la experiencia. Así ha sucedido siempre.
Como decía, lo único bueno de los primeros cien días de Peña Nieto es lo que viene, es decir, la expectativa: que REALMENTE se quiera meter en cintura a los corruptos líderes sindicales, y que realmente se quiera abrir el sector telecomunicaciones, y que realmente el Pacto por México sea un mecanismo en el que los partidos empujen la agenda nacional.
Nadie vive de esperanzas, sino de hechos.
Así que, a mi manera de ver las cosas, aunque el Presidente Peña Nieto sale bien calificado en las encuestas –a las que yo no les creo–, sus primeros cien días le dan calificación reprobatoria.
@paezvarela

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