Superó en utilidades a cinco de las más grandes empresas dedicadas a la
construcción
La española OHL, a la cabeza en ganancias en 6 meses de
2011
Concentró 4 de cada 10 pesos de los beneficios por concesión en obras de
infraestructura
Le siguen ICA, Carso, Pinfra y Grupo Mexicano de Desarrollo e Ideal, ésta de
Carlos Slim
Las concesiones para obra de infraestructura han beneficiado
a la empresa española, sobre todo en la ciudad de México, donde participa en la
construcción de vialidades elevadasFoto Yazmín Ortega
Cortés
Susana González G.
Periódico La Jornada
Lunes 1º de agosto de 2011, p. 22
Lunes 1º de agosto de 2011, p. 22
La construcción y concesión de diversas obras de infraestructura,
que van desde puentes, túneles y carreteras hasta plantas de perforación de
pozos petroleros, libramientos, distribuidores viales o segundos pisos,
tratamiento de aguas residuales, abastecimiento de agua potable, obras de
urbanización, alcantarillado, puertos, aeropuertos y la nueva línea del Metro en
la ciudad de México, duplicaron las ganancias de las seis empresas constructoras
más importantes del país durante el primer semestre de 2011, en comparación con
lo que obtuvieron en igual periodo del año pasado.
Carso Infraestructura y Construcción (CICSA), Grupo Mexicano de Desarrollo
(GDM), Empresas ICA, Impulsora del Desarrollo y el Empleo en América Latina
(IDEAL), OHL-México, y Promotora y Operadora de Infraestructura (Pinfra),
acumularon en conjunto 3 mil 61 millones de pesos como utilidades consolidadas,
es decir, después del pago de impuestos, de acuerdo con sus más recientes
estados financieros enviados a la Bolsa Mexicana de Valores (BMV). Un año antes
sus utilidades fueron de mil 396 millones de pesos, lo que implica un incremento
actual de un 219 por ciento.
El crecimiento fue diferente en cada caso y la principal beneficiada fue
OHL-México, al concentrar cuatro de cada diez pesos de esas ganancias.
Con apenas ocho años de operar en este país, la que ante los inversionistas
de la BMV se presenta como
uno de los principales operadores en el sector privado de concesiones en infraestructura en México, y líder de su sector en el área metropolitana de la ciudad de México, por el número de concesiones asignadas y kilómetros administrados, ganó mil 284 millones de pesos en el primer semestre del año, lo que equivale a casi 7 millones diarios.
Controlada directamente por OHL (Obrascón-Huarte-Lain) Concesiones de España,
la séptima compañía más grande del mundo en infraestructura del transporte,
según asienta en su información a la bolsa, esta concesionaria de
infraestructura incluso duplicó las ganancias de ICA, que con 64 años de
existencia se ostenta como
la empresa de ingeniería y construcción más grande de México.
ICA sólo consiguió 627 millones de pesos de utilidades netas en el periodo
referido. Enseguida se ubicó Carso Infraestructura y Construcción de Carlos
Slim, con 502.9 millones de pesos de ganancias, mientras Pinfra obtuvo 488
millones. El Grupo Mexicano de Desarrollo ocupó la quinta posición, con 104
millones de pesos, y por último se colocó Ideal, otra empresa de Carlos Slim,
con utilidades netas por 53 millones de pesos.
No es la primera vez que OHL rebasa mil millones de pesos de ganancias en un
semestre. Entre enero y junio de 2010 llegó a mil 101 millones de pesos, en un
contexto donde el resto de las empresas del sector mostraron utilidades menores
por los resabios de la crisis o porque sus proyectos de infraestructura apenas
empezaban. Por sí sola, OHL concentró entonces 66 por ciento de los mil 664
millones de pesos que acumularon los seis consorcios mencionados.
Las ganancias de las otras compañías se ubicaron entre los 21 y 511 millones
de pesos, con excepción de Ideal, que reportó pérdidas por 762 millones de
pesos.
Gravísima responsabilidad
Jorge Carrillo Olea
Entre las negras cosechas que la guerra calderoniana heredará está
la depreciación de las instituciones. La procuración de justicia y la seguridad
pública están en el fondo del pozo de lo impresentable, por más alegatos siempre
inteligentes pero nunca sustentables de Alejandro Poiré.
De acuerdo con el todavía proyecto de ley de seguridad nacional, las fuerzas
armadas seguirían el mismo rumbo. Se les pretende dotar de tal cauda de
atribuciones claramente inconstitucionales que las pone al borde del delito en
cada comisión que su comandante supremo en su creciente vesania les endose, y al
país dicha ley lo ubica muy próximo al estado de sitio.
Un país nunca estará más cerca de la barbarie que cuando sus órganos de
justicia, de seguridad y sus fuerzas armadas están al capricho de un
absolutista. De esto dan prueba el michoacanazo y el tema Jorge Hank.
De ambos pagó pesada factura el buen nombre del Ejército. Inventar delitos,
testigos y sentencias se antojaba propio del África de Idi Amín o de los pasados
tiranos latinoamericanos, sostenidos por sus envilecidas fuerzas armadas.
Ahora parece que tales leyendas pueden ser una realidad mexicana, de
aprobarse como está el proyecto de esa ley. El Presidente está dispuesto a
llegar a lo que sea para bloquear al PRI; ello es gravísimo, pues entrañará
violencia contra movimientos políticos y sociales que la endosará a las fuerzas
armadas. Con ello, Calderón terminará su tarea de destructor de las fortalezas
nacionales.
Es innegable que en el pasado ya casi remoto las fuerzas armadas han sido
usadas para la represión de movimientos políticos y sociales, eso no puede ser
soslayado. Pero a partir de ese reconocimiento debe decidirse que tales excesos
no volverán. Venturosamente ya habían pasado sexenios en que las acciones
militares para enfrentar descontentos sociales habían ido a la baja y eso
reconociendo ese peculiar brote que fue Chiapas.
Tal tendencia, tan de acuerdo con la democracia anhelada y buscada, era una
satisfacción. Ahora vamos marcha atrás. México desea unas fuerzas armadas
acordes a su democracia en construcción. Las grandes democracias tienen en su
ejército timbres de honor, de orgullo, de confianza y simpatía. Nosotros vamos
exactamente contrario sensu.
No se trata de que las decisiones militares sean sometidas a votación; sería
tonto. Democratizar las fuerzas armadas significa darles un marco legal claro,
actual e insertado en la ética política. Significa que tengan una feliz relación
con la sociedad, producto de su transparencia, de su fidedigna y auténtica
relación con el Poder Legislativo, recordando el papel de éste como controlador
del Ejecutivo. Unas fuerzas armadas democráticas son las que están abiertas a la
sociedad, que no engendran misterios y menos dudas o temores. Que saben que el
deber de obediencia no es ciego, que no debe reñir con la legalidad.
La Ley de Disciplina previene cómo deberá ser la conducta del militar.
Particularmente el artículo 14 dispone:
Queda prohibido al militar dar órdenes cuya ejecución constituya delito; el militar que las expida y el subalterno que las cumpla serán responsables conforme al Código de Justicia Militar. Ante esto y mucho más, su comandante supremo, el presidente Calderón, no sólo hace caso omiso, sino que pareciera que ha recibido el mandato de que hay que usar a las fuerzas armadas cómo para lo que sea, sin ver que el mal estructural que les produce será dificilísimo de revertir.
Me consta cómo personal de menores jerarquías habla despectivamente de su
comandante supremo; cómo encuentran inexplicable aquello a lo que se les obliga.
Cierto es también que abundan los que, con pagas ya satisfactorias y cierto
sentido belicoso, ven en su posible entrada en combate una íntima realización.
Malo que quienes por su mayor antigüedad, jerarquía y estudios pensaran
igual.
Qué falta ha hecho un programa –en todos los ejércitos en operación existe–
para convencer, justificar y exaltar en las tropas la razón patriótica de las
tareas de cada día, aun la posibilidad de morir. Es inexplicable la omisión,
porque ese recurso del ejercicio de mando, como fortalecer la autoestima
individual y colectiva, se estudia en las escuelas superiores.
Así nos encontramos con que algunas de las instituciones más preciadas en
toda sociedad civilizada y democrática, en México están en riesgo de ser
desdeñadas. Antes de proseguir con el proyecto de ley de seguridad nacional,
¿por qué no se ha reflexionado en esto? Habría respuestas: El Presidente no
tiene un deber formal por el que entender el fondo de tales situaciones, no es
su profesión. Sus secretarios de Estado, de Defensa y Marina, sí.
Ellos tienen el deber de valorar y resolver cómo se manejan las tropas.
Dentro hay una propensión preocupante al deterioro moral, profesional y la
creciente percepción de rechazo social a su presencia. Una depresión colectiva
ya endémica, que en el medio se llama
fatiga de combate, trastorno que se evidencia como un síndrome de estrés y repulsión al combate. ¿Qué explicaría el creciente número de suicidios?
Hoy sucede como en aquella funesta reunión de principios de esta
administración en que se ordenó desatar la guerra. Quienes debían llamar a una
reflexión, a pedir un brevísimo tiempo para calcular el cómo y los alcances de
la orden, callaron. Un día asumirán saber qué es connivencia. Cada vez se habla
más de una
comisión de la verdaden el próximo sexenio y los presuntos involucrados ya se sienten indiciados.
Ellos conocen el peso del término
estrategia, que nunca ellos ni nadie han conocido expresada en un documento comprensible. Tal estrategia por sus alcances debería ser un documento que mañana sería público, pues de existir sería histórico. Imposible, pues la estrategia fueron sólo palabras. Mañana se justificará con que es información de seguridad nacional. Así seguiremos yéndonos a pique. Es por esta actitud anticipada que el tema de la comisión de la verdad toma relevancia. Guatemala, Salvador, Costa Rica, Honduras, Ecuador, Perú, Chile, Argentina, Brasil y otros países han sabido llamar a cuentas a sus violadores de derechos humanos. México no puede ser la excepción.
Con esos silencios abyectos de quienes sí saben lo que pasa y sus
consecuencias se concreta la culpabilidad. Los errores de la
estrategiapor nadie conocida en lo concreto son carga del Presidente, pero la distorsión institucional e histórica de los cuerpos militares y policiacos es responsabilidad ética y técnica de sus jefes; ellos saben muy bien lo que pasa y hacia dónde vamos como país de seguir por el camino de la transgresión de la ética política, de la ley y del bien hacer a que las fuerzas armadas estaban acostumbradas.
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