Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

viernes, 9 de diciembre de 2011

«Muchachos acusadores...»- México SA- Calderón y el chamuco- Astillero- Plan con maña

Astillero
Plan con maña
Elecciones perdidas
Anular, para negociar
Pedro Joaquín Coldwell, ¿conciliador?
Julio Hernández López
Foto
CONVIVIO MILITAR. El presidente Felipe Calderón, en la ceremonia de abanderamiento del 105 batallón de infantería de la octava Zona Militar, en Ciudad Mier, Tamaulipas. Tras el acto se ofreció una comida a los asistentesFoto Carlos Cisneros
Felipe Calderón tiene tanta conciencia del juicio que su gestión alcanzará en las urnas en 2012 que está haciendo todo cuanto puede, en una acción progresiva que arrancó años atrás, para enturbiar ese delicado proceso y encaminarlo hacia escenarios de ruptura en los que pueda negociar cupularmente, sin estorbos ni mediaciones democráticas. No le es terriblemente adverso el juicio sólo en el terreno de los comicios (del que ya tuvo prueba amarga en las contiendas intermedias de 2009 y en múltiples episodios estatales) sino también el histórico (al que pasará como el trágico presidente de los 60 mil o más muertos) y eventualmente el jurídico en el plano exterior (a partir de los datos allegados a la Corte Penal Internacional por 23 mil mexicanos).
En su propósito de cancelar las próximas elecciones, el hombre que desató el infierno mexicano está usando su propia creación institucional, la guerra contra el narcotráfico, instalándola ya como amenaza oficial de candidatos, campañas y emisión del voto. No repara el comandante de las fuerzas bélicas oficiales en la descalificación absoluta que hace de su propia obra, a la que ha dedicado porciones importantísimas del presupuesto federal y su máxima atención cotidiana: luego de todo lo que ha vivido el país, ahora resulta que tan fracasado ha sido el actuar del calderonismo que ni siquiera puede garantizar el acto supremo de participación cívica que es el de votar, o ser votado. De nada o de muy poco han servido tantas muertes y horror, tanta descomposición e intranquilidad, tanto dinero gastado y personal movilizado: ni siquiera en su tierra natal, donde comenzó la famosa guerra y donde se ha vivido una abierta intromisión facciosa del calderonismo, como el michoacanazo que retorció mecanismos judiciales para forzar encarcelamientos que terminaron en mayúscula pifia.
El jinete de la guerra se ha montado en ese macabro corcel contrario a lo electoral porque no tiene un candidato ganador propio (a Josefina Vázquez Mota no la acepta ni siquiera en recuerdo de que Fox tampoco lo aceptaba a él pero acabó apoyándolo), porque hasta ahora no ha podido ganar elecciones de su auténtico interés (ni siquiera aquella en la que se postuló su hermana Cocoa y que fue una especie de consulta sobre la popularidad de los Calderón), porque no ha logrado negociar con el priísmo presuntamente encaminado a Los Pinos para que al dejar el impugnado cargo le mantengan privilegios y le garanticen impunidad, y porque sabe que el repudio generalizado a Carlos Salinas de Gortari, imposibilitado de transitar con tranquilidad por las calles, será notablemente menor al que recibirá él cuando deje el poder mal habido.
En ese trayecto de violentación institucional todo puede suceder. Es manifiesto el espíritu retador y necio que insiste en dar continuidad a las masacres cotidianas, ya sea hasta el último día del sexenio malhadado o, de ser posible, en la siguiente administración ordinaria (si es que la hay). También está a la vista el esfuerzo retórico del ocupante de Los Pinos para darle tintes épicos a las tareas de las fuerzas armadas en contra del narcotráfico, colocándolas en un nicho heroico al que mal haría alguien con ofender si pretende enjuiciamientos por algunos excesos cometidos. Y luego asoma el hecho de que manos movidas por hilos hasta ahora desconocidos están actuando de forma criminal contra quienes representan opciones de organización cívica y social, en una abierta labor de amedrentamiento que sería la coronación de la estrategia de desmovilización social que ha acompañado las acciones abiertas de represión y limpieza que han sido desarrolladas por soldados, marinos y policías federales (por cierto, el secretario de Marina ha dicho que no tiene pruebas fehacientes de la infiltración del narco en lo electoral, que ha denunciado FCH).
Por otra parte, la aceptación de candidaturas a cargos de elección popular ha sido colocada como materia de alto riesgo, según ha relatado el propio Calderón al asegurar que medio centenar de ciudadanos fueron bajados de sus aspiraciones en Michoacán por amenazas de grupos de la delincuencia organizada. Calderón describe tales sucesos como quien ve llover a lo lejos, casi asumiendo que no ha sido él quien ha encabezado el aparato gubernamental en los agitados años recientes, pero en realidad lo que está haciendo es instalar un enorme anuncio de alerta para que sean muy pocos los que casi de manera suicida se atrevan a postularse por la vía electoral para determinar los asuntos públicos.
El comandante en jefe de este sexenio ya está desalentando la participación cívica y cancelando las opciones democráticas (las izquierdas, por ejemplo, se ufanan en voz del amoroso López Obrador de que contarán en esta ocasión con una mejorada organización electoral, que tal vez no tenga oportunidad de mostrarse si avanzan los planes felipistas de sustitución de elecciones por acuerdos cupulares). Todo ello sin contar con la posibilidad de que justamente algunos segmentos de esa delincuencia organizada funcionen en planos de entendimiento y subordinación con algunos de esos poderes públicos que han mostrado clara preferencia y ayuda hacia algunos cárteles que en ese sentido tienen motivos para actuar en consonancia con sus benefactores.
Astillas
Pedro Joaquín Coldwell es un político especializado en la concertación al más puro estilo priísta, sin las vocaciones escenográficas ni los ánimos rijosos de Humberto Moreira. En su persona coinciden los intereses del tundido precandidato único a la Presidencia por parte del PRI, Enrique Peña Nieto, y del acechante precandidato único a entrar de relevo en caso necesario, Manlio Fabio Beltrones. Ya se verá si las características conciliadoras del político de Quintana Roo son las adecuadas para los tiempos de guerra política que ya se viven... Y, mientras dos de los aspirantes panistas a la candidatura presidencial, Cordero y Vázquez Mota, hacen el mejor de sus esfuerzos por aparentar discusiones profundas e incluso debates encendidos, ¡feliz fin de semana!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero
México SA
Calderón y el chamuco
Nunca más otra crisis
Clarividentes fallidos
Carlos Fernández-Vega
¡Cuidado!, que el inquilino de Los Pinos lleva varios días tentando al chamuco, y nada positivo resultará de ello. Tal cual lo hizo tres años atrás, cuando todo el mundo veía venir la crisis de 2008 y actuaba en consecuencia, ahora el susodicho no deja de presumir que la sacudida internacional le hace los mandados a la sólida y veloz economía nacional, pues, según dice, “tenemos un chequezote pa’ comprar dólares” (en referencia a las reservas internacionales) con lo que, también según él, resulta “imposible prácticamente desestabilizar al país como antes ocurría… Eso es fortaleza económica y eso es estabilidad económica”.
A menos que intente convencerse a sí mismo de que todo es perfecto, su perorata no tiene mayor posibilidad de éxito, porque cada que habla en el sentido descrito de inmediato el auditorio se remonta a los tiempos del catarrito (Carstens dixit) y de la gripa (Calderón ídem), durante los cuales –ya con el huracán grado 5 a la vuelta de la esquina– el inquilino de Los Pinos insistió en que aquí no pasaba ni pasaría nada, porque aquí si hemos hecho bien el trabajo y la economía está más fuerte que nunca. Los mexicanos saben perfectamente qué pasó: se dejó caer la crisis más severa en ocho décadas, de la cual aún no se recupera el país, en espera de la siguiente.
En aquellos no lejanos tiempos, de inmediato la comunidad de naciones sacó la gabardina y el paraguas ante la desastrosa perspectiva económica, mientras el inquilino de Los Pinos y sus genios se mantenían en chancletas y traje de baño presumiendo que los nubarrones eran externos, y que aquí el clima era paradisiaco. Así lo agarraron, y así le fue a México, considerado entre los 20 países mayormente golpeados por una crisis que no sólo era externa, sino que apenas pintaba para catarrito.
De hecho, hasta donde llega la memoria, sólo dos inquilinos de Los Pinos se aventaron la puntada de prometer que en México nunca más habrá otra crisis. No hay que especular mucho sobre quiénes son los clarividentes fallidos: Vicente Fox y (¡sorpresa!) Felipe Calderón. El primero pronunció la frase en los albores de la primera recesión de la era Bush junior (y la economía se fue para abajo), y el segundo comenzó la tanda (porque la ha repetido en no pocas ocasiones) en septiembre de 2007, cuando micrófono en mano sentenció: “nunca más una crisis que afecte a los mexicanos… nuestra economía es tan sólida, que a pesar de que Estados Unidos tenga una falla mecánica, aquí no habrá crisis, pase lo que pase, ni ahora ni a mediano plazo”.
Y no sólo llegó la crisis, sino que resultó la más infausta en ocho décadas. El motor económico de Estados Unidos lejos de reportar falla mecánica, de plano reventó, y junto a él, el de la sólida cuan independiente economía mexicana, con todo y clarividente de Los Pinos y genios que lo acompañan.
Sirva lo anterior para medir en su exacta dimensión la más reciente perla calderonista (ayer en Monterrey; como siempre, se respeta sintaxis): “ya no sé en cuánto andan (las reservas internacionales). Será 140 mil, 141 mil millones de dólares. ¿Qué quiere decir, amigas y amigos?: que hoy tenemos más del doble. Es más, dos y media veces más dólares de reserva en el Banco de México, que toda la deuda externa del gobierno mexicano (que no es lo mismo que la deuda pública total). Más del doble. ¿Y qué tanto nos protege eso? Vamos a suponer que viene una escalada de pánico. Que es córrele por los dólares. Supongan que todo mundo se asusta, y todos corremos al banco, a comprar dólares, al mismo tiempo. Todo lo que traen ustedes en la cartera, más lo que tienen ahí, escondido abajo, en un sobre en el cajón de su señora, más lo que tienen abajo del colchón, más lo que tienen en algunos libros, ahí, en la biblioteca, todo eso lo sacan. Más lo que tienen en una caja de zapatos, abajo del clóset.
Si un día sacáramos todos los pesos que tenemos en billetes y monedas y, es más, los llevamos a comprar dólares. Es más, toda nuestra chequera; así, chequezote para comprar dólares, nuestras reservas internacionales en dólares son más grandes que toda la suma de todos los billetes, todas las monedas y todas las cuentas de cheques juntas en México, con lo cual hace imposible, prácticamente, desestabilizar al país, como antes sí ocurrió. Eso es fortaleza económica, y eso es estabilidad económica. Que se mueve el peso. Sí. Sí se mueve. Sí se mueve el peso. Y se mueve, además, porque es un tipo de cambio flexible, que ha sido la garantía de que nuestra economía no quede sujeta a la explosión de un entorno internacional.
En resumidas cuentas, el inquilino de Los Pinos está tentando al chamuco, porque de nuevo promete que al país la crisis le hace los purititos mandados, que la crisis es externa, que los que están mal son otros y que, en fin, México es el paraíso tropical que nada le afecta, nada le pega, nada lo altera. Felipe Calderón, pues, no aprende: bronceador en mano, sigue en chancletas y traje de baño, mientras Europa, no sin la ayuda de Estados Unidos y su falla mecánica, está a un tris de desatar una nueva sacudida internacional (o si se prefiere una crisis dentro de la irresuelta crisis de 2008) con características de cuento de terror.
Por ello, envidiosos, como siempre, los arrinconados europeos reclaman a gritos a sus respectivos gobiernos: ¿por qué nosotros no tenemos un Felipe Calderón que nos prometa –un día sí y otro también– nunca más una crisis, pase lo que pase, ni ahora ni a mediano plazo? ¿Por qué los mexicanos sí tienen ese privilegio y nosotros no? Logros de la democracia, habría que contestarles.
Por cierto, durante su estancia en la capital de Nuevo León el clarividente fallido también prometió que el homicidio de 52 personas en el Casino Royale no debe quedar impune. Qué bueno, porque en su próxima visita a Hermosillo tendrá que exigir que el homicidio de los 49 niños de la Guardería ABC no debe quedar impune, como hasta ahora él comprenderá.
Las rebanadas del pastel
Pedro Joaquín Coldwell quedó en lugar de Humberto Moreira, el profesor deudor y bailarín, en la presidencia del tricolor. La nueva cabeza visible de ese partido político fue gobernador de Quintana Roo (1981-1987), de tal suerte que los panistas ya pueden llamarlo a cuentas por endeudar a ese estado y utilizar electoreramente la información, aunque sea de hace tres décadas… Un fuerte abrazo a La Jornada y a los jornaleros distinguidos ayer con el premio nacional otorgado por el Club de Periodistas de México.
Muchachos acusadores...
Jorge Camil
Así les llamó Gerardo Laveaga, defensor de Felipe Calderón en la demanda entablada por 23 mil 700 personas (hoy 27 mil) ante la Corte Penal Internacional. Reconoció que si Calderón quisiera llevar su infundada reconvención a los tribunales mexicanos el tema no sería penal sino civil. Con eso descartó a la PGR, el espantapájaros utilizado para amedrentar a los denunciantes, como en los mejores tiempos de Gustavo Díaz Ordaz. (Surgieron en esa amenaza reminiscencias de Lecumberri y del Campo Militar Número Uno: subterráneos de terror donde confinaban a los muchachos del 68, aunque algunos, como Heberto Castillo, ya no fuesen tan muchachos. Ese es el caso de los 23 mil denunciantes, menospreciados por Javier Lozano como abajo firmantes, aunque incluyan a un ex procurador general de la República y a un ex ministro de la Suprema Corte.)
Laveaga, abogado del establishment, califica a los activistas sociales como muchachos. Más comedido que el monstruo de Tlatelolco, que se refería a ellos en privado como hijos de la chingada, parásitos chupasangre, pedigüeños, cínicos, ¡carroña!. Con igual vehemencia Lozano calificó a quienes ejercieron un legítimo derecho como ruines, ignorantes y oportunistas. Se incorporó sin más a la defensa como abogado oficioso de Calderón, promoviéndose como buen abogado... para responderles como merecen. Es escalofriante comprobar que en esta desahuciada administración se están reviviendo fantasmas autoritarios del pasado.
Lo inaudito vendría después. Durante una reunión de las comisiones que dictaminan la miscelánea penal, el presidente de la Comisión de Justicia del Senado, el panista Alejandro González Alcocer, propuso un nuevo capítulo sobre terrorismo que se le escapó a Díaz Ordaz. Su proyecto pretende castigar con penas de 40 años a quienes “presionen a la autoridad (…) para tomar una determinación” (bit.ly/vwcq65). Con esa indignante y burda medida convertía a los muchachos acusadores en terroristas. Algunos analistas salieron en defensa de Calderón. Afirmaron que no era asesino ni violador de derechos humanos. Él no mató ni torturó; no ordenó secuestros, ni violaciones, ni desapariciones. Afectados de memoria selectiva olvidaron que es comandante en jefe del Ejército, y pretendieron aliviarlo totalmente de culpa afirmando que los militares intervinieron a petición de las autoridades locales. Eso coincide curiosamente con la defensa que había comenzado a montar Alejandro Poiré: ¡ustedes pidieron al Ejército!
En aras de una campaña amistosa, Enrique Peña Nieto, hoy contrito lector de la Biblia, opinó que la denuncia no tenía sustento alguno, porque el mandatario tiene obligación irrenunciable de enfrentar al crimen organizado, y ésta no se puede inhibir o coartar con denuncias (bit.ly/vqvWoP).
En este galimatías de memoria selectiva todos olvidan que se le advirtió a Calderón oportunamente el peligro de sacar a los militares a la calle. Naciones Unidas, Amnistía Internacional y Human Rights Watch explicaron el riesgo que corrían los derechos humanos, y mencionaron ejemplos palpables de otros países. Algunos analistas, como el que escribe, definimos la guerra de Calderón en 2010 como guerra civil, cuando se contaban únicamente 15 mil muertos: bit.ly/nU9aAy. Hoy llevamos 50 mil. Alguien debe detener la barbarie.
El lamentable percance en el que perdió la vida José Francisco Blake Mora impidió comentar con detalle el devastador reporte de Human Rights Watch (HRW) publicado dos días antes. El título mismo es una acusación inequívoca contra la estrategia de Calderón. No deja lugar a dudas: “Ni seguridad, ni derechos: ejecuciones, desapariciones y tortura en la ‘guerra contra el narcotráfico’ de México”. Dibuja el desaliento que se ha adueñado del país. Después de los 50 mil muertos, y de la entrega a pedazos de nuestra soberanía, uno de los más prestigiados organismos internacionales nos viene a recordar lo que nos negábamos a reconocer. Que nos hemos quedado sin nada: sin seguridad y sin protección a los derechos humanos.
No logramos detener la violencia, ni el trasiego de drogas, ni la importación de armas de alto poder. Se fomentó la militarización. Tampoco detuvimos el narcomenudeo, así que las drogas llegaron a nuestros hijos. El ominoso subtítulo del reporte, “Ejecuciones, desapariciones y tortura”, nos recuerda que ese es el legado de la guerra de Calderón, como HRW la llama invariablemente entre comillas.
Una de las conclusiones es alarmante: reconoce que existe una política de seguridad pública, pero que fracasa seriamente en dos aspectos. No ha logrado reducir la violencia y ha generado un incremento drástico de las violaciones graves de derechos humanos. La consecuencia es inevitable: “en vez de fortalecer la seguridad pública, la ‘guerra’ desplegada por Calderón ha conseguido exacerbar un clima de violencia, descontrol y temor en muchas partes del país”.
Las instrucciones en 2006 parecen haber sido: fuego a discreción. Sin objetivos, sin control de las fuerzas federales y sin clara estrategia de salida.

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