Astillero
Caciquismo resplandeciente
Despechos y desafíos
Narcoanálisisa la venta
Julio Hernández López
CONFERENCIA SOBRE ECONOMÍA. José Ángel Gurría y Enrique Peña Nieto, tras la conferencia del presidente electo de México en la sede de la OCDE en París
Foto Daniel Aguilar
La profesora Gordillo tiene recurrentes problemas a la hora de hablar en público. Con frecuencia batalla para pronunciar ciertas palabras o acaba modificándolas sin mayor explicación que su urgencia de salir de esos atorones verbales vergonzosos. Pero a la poderosa Elba Esther la definen sus hechos, más que sus palabras, sean éstas bien o mal formuladas.
Ayer, por ejemplo, la gramática elbista fue de pleno poder, caciquilmente correcta y con intencionales excesos, entre retadores y complacientes, convertida escenográficamente en oradora combativa, vanguardista insurreccional del dinosaurismo sindical que presiona a su retoño encopetado para que no apruebe reformas laborales que afecten al paraíso intocado de esos
representantesde los trabajadores.
Lo más llamativo fue el desdén hacia la posibilidad de ser nombrada secretaria de Educación en el gobierno de su nuevo aliado tentativo e impreciso, Enrique Peña Nieto. No aceptaría esa designación, dijo, pero añadió una consideración ruda: no será
sirvientade nadie, más que del sindicato en el que en realidad es omnipotente patrona, el SNTE. Aun cuando luego se disculpó por el uso de ese término, con el que catalogó como criados a quienes aceptan ser servidores públicos, entre ellos algunos destacados personajes del pasado remoto que ocuparon la SEP, Gordillo en realidad dijo lo que quería decir.
La mujer escandalosamente enriquecida gracias a las cuotas sindicales de los trabajadores de la educación utilizó con sentido despectivo el trabajo de millones de personas que se ganan la vida auxiliando en los trabajos domésticos y que merecerían de alguien con presunto sentido de reivindicación laboral una exaltación e incluso ayuda organizativa. Pero la madre de una senadora, abuela de un diputado federal, dueña de un partido político y jefa máxima de un robusto sindicato, pretendía mandar a su dubitativo socio, Peña Nieto, el mensaje de que no será subordinada de éste ni tendrá mando político encima.
Elba Esther se asume sentada en la sala del poder, frente al poderoso en tránsito sexenal, en un diálogo
cordial, respetuoso, sin rubores, pero no como parte de un equipo o de una servidumbre (no deja de haber en esa referencia a la
sirvientauno más de los desahogos crudos que Gordillo ha tenido contra Josefina Vázquez Mota, la secretaria de Educación del calderonismo a la que la cacica maltrató abiertamente y no borra de su lista de cobros políticos eternos).
Sin equívocos, pues, la sucesora de Carlos Jonguitud Barrios, impuesta por Carlos Salinas de Gortari, establece las líneas de su tradicional apoyo condicionado al gobernante en turno, más allá de las circunstancias en que éste haya llegado al poder e incluso valiéndose de sus deficiencias y taras. A Felipe Calderón, la cómplice del fraude electoral de 2006 le restriega en la cara, casi con música de Juan Gabriel:
ayer me necesitaste y ahora me rechazas. Y se lanza contra las organizaciones ligadas a Televisa que impugnan el desempeño magisterial, como Bécalos y Mexicanos Primero.
Que nadie tenga dudas del poderío caciquil y para ello está allí, compañero, solidario, Carlos Romero Deschamps, otro ejemplo de abuso impune. El congreso de controladísimo acceso en el que se corea el clamor para que Elba Esther siga en el poder, se cambió de sede, de Rosarito, Baja California, a donde se encaminaba una testimonial caravana de profesores deseosos de expresar oposición a la chiapaneca, a Playa del Carmen, en Quintana Roo, con el frívolo gobernador de esta entidad a un lado. Policías federales mantienen un cerco impenetrable para que los delegados gordillistas puedan sesionar a gusto y estallar de júbilo cuando la generosa lideresa anuncia que les donará una computadora, para que se vayan adentrando en las innovaciones tecnológicas, y que tendrán dos días de merecidísimo asueto, luego de emitir el voto que todos saben a quién favorecerá y de aprobar los acuerdos que solamente una persona decide, la sirvienta-patrona que orgullosamente nomás lo es del SNTE.
Pasando a otro rubro: Por veinticinco mil dólares anuales de suscripción general, Stratfor ofrece como agregado una visión global y actualizada de los movimientos, eventos, tácticas, tendencias y demás actividades del crimen organizado en México, lo que, según eso, ayudará a empresas, gobiernos o individuos, a planear, consolidar o disminuir sus sistemas de seguridad de acuerdo a las predicciones que haga esa firma de inteligencia (considerada una especie de CIA extraoficial).
El Monitoreo de Seguridad de México fue anunciado en julio de este año (bit.ly/-PF0x8p) y según el vicepresidente Scott Stewart proveerá “pronósticos e inteligencia sobre la violencia de los cárteles mexicanos. Un ejemplo de su presunta utilidad: al inicio de este año, la firma neoconservadora predijo que la violencia disminuiría en Ciudad Juárez, ya que el cártel de Sinaloa consolidaría su control de la zona.
Stewart también reconoce que las amenazas, muertes y desapariciones de los reporteros
del país más violento para los periodistas en todo el mundogenera un problema por
falta de información confiableen México. Stratfor dice convertir tal circunstancia en una ventaja para sus productos:
hay gente que habla con nosotros y no habla con la prensa (en México); de hecho, muchas de las personas con las que hablamos son reporteros que nos dan información que tienen miedo de publicar (en sus medios).
Y, mientras el escándalo del premio de la FIL al peruano Alfredo Bryce Echenique (acusado de plagio, a quien se entregará el estímulo económico y el reconocimiento en Lima, para evitar protestas en Guadalajara) ayuda a los peñanietistas hermanos Padilla a disolver el recuerdo del significativo episodio del entonces candidato presidencial priísta y su profunda ignorancia literaria, ¡hasta el próximo lunes, con Fausto Vallejo entrampado en sí mismo!
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Líder indeSNTE-Fisgón
La tormenta perfecta
Sergio Ramírez
Con el amigo de esta historia me encuentro generalmente en las salas de espera de los aeropuertos. Vive a caballo entre Miami y Managua, pues cuando en los 80 sus propiedades fueron confiscadas, en medio furor de la revolución, que quería para el estado la plusvalía de la riqueza y así distribuirla con largueza a los pobres, se fue al exilio maldiciendo, estableció negocios allá en la Florida, y luego de la derrota sandinista en las urnas en 1990, regresó, y recuperó sus propiedades, o recibió indemnización por ellas.
Nos entregamos siempre a largas conversaciones mientras esperamos el avión, y solemos hablar de mis libros, porque es buen lector de ellos, y también de Nicaragua y su futuro. Siempre me dice que hice muy bien en alejarme de la política, porque así la literatura salió ganando, y yo se lo agradezco, en mi entendido personal de que, al menos, quien salió ganando fui yo. En cuanto al futuro de Nicaragua, si antes nos poníamos fácilmente de acuerdo, ya no, y solemos disentir cordialmente porque ahora el es un entusiasta defensor del gobierno del comandante Ortega, y yo un crítico; un enemigo acérrimo, dicen los voceros del régimen.
Pero no estamos hablando de mí, sino de mi amigo empresario, que en la última de nuestras conversaciones me ha hecho un listado de las bondades de las políticas oficiales, que hacen avanzar a Nicaragua hacia buen puerto, según su propia expresión: primero, un entendimiento ejemplar con los empresarios privados: ellos se dedican a producir y a expandir sus negocios, y a exportar lo que producen, y el comandante se dedica a manejar la política, en lo que ellos no se meten. Dentro de esta veda política, entran, por supuesto, las elecciones justas y libres, la independencia de poderes y el estado de derecho.
Él atribuye a esta perfecta división del trabajo el crecimiento económico sostenido del país, el incremento de las exportaciones, la sanidad de las cuentas nacionales, el aumento de las reservas, y el equilibrio fiscal, ya que, lo cito, si los empresarios fueran a la vez líderes políticos, y se la pasaran oponiéndose al gobierno, no habría quien produjera la riqueza. Gracias a Dios, me dice, los obispos de la Conferencia Episcopal, que parecen más bien un partido político de oposición, no sé si ya leíste su última carta pastoral donde acusan al comandante de autoritario y antidemocrático, no manejan fincas de café, ni de ganado, ni tienen nada que ver con los bancos; estaríamos en la ruina.
Además, continúa, las relaciones con Venezuela son una bendición. Nos pagan bien la carne, nos dan el petróleo a mitad de precio. Puede ser que no me guste Chávez en lo personal, y aquí en confianza te confieso que tampoco me gusta el comandante Ortega en lo personal, y no lo invitaría a una fiesta de cumpleaños en mi casa; pero si yo fuera venezolano, votaría por Chávez, imagínate a Capriles de presidente, y a las masas chavistas en las calles haciéndole la vida imposible, huelgas y alborotos, paradas las refinerías, todo se iría al carajo. Como se ha visto, los deseos de mi amigo se han cumplido.
Le pregunto si es lo mismo que piensa del comandante Ortega, que si estuviera en la oposición, la economía del país se vería afectada con paros, huelgas, tranques de carreteras. Claro que sí, me responde, ¿no lo vimos ya antes, cuando él no había vuelto a la presidencia? Fijate hoy. Ni una sola huelga, porque todos los sindicatos le obedecen. No hay conflicto ni siquiera con la aprobación de los aumentos del salario mínimo, que se acuerdan en privado antes con las cámaras empresariales, y cuando se llega a la mesa de negociaciones, todo va ya resuelto.
Por otro lado, fijate lo que significa para la estabilidad de un país que todas las leyes sean aprobadas casi por unanimidad, porque el comandante tiene una mayoría inmensa de diputados. Nada de eternas discusiones. Y las leyes económicas, las de impuestos, son consultadas antes a las cámaras. Es la situación perfecta para que avancemos. ¿Y los partidos de oposición? Casi no existen, perfecto, poca falta hacen. ¿Y qué es lo que llaman populismo? ¿Que los pobres reciban algo y estén contentos? Perfecto también.
Mi amigo empresario habla de manera apasionada. Me toma del brazo, como si quisiera conducirme hacia algún lugar, y me dice: la verdad, es que nosotros lo que necesitamos es una sola persona que conduzca el barco, una persona que se pueda imponer, a la que todos obedezcan; si la democracia es que unos dicen una cosa y otros dicen otra, el presidente manda una ley a la asamblea, y la asamblea no la aprueba, viene un tribunal y contradice lo que el presidente decidió, o aparece la contraloría y dice que determinada inversión en una carretera está mal hecha y hay que parar la carretera, o la construcción de una represa, ese tipo de democracia no nos conviene.
Ahora, me dice, un poco más calmado, hay cosas que verdaderamente no me gustan, pero no me parecen esenciales. Ese odio contra Estados Unidos, esos ataques contra el capitalismo, eso de hablar del neoliberalismo como si fuera lo peor del mundo; me gustaría que esos discursos fueran más calmados, más conciliadores; ¿pero sabes de qué me he convencido? De que, en el fondo, todo es de la boca para afuera. Ya los yanquis se acostumbraron a esos ataques, y no les hacen caso, porque saben que es pura retórica, el comandante tiene que hablar así porque en su partido hay gente radical a la que le gusta oír esos sermones antimperialistas.
Están llamando a abordar mi vuelo, y tenemos que despedirnos. Será en el próximo encuentro que podré hacer a mi amigo todas las preguntas que su entusiasmo ante lo que ahora celebra, y antes tanto temió, dejó mudas. Preguntarle, para empezar, si no piensa que la situación perfecta que él pinta, puede llegar a convertirse en la tormenta perfecta.
Pero será la próxima vez.
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