El despertar
El gobierno renuncia al IVA: triunfo de AMLO
José Agustín Ortiz Pinchetti
El dramático giro en la propuesta fiscal de Peña prueba que la resistencia y la movilización, cuando tienen un mando firme, pueden volverse muy efectivas. El gobierno renunció a su proyecto de gravar con IVA alimentos y medicinas, lo que le hubiera permitido mantener la protección a los grupos más grandes de inversionistas, cobrar más fácilmente los impuestos y desplazar la carga a los sectores mayoritarios (incluso a los más pobres) incapaces de eludirlo.
consolidaciones, y gravar la venta de paquetes de acciones vendidas en la bolsa, modificación al régimen de la minería que ha saqueado los recursos no renovables y algunas otras medidas.
No hay duda que esto representa una nueva política fiscal justamente para impedir la distinta a la imperante desde el final del sexenio de Miguel de la Madrid. Los partidos progresistas, y concretamente AMLO, habían propuesto una gran reforma que contenía muchos de estos cambios. No habían llegado al poder porque la oligarquía decidió apoyar a los gobiernos de Calderón y de Peña. Hoy deben sentirse agredidos y engañados y seguramente lanzarán una campaña soterrada para frenar la propuesta. Todavía queda mucho por ver, hasta que finalmente se apruebe la iniciativa.
Es evidente que para el gobierno al renunciar al proyecto del IVA e inclinarse por una reforma parcialmente progresiva debe haber tomado en cuenta el entorno: el crecimiento se desplomó y llegó a tocar los límites de la crisis de 2008. El país parece acercarse a una convulsión social. La violencia se extiende a muchos puntos del país. La gobernabilidad está erosionándose y el descontento contra el régimen aumenta.
Todo eso es real y obliga al gobierno a actuar con realismo: imponer el IVA era una medida casi suicida, pero muy probablemente se hubieran lanzado si no existiera un movimiento que está en vías de volverse partido, está dotado de un liderazgo y estrategia clara y se extiende en todo el país. No quisieron asumir el riesgo de que AMLO asociara su lucha contra la reforma energética a la denuncia de un impuesto brutalmente impopular. Así, el tabasqueño puede acreditarse un triunfo más en su azarosa carrera política y Morena, al emerger en el horizonte, podrá gozar de un buen indicio. Pero la batalla contra el proyecto de enajenar una parte sustancial de la renta petrolera apenas comienza.
Twitter: @ortizpinchetti
FUENTE: LA JORNADA OPINION
Dolores-Hernández
A la mitad del foro
Rehacernos o deshacernos
León García Soler
Noche del Grito. Fiesta popular, instante de unidad en la Plaza de la Constitución, en el Zócalo que nunca se erigió para sostener la estatua ecuestre de Carlos IV, El Caballito de la voz popular y el fallo anatómico que hizo notar La Güera Rodríguez al develarse la estatua ecuestre. Grito de Independencia, del nacimiento de nuestra nación, de la patria generosa en la que la esclavitud fue
proscrita para siempre, donde sería libre todo aquel que pisara su territorio, declararía Miguel Hidalgo y Morelos lo ratificaría en los Sentimientos de la Nación.
La noche del Grito no cesa. Los de abajo reivindican la mexicanidad, el sentimiento gregario, la memoria histórica y el orgullo de sobrevivir contra todo y contra todos. En el balcón central de Palacio cada presidente de la República invoca a
los héroes que nos dieron patria y libertad. Cambian algunos nombres. Y alguno ha incluido a personajes ajenos al instante que se conmemora. Pero al empuñar la bandera y hacer repicar la campana de Dolores, al recibir el impacto del grito colectivo de los de abajo, cada uno de ellos siente el peso del compromiso contraído, del mandato popular, del inmenso significado de haberse depositado en su persona el Supremo Poder Ejecutivo de la Unión. Nada cambia en el ánimo de los que acuden con los hijos a gritar ¡Viva México! Arriba, en los balcones por los que asoman los notables y cortesanos de turno, aparece la confusión de sentimientos: el orgullo de estar ahí, la orwelliana convicción de que
todos somos iguales, pero unos somos más iguales que otros.
Y al desmadejarse el tejido social, al polarizar la vida pública y reducir la vida privada a la defensa de los intereses, a hacerse del dinero y del poder en la que alguna vez fue o buscó ser una sociedad de clases y hoy avanza apresuradamente hacia una sociedad de castas, la violencia que impera ya ensangrentó una noche del Grito en Morelia, Michoacán, ya ha visto ceder la plaza el miedo, temor al escándalo más que a la barbarie, para irse a Dolores Hidalgo. Gritos de impotencia frente a los gritos del caos anarquizante, o los de víctimas de atentados criminales. Este mes de septiembre ha desatado la confrontación al no haberse llevado la difusión de los motivos, méritos y metas de la reforma educativa a cada sección, a cada centro de trabajo. Y las movilizaciones rituales se multiplicaron, sumaron a los radicales de la CNTE y a muchos del SNTE.
Las marchas, los bloqueos y todas las estrategias de protesta, más para hacerse sentir, para enfrentar a los de arriba con la realidad en la que tienen que actuar, para gobernar, para conservar los privilegios del poder económico, se hicieron presentes en la ciudad de México. En la capital de la República, sede de la visión progresista y liberal de las izquierdas que se hicieron del gobierno a nombre de la mayoría, de los pobres, de los marginados. Los radicales, los escindidos del SNTE, progresistas atrapados por logros arrancados al poder al tomar la calle, por acuerdos bajo las mesas de negociación, por las concesiones, prebendas y dinero cedidos por gobernadores timoratos, paralizaron la ciudad capital, territorio de leyes libertarias, plataforma única de las llamadas izquierdas. Hay que reconocer la contención y disciplina del jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, pero ¿nadie se preguntó a quién favorecía en el ánimo ciudadano la parálisis capitalina, la toma del Zócalo?
El viernes pasado desalojaron la Plaza de la Constitución. La Policía Federal rodeó la zona y esperó pacientemente el resultado de las negociaciones de los líderes del magisterio y los funcionarios del Distrito Federal y los de la Secretaría de Gobernación. Hoy, más que nunca, ministerio del interior, secretaría a la que le han devuelto
los dientes, el poder de las armas, ser conducto único para ejercer el monopolio de la fuerza legal. La policía avanzó, avasalló a los que se resistían a abandonar la plaza, pieza clave en el juego de presiones para hacerse sentir, así como símbolo valioso para quienes de entre ellos mantienen la fe en la confrontación cotidiana, en la lucha de clases, en el camino que se perdió con la disolución de la Unión Soviética y la caída del Muro de Berlín. No hubo el derrame de sangre que anunciaban los intelectuales inorgánicos de la democracia sin adjetivos. Pero la
operación limpiadejó vía libre a los sedicentes anarquistas, los endemoniados de nuestras tres décadas de crisis.
Éste ha sido año de angustias económicas, de contracción inexplicable del gasto público, en medio y a pesar del pacto que permitió recuperar la política parlamentaria, el debate y aprobación de reformas constitucionales; hacer política y resolver las diferencias para lograr acuerdos en lo esencial, reconocer el dominio de la mayoría y respetar las decisiones de las minorías. Ya está en el Congreso la iniciativa de reforma hacendaria. El desplome que, según Luis Videgaray,
técnicamenteno es recesión, movió a los que propusieron poner al país en movimiento. No hubo IVA para medicinas y alimentos. Los de arriba, consejo de hombres de negocios, la patronal que en sus orígenes se asumió sindicato de patrones, manifestaron su disgusto por la opción de favorecer los cambios al ISR, aumento a los de mayores ingresos, y no al impuesto directo.
La dura realidad impuso disolver el método de la
consolidación, recurso de las grandes corporaciones para reducir las utilidades de la empresa principal sumándole las pérdidas de sus empresas subsidiarias, favorecidos por la inexistente regulación para eludir impuestos. La desaparición de algunos privilegios, junto con la sorpresa de imponer un impuesto de 10 por ciento a las operaciones en la bolsa, obliga a reconocer el sorpresivo giro en favor de una política anticíclica, a incrementar el ingreso y usar el gasto público para el crecimiento de la economía y la creación de empleos. Crecer para crear empleos. Y topamos con la herética decisión de no obedecer el dogma del
cero déficit.
Se van a endeudar, gritaron los de la cúpula empresarial y los panistas de ensoñación decimonónica. Polvos de aquellos lodos, de la llamada docena trágica. Y la oposición a ultranza hace que compartan coyunda los capitalistas cupulares y los que alguna vez militaron en la izquierda, sea del nacionalismo revolucionario o del socialismo realmente existente.
Mal augurio el que ambos se opongan al aumento a los impuestos a quienes ganan más de 40 mil pesos mensuales, y al cobro de IVA a las escuelas privadas, que afecta a la clase media, dicen. Clericales o liberales no alteran el pulso de quienes están en extremos opuestos en lo que hace a la rectoría del Estado en la educación pública, gratuita y laica.
FUENTE: LA JORNADA OPINION
La reforma fiscal: ¿retrato de familia?
Rolando Cordera Campos
La propuesta fiscal del gobierno del presidente Peña Nieto no se despeñó en lo que muchos consideraban fatal o inevitable y otros obligado y correcto. El gobierno, en efecto, no propuso aumentos en el IVA ni su extensión a las medicinas y los alimentos: prefirió explorar la ruta de los impuestos a la renta, en especial la de las personas físicas con ingresos medios y altos.
Hay mucho de qué hablar frente a una propuesta que se presume parte de una gran reforma social redistributiva, dirigida a proteger a los más débiles y vulnerables, a través de diferentes medidas, algunas de ellas promisorias como la del seguro de desempleo o el inicio de una pensión en verdad universal. Lo mismo puede decirse del nivel de gasto que se quiere ejercer el año entrante: los diputados tendrán que pedir a Hacienda explicaciones claras y precisas sobre su composición e implicaciones financieras y productivas.
La jornada constitucional sobre las finanzas del Estado apenas empieza, pero tendrá que concluir a finales de octubre en otra carrera contra el reloj que, por lo que está en juego, debería haberse iniciado tiempo antes. El reloj legislativo sigue fuera de tiempo.
Pero lo que importa, por ahora, es preguntarse por el sentido de la reforma tributaria y lo que las furibundas reacciones públicas ante ella nos dicen sobre el alma mexicana. La reforma puede ser un nuevo y buen principio en materia fiscal para México, después de tantas y frustrantes
intentonas. Poner por delante objetivos sociales para articular los arreglos fiscales, dejar atrás la necedad del déficit cero, puede ser trascendente porque compromete al gobierno y el Congreso con unos propósitos que suelen perderse en el maremágnum presupuestal e impositivo y así darle otro sentido al Estado y su gasto, así como a las contribuciones de los ciudadanos.
Concretarlo será tarea central de los legisladores y de la Auditoría Superior de la Federación, que tendrán que actualizar sus modos de operación y comunicación para dejar atrás la rutina de juzgar a toro pasado. Los diputados tienen en este aspecto una deuda con la ciudadanía que deberían saldar cuanto antes. Más allá de sus pancartas y gritos y sombrerazos, lo que requerimos es información oportuna y de calidad sobre las implicaciones de impuestos y gastos, sobre quiénes pagan y quiénes no lo hacen, o lo hacen por debajo de lo establecido, y un largo etcétera. Una labor fundamental que los parlamentarios han soslayado, a pesar de tener los instrumentos para hacerlo.
Poner por delante los impuestos a los ingresos altos y medios podría cambiar el sentido de la misión fiscal del Estado. Sin embargo, en la propuesta no reina un principio de equidad efectiva, porque no diferencia entre los niveles ricos y los que no lo son y grava con la misma tasa los ingresos medios, los altos y los súper altos.
Si de avanzar en equidad se trata, los diputados deben exigir que se avance en esta tarea crucial para la credibilidad y legitimidad del fisco, de por sí deterioradas por los excesos en el gasto público y las fechorías en los estados. Los unos por cientos que habitan el penthouse de la escala distributiva deben dejar de ser los intocables y desconocidos de siempre: el SAT debe informarnos con claridad sobre sus contribuciones y abatir esta impunidad que algunos han vuelto cultura.
Lo mismo puede decirse del impuesto a las ganancias en bolsa: qué bueno que se hayan por fin propuesto; lo que falta es que se acumulen con el resto de los ingresos para que haya una real y creíble progresividad fiscal.
Qué bien que se anuncie el fin de una oprobiosa práctica de
consolidaciónque auspició abusos inaceptables por parte de grandes corporaciones, pero ello no debería servir para soslayar el tema de la acumulación de las ganancias empresariales. Lo que aquí importa es un compromiso con la inversión y el empleo que no se resuelve con los anuncios espectaculares de inicio de gobierno ni con las exigencias chantajistas de la cúpula al gobierno.
¿Por qué no se explorar otros impuestos, como el de las transacciones financieras, las herencias y legados e incluso el del patrimonio? Esto debería ser parte del debate y explicado a satisfacción por el secretario de Hacienda a los diputados y senadores, quienes deberían preguntárselo; hoy, por desgracia, los legisladores y sus burbujas parecen empeñados en descubrir qué significa el
interés general, para disfrazar su casi histérica defensa de intereses particulares, como el del IVA en la frontera o en las colegiaturas, que ha llevado a muchos a vestirse de monaguillos y formar filas con los propietarios de escuelas privadas, muchas de ellas confesionales y, las más, auténticas máquinas de hacer dinero a costa de los temores o prejuicios de algunos sectores medios minoritarios, justificados sin duda por el deterioro al parecer imparable de nuestra educación pública.
La propuesta no
partea la clase media ni es un atentado contra los mexicanos pobres y más pobres que forman la mayoría. Pero su sentido justiciero, su pertenencia a la reforma social redistributiva que requiere México, está por verse y probarse.
Por lo pronto, los intereses creados minoritarios se erigen en defensores de la justicia, la equidad y la salud de las clases medias, en una alharaca que oscurece la profunda desigualdad y la pobreza mayúscula que nos marcan y ponen en peligro real e inminente nuestra convivencia. Se admita o no, este tiempo mexicano está cruzado por una puja distributiva en la sombra y los sótanos, expresada en la violencia criminal y la huida interior de los jóvenes a la inactividad, el desempleo permanente o la anomia, la opción por el crimen organizado o el peligroso paso del norte.
La historia del fisco es en gran medida la historia de las sociedades. Su historiografía es un buen retrato de las relaciones sociales que organizan la vida en común. Lo que hoy tenemos y que los privilegiados defienden dizque para cuidar el
interés generalnos retrata de cuerpo entero como una comunidad partida por la injusticia y la indefensión de los más débiles, que forman mayoría.
De esto tendrían que ocuparse en serio los gobernantes. No de buscar cómo poner de nuevo la carreta delante del caballo para llevarnos a una parálisis fiscal ominosa, porque encerraría la aceptación de que, como sociedad, no podemos defendernos de las crisis ni asumir con claridad nuestras lacras y omisiones en materia de solidaridad y cooperación sociales.
Ojalá y en diciembre no tengamos que hablar de otra oportunidad perdida. Podría ser la última.
FUENTE: LA JORNADA OPINION
Reforma energética: la tercera
José Antonio Rojas Nieto
En el ambiente
energéticouno se pregunta por qué la iniciativa gubernamental de reforma energética, que conduce a cambios constitucionales, no se restringe a la industria petrolera. Incluye la eléctrica.
Menos aún en el de la industria eléctrica, que inicia con la generación, pasa por el control, la transmisión y concluye con distribución y comercialización. La exposición de motivos no es, ni con mucho, un diagnóstico. Pero suponiéndolo, la demagógica campaña publicitaria que inunda los medios niega cualquier valor a dicho diagnóstico. Primordialmente por la casuística que presenta y las promesas que formula, claro ejemplo no sólo de falta de rigor técnico, sino aun de honestidad intelectual. La discusión pública se ha centrado en la industria petrolera. No en balde es responsable del principal ingreso fiscal, sin regateo y sin conflicto.
Sí, desde 1977 se trata del
maná fiscal, venido no del cielo, sino del subsuelo que hoy –de forma inexplicable– se quiere compartir. Aunque no del todo, si vemos rejuegos cotidianos instaurados por los personeros gubernamentales. Ora encargados de secretarias y organismos públicos. Ora miembros privilegiados de consejos de administración de empresas privadas, en los mismos ámbitos en los que fueron funcionarios públicos. Es la realpolitik de hoy. No profundicemos en esto, al menos hoy. Y advirtamos sobre la superficialidad y falta de contexto de la propuesta gubernamental para el cambio en electricidad.
En no más de cuatro cuartillas se diagnostica con trivialidad soberana la situación. Menos porque sean falsos los planteamientos. Más por dificultad para explicar en su contexto y desde su raíz dichos planteamientos que, sólo en cierto sentido, explican la llamada
pobreza energéticade buena parte de la población (documento de Reforma Energética dixit, pp. 16 a 26). ¿A qué planteamientos me refiero? A cinco fundamentales: 1) finanzas endebles de la empresa eléctrica; 2) tarifas sin competitividad internacional; 3) apertura limitada a empresas privadas que, no obstante dicha limitación, ha permitido tarifas menores para sus clientes (sic); 4) matriz energética de la empresa eléctrica poco limpia y diversificada; 5) red de transmisión vieja y con pérdidas importantes, incluidas las de su complemento, la red de distribución. Insisto en que sin ser falsos –al menos del todo– estos planteamientos (aunque hay formulaciones muy limitadas, como en el caso de las tarifas) no agotan –de veras que no– el diagnóstico de la industria. Respondamos por partes dos preguntas: 1) ¿Con qué elementos debiera completarse o de qué manera debieran reformularse algunos de ellos?; 2) ¿A qué nos obligaría explicarlos no sólo en su contexto, sino de raíz e, incluso, desde su origen? Permítaseme en esta nota, empezar a sugerir algunos de esos elementos que, en mi opinión, le faltan al diagnóstico. Asimismo, algunas reformulaciones obligadas para enfrentar con mayor objetividad y honestidad intelectual la situación actual de la industria eléctrica.
Los dos primeros aspectos del diagnóstico oficial –finanzas endeles y tarifas poco competitivas– nos remiten a otro que sólo tangencial y muy superficialmente es abordado en el diagnóstico oficial: el de los costos. ¿Cómo son los costos de producción de electricidad en México? Y si son bajos, altos o muy altos, ¿por qué son así? ¿Qué juicio se puede hacer y qué explicación nos merece la evolución histórica y la participación de cada componente de los costos? Y es que la evolución y el peso de los costos por servicios personales, combustibles y energía comprada, mantenimiento y servicios generales, materiales de mantenimiento y consumo, impuestos y derechos, costos de obligaciones laborales, depreciación, indirectos de oficinas nacionales, aprovechamiento y costo financiero tienen una lógica y una explicación muy precisas que deben ser analizadas con detenimiento para explicar por qué, si es el caso, las finanzas son endebles y las tarifas, también si es el caso, son altas en relación con otros países. Esto último, por cierto, no es sencillo resolver con el petate de los promedios. Extraña que el gobierno ni siquiera haya consultado el propio diagnóstico de costos elaborado en 2008 por la Secretaría de Energía (Sener, Estudios sobre tarifas eléctricas y costos de suministro, junio de 2008). Y, a partir de ahí, indicar los lineamientos que, según su opinión, podrían solucionar los problemas que se descubren ahí, precisamente ahí, en los costos de producción del fluido eléctrico en este país. La solución la darán, en uno y otro casos, los trabajadores, técnicos, directivos de la industria. Nadie más. El Congreso no puede legislar sin antes analizar este aspecto central de costos del suministro, so riesgo de dar una solución maximalista falsa, en este caso el nuevo esquema de creación de un mercado llamado competitivo, que por sí mismo no resolverá algunos de los problemas fundamentales implicados en la estructura y la dinámica de costos de producción de electricidad.
Hecho esto, pero nunca antes, debieran analizarse las revisiones que sobre este aspecto central –el de costos del suministro– se hacen hoy en el mundo para enfrentar los tres retos que tiene toda la industria eléctrica: seguridad y confiabilidad de suministro, eficiencia, economía y competitividad, y alta sostenibilidad y limpieza.
Ah, por cierto, a este respecto y muchos otros, en Francia se abrió un proceso de un año de discusión sobre la
transición energética. Y en el Reino Unido llevan no menos de dos años revisando su industria. En ambos casos de frente a los retos del futuro. Ya los comentaremos. De veras.
FUENTE: LA JORNADA OPINION
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