Los “escuadrones de la muerte”
Para algunos, el Pacto por México es la única alternativa de solución a los graves problemas sociales que enfrenta el país: desigualdad, injusticia, pobreza extrema, desempleo, subempleo, delincuencia, alimentación, salud y educación; para otros, ese acuerdo partidista es sinónimo de impunidad, abuso de poder, imposición, privatización del petróleo y la entrega a trasnacionales de lo poco que aún queda a la nación.
Lo cierto, aceptan funcionarios de distintas áreas de gobierno, es que este pacto entre partidos políticos, concebido en la residencia oficial de Los Pinos, es el que le ha dado una tregua al combate a la corrupción gubernamental, perjuicio que durante el sexenio de Felipe Calderón se agudizó como en las mejores épocas del salinismo.
En prácticamente todas las dependencias federales y organismos descentralizados se acumulan expedientes con pruebas suficientes sobre la corrupción cometida en el sexenio anterior, pero los titulares de las secretarías de Estado y de las empresas paraestatales tienen instrucciones presidenciales de “no mover nada” mientras el Partido Acción Nacional (PAN) mantenga su apoyo al Pacto por México hasta que concluyan las reformas constitucionales –ya anunció Enrique Peña Nieto que se concretarán en 120 días más– sobre temas tan importantes como la educación, el petróleo y el pago de impuestos.
Es ese concilio partidista el que ha dado un gran respiro a funcionarios del gobierno anterior que estuvieron involucrados en graves irregularidades, como el desvío de recursos públicos, abuso de poder, tráfico de influencias, extorsiones, sobornos, chantajes, desapariciones forzadas, homicidios y otros crímenes.
Por eso se entiende ahora cómo es que el exsecretario Genaro García Luna se pasea tranquilamente entre las ciudades de Miami y México sin acusación de por medio y sin ser perseguido por autoridad alguna, a pesar de los excesos y abusos cometidos durante su gestión al frente de la entonces Secretaría de Seguridad Pública (SSP) federal.
Además, es vox pópuli que ese exfuncionario al que Felipe Calderón le permitió todos sus excesos, tuvo la dedicación, durante su gestión, de grabar conversaciones privadas telefónicas de todos los funcionarios del gobierno federal, líderes de oposición, políticos, legisladores, luchadores sociales y periodistas, entre otros, a quienes también grabó en video con los costosos aparatos comprados con dinero público. Por ello es fácil creer que ni Peña Nieto ni algún miembro de su gabinete se van a atrever a fincarle responsabilidades penales, a pesar del evidente enriquecimiento ilícito, pues, al contrario, se habla de que en la Procuraduría General de la República (PGR) todos los expedientes abiertos en su contra fueron desestimados y simplemente enviados al archivo.
Un ejemplo de ese abuso de poder que con la venia presidencial se permitió en el sexenio anterior fue la acumulación de una cuantiosa fortuna que no provenía de su salario como servidor público (de acuerdo con reportes de la Unidad de Inteligencia Financiera).
El mismo procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, tiene un expediente abierto sobre un grupo de unos 70 agentes federales pertenecientes a la extinta SSP, comandados por uno de los hombres más cercanos al exsecretario García Luna, que eran utilizados como un “escuadrón de la muerte” con licencia para desaparecer personas, secuestrar, torturar y “hacer justicia” por su propia mano; sólo bastaba que “el jefe lo ordenara” y dicho escuadrón entraba en operación.
De acuerdo con fuentes de procuración de justicia, en el sexenio impune de Felipe Calderón se creó este “escuadrón de la muerte”, integrado por agentes federales de diversas direcciones de la SSP, al cual se le encargaban desde detenciones arbitrarias hasta ajustes de cuentas, secuestros, torturas, desapariciones forzadas y asesinatos. Todo en nombre del poder y la justicia federal.
Lo extraordinario de todo es que ha concluido la investigación de dicho expediente judicial y, en casi 10 meses de haber asumido el cargo el nuevo gobierno priísta, el Ministerio Público Federal no ha ordenado la consignación de la averiguación previa a un juez federal. Ya hay preocupación de que ese expediente también pueda enviarse al archivo, y ese caso probado en donde agentes federales se dedican a desaparecer personas, secuestrar y torturar quede impune.
Familiares y testigos de uno de los desaparecidos han explicado que en las evidencias recabadas por la autoridad hay hasta videos en donde se identifica claramente a los agentes federales y a su comandante cuando, en 2008, secuestraron a un joven de 28 años de edad y a partir de ese momento jamás se volvió a saber de él. Además de que en los interrogatorios a los policías involucrados, éstos niegan haber participado en dicha detención, cuando en los videos aparecen en el operativo realizado en la capital de Chihuahua.
Para investigadores y peritos expertos de la PGR no hay lugar a dudas de que se trata de un “escuadrón de la muerte” que se integró con policías federales bajo las órdenes de Genaro García Luna, con la misión de cometer delitos y ajusticiar a quien se les ordenara.
Hace poco más de 2 meses, el diputado Ricardo Monreal, hombre cercano al líder opositor Andrés Manuel López Obrador e integrante del Movimiento Ciudadano, presentó su libro Escuadrones de la muerte en México, en donde narra cómo se integran estos grupos de asesinos a sueldo, algunos pagados por el propio Estado y otros por empresas privadas.
El problema, explicó en esa ocasión el legislador, es que fue a partir de la descomposición social motivada por la “guerra” de Calderón en contra del crimen organizado, en donde se presentaron cifras alarmantes de personas asesinadas, secuestradas y desaparecidas, sin que autoridad alguna hiciera algo al respecto, pues ni siquiera hay una lista completa de los nombres de las más de 100 mil víctimas. Agregó que muchos de esos homicidas pertenecen a grupos de seguridad privada y ni la Secretaría de la Defensa Nacional ni algún otro organismo gubernamental tienen control sobre ellos.
Por eso cobra relevancia que haya un amplio expediente ministerial en la PGR con pruebas suficientes para procesar y enjuiciar a un grupo de 70 policías federales y un comandante de alto rango, vinculados con la desaparición y el asesinato de personas. Ahora sólo falta saber qué hará el procurador Murillo Karam con este caso.
*Periodista
Fuente: www.contralinea.com.mx Periodismo de investigación http://contralinea.info/archivo-revista/index.php/2013/09/15/los-escuadrones-de-la-muerte/
Clases sociales
Fuente: www.contralinea.com.mx Periodismo de investigación http://contralinea.info/archivo-revista/index.php/2013/09/15/clases-sociales/
Fuente: www.contralinea.com.mx Periodismo de investigación http://contralinea.info/archivo-revista/index.php/2013/09/15/clases-sociales/
La mano dura de Peña
La convocatoria se dio a través de las redes sociales: apoyo a los maestros, todos al Zócalo. Cientos llegaron, la incertidumbre y la alerta permanecían entre los que ahí estaban. La mano dura ejerció su fuerza, la resistencia continúa
“Señores usuarios, la estación Zócalo dejará de dar servicio, por su comprensión: gracias”, se escucha en las bocinas del vagón estacionado en la estación Pino Suárez. La gente parece no saber a qué se debe el anuncio. Sobre sus cabezas, metros arriba, sobre el exterior, corren cientos de policías federales. Se muestran rostros desconcertados. Algunos ciudadanos gritan al paso del contingente policial: “¡Así deberían agarrar a los narcos cabrones!”, “¡ojalá los maestros les partan su madre!”, “¡recuerden quién les enseñó a leer!”. Es el inicio de un capítulo más de represión priísta que pocos olvidaran.
A lo lejos, en dirección al Zócalo, se ven columnas de humo. Los federales impiden el acceso a las inmediaciones de la plaza principal del país. “No puedes pasar. No pasa la prensa”, señalan con voz tajante. Ruidos de sirena ensordecen los gritos de la ciudadanía que graba con sus celulares el despliegue de uniformados.
Todos los accesos al primer cuadro de la ciudad están bloqueados por las fuerzas federales. Sobre la calle Pino Suárez, un grupo de ciudadanos logra evadir el primer cerco policial, pero hay un segundo cerco que impide el acceso. Después de varios intentos, en un descuido de algún policía, logran entrar.
Lo que encuentran es increíble. Cientos de personas apostadas en barricadas improvisadas en cada acceso. Son un hibrido de profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), miembros de organizaciones sociales, individuos que se adhieren, y personas que trabajan en la zona y decidieron quedarse a apoyar a los profesores.
Sobre la calle Pino Suárez, en 20 de Noviembre, en 5 de Febrero, en 16 de Septiembre, en 5 de Mayo, en Moneda se escuchan consignas para dar ánimos y mantener el coraje en caso de que llegue la policía. La gente enciende cartones, hules y madera para fortalecer las barricadas. También son utilizadas vallas del Gobierno del Distrito Federal que los inconformes tienen en su poder.
En todas las calles aledañas se respira una tensa calma. Entre ellas caminan nerviosos hombres y mujeres de todas las edades con palos, tubos, y botellas para defenderse. Con retazos de tela cubren su rostro, algunos improvisan su playera como pasamontañas, otros usan paliacates y el gorro de las sudaderas para taparse.
El contingente prevé un enfrentamiento inminente. Se observa a la mayoría de los fotoperiodistas con cascos de ciclista, motociclista y electricista. Algunos usan mascaras antigas.
El ruido de los dos helicópteros federales es insoportable. Vuelan bajo y eso provoca la indignación y el coraje de los manifestantes. Casi la totalidad de tiendas departamentales y comercios de la zona están cerrados, sus empleados se asoman curiosos por ventanas o abren pequeñas puertas de acceso: no se despegan a más de un metro de la entrada. En Parisina, Liverpool y los centros joyeros no se encuentran las aglomeraciones acostumbradas. La calle Madero, una de las más transitadas por los peatones capitalinos, luce semivacía.
En la esquina de Palma y Tacuba un policía federal fotografía a otro con la barricada de fondo. Lucen contentos. Inconformes desmantelan un andamio: así tendrán más tubos para la resistencia. Arden las calles. Cerca de ahí cinco turistas se preguntan unas a otras en francés si tiene miedo. Una de ellas explica que lo que esta ante sus ojos ya ha ocurrido en un estado que se llama Oaxaca.
Hay incertidumbre sobre lo qué pasará. Corre el rumor de que la tregua entre la CNTE y el gobierno federal termina a las 16:00 horas. Poco a poco los inconformes van tomando sus posiciones: refuerzan las barricadas en 20 de Noviembre y Pino Suarez.
Dos helicópteros federales surcan el aire. La canción “Venceremos” es entonada con orgullo entre las filas de maestros. Los medios de comunicación guardan distancia. De último momento la dirigencia de la CNTE decide marchar al Monumento a la Revolución. Las bases magisteriales no aceptan. No hay acuerdo. Se comunica que la policía está avanzando por la calle de 5 de Mayo. Son las 16:00 horas.
¡Sorpresa! Las fuerzas federales ya están a la altura del Zócalo. Encuentran al contingente por atrás y desprotegido. Empieza la batalla: los maestros avanzan presurosos sobre la calle, las bases y las personas que apoyan se quedan a la refriega.
Los policías corren furiosos contra los manifestantes. “Ahora sí cabrones ya se los cargó la chingada”, les gritan. Vuelan palos, tubos, botellas de vidrio —no se ven bombas molotov—. Es un caos. Las maestras gritan, algunas tropiezan entre el tumulto del escape. Se refugian sobre República de Uruguay.
El intenso enfrentamiento repele a los curiosos. Los maestros siguen su marcha rumbo al Monumento a la Revolución. Pocos se quedan. Entre la confusión la resistencia se divide. Cada esquina es una línea de frente. El gas lacrimógeno cala en los pulmones.
“¡Ya cayó ya cayó, Peña ya cayó!”, el grito entonado en Oaxaca hace seis años es modificado y ahora suena como advertencia contra el ejecutivo federal por ordenar la represión.
El reducido contingente llega a José María Izazaga. Ahí son divididos una vez más. Una imagen impacta: tanquetas con agua hacen recordar los años 70. Algunos las comparan con las imágenes de la dictadura chilena. La adrenalina fluye en las venas de los jóvenes que gritan extasiados consignas contra el gobierno, las fuerzas armadas y los partidos políticos.
Piedras y vidrios sobre el pavimento son testigos del enfrentamiento. Un federal provoca a los manifestantes: se coloca al frente de sus compañeros y alza las manos incitando a atacarlo.
Surgen los primeros chorros de agua a presión. La corretiza es más intensa. La gente resbala con el agua. Otros se refugian en las estructuras de puestos ambulantes que aún quedan en Izazaga. Los reporteros se pegan a las orillas y son bañados directamente por órdenes de la policía: sus cámaras fotográficas quedan empapadas.
Un joven se esconde entre la gente para lanzar una piedra a la policía, no se da cuenta de que los federales enfilan hacia él. Cuando reacciona, un federal lo patea, otros los pisan, los medios de comunicación piden que paren las agresiones, los policías tapan con sus escudos la golpiza. Finalmente es subido a una ambulancia de traslados federal.
El grupo llega al Eje Central, donde ya son esperados por más elementos antidisturbios. Surge un nuevo enfrentamiento. Esta vez los federales rompen filas y persiguen a cada uno de los “sospechosos”.
A un estudiante lo persiguen hasta el parque que se encuentra en la Dirección General del Registro Civil. Es una decena de policías contra un muchacho de aproximadamente 17 años. Los esquiva, los hace correr, no pueden con él. Está rodeado y a punto de ser atrapado, el cerco es impasable. De pronto corre y logra subir a una barda de 1.65 metros de un solo brinco, entre los toletes. Los federales quedan asombrados.
Del otro lado ya lo esperan más elementos con escudos. Toma vuelo y pasa por encima de ellos, regresa a la avenida y se pierde entre la multitud que mira incrédula su escape.
Otros muchachos se refugian en la escuela primaria ubicada casi en la esquina de Arcos de Belén y Luis Moya. Los policías tratan de abrir la puerta de la escuela. Después de varios intentos, no lo logran.
Un joven con dreadlocks es alcanzado por un federal, pero éste no logra someterlo. Cuando más policías llegan, el joven ha escapado. El comandante regaña a su tropa: “¡No sean pendejos! Agárrenlos en caliente, que no se les vaya ni uno”.
La marcha de inconformidad continua hasta las instalaciones de Televisa. Una docena de patrullas de la policía capitalina se dirige a repelerlos. Todos corren. Televisa es resguardada por cientos de policías. La gente se escapa por las calles. Gritos y sirenas forman una sola melodía.
Los policías federales regresan. Los manifestantes se dispersan al verse reducidos en número. Otros, tratan de llegar de forma discreta al Monumento a la Revolución. No todos lo lograran.
El centro de la ciudad fue mudo testigo de un hecho histórico pocas veces visto en sus calles. El operativo funcionó. El grito de independencia y el desfile militar podrán llevarse a cabo, pero sin olvidar que “volveremos con más fuerza y vamos por todo”, dice un manifestante.
“Desalojan a los ‘revoltosos’ de hoy, para festejar a los ‘revoltosos’ de hace 200 años”, se lee en un cartel.
Fuente: www.contralinea.com.mx Periodismo de investigación http://contralinea.info/archivo-revista/index.php/2013/09/15/la-mano-dura-de-pena/
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