Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

domingo, 13 de noviembre de 2011

Del referéndum griego a la caída de Berlusconi- Italia: ¿y ahora?- La reforma política en el lodazal

La reforma política en el lodazal
Arnaldo Córdova
Que vivimos momentos de confusión extrema en México lo viene a demostrar el modo en que se sigue discutiendo (o hablando, porque ni siquiera se puede discutir) en torno a la reforma del Estado. La actitud de los actores políticos y su actuación, rayanas en la irresponsabilidad, no logran salir de un miserable toma y daca que no conduce absolutamente a nada y, en realidad, cada vez pervierte más los mismos temas de la reforma. A leguas se puede ver, sin necesidad de esforzarse, que todos tienen objetivos o saben qué es lo que buscan con sus propuestas; pero de inmediato se percata uno de que lo que no tienen esas propuestas son verdaderos fines reformistas.
Todos hablan de la reforma política, todos quieren la reforma política (la reina de todas las reformas, se ha llegado a decir) y, a la vez, todos la rehúyen (alegando siempre intereses o pretextos parciales) porque, al no saber, la mayoría de las veces, cómo la quieren ni hasta dónde pueden llegar en sus negociaciones, al final todos la olvidan, todos le temen y todos la anulan. El reciente y último intento que aún no termina se ha exhibido como un ridículo y mezquino torneo de temores, miedos e insensateces. Y las cámaras del Congreso han actuado siguiendo en todo momento el guión del bueno y del malo, el héroe y el villano, cada una por su lado. El Senado fue el bueno y la Cámara de Diputados el villano.
En el pasado, la audacia y el arrojo corrían por lo general a cargo de los diputados, porque en su corporación había mayor representatividad y mayor pluralidad de las fuerzas políticas. Ahora resulta que esos representantes del pueblo son, en su mayoría, un montón de timoratos conservadores y pusilánimes que tienen pavor de cualquier cambio que ponga en entredicho los privilegios o los intereses que ellos representan y defienden. En el Senado ahora se busca avanzar y renovar (aunque eso es más un decir que una realidad), mientras que de la Cámara de Diputados cabe esperar, con toda puntualidad, una reacción conservadora (termidoriana).
En el fondo, el Senado mandó en minuta a la Cámara una propuesta bastante envenenada, que era ya de por sí una invitación velada a los diputados para que recularan desvergonzadamente ante los cambios. Que la consulta popular, como se proponía, requiriera de un número excesivo de firmantes para solicitarla (un millón de firmas, cosa que incluso para un gran partido es difícil de cumplir), era hacerla nugatoria. En ese mecanismo se ha basado la maniobra de hacer una buena propuesta que resulta, al fin y a la postre, invalidada en su misma raíz. Pero es sólo un ejemplo.
La reforma política, es lo trágico, nunca se ha visto como la oportunidad de un mejoramiento de las instituciones del Estado y una ampliación necesaria de nuestro régimen democrático. Reformar al Estado, más bien, ha equivalido a convertirlo en enemigo de la democracia y del pueblo de ciudadanos. Lo que quiere decir que la reforma se piensa y se hace temiendo al pueblo y a la participación ciudadana en la política. En teoría, representa, a no dudarlo, una limitación progresiva del poder arbitrario de quienes manejan el Estado y un reforzamiento (empoderamiento, diría una célebre ignorante) del poder de decisión de los ciudadanos. Siempre se buscará limitar el poder del Estado.
Su equivalente puntual será el aumento del poder de decisión de los ciudadanos. Y ése es el temor con el que nuestros gobernantes y nuestros legisladores enfrentan el tema de la reforma (o, por mejor decir, las reformas) del Estado. Se concede lo marginal o secundario y sólo cuando ya no se puede hacer otra cosa se enfrenta lo que es fundamental. Las candidaturas independientes, propuesta de intelectuales desencantados de los partidos, son como quitarle un pelo a un gato. Ya se verá, cuando llegue la ocasión (si es que llega) de una candidatura independiente fuerte y respaldada por la ciudadanía, que de inmediato se formará en torno de ella un aparato burocrático que hará el papel de los partidos.
También es cierto que las reformas se buscan para reforzar algunos de los poderes del Estado que se contraponen al desarrollo democrático del mismo y de la sociedad, en especial, es la moda, los poderes del presidente que, interesadamente, se presentan como si el titular del Ejecutivo estuviera maniatado y no pudiese gobernar. Si no gobierna es por su ineptitud para atraer a las diferentes fuerzas políticas en apoyo de sus propósitos. Obligar al Congreso a dictaminar y aprobar o rechazar un número determinado de iniciativas presidenciales no necesariamente querrá decir que pasen y, lo más probable, sobre todo en tiempos borrascosos, será que no pasen.
No cabe duda de que la ratificación por el Legislativo de los nombramientos de funcionarios que hace el presidente, será beneficiosa porque implica un control necesario de las determinaciones del Ejecutivo que puede llevar al mejoramiento de sus funciones y a evitar vicios tan comunes como el nepotismo o el tráfico de influencias. En esta ocasión se aprobó que los miembros de ciertas comisiones del área administrativa sean sujetos de ratificación por parte del Senado (Reguladora de Energía, Telecomunicaciones y Competencia). Pero esto tampoco entra en el campo de lo verdaderamente importante.
Adicionar el artículo 84 constitucional con el agregado de que el secretario de Gobernación sustituirá en primera instancia al titular del Ejecutivo por falta absoluta de éste es más una mera ociosidad burocrática que una auténtica reforma. Tal y como está y con todo lo imperfecto que pueda parecer, ese precepto no da lugar a lo que tanto se teme, que es un vacío de poder. Tiene, se podría agregar, la virtud de que, a falta del presidente, el verdadero poder decisorio lo asume el Congreso, pues a su cargo queda conducir la sucesión hasta que el pueblo vuelve a decidir en las urnas.
El tema de la relección de legisladores ofrece un lado oscuro. Mucho se habló de que, con una ampliación del tiempo en que ellos actúan, su experiencia y su capacidad en el cargo aumentarían hasta llegar a lo que se dijo sería un verdadera profesionalización de nuestros congresistas. Aquí lo que intriga ha sido esa sucesión de bandazos a los que nos tiene ya acostumbrados el PRI y, en particular, también su principal carta fuerte para las elecciones, Enrique Peña Nieto. Hubo un momento en que él declaró no estar convencido de la bondad de la propuesta. Cómo fue que su partido asumió ese criterio es algo que ningún priísta se ha dignado explicarnos.
Ahora se nos promete que el Senado volverá a ser el chico bueno y que le va a enmendar la plana a los diputados conservadores. Será cosa de verlo.
Perlillas. Escribir artículos periodísticos conlleva, casi siempre por la premura, el riesgo de cometer errores que sólo los correctores pueden subsanar. A veces se trata de errores frecuentes: por ejemplo, cuando se escribe que alguien se abroga el derecho de (abrogar quiere decir suprimir por entero un cuerpo de ley), en lugar de se arroga el derecho de; o bien cuando se conjuga el verbo asolar y se dice que hay elementos que asolan al país, pues, tratándose de un verbo irregular, lo correcto es decir que asuelan al país.

Italia: ¿y ahora?
Guillermo Almeyra
Evidentemente la caída de Silvio Berlusconi era la condición sine qua non para empezar a encontrar una solución a la crisis particular que vive Italia dentro de la del sistema capitalista mundial, pero todos los problemas que llevaron a los gobiernos de Berlusconi siguen en pie. En efecto, no sólo se puede apostar a que el primer ministro acusado hasta de pederastia y de fomento de la prostitución no irá a la cárcel, sino también a que el gobierno que le sucederá será en lo esencial un berlusconismo sin Berlusconi.
Los sectores dominantes de la gran industria y de las finanzas italianas y del capital financiero europeo lograron sacarse de encima a un aventurero corrupto e imprevisible, que instauró un régimen parecido a un serrallo o a un burdel, pero no están dispuestos a debilitar la ya tambaleante economía peninsular y, mucho menos aún, a los grandes bancos franceses y alemanes que son los principales acreedores de la misma. Por lo tanto, todos apuestan al cambio en la continuidad, a un gobierno técnico, que de técnico no tiene nada porque será dirigido por personajes de confianza del capital financiero europeo, que sometieron a Italia a la férula del mismo, ya que son neoliberales de choque y banqueros, como el ex comisario europeo Mario Monti.
Los ex comunistas del Partido Comunista Italiano (transformados primeramente en socialdemócratas en el Partido de Izquierda Democrática, después en social-liberales en el Partido Democrático de Izquierda y, por último, en neoliberales en el Partido Democrático) no quieren ni introducir reformas profundas en el sistema ni tampoco hacerse cargo de la papa hirviente de la crisis económica, política y moral de Italia. Por eso no presentan ningún programa alternativo y mantienen la misma impotencia política que los llevó por dos veces a abrirle el camino a un gobierno de Berlusconi que se basaba en un bloque entre la mafia, la Iglesia católica, los semifascistas y los conservadores y racistas de la Liga Norte.
El llamado centroizquierda dirigido por el Partido Democrático es más centro que izquierda, y Sinistra, Ecologia e Libertá (SEL), que está a la izquierda del mismo, es tan poco de izquierda que acepta incluso un gobierno de Monti, el cual mantendrá una política antipopular recesiva, y pido apenas que no dure mucho y que modifique la actual ley electoral. Los antiberlusconianos aceptan la imposición de la Unión Europea, el presupuesto dictado por ésta, las privatizaciones, reducciones en los gastos sociales, prolongación de la edad para jubilarse, ataques a la educación y la sanidad, y se contentan con la eliminación del Cavaliere aunque el Parlamento y la administración sigan estando en manos de los berlusconianos –que una elección anticipada barrería– e incluso de delincuentes notorios y procesados.
La crisis italiana es más grave aún que la griega que la Unión Europea (UE) empujó hacia adelante nombrando un hombre de las finanzas fiel al capital financiero franco-alemán. La relación entre el monto de la deuda italiana y el PIB del país, en efecto, es todavía peor que la que precipitó a Grecia en su crisis e Italia paga más intereses que las sumas que le permitirían apenas sobrevivir. Si la UE no desea que Italia quiebre y suma en el desastre a los grandes bancos franceses y alemanes y a España, Irlanda, Portugal y la misma Francia (que no podrían seguir siendo sostenidos ante la magnitud del hundimiento de la economía italiana), tendrá que combinar la aplicación al país de una feroz política recesiva con una reducción importante –entre 30 y 50 por ciento– de su deuda. Esto implica sostener con fuertes inyecciones de dinero público a los bancos franceses y alemanes, que son los principales poseedores de los bonos de deuda italianos, dejando en cambio a su suerte a los pequeños ahorristas, sobre todo peninsulares, que tienen más de 30 por ciento de esa deuda.
Lo grave es que ante la magnitud de esta expropiación a los trabajadores y a los sectores populares, y ante la perspectiva de una grave y prolongada recesión en Italia y en toda Europa, sean extremadamente pequeños y débiles los sectores sociales y los grupos políticos que le opongan una alternativa anticapitalista a la crisis capitalista. La socialdemocracia, que ya en los años 30 del siglo pasado declaró con León Blum que era el médico de cabecera del capital, y los partidos comunistas estalinizados, como el italiano, que se dedicaron a reconstruir el Estado y la economía capitalistas, engañando, deseducando, desarmando política y moralmente a los trabajadores y reforzando la hegemonía político-cultural y el sometimiento a las clases dominantes, tienen una enorme responsabilidad en esto. Pero, ¿qué impide ahora exigir la rebaja a menos de la mitad del número de parlamentarios y altos funcionarios y de sus salarios exorbitantes? ¿Qué impide exigir la estatización de los bancos, el control de cambios para evitar la fuga de capitales, la expropiación sin pago de los bienes de los delincuentes y mafiosos comprobados? ¿Por qué no luchar por un plan de empleos que impida los cierres de empresas y suspensiones, dé puestos estables a los trabajadores precarios y sumergidos, aumente los consumos elevando sueldos y pensiones y haga que todas esas medidas las paguen el capital financiero y las altísimas ganancias de las empresas monopolistas? ¿Por qué no desconocer la deuda resultante de la especulación bancaria y de la corrupción del gobierno de los capitalistas? ¿Por qué no exigir que la Unión Europea deje de ser la unión de los grandes capitales para transformarse en una unión democrática y anticapitalista de los pueblos, dando poderes al Parlamento Europeo y eligiendo para el mismo representantes revocables que planifiquen y controlen la vida política y económica de toda Europa? Hoy la alternativa es clara: o la servidumbre y un grave retroceso de las conquistas sociales y de la civilización o la rebelión anticapitalista y la autogestión social generalizada.

Del referéndum griego a la caída de Berlusconi
Marcos Roitman Rosenmann
Nunca antes el capitalismo financiero había mostrado tan abiertamente su poder omnímodo. Ya no se trata de ganar espacios, sino guardar en el armario, por tiempo indefinido, el traje democrático que cubría sus vergüenzas. Las decisiones políticas se toman en los consejos de administración de bancos, empresas trasnacionales y bolsas de valores. Con este panorama, sus hacedores han decidido dar un nuevo golpe de mercado a las instituciones democráticas en Grecia, cuna de la democracia, y en Italia, crisol del derecho político.
Para solucionar los problemas de déficit público, nada mejor que poner en la cúspide del Estado a empleados de confianza. Hombres curtidos en la limpieza contable. Sujetos implacables, cuyos méritos consisten en hacer ganar millones de euros para sus jefes. Personajes oscuros y desafectos de la política, cuyo única misión en la vida consiste en hacer cuadrar la caja. Tanto entra tanto sale. Como si la actual crisis fuese un problema de gestionar una mal llevada cuenta de haberes y debes. En esta lógica, la democracia no tiene cabida. Los ciudadanos se transforman en números de una operación contable. Y algunos de ellos restan y no suman. Deben ser eliminados, resultan nocivos.
La designación sin mediar proceso electoral alguno de Mario Monti, en sustitución de un decrépito Berlusconi, sea dicho de paso, el presidente de gobierno con más años en el ejercicio del poder en Italia, si exceptuamos al Duce, Benito Mussolini, es un mal síntoma. No sólo por la forma, cuestión que hasta hoy los defensores de la democracia representativa cuidaban en extremo, sino por el fondo. Monti es un profesor de medio pelo, cuyos éxitos no están en la academia, sino en ofertarse como un buen gestor al capital usurero. Empleado de la gran banca y las empresas trasnacionales, consejero de Coca-Cola y consultor de Goldman Sachs, participa en el club Bilderberg de los elegidos. Entre sus gracias se encuentra su rechazo a la militancia política, así, dice, no sufre presiones de indeseables y obedece a pies juntillas la voz de sus amos, recortar derechos políticos y beneficios sociales en pro de una saneada economía de mercado.
En Grecia, el problema se ha resuelto por la vía rápida. De nada sirvieron los intentos de Georgios Papandreou por mantener, un poco, la escasa soberanía nacional que le queda al país. Intervenido, atado de pies y manos, buscó un último gesto de dignidad. Si tenía que encarar el toro, mejor hacerlo de frente y no refugiarse en las tablas, morir matando y no ser acusado de cobarde. Así, reunió su consejo de ministro, destituyó a una parte importante de la cúpula militar, cuestión que deberá ser explicada en algún momento, y con el apoyo de sus colaboradores decidió refrendar el nuevo paquete de políticas de ajuste. El pueblo griego tendría la última palabra. Error. Inmediatamente saltaron las alarmas. ¡Qué era eso de preguntar a nadie! Se obedece y listo. Además, ¿qué iba a preguntar?
Según sus socios, los miembros de la Unión Europea y países del euro, su propuesta era un desatino. ¿Acaso no recordaba el resultado del referéndum en Francia y Holanda rechazando la constitución europea? Arriesgarse a un fracaso no entraba en los planes de Angela Merkel y los banqueros alemanes. ¿Y luego qué? ¿Salida del euro? No, no y no. Mejor que Papandreou sea llamado al orden, renuncie y deje su lugar a gentes responsables de su propio partido y la derecha conservadora. Así nace un gobierno de unidad nacional, integrado por el Pasok, Nueva democracia y Laos, partido de ultraderecha, cuya presencia es sintomática. Residual en sus inicios, año 2000, sus fundadores estuvieron vinculados y comprometidos con la dictadura militar hasta 1974. Sin embargo, lentamente han ido ganando espacio político. Pasó de 2.7 por ciento de los votos en 2004 a 3.8 en 2007, obteniendo 10 diputados, y en las últimas elecciones de 2009 consigue 5.5 por ciento de los votos y una cifra de 15 diputados, de un total de 300. Por arte y magia del nuevo gobierno de coalición, Laos, se convierte en un puntal del actual gobierno encabezado por Lucas Papademos, quien les concede el Ministerio de Transportes e Infraestructuras, la secretaría de Estado para el Desarrollo y la Marina Mercante, y dos viceministerios. Todo con el visto bueno de la Iglesia Ortodoxa. Ya no hay problemas para liberar los 8 mil millones de euros retenidos por el Banco Central Europeo. En Grecia, su gobierno espurio, es presidido, como en Italia, por un personaje cuyas primeras declaraciones han sido yo no soy político,
Lucas Papademos complace al Banco Mundial, Bruselas, Fondo Monetario Internacional y es garantía de medio plazo para obtener otros 130 mil millones de euros entre 2012 y 2014 de los organismos internacionales para afrontar con éxito los recortes sociales. Su currículum deja pocas dudas de cuáles son sus intereses y a quien representa. Doctorado en economía y profesor en Columbia entre 1975 y 1984, ha sido asesor económico del Banco de Reserva Nacional de Estados Unidos, subgobernador y luego director del Banco de Grecia y, por último, vicepresidente del Banco Central Europeo entre 2002 y 2010. Su figura se alza como la solución de los mercados para continuar los recortes sociales, en un país donde el paro afecta a 43.5 por ciento de la juventud y a 18.4 de la población total. Él no tendrá remordimientos de conciencia, es un tecnócrata.
Si en Italia aplicar planes draconianos conlleva un simple cambio de presidente, sin convocar elecciones, en Grecia también se hurtó al pueblo la capacidad de decidir hacia dónde las reformas y cuáles sus límites. En ambos casos, el miedo del capital financiero a sufrir un traspiés y con ello una derrota de consecuencias imprevisibles, les ha llevado a renegar de la democracia representativa, su última atalaya. Mejor deshacerse del voto directo y la consulta popular, uno de sus principios hasta ahora más reivindicado y ensalzado como intocable. Al hacerlo, la moraleja es evidente, ejercer el voto y practicar la democracia es un lastre para el capitalismo. Mejor abandonar tan infecto sistema político, cuya existencia trae tantos problemas a banqueros, empresarios y plutócratas. Mejor reivindicar el poder de los mercados bajo el control de las trasnacionales.

Bajo la Lupa
Íntima relación con EU de Yukiya Amano, director nipón de la AIEA, según Wikileaks
Alfredo Jalife-Rahme
La descomposición del mundo no se confina al rubro financiero-económico y ha infectado también a los putrefactos organismos internacionales que han caído en las garras de sórdidos intereses particulares con proclividad misántropa: desde la mancillada OMS –que inventó la influenza que paralizó a la ciudad de México durante dos semanas y prohijó un caos global con el fin de favorecer la venta de vacunas de las trasnacionales anglosajonas– hasta el canallesco Tribunal Penal Internacional que falsificó la captura de Saif Al-Islam, hoy tránsfuga hijo de Kadafi, con el fin de facilitar la captura de Trípoli por la OTAN.
Más allá de los megaescándalos eróticos de sus dirigentes (el israelí-estadunidense Paul Dundes Wolfowitz, en el Banco Mundial, y el galo-israelí Dominique Strauss-Kahn, en el FMI), los llamados organismos internacionales expelen una insoportable fetidez al haberse corrompido ética y estéticamente hasta la médula y reflejan la putrefacción del caduco orden unipolar estadunidense, como es el caso patente de la reprobable actuación de la AIEA, en la fase aciaga y ciega de su controvertido director, el nipón Yukiya Amano, quien –incluso antes del polémico reporte sobre la actividad nuclear de Irán– ya se había desprestigiado al haber encubierto a la industria nuclear privada de Japón, vilipendiada por su criminal contaminación radiactiva del reactor nuclear de Fukushima (Japón contamina radiactivamente cielo, mar y tierra, Bajo la Lupa, 10/4/11).
Hasta The Financial Times (Mure Dickie y Clive Cookson, 9/11/11), usualmente complaciente con las exacciones niponas de toda índole, acaba de exponer que las estimaciones de la radiactividad liberada en la planta nuclear de Fukushima Daiichi han sido revisadas (sic) considerablemente (sic) al alza debido a la escala de contaminación causada por la peor crisis nuclear en 25 años. No fue gratuito que ciertos físicos nucleares locales (miembros conspicuos del sionismo financierista jázaro) hayan apoyado las atrocidades de la industria atómica privada japonesa en Fukushima.
Llama la atención que la teocracia chiíta persa siga colaborando en forma masoquista con la AIEA, en la época muy indigna de Amano, a sabiendas de las revelaciones de Wikileaks sobre su obscena intimidad con los intereses de EU: En el programa nuclear de Irán, Amano, director de la AIEA, se encuentra en forma sólida (¡supersic!) del lado de EU en cada principal decisión estratégica (sic), desde los nombramientos de funcionarios de alto nivel (sic) hasta el presunto programa de armas (sic) nucleares de Irán, según confesión de diplomáticos de EU en Viena (Scott Peterson, The Christian Science Monitor, 2/12/10).
El cable revelador de Wikileaks sobre la parcialidad obscena del nipón Amano es de octubre de 2009 (reportado hace casi un año por el rotativo británico The Guardian 21/12/10), lo cual se compagina con la línea dura adoptada inusitadamente por la AIEA después de su anterior director, el egipcio Mohamed El Baradei (hoy uno de los referentes de la revolución egipcia), a quien los mismos diplomáticos de EU consideraban demasiado suave frente a Irán.
Amano, quien olvidó que pertenece a la generación de los traumados japoneses nacidos dos años después del lanzamiento de dos bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki por sus hoy controladores de EU, está a punto de catalizar una tercera guerra mundial debido a su palmaria irresponsabilidad y ha colocado innecesariamente a la AIEA, de 35 miembros, en la picota, en especial, por Rusia que ha sido muy severa en sus críticas.
Amano podrá contar con el respaldo de los superhalcones de EU, Israel y Gran Bretaña (GB) –de quienes se han desmarcado conspicuamente Francia y Alemania en este delicado asunto (Bajo la Lupa, 9/11/11)–, además del “itamita México neoliberal” en su aciaga fase calderonista, y hasta de las islas Samoa, pero ha sido totalmente desacreditado por el repudio vigoroso de Rusia, lo cual es definitorio en estos asuntos nucleares y ha obligado al secretario del Pentágono, Leon Panetta (Today’s Zaman, 11/11/11) a deslindarse en forma prudente de un ataque nuclear israelí a las instalaciones atómicas de Irán (lo cual tampoco es un paseo dominical) cuando GB e Israel tienen ya hasta fecha operativa para su aventura bélica: entre Navidad y Año Nuevo (rotativo británico Daily Mail, 10/11/11).
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El presidente de Irán, Mahmud Ajmadineyad, a finales de octubre pasado en TeheránFoto Reuters
Dato cultural: cabe recordar que EU fue quien inició el proyecto nuclear iraní, en la época del sha, para cercar a la URSS en su flanco sur.
Más de 30 y pico de años más tarde los papeles se han invertido y hoy Rusia colabora en la construcción de plantas nucleares de Irán con fines pacíficos (v.gr. la planta de Bushehr).
Rusia, que conoce como nadie el proyecto atómico iraní, arremetió contra el reporte Amano de la AIEA como sesgado al socavar el esfuerzo internacional para desactivar tensiones sobre el programa nuclear de la república islámica, a quien condena como culpable sin ninguna razón (RIA Novosti, 9/11/11).
En severa declaración en su sitio oficial, la cancillería rusa fustigó el reporte Amano de poco profesional al “sentenciar a priori el veredicto de culpable”, al carecer de datos nuevos (nota: se confina a datos hasta 2009 proporcionados por el espionaje cocinado por EU) y al compilar (sic) hechos conocidos (sic) que han sido deliberadamente distorsionados con un sesgo político, además de prestidigitar los hechos para dar la impresión de que el programa nuclear iraní comporta un componente militar (Russia Today, 9/11/11). ¡Duro y a la cabeza!
Rusia anunció que no apoyará nuevas sanciones contra Irán, las cuales percibe como instrumento de cambio de régimen.
Rusia (junto a China) aprendió de su error con la OTAN en Libia que todavía busca derrocar a los regímenes de Siria e Irán. ¡Se les revirtió el tiro por la culata al reporte Amano y, de paso, a sus aliados de EU, GB e Israel!
Debka (11/11/11) expone en forma perturbadora y sin rubor que Amano visitó en secreto (¡supersic!) la Casa Blanca el 29 de octubre, donde con Tom Donilon, consejero de Seguridad Nacional de Obama, decidieron recortar (sic) los dos últimos años del reporte.¿Por qué habrá sido afeitado y aceitado, amén de falsificado, el reporte Amano de la AIEA?
Según Debka –adefesio de la desinformación (como se pudo constatar por enésima vez, al unísono de Stratfor, en el caso de Libia)– Irán se encuentra ya armado (sic) con armas nucleares operacionales (sic) con una miniaturización paquistaní en sus misiles cuyo lanzamiento ya fue probado cuatro veces. ¿Será?
Lo relevante aquí no son las discutibles imputaciones de Debka, sino la visita secreta y, peor aún, la coordinación de Amano con la Casa Blanca –lo cual no ha sido desmentido por las partes implicadas– que han mancillado la credibilidad de la AIEA –organismo que debe ser pulcra e imparcialmente indispensable en la era de la anhelada desnuclearización global sin excepciones paleobíblicas– y ha degradado más la de por sí la reputación de su director nipón desfondada en Fukushima.
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