Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

domingo, 13 de noviembre de 2011

La maldición de Bucareli- Destino fatal- Un secretario acotado-

Destino fatal

Chalco. El desplome. Foto: David Deolarte
Chalco. El desplome.
Foto: David Deolarte
MÉXICO, D.F. (apro).- Un paso detrás de Juan Camilo Mouriño. Así estuvo siempre Francisco Blake Mora desde que ambos conocieron a Felipe Calderón Hinojosa, en agosto de 2000.
Los tres, Calderón, Blake y Mouriño, formaron parte de la LVIII Legislatura federal; cuando el actual titular del Ejecutivo Federal los conoció, hizo a un lado a su equipo compacto que por años lo había acompañado, entre ellos, a César Nava, Germán Martínez y Julio Castellanos.
Poco a poco, Calderón fue sumando a Mouriño y a Blake a su trabajo político. Al primero lo hizo coordinador nacional de su campaña y al segundo lo dejó a cargo del estado de Baja California.
Ahí, Blake Mora, desde tres años antes conformó el grupo político llamado “Los rojos”. A él pertenecían, por ejemplo, Héctor Osuna Millán –herencia de Vicente Fox en la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel)–, Cuauhtémoc Cardona, quien conoció a Calderón cuando éste fue dirigente nacional del PAN; Guadalupe Osuna Millán, quien pasó a ocupar la diputación cuando Blake Mora concluyó su periodo. Blake y Osuna Millán trabajaron juntos en el Ayuntamiento de Tijuana; el primero era regidor y el segundo, presidente municipal.
“Los Rojos”, grupo del que era líder Blake Mora, tenía a su antagónico dentro del PAN. Ese grupo lo encabezaban el exgobernador interino Alejandro González Alcocer y el diputado federal Francisco Vega. En la contienda por la candidatura del PAN al gobierno de Baja California, Calderón se inclinó por apoyar a “Los Rojos” con Osuna Millán como candidato. Osuna Millán ganó y Blake Mora pasó a ocupar la Secretaría de Gobierno.
Mientras esto ocurría en Baja California, Juan Camilo Mouriño se mantenía como jefe de la Oficina de la Presidencia; este cargo se lo ofreció primero Calderón a Blake pero éste prefirió irse a su estado a apoyar a Osuna Millán.
Antes de que Juan Camilo Mouriño llegara a la Secretaría de Gobernación, Calderón le ofreció el cargo a Blake; pero la oposición lo bloqueó y esa fue la causa por la que finalmente quedó el campechano.
Luego, cuando Eduardo Medina Mora fue removido como procurador general de la República, Calderón llamó a Blake, quien ya había aceptado el cargo pero de nuevo fue bloqueado su nombramiento, entre ellos, por Diego Fernández de Cevallos.
Finalmente, Blake llegó al a Secretaría de Gobernación en sustitución de Fernando Gómez Mont.
Mouriño y Blake crecieron al amparo de Felipe Calderón; quizá tuvieron suerte al coincidir con Calderón en la LVIII Legislatura y podría calificarse como un acierto político que se hubieran mantenido cerca del michoacano, pero también esta cercanía que los llevó en su momento a la Secretaría de Gobernación, la que los llevó a su destino fatal.
Blake siempre estuvo un paso atrás de Mouriño, los cargos que Balke despreciaba Moouriño los aprovechaba, pero al final, cuando Blake logró finalmente colocarse en el gobierno federal y aceptó lo que durante cuatro años le ofreció Felipe Calderón, lo que encontró fue la muerte y no un futuro promisorio. Igual que su compañero de bancada Juan Camilo Mouriño.
Finalmente, Calderón no sólo ha llevado a la muerte a 50 mil mexicanos, sino también a sus dos amigos y recientes hombres de confianza. A otros, a su equipo de siempre como Germán Martínez y César Nava también los ha llevado a la muerte, pero política.
Comentarios mjcervantes@proceso.com.mx

La maldición de Bucareli

Chalco. Escena de la tragedia. Foto: Octavio Gómez
Chalco. Escena de la tragedia.
Foto: Octavio Gómez
Por segunda vez en su sexenio Felipe Calderón perdió a su secretario de Gobernación en un percance aéreo al que envuelve la bruma de la desinformación y la duda, tal como ocurrió hace tres años en el caso de Juan Camilo Mouriño. De escasos méritos en su desempeño político, débil en su carácter de secretario de Gobernación, con su muerte Blake Mora provoca sin embargo un nuevo sacudimiento en la estructura de mando del presidente de la República. Dado que la nave en la que murió forma parte de la flota de la Fuerza Aérea, se abren también dudas sobre la verdadera capacitación de quienes, como pilotos y mecánicos, forman parte de ella.
Durante 35 minutos –de las 8:55 a las 9:30 de la mañana del viernes 11– el helicóptero Súper Puma XC-UHM TPH06 donde viajaba el titular de la Secretaría de Gobernación, Francisco Blake Mora, estuvo fuera del radar del Servicio a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano. Sin embargo la búsqueda de la aeronave no empezó sino hasta que se confirmó que el responsable de la política interna del país no llegó al acto que tenía previsto en Cuernavaca, Morelos.
Estos datos se desprenden de la versión del secretario de Comunicaciones y Transportes, Dionisio Pérez Jácome, en la conferencia de prensa que dio a las 21:30 horas del mismo día para ofrecer los primeros avances de las investigaciones sobre el suceso que, por segunda ocasión en el sexenio de Felipe Calderón, le costó la vida a un secretario de Gobernación.
La falta de seguimiento de una aeronave donde viajan altos funcionarios del gobierno federal se ha vuelto un fenómeno recurrente.
Por ejemplo, el 8 de octubre de 2008 el avión AP02, en el que viajaba Margarita Zavala, esposa del presidente, se perdió 15 segundos de la pantalla del radar de los controladores aéreos, según un reporte del secretario de Trabajo del Sindicato Nacional de Controladores de Tránsito Aéreo, Ángel Iturbe, remitido a las autoridades aeronáuticas para advertirles sobre las constantes fallas en los sistemas de control aéreo (Proceso 1673).
“Imagínese lo gravísimo que es perder la señal de la aeronave donde viaja la esposa del presidente. A ese grado han llegado las deficiencias técnicas”, declaró Iturbe a los reporteros Patricia Dávila y Rodrigo Vera para documentar la “gran cantidad de fallas” en las aeronaves donde viajan altos funcionarios del gobierno. (Extracto del reportaje principal que se publica esta semana en la edición 1828 de la revista Proceso, ya en circulación)


Un secretario acotado

Francisco Blake, extitular de la Segob. Foto: Eduardo Miranda
Francisco Blake, extitular de la Segob.
Foto: Eduardo Miranda
En los hechos, Francisco Blake Mora no contó con las atribuciones que le correspondían como secretario de Gobernación. Su bajo perfil y aspiraciones localistas determinaron el trato rayano en el ninguneo que le dio Felipe Calderón. Según Manuel Espino, el expulsado expresidente del PAN, quien lo conoció de cerca, Blake no contó con la fuerza e influencia de sus predecesores y se le utilizó más como un publirrelacionista en eventos gubernamentales que como el responsable de la política interior del país.
Cuando lo nombró secretario de Gobernación, el 14 de julio del año pasado, Felipe Calderón describió al casi desconocido Francisco Blake Mora como un “operador político leal, práctico y eficaz”, y le encomendó, “en mi nombre y representación”, el diálogo con las fuerzas políticas, así como “acordar lo necesario” con los Poderes de la Unión y los gobiernos estatales.
Pero seis meses después de esa instrucción, el 7 de enero de 2011, las cosas cambiaron con la designación que hizo Calderón de Roberto Gil Zuarth como su secretario particular, a quien otorgó facultades políticas que correspondían a Blake.
Desde entonces, desprovisto de la influencia política –que tenía Gil desde Los Pinos–, Blake se encargó sólo “de hacer frente a dos retos de gran relevancia” que Calderón le encomendó en su nombramiento:
“Por una parte, promover e instrumentar la seguridad democrática como política de Estado, no como una lucha sólo del presidente o una lucha, o una política de un gobierno, sino como producto del acuerdo entre todas las fuerzas políticas y como verdadera política de Estado.
“Y por otra parte, el reto de generar los consensos y acuerdos necesarios en torno a la participación y el diseño institucional, que permita la competencia democrática en un entorno tan plural y tan competido como el mexicano. Se trata de revisar y fortalecer las reglas de participación electoral y política para la convivencia democrática que deberán ser debatidas en el marco de la reforma política, que está pendiente de discutirse y aprobarse en el Congreso de la Unión.” (Extracto del reportaje que se publica esta semana en la edición 1828 de la revista Proceso, ya en circulación)

Blake y Zamora, desdeñosos de los derechos humanos

Sicilia, Blake e Icaza en el Castillo de Chapultepec. Foto: Octavio Gómez
Sicilia, Blake e Icaza en el Castillo de Chapultepec.
Foto: Octavio Gómez
En el helicóptero en el que viajaba Francisco Blake Mora iba también su subsecretario de Asuntos Jurídicos y Derechos Humanos, Felipe Zamora. Ambos fallecieron precisamente al término de una semana en la que sus nombres sonaron fuertemente en el ámbito de los derechos humanos… Organizaciones no gubernamentales los acusaron de desentenderse sistemáticamente de la defensa de esos derechos, de ignorar o tergiversar indicaciones precisas de la Corte Interamericana y de defender a ultranza la estrategia calderonista de combate al narco.
Entre el lunes 7 y el viernes 11 varias organizaciones sociales señalaron a Francisco Blake Mora y a su subsecretario de Asuntos Jurídicos y Derechos Humanos, Felipe Zamora Castro –ambos fallecidos el día 11– por no cumplir compromisos internacionales contenidos en las sentencias contra México dictadas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Coidh).
Pero Blake ya había hecho gala de su desinterés por los derechos humanos desde que fue secretario de Gobierno de Baja California, durante la actual administración de José Guadalupe Osuna Millán.
Raúl Ramírez Baena, de la Comisión Ciudadana de Derechos Humanos del Noroeste (CCDH), recordó en julio de 2010 que durante la gestión de Blake como funcionario de Baja California “nunca hubo una política de derechos humanos”.
Zamora Castro –exdiputado federal por Sinaloa y quien aspiraba a ocupar un escaño en el Senado, según se rumoraba en los pasillos de la Segob– tenía entre sus responsabilidades coordinar las acciones de autoridades federales y estatales para acatar las resoluciones del tribunal interamericano, así como atender los requerimientos de protección para defensores de derechos humanos y periodistas en riesgo.
El lunes 7 fue increpado por familiares de víctimas de feminicidio en Ciudad Juárez durante un acto de reconocimiento de responsabilidad del Estado ordenado por la Coidh en torno al caso del Campo Algodonero, donde en noviembre de 2011 aparecieron los cadáveres de Claudia Ivette González, Laura Berenice Ramos y Esmeralda Herrera. Organizaciones de derechos humanos calificaron ese evento de “parodia”. Le tocó ser el pagano de la decisión del gobierno de Felipe Calderón de incumplir los acuerdos signados para acatar los ordenamientos de la Corte Interamericana. (Extracto del reportaje que se publica esta semana en la edición 1828 de la revista Proceso, ya en circulación)

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