Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

viernes, 31 de mayo de 2013

Astillero- Vida material, capitalismo y cambio social- Posada y la Revolución Mexicana

Astillero
Cruzada contra el Distrito Federal
Levantones, anuncio
Izquierda y corrupción
Hora de Mancera
Julio Hernández López
Foto
CANNABIS MEDICINAL Y RECREATIVA. El ex presidente mexicano Vicente Fox participa junto con Jamen Shively (jefe ejecutivo de la empresa Diego Pellicer) en una rueda de prensa en Seattle, Washington. La corporación anunció la reciente adquisición de una cadena de puntos de venta de mariguana medicinal en los estados de Washington y Colorado, creando la primera marca nacional de venta al detalle. También informó de sus planes de expansión en Estados Unidos e internacionalmente, y de llegar a ser líder del mercado tanto en el uso médico como recreativo
Foto Ap
 
No es la primera señal, pero sí la más descomunal y sugerente. En una de las céntricas zonas emblemáticas de la capital del país han sido levantados 11 jóvenes (terminología que no por sugeridamente prohibida por las autoridades federales para su uso mediático deja de ser exacta y vigente) que, según las declaraciones de familiares, son avecindados en el famoso barrio de Tepito (al que de paso se está sometiendo a un reforzamiento clasista de estigma).
 
La aparición de un comando de hombres armados y encapuchados, que en rápida acción se llevó consigo a un nutrido grupo de personas de un lugar público, es el timbre de recepción en la ciudad de México a un fenómeno que en el resto del país lleva largos años de cultivada presencia. Hasta ahora, a contracorriente de lo que sucede por doquier en este México desfondado no solamente en materia de seguridad pública, la capital del país parecía orgullosamente exenta de fenómenos de ese calado, aunque indicios no faltaban del asentamiento progresivo de bandos, con sus bélicos jefes al frente. El lugar más seguro, solía decirse, era el Distrito Federal, a despecho de la fama ganada durante décadas en sentido adverso en una ciudad donde se han mantenido los índices delictivos del pasado clásico, pero sin los agregados barbáricos que son advertibles actualmente en otras latitudes, sobre todo las norteñas.
 
Y sin embargo, los aún confusos hechos del pasado domingo en la Zona Rosa (emblemática, como se apuntaba líneas arriba, aunque decadente y cada vez más abiertamente dominada por rubros oscuros o, si se quiere, más que claros) han evidenciado de golpe la acumulada peligrosidad de la que se habían tenido destellos en el propio espacio tepiteño, en Iztapalapa y en algunas otras zonas orientales de la capital.
 
Con estos golpes desestabilizadores y desmotivadores, pareciera que se ha entrado a una creciente cruzada contra la ciudad de México, cuyo talante crítico y progresista la ha convertido en espacio ganado por la izquierda electoral desde que se superó el esquema tutelado de la designación presidencial de un regente y sus delegados. Pero la degradación institucional y la apertura de flancos para la instalación de cárteles y capos no corresponde solamente a quienes de manera explicable se devanan el seso tratando de encontrar la manera de colocar a las administraciones provenientes del PRD en predicamentos que puedan desgastar la maquinaria clientelar institucionalizada que garantiza votos para el sol azteca (un conjunto de tales seseras, ahumadas de tanto cavilar electoralmente, está instalado en la cúpula de la secretaría federal de Desarrollo Social, con sus planes troyanos de incursión despensera).
 
La responsabilidad también es de las propias administraciones de izquierda, centrales y delegacionales, de ahora y del pasado, que a pesar de sus logros en otros temas no han podido contener la corrupción galopante que se manifiesta cotidianamente en sus oficinas de atención al público, en la tramitación siempre condicionada, en los servicios necesitados de incentivos, por citar algunos ejemplos. Entre otras prácticas, en las delegaciones políticas y en el aparato central se ha sostenido un firme esquema del entre de empresarios de lugares de muy discutible diversión, sabidamente constituidos en centros de distribución de drogas y en puntos de encuentro de miembros de bandas delincuenciales.
 
En muchos estados del país, el tránsito de la paz provinciana al horror del predominio de los cárteles se ha dado en razón de que los gobernadores venden la plaza a determinado grupo y por tanto colocan la operación policiaca al servicio de los compradores sanguinarios, que en más de una ocasión han llegado a reprochar a tales gobernantes, frente a frente, el incumplimiento de los tratos que suelen comenzar con el cuantioso apoyo en efectivo para campañas electorales.
 
Pero el DF no ha necesitado de esas inyecciones electorales subterráneas relacionadas con el narcotráfico porque la tendencia natural de sus votantes es plenamente favorable a la izquierda. Miguel Ángel Mancera, cuya administración se ha esmerado en cometer errores y despropósitos que desalientan a la mayoría poblacional progresista, fue procurador de justicia antes de ser habilitado como candidato de acordada continuidad en el DF, y su actual equipo de trabajo está integrado en cargos clave por funcionarios que lo fueron en el sexenio marcelista (en el área de seguridad pública, donde Manuel Mondragón pasó a similar puesto en el plano federal, se mantienen líneas de trabajo coincidentes).
 
Hoy, frente a sucesos como los del after Heaven (uno de tantos en el mapa negro de la capital), Mancera está ante la posibilidad de comportarse como un líder de la comunidad, un defensor de espacios ganados a lo largo de luchas intensas, y no como un burócrata de élite a la espera de desahogos procedimentales (no actúa el GDF, por ejemplo, en el caso del denunciado cobro de cuotas en negocios del Centro Histórico, porque no hay denuncias, ha dicho esa autoridad, aun cuando bien se sabe que el que denuncia puede ser asesinado, entre otras causas por las filtraciones provenientes de los propios aparatos policiacos), o como un partícipe más de los rejuegos federales priístas que manejan estos asuntos a plena conveniencia de sus intereses grupales.
 
Ah, por cierto, el licenciado Enrique Peña Nieto pronunció ayer un bien ubicado discurso (un día antes le había fallado el GPS, al hablar en Baja California del estado de Tijuana) frente a procuradores de justicia de todo el país, a los que propuso entrar a un estado casi nirvánico, con restructuraciones modelo, averiguaciones bien hechas, aprovechamiento tecnológico, sistema acusatorio y galopante espíritu quijotesco de temporada.
 
Y, mientras Granier se escabulle, el apagón analógico es impulsado a conveniencia por las televisoras dominantes y Jesús Zambrano se queja de que al PRD le cobren 25 millones de pesos por deudas del plantón de 2006 pero a AMLO no lo toquen ni con el pétalo de una flor de los pantanos del sureste, ¡feliz fin de semana!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero
Vida material, capitalismo y cambio social
Raúl Zibechi
La mayor parte de los análisis políticos, con intencionalidad antisistémica, están orientados a comprender cómo funcionan las grandes empresas multinacionales y el conjunto de la economía capitalista, el papel que juegan los estados-nación, y las relaciones de fuerza geopolíticas a escala nacional, regional y global, en suma, en el modo como dominan los poderosos. Contamos también con un buen puñado de estudios sobre las luchas sociales y políticas de los sectores populares, desde las luchas locales hasta las coaliciones más amplias que establecen a escala nacional y global, y cómo estas formas de acción van cambiando a lo largo del tiempo.
 
Podría decirse que buena parte de estos análisis y estudios dan cuenta de la realidad del sistema y de las diversas realidades antisistémicas. Sin embargo, contamos con muy pocos trabajos sobre lo que Fernand Braudel denominaba la vida material, a la que llamó también el océano de la vida cotidiana, el reino del autoconsumo, lo habitual, lo rutinario, la esfera básica de la vida humana que en su opinión es el gran ausente de la historia ( La dinámica del capitalismo, Alianza). Y, habría que agregar, el gran ausente en las teorías revolucionarias y en las propuestas emancipatorias.

Como sabemos, Braudel definió tres esferas: la vida material, que es el reino del valor de uso; la vida económica o economía de mercado, dominada por los intercambios y el valor de cambio, y encima de ambas el capitalismo o el antimercado, donde merodean los grandes depredadores y rige la ley de la selva. En esta peculiar mirada del mundo el Estado no hace sino auxiliar al capitalismo y es antitético a la economía de mercado, como recuerda Immanuel Wallerstein.

Para completar el análisis, habría que repetir con Braudel que el capitalismo hunde sus raíces en la vida material pero no penetra nunca en ella. La acumulación de capital se produce básicamente en la esfera de los monopolios donde no funciona el merado, no así en la vida material y en la vida económica. Es cierto que los estratos superiores se apoyan en los inferiores, de los cuales también dependen, pero no es menos cierto que la vida cotidiana o material es relativamente autónoma y no está nunca completamente subordinada a la esfera de la acumulación.

El interés y actualidad del modo de mirar de Braudel consiste en que la lucha antisistémica está anclada básicamente en la vida material y, de algún modo, en la vida económica, pero no puede apoyarse en las esferas del capitalismo, sean las empresas o los estados. La enorme potencia de los movimientos antisistémicos territoriales actuales, tanto los rurales como los urbanos, es que organizan colectivamente el océano de la vida material, desde ese lugar se relacionan con la vida económica, los mercados, y desde allí resisten al capital y al estado.

Incluso en las grandes ciudades. En el corazón de una megaciudad como Buenos Aires pululan experiencias de este tipo, que también pueden encontrarse en muchas otras urbes latinoamericanas (ver cipamericas) y, por supuesto, abundan en las zonas rurales. Una amplia red de espacios (merenderos, comedores populares, centros de salud, primarias y bachilleratos populares, centros de mujeres, cuadrillas de trabajo, medios de comunicación) le dan forma colectiva a la vida material de los más pobres, convirtiendo la vida cotidiana en espacios de resistencia pero también de alternativa al sistema.
 
De ese modo la rutina, lo cotidiano, cobra nuevos sentidos. Las organizaciones populares, por lo menos las que no se limitan a parasitar la vida material, trabajan por organizar el autoconsumo más allá del espacio familiar. Sobre todo se empeñan en que ese espacio de autonomía que es la vida cotidiana sea lo más integral posible, que abarque no sólo necesidades urgentes como la alimentación, que es el suelo donde comenzó a florecer el movimiento piquetero argentino, sino que se expanda hacia áreas como la educación y la salud, la dignidad de las mujeres, los juegos infantiles y los órganos de decisión, como las asambleas.
 
Organizar la vida material, profundizar sus sentidos colectivo y comunitario, es tanto como politizarla y darle más autonomía ante las otras esferas, muy en particular frente a las multinacionales y los estados. Eso pasa también por dotarla de órganos para adoptar decisiones y hacerlas cumplir, para defenderse frente a las otras esferas, o sea, órganos de poder. Cuando la vida material se organiza como movimientos antisistémicos, las asambleas cumplen esa función.
 
¿Cómo se paran frente a los monopolios capitalistas? En el caso que comento, los movimientos de las villas de Buenos Aires, recuperan lo que necesitan mediante la acción directa. Para conseguir medicamentos para sus centros de salud, hacen piquetes frente a las grandes distribuidoras farmacéuticas, impidiendo la salida y la entrada de camiones. Lo mismo para arrancarle alimentos al municipio o al gobierno de la ciudad. La cámara que utiliza una televisión comunitaria la consiguieron mediante un escrache a un hotel de cinco estrellas. Y así con todo.
 
¿Es posible revolucionar la sociedad desde la vida material o cotidiana? Depende del concepto de revolución que cada quien maneje. La vida material es, entre muchas otras cosas, el espacio de la gente común, el que puede limitar o darle alas al capitalismo. No existen otros espacios donde pueda nacer y crecer algo diferente al mundo de la acumulación. Miradas así las cosas, el cambio social es un modo sistemático de desparasitar la vida material de capitalismo.
 
En ningún otro estrato puede nacer un mundo nuevo y diferente. No quiero decir con ello que la vida material/cotidiana no contenga opresiones, como el machismo. Sólo se puede construir lo nuevo desde relaciones asentadas en el valor de uso, y comandadas por la gente común. Hacerlo desde otros espacios es tanto como reproducir la dominación o instalar una nueva clase dominante.
FUENTE: LA JORNADA OPINION
 
Aprovechando la amistad-Helguera
Posada y la Revolución Mexicana
Claudia Gómez Haro
Jaled Muyaes (1921-2007), chileno de nacimiento, llegó a México en 1939. Fue miembro de la primera generación de la Escuela de Antropología e Historia, en 1946. Estudioso apasionado de las raíces mexicanas, su historia, expresiones artísticas y etnográficas, editor de la revista Anthropos en los años 40, pintor, escultor, coleccionista y experto en la obra de José Guadalupe Posada. Publicó en 1960 el libro La Revolución Mexicana vista por José Guadalupe Posada, para conmemorar el cincuentenario de esa gesta, con el propósito de que sirviera como material didáctico para futuras generaciones.
 
El libro reúne 62 grabados que forman parte de la colección Muyaes-Ogazón (su afán por coleccionar no sólo lo condujo a Posada, también formó una de las colecciones más importantes de máscaras tradicionales usadas en las danzas y festividades de México, entre otras).

La Revolución Mexicana ha sido un tema de inspiración tanto plástica como literaria y musical desde sus inicios, durante su desarrollo y en los años posteriores.

Fue un movimiento que despertó una inquietud en la búsqueda de nuevas expresiones que, particularmente hablando de la creación gráfica, dejó un testimonio muy importante que ha estimulado en años recientes nuevas interpretaciones de estudiosos e investigadores. Vemos imágenes de la lucha revolucionaria o posrevolucionarias que muestran la vida de México en artistas plásticos como Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Leopoldo Méndez y Rufino Tamayo, entre otros. Muchos incursionaron en el uso de las técnicas del grabado y la litografía como medio de expresión gráfica identificándose con la riqueza de la imagen que Posada, Picheta, Manilla y otros grabadores de la época dejaron como legado.

Este 2013 celebramos los 100 años de la muerte de José Guadalupe Posada, nacido en Aguascalientes, en 1852.

Jaled, al dedicar varios años a coleccionar a Posada, lo hizo porque sabía de la maestría del artista. En esta serie de grabados hay una unidad manifiesta, con la cual se prueba que Posada fue un gran observador y crítico de las condiciones sociales de su época. El coleccionista sabía que el arte de Posada representaba la lucha de clases; la sorda rebelión de los oprimidos contra la élite dominante y la manifestación gráfica de los hechos políticos que desembocaron en la Revolución, de la cual Posada fue el exponente más notable.
 
Muyaes escribió en su texto introductorio del libro: Las revoluciones son la liberación de los deseos reprimidos latentes de libertad política, de igualdad social, de desahogo económico de todos los pueblos, que encuentra en ellos la energía necesaria para lograr sus aspiraciones. En su colección tenemos grabados desconocidos hasta hoy, que muestran la crueldad de los hacendados, dueños de tierras y vidas, señores de látigo y pistola. En Los petateros encontramos al campesino prisionero de los rurales, con el sombrero calado hasta los ojos. Posada, para resaltar más el drama, se vale de los niños, nos dice Jaled, cuyas caras anónimas representan a millares de pequeños del campo.
 
La sensibilidad del coleccionista al escoger los grabados de esta colección es suprema y esto lo demuestran grabados como Escasez de maíz, Las tres gracias y El acaparador que nos muestran cómo, si las condiciones en el campo eran tan drásticas, en la ciudad no lo eran menos.
 
La Revolución Mexicana vista por Posada es un testimonio gráfico, artístico e histórico de esa época, que él vivió y sintió a flor de piel, que nos da acceso a grabados desconocidos que forman parte de la colección Muyaes-Ogazón.
 
La segunda edición del libro se imprimió el 20 de mayo de 2009 para conmemorar cien años de la Revolución Mexicana en Solyz Impresores de México. En esta ocasión intervinieron su esposa Estela Ogazón y sus hijas Karima y Kena Muyaes. Consta de mil ejemplares impresos en cartulina Bristol de 240 gramos.
FUENTE: LA JORNADA OPINION
Levantados de Tepito-Fisgón

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